sábado, 14 de mayo de 2022

Mariano Moreno - Armando Alonso Piñeiro

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un artículo del historiador Armando A. Piñeiro,  aparecido en el diario La Prensa del día 13 de marzo de 2011, en la columna Los fantasmas del pasado.

 En el bicentenario de Mariano Moreno

por Armando Alonso Piñeiro


Como suele ocurrir con todos los aniversarios recordados de siglo en siglo, el bicentenario del nacimiento de Mariano Moreno -evocado el 4 de este mes, hace apenas diez días- se memorará durante todo el año. Así ocurre con el nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, lo que trae a colación un pensamiento distinto pero vinculante. Suele decirse en nuestro país que una de las tradiciones fúnebres consiste en acordarnos de los grandes hombres al conmemorarse las muertes y no los nacimientos. Sin embargo, no se trata de una aberración. Cuando se nace, nadie puede saber cómo será su personalidad, qué hará por el país, la ciencia o lo que fuere. Solo se verifica en el óbito, cumplida ya una vida de determinados servicios.
Vuelvo a Mariano Moreno, personaje que en sólo quince meses salió de la oscuridad para alcanzar brillos históricos. Desde la Gaceta de Buenos Aires expuso las ideas de libertad, de los derechos naturales del hombre, del principio de que el pueblo es la fuente del poder y en sus manos se encuentra la resolución de su propio destino.
Fue el primero que planteó la necesidad constitucional, y como ha escrito Enrique de Gandía, expuso la necesidad de que “una parte de la América, por medio de sus representantes, podía establecer el sistema legal de que carece o debía esperar una nueva Asamblea en que tomase esa resolución toda la América. También se preguntaba si esa misma Asamblea de toda la América podía admitir la división del los territorios que la naturaleza misma había deparado”. (Gandía, Mariano Moreno. Su pensamiento político).
En Moreno -como en su contemporáneo Manuel Belgrano- convergían el hombre de acción y de pensamiento, capaz de obtener en sí mismo una coherencia entre idea y ejecución, con el añadido de que pudo concretar algunos de sus Planes.
Ya en su documento Representación de los Hacendados había postulado la habilitación de los puertod de Maldonado y Rio Negro, fomentar el puerto de la Ensenada y promover la canalización del Río Tercero.
Poco importa, a esta altura de las cosas, si fundó no la Gaceta de Buenos Aires, si fundó o no la Biblioteca Nacional, temas sobre los cuales he dictaminado negativamente. Es que estos elementos constituyen disquisiciones eruditas que los historiadores manejamos para una mejor precisión disciplinaria.
Pero la importancia innegable de su obra queda oscurecida por sus grandes divergencias con Cornelio de Saavedra. No se trata de una mera disputa entre amigos o funcionarios. En realidad, ambos fundaron las dos grandes tendencias nacionales que siguen teniendo vigencia en la Argentina de 2011: la izquierda y la derecha: Saavedra, más de centro derecha; Mariano Moreno, mucho más de la izquierda, influido ideológicamente por las ideas espantables de la Revolución Francesa, precisamente cuando éstas habían perdido vigencia ante la aparición imperial de Napoleón Bonaparte.
El envío de Moreno a Londres -en cuya navegación se produjo su misteriosa muerte, señalada por muchos aunque sin pruebas documentales, como producto de un planeado asesinato- impidió que persistiera en su campaña. No obstante, la ideología fue recogida por otros personajes como Bernardo de Monteagudo, el inspirador de los peores errores de San Martín en el Perú. Ya con anterioridad, Monteagudo y otros de sus compañeros -recuérdese a Juan José Castelli- habían realizado verdaderos actos de terrorismo, como el fusilamiento sin juicio previo de numerosas personas, en especial varios sacerdotes católicos.
No se trata, por supuesto, de vilipendiar a Mariano Moreno, pero la verdad histórica siempre debe prevalecer en el testimonio final de la posteridad. El secretario de la Junta de Gobierno queda como un personaje vital de los comienzos nacionales. Pero no es función de los fastos de ningún país enaltecer abusivamente a determinados personajes por sí mismos o en contraposición a otros. Luces y sombras constituyen el balance inevitable de los fantasmas del pasado.