domingo, 31 de julio de 2022

Malvinas - El tabú de una guerra - Héroes olvidados - Nicolás Kasanzew

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un artículo del periodista Nicolás Kasanzew,  que aparecido en el diario La Prensa el día 2 de abril de 1984, con motivo del segundo aniversario de la recuperación de las Malvinas

 El tabú de una guerra

por Nicolás Kasanzew


 “No habrá olvido que nos borre su memoria, y la memoria nos hará leales”


Malvinas Kasanzew
Cuando durante la Primera Guerra Mundial fue derribado el as alemán Boelke, un avión británico arrojó detrás de las líneas del Kaiser una corona que llevaba esta inscripción: “En recuerdo del capitán Boelke, nuestro valiente y caballeresco adversario, de parte de la RAF”.

La corona venia acompañada de una carta para el cuerpo de oficiales de la aviación alemana. La misiva rezaba: “Esperamos que encuentren esta corona. Lamentamos que llegue tan tarde, pero el tiempo nos ha impedido enviarla antes. Todos nosotros compartimos el duelo de la familia y los amigos del capitán Boelke y reconocemos su valor”.

Los hombres cabales saben rendir justicia aun al enemigo, cuando éste lo merece.

¿Y a los propios compatriotas? ¿Cómo puede ser que a dos años de finalizada la gesta, la nación desconozca todavía los nombres de los pilotos que atropellaron a la flota inglesa? ¿Que no repare en ellos? ¿Cómo es que los argentinos no hemos desfilado, uno a uno, frente a esas casas donde todavía sangran los familiares de los héroes y no hemos dejado en cada puerta la corona de nuestro luto y nuestro orgullo?

Ocultación inexplicable

Inexplicablemente, se ha tratado de ocultar no sólo las miserias —que igualmente afloraron—, sino también las grandezas de nuestra guerra austral.

La Argentina tiene desde hace dos años a su propio Barón Rojo, a su propio Douglas Bader, a su propio Nesteroy... y no se ha dado por enterada. Lo cual —amén de ser una aberrante injusticia—priva ala Nación de eso que históricamente fue el más sublime de los tónicos: el ejemplo de los héroes.

Comportamientos heroicos individuales, los hubo en las tres fuerzas. Pero es obvio decir que los de los “cazadores” son los que más saltan a la vista. Y sin embargo... ¿cuántos argentinos saben que tres pilotos ostentan un formidable e idéntico récord: tres navíos ingleses alcanzados?

Dos de esos aviadores “cruzaron los aires sin regreso, pero en las bases saben que hay estrellas convertidas en hangares”: el capitán García y el teniente Vázquez. El tercero está con nosotros, Es el capitán Pablo Marcos Rafael Carballo. ¿Alguien lo ha visto acaso. en la tapa de alguna revista?

Tres camaradas

De García y Vázquez se decía —recuerdo— que estaban cebados. Ninguna duda. Se habían acostumbrado a despanzurrar fragatas enemigas. Y es que los “halcones” partían en misión siguiendo un riguroso orden, pero solía suceder que alguno —hombre al fin— se amilanara a último momento.

¿Quiénes eran entonces los que invariablemente se ofrecían como voluntarios —fuera de turno— para reemplazarlo? García y Vázquez.

Este último había sido un suboficial que cursara la escuela de Aviación Militar. Su propio hermano supervisaba las refacciones del “Skyhawk” que habitualmente volvía hecho un colador. Nada amedrentaba a Vázquez. Y así fue como cayó en cumplimiento de una misión digna de los protagonistas de Homero: intentar colocar sus bombas en el puente del mismísimo “Invincible”.

Que los aviones argentinos se acercaban a la flota a ras del agua, es harto sabido. No lo es tanto el hecho de que depositaban sus bombas aproximadamente con tanta temeridad, que en algún caso llegaron a rozar el mástil del navío inglés, como lo atestiguara, por ejemplo, en su momento la revista “Time”.

“Reempleo”

En varios casos algún aparato de la escuadrilla atacante se desviaba al hacer la aproximación y salía a un costado de la escuadra. Entonces, invariablemente, el “cazador” hacía “reempleo”, o sea: efectuaba el viraje para arremeter una vez más, Sólo que —alertada la flota por la acometida de los demás aviones— el piloto que había errado el rumbo era generalmente abatido.

¿Y por qué hacía “reempleo” el aviador en lugar de volver a su base? Porque su sentido del honor le impedía volver con las bombas: debía a toda costa intentar descargarlas sobre el enemigo.

La “droga”

“Escuché que preguntaban si nos drogábamos antes de enfilar a una muerte casi segura, —me dijo encrespado el capitán Carballo— Sí. Ibamos drogados. Esta era nuestra droga”. Y con gesto vehemente sacó de entre sus ropas un rosario.

Carballo —“el capitán Cruz”— comandaba una de las escuadrillas que debían atacar a los ingleses en Bahía Agradable. Sin embargo, en trayecto hacia el blanco, su aparato comenzó a fallar. Antes de regresar, Carballo le ordena a su segundo: “Teniente Cochon, forme con tres aviones adelante y dos atrás, y condúzcalos a la gloria”. Comenzaba con esas palabras lo que los británicos mismos bautizaron como “el día mas negro de la flota”: el “Sir Galahad” y otros tres buques fueron arrasados por esas máquinas que tripulaba el coraje argentino.

¿Qué experimenta un “cazador” al aproximarse a la flota? “Sentis una explosión a la derecha: le dieron a tu camarada. Otra a la izquierda: sucedió lo mismo. Y sabés con toda certeza que la única chance de salir es embocando las bombas en el puente mismo de la fragata. Sólo habiéndola tocado, la confusión que se produce puede permitirte hacer el escape”.

Al principio de la guerra, casi ningún piloto dormía. Por la noche permanecían de guardia, al amanecer presenciaban la salida de las misiones, luego esperaban el retorno y al producirse éste, todavía se quedaban en pie hasta averiguar los nombres de los caídos.

Algunos estaban nerviosos. Otros, en cambio, francamente felices.

Varios acababan de abandonar la vida civil. El comandante de Aerolíneas Argentinas Musso cambió su mastodóntico Boeing por un afilado Dagger, aparato mortífero y vulnerable a la vez, ya que su tobera de gran tamaño atrae muy especialmente a cuanto misil esté rondando. Musso arremetió contra la flota en cinco misiones. Otro aviador, Páez —de Austral— aprendió a pilotear un Pucará.

Los “trasporteros”

Si estos casos nos hacen vibrar, ¿qué decir entonces de la hazaña del “trasportero” metamorfoseado en bombardero? Ya hacia el final de la contienda, un Hércules C-130 atacó el buque petrolero “Hércules”, encargado de abastecer a los ingleses, dañándolo con el maravillosamente simple procedimiento de abrir la puerta de carga y arrojar a través de ella las bombas. Días más tarde el petrolero se hundió.

Al igual que en las otras fuerzas, en la Fuerza Aérea la Argentina tiene héroes muertos y héroes vivos. Tanto unos como otros conforman el corazón moral del país. Los Ardiles, Vázquez, García Cuerva, Bustos, Castillo, García, así como los Carballo, Ballesteros, Moroni, Sánchez han protagonizado combates épicos, proezas individuales que relatadas a nuestros hijos van a forjarles el espíritu que un país sano reclama.

Para eso todos los nombres deben ser proclamados, todos los detalles revelados. La Nación debe conocer a sus héroes (así como a sus estafadores, por otra parte). Es lo único que puede elevar la temperatura moral del país en los duros momentos que está atravesando.

Culto del valor

Debemos hacer un culto de esa virtud esencial que es el valor, tanto el guerrero como el civil. Una virtud particularmente honrosa y necesaria, porque es la salvaguarda del ser nacional.

Y si bien la frustración de la derrota y de la estafa propagandística ha llevado a negarles a los héroes la recompensa merecida, nosotros, los civiles que hemos vivido ardientemente esta guerra por una causa noble, esperamos vivir también la embriaguez de la justicia, cuando la Nación entera aclame a los caballeros del coraje.