viernes, 29 de julio de 2022

Tiahuanaco - Castelli - Arenga de Castelli en Tiahuanaco

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 17 de octubre de 2010, se publicó en la columna "Umbrales del tiempo" el siguiente interesante artículo. 

Tiahuanaco fue cuna de la civilización andina

por Omar López Mato


Tiahuanaco
Puerta del sol en Tiahuanaco

Hay quien dice que Tiahuanaco fue la cuna de las civilizaciones andinas; allí a 20 kilómetros del lago Titicaca se alzan los imponentes restos de esta cultura en el altiplano central de Bolivia. Sus comienzos datan del año 1500 a.C., y se pierde su rastro hacia el año 1200 d.C. Durante esos 27 siglos de existencia, Tiahuanaco diseminó su influencia por los pueblos que la rodeaban. Nadie sabe con precisión qué quiere decir: o ‘piedra del centro' en aimara o ‘alborada moribunda' en quechua.

Era inevitable que estas ruinas se convirtiesen en un símbolo político para las tropas porteñas que allí llegaron en 1810, aunque no comprendiesen el profundo sentido que estas obras tenían.

Este milenario lugar también fue escenario de la celebración del primer aniversario de la patria, el 25 de Mayo de 1811, fecha que eligió Juan José Castelli para montar un acto proselitista a fin de expresar el pensamiento revolucionario de la Junta de Buenos Aires, y su propuesta de crear una gran nación. Las instrucciones de la Junta eran precisas: Castelli debía ganar “a la indiada” con su oratoria.

Mientras tanto en Buenos Aires se inauguraba la mal llamada Piramide de Mayo -que en realidad es un obelisco-, sospechada de haber sido construida con un significativo sobreprecio en los elementos que la conformaban, el oscuro comienzo de la patria contratista.

Castelli también encontró propicio el festejo del aniversario del 25 de Mayo para mejorar la imagen de la comitiva libertadora y la suya propia después de los comentados excesos en la represión y las acusaciones de conducta anticlerical. Para ese fin eligió la pirámide más imponente como marco de su discurso, y desde allí pronunció una alocución estudiada en su contenido e histriónicamente presentada, emulando los actos paganos de la Revolución Francesa.

Ante una multitud convocada para el evento, las tropas patrias y las tribus vecinas vestidas con trajes típicos, Castelli, de pie sobre el monumento elegido, el palacio de Kalasasaya, enunció las ventajas de sumarse al proyecto porteño y denostó el trato que las autoridades españolas les daban a los lugareños.

Castelli gritó su mensaje, por momentos esperanzador con voz emocionada, por momentos firme y autoritario, ante la multitud que lo escuchaba en silencio. Toda la alocución se tradujo al quechua y al aimara.

Para finalizar, después de señalar los excesos de los españoles, Castelli les preguntó a los presentes: “Ya habéis visto los males y los bienes que os ofrecen el uno y el otro sistema, pues bien, decidan vosotros, ¿qué queréis?”

La respuesta no se hizo esperar, un coro polifónico respondió a la indagatoria del tribuno. “Abarrente, Tatay” “¡Abarrente, Tatay!”, lo que quiere decir ¡Aguardiente, señor! La fórmula utilizada por los lugareños para concluir las celebraciones autóctonas que se llevaban a cabo en ese recinto.

El ilustre revolucionario no se había hecho entender, pero tampoco se enteró del significado de la respuesta hasta días más tarde, ya que ni Castelli ni los oficiales del ejército patrio distribuyeron aguardiente como solicitaban los lugareños. En el ínterin, Goyeneche se rearmaba para enfrentar a los porteños. Al Ejército del Norte lo esperaba la aciaga jornada de Huaqui.