domingo, 31 de julio de 2022

Malvinas - Día de recuperación de las Malvinas - Manfred Schönfeld

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

134    


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
El 2 de abril de 1984, apareció en el diario La Prensa el siguiente artículo.

La gesta de hace hoy dos años
Un renacimiento en la historia espiritual argentina
por Manfred Schönfeld

El primer muerto en Malvinas
Capitán de Fragata Pedro E. Giachino

Hay expresiones, vertidas al impulso de una intención que tal vez no sea necesariamente malévola, pero que se funda en criterios desacertados. A veces, empero, tales expresiones terminan por acercarse involuntariamente a la verdad, bien que se trate entonces de una verdad ubicada en planos más profundos que los que trató de catear quien tuvo aquella expresión.
Estamos recordando, en ese sentido algún pasaje de los fundamentos del infortunado decreto presidencial que quitó el carácter de feriado nacional al día de hoy, al glorioso 2 de abril. Dióse a entender, entre otros conceptos, que el operativo de recuperación de aquella fecha arrastró al país a una guerra para la cual no estaba preparado. (*)
No se requiere ser demasiado ducho para captar que, dentro del contexto que rodea ese concepto, la pretendida falta de preparación debe ser entendida como insuficiencia de pertrechos bélicos adecuados para hacer frente a una potencia del rango de la británica: o tal vez como una alusión al hecho de que nuestras autoridades de facto de aquel entonces no imaginaron que Londres enviara al Atlántico Sur una expedición que, en número de unidades navales empleadas, jamás se había registrado en la historia. al menos para un solo operativo; o quizás que no hubo, de parte argentina. una preparación adecuada del ámbito internacional por medio de una previa acción diplomática tendiente a tal fin, en particular frente a los poderosos Estados Unidos.
Todo esto está tácitamente encerrado en la idea de la preparación supuestamente insuficiente de nuestro país para librar una guerra de la magnitud como la que terminamos por tener que librar en defensa de nuestros derechos soberanos. Por lo demás, tal idea no constituye —en si— ninguna novedad ni mucho menos hay en ella originalidad alguna.
Contiene, sin duda, ciertos elementos de verdad, pero no se trata sino de una verdad superficial y que, en muchos sentidos, es fácilmente rebatible.

La índole de las guerras
Son pocas las instancias en la historia del mundo —de hecho muy pocas en la de las naciones jóvenes que todavía deben emerger de un pasado colonial cercano o de fases residuales de ese pasado que forman parte de su realidad actual—, en que todo aquello que configura la índole externa de una guerra (el momento, el lugar, las circunstancias) pueda ser elegido en forma discrecional y a partir de una etapa previa de preparación perfectamente calibrada y sincronizada.
Hubo, sin duda, algunos ejemplos de guerras o de campañas militares encaradas con semejante precisión poco menos que científica (la campaña de los Andes que proyectó y ejecutó el general San Martín, y que lo llevó. pese a algunos reveses, según lo previó, a Lima: o la planificación politicomilitar, por parte de Bismarck, de tres guerras sucesivas, breve y brillantemente llevadas a la concreción, y cuya finalidad última fue la unificación germana bajo la corona prusiana elevada a la dignidad imperial).
Pero casos como estos últimos no son demasiado frecuentes. No solo hay guerras cuidadosamente preparadas que, pese a ello, fracasan estrepitosamente y culminan en situaciones catastróficas (los sucesivos intentos de invasión de Rusia por parte de Carlos XII, de Suecia, del primer Napoleón y, finalmente, de Hitler), sino que habitualmente las guerras que no son de conquista o de expansión del territorio propio a expensas de! ajeno, surgen con frecuencia de modo imprevisto o. por lo menos, difícilmente previsible, se precipitan, se imponen a un país, forzosamente, desde fuera.
En tal caso —haya o no haya habido ni el tiempo ni los recursos suficientes para prepararse—, una elemental actitud de honor y de amor propio nacionales obligan a recoger el reto. a alzar el guante del desafío, a lanzarse a la lucha, salga de ella lo que saliere. Porque el instinto, si es un instinto sano y no corrupto por fenómenos de decadencia o de descomposición, le dice a semejante país desafiado que incluso es preferible exponerse a una derrota honorable en el campo de batalla, si la propia capacidad bélica resultase haber sido insuficiente, que vivir parsimoniosamente en paz, pero bajo el signo de la humillación desdorosa, es decir en una paz comprada al precio del deshonor, de la indignidad, de agachar perrunamente la cabeza.

El mandato de las vísceras
La historia argentina —joven aún, si se la compara con la duración de las antiguas naciones europeas o asiáticas— está, sin embargo, pletórica de ejemplos de tales guerras, en las cuales los antepasados de los argentinos actuales (antepasados, si no necesariamente en la sangre, de hecho en el espíritu) se lanzaron a la lucha a sabiendas, de antemano, de que no tenían ni la menor posibilidad de ganar una sola batalla —¡qué va! ni un modesto combate y. por ende, mucho menos a una guerra entera—, a sabiendas repetimos, puesto que tenían conciencia de la superioridad numérica del enemigo en los días de nuestra guerra de la independencia y de su propia falta de pertrechos, de instrucción militar de su tropa, de víveres, en fin de virtualmente todo lo que se necesita para hacer la guerra.
Si de todo, menos de coraje, que ese les sobraba: de todo, menos de agallas, que esas las tenían como para regalarlas a diestra y siniestra.
De no haber sido así, de no haberse tratado de hombres que obedecían al mandato de sus vísceras, que actuaban de acuerdo con la virilidad de sus reflejos —y que, para hacer plena justicia al espíritu que reinaba en aquellos días, contaban además con mujeres que iban a la par de ellos, a menudo incluso con el arma en la mano, como fue el caso de Juana de Azurduy—, por cierto que muchas guerras y muchas batallas jamás se habrían librado en lo que hoy es territorio argentino o en lo que es territorio de países actualmente vecinos, a cuya liberación contribuimos y por la causa de cuya libertad peleamos hombro a hombro, junto con sus respectivas poblaciones locales.

Héroes sin carrera militar
De no haber prevalecido esa capacidad de reacción visceral, es decir si las guerras solo se hubiesen hecho sobre la base de un minucioso cálculo previo en cuanto a las probabilidades de su éxito, nombres como los de Warnes y de Padilla, como el del cura Muñecas y aun el del propio Manuel Belgrano, no habrían pasado a la historia militar argentina: en todo caso, el de Belgrano habría figurado en calidad de patriótico y progresista pronombre de la nacionalidad, pero únicamente en la esfera de sus actividades civiles.
Verdad es, sin duda y ya que a su específico caso nos referimos, que sus dotes militares terminaron por dejar en evidencia su natural y explicable limitación en la materia, comparada con la formación profesional de un hombre de armas de carrera como lo era José de San Martín. Pero eso —o sea esa falta de “preparación”— no redunda sino en dar realce a la gloria belgraniana, ya que convierte a triunfos como los de Tucumán y Salta en pura obra del espíritu combativo, del fervor patriótico, del idealismo en armas de una nación que estaba surgiendo a la vida soberana propia.

La verdad oculta
Con lo cual llegamos —retornando a las reflexiones iniciales del presente comentario— al meollo de la cuestión que está sobre el tapete.
El lacerante decreto presidencial que rebaja en su categoría histórica el recuerdo de la gloriosa jornada del 2 de abril de 1982, alega falta de preparación del país y de su pueblo para la guerra que acabó por estallar a causa de esa jornada. Dijimos que, en ciertos casos, un concepto erróneo puede —involuntaria o inconscientemente— encerrar una verdad que yace en estratos más profundos que los de la realidad aparente.
Efectivamente, hubo falta de preparación —pero no porque no tuviésemos un número de naves de guerra o de aviones capaz de hacer frente a un número notoriamente superior de las respectivas unidades del enemigo, ni porque éste gozase del apoyo de una potencia que, de acuerdo con sus obligaciones contractuales del TIAR, tendría que habernos prestado ese apoyo a nosotros y no a los invasores del continente americano—, todo eso, sin dejar de ser verdad y sin dejar de haber sido un mal augurio para nuestra guerra austral, aunque no por ello nos hubiera eximido de la obligación de librarla en las condiciones que fuese, no fue sin embargo lo primordial.
Lo grave fue que amplios sectores de la población —tanto en sus estratos más populares como, muy particularmente, en muchos círculos de lo que ha dado en llamarse y pretende ser su élite y su dirigencia— quedaron consternados ante el súbito surgimiento de la imagen de la guerra, después de que el país hubiese vivido más de un siglo de perdurable paz.
En ese orden de cosas —y si el presidente hubiese pensado, al tomar la lamentable determinación de anular el feriado de hoy, en la falta de una preparación espiritual— uno no podría menos que darle en alguna medida la razón. De ahí que dijéramos que, en ciertas instancias, una intención errónea puede apuntar, sin habérselo propuesto, hacia una verdad que se halla oculta en vetas más hondas de la realidad.
Pero salta a la vista que no fue a esa índole de “preparación” o de “falta de preparación” a la que se aludió desde las esferas gubernamentales, porque —de haber sido así—, lejos de intentarse reducir en importancia la significación del 2 de abril de 1982, lejos de tratar de restarle, de retacearle, de mezquinarle su profundo y genuino valor como el hecho más relevante de la historia espiritual argentina en este siglo, se habría buscado el efecto contrario.
A saber, el de coadyuvar a una mejor “preparación” del espíritu de la Nación, lo cual entrañaría, por ejemplo, exaltar el heroísmo de aquellos que no sólo tuvieron que luchar contra el enemigo, sino a veces —y como sucede inevitablemente en muchos lugares del mundo en circunstancias similares— contra la propia burocracia pesada e ineficiente, que tampoco estaba “preparada”, ni espiritual ni técnicamente, para una guerra.
Pero, más que nada y por encima de cualquier otra disquisición, las causas nacionales deben ser defendidas, llegado el caso, en cualquier terreno y sus héroes y la memoria de sus mártires deben ser honrados con el máximo de despliegue de solemnidad y de fervor que pueda brindar el país entero, su pueblo y su gobierno. En el caso peculiar que estamos considerando, la razón, empero, es más profunda todavía. Intentaremos explicarlo.

Una nueva época
Es necesario hacer resaltar que, a partir del 2 de abril de 1982, comienza para la historia espiritual de la Argentina una nueva época. No se trata simplemente de un hito más —por importante que fuese— en el derrotero nacional. La fecha marca el comienzo de una acción bélica —el resultado momentáneo de ésta no interesa, porque la acción dista mucho de haber terminado, sólo ha entrado en un estado de subyacente latencia— que es la primera en su género acaecida en la Argentina, después de haber empezado el segundo gran periodo de la historia del país: aquél que se origina, una vez completada la organización nacional, con la llegada de las multitudinarias oleadas inmigratorias, en su mayoría de origen europeo.
Es innegable que hay una línea divisoria entre el comienzo de ese periodo y el fin del anterior. Durante el segundo se produce la gradual amalgama entre los argentinos de raigambre antigua —o sea aquellos que solemos denominar “hispano-criollos"— y los recién llegados y sus descendientes.
Surge lo que se llamaría un tipo argentino de nuevo cuño, cuyos rasgos —tanto los físicos como los espirituales— todavía, y pese al siglo que, aproximadamente, ha trascurrido desde entonces, aún no se han uniformado. No incursionaremos aquí en el tema de si es más o menos ventajoso, para una nación de semejante origen mixto, un proceso precipitadamente rápido —pero que, a veces, no pasa de lo superficialmente epidérmico— de dicha uniformación que uno más lento, más paulatino y tal vez más profundo. El tema daría para mucho discurrir y es muy controvertible.
A lo que apuntamos, en cambio, es a señalar que —en esos últimos cien años a que aludimos— tanto los argentinos de raigambre antigua como los de radicación más reciente o relativamente más reciente, poseyeron un común denominador: no supieron lo que es una guerra, lo que es afrontar, como país visto en conjunto, la experiencia, el dolor, el miedo, el júbilo, la depresión, la exultación, o sea todo eso que encierran, día a día, los escuetos “partes” provenientes del frente de guerra.

Un hijo que está en una lejana trinchera
Esos argentinos, pese a sus diferencias en cuanto a abolengo, clase social. estrato económico, credo religioso, ideas políticas, habían estado viviendo como quien dijera “bajo el mismo techo”, porque un país es exactamente eso, habían trabajado juntos, mercado los unos con los otros, se habían amado y se habían odiado, habían tenido sus lides políticas, incluso sus luchas fratricidas al estilo de las inestables e intranquilas democracias jóvenes, Pero no habían sabido lo que es tener —el civil lo mismo que el militar, el industrial lo mismo que el obrero, el católico lo mismo que el judío o el protestante o el ateo, el peronista lo mismo que el radical o el conservador, el socialista o el liberal o el comunista, el intelectual lo mismo que el analfabeto—, lo que es tener, repetimos, un hijo en una lejana trinchera, peleando por el país, peleando por su integridad territorial, peleando por su honor nacional.
Fue algo nuevo, algo enteramente nuevo en aquella segunda etapa de la historia argentina, iniciada hace unos ciento y tantos años. Y es por ello como el 2 de abril de 1982 señala el comienzo de un doloroso pero fecundo renacer espiritual del país. Intentar ignorarlo, inducir a otros a que lo ignoren, es como si el país quisiera ignorarse a si mismo. 

(*) El 28 de marzo de 1983 el gobierno de facto de Reynaldo Bignone promulgó la Ley Nacional 22.769 donde se declaraba “Día de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur” al 2 de abril, con carácter de feriado nacional.
Ya en democracia, el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, el 23 de marzo de 1984 dictó el Decreto Nacional 901,  cuyo artículo 1° señalaba: “Trasládase al 10 de junio, ´Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico´ según la ley 20.561, el feriado nacional establecido para el 2 de abril por la ley de facto 22.769”.

Opiniones sobre la recuperación de las islas Malvinas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

133


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

De distintas publicaciones de la época pudimos extraer las opiniones de destacados políticos sobre la recuperación de las islas Malvinas

Opiniones de distintos personajes del quehacer nacional sobre la recuperación de las islas Malvinas en 1982

Opiniones sobre la recuperación de las Malvinas
Guillermo ACUÑA ANZORENA (Línea Popular): “Han sido 150 años de negociaciones diplomáticas, lo que es una expresión de paz con que la Argentina enfrentó originalmente este problema. Las permanentes evasivas ante esas gestiones configuraron otro acto de agresión y la Nación ha decidido reparar sus derechos lesionados y el gobierno puede cumplir con su deber en la seguridad que el pueblo lo va a hacer suyo”.


Opinión de Alende sobre la recuperación de las Malvinas
Oscar ALENDE (Partido Intransigente): “Estamos gozosos de poder asistir a un hecho trascendental en la vida del país. Entendemos que es un acto de decisión y arrojo que hace honor al gobierno y a las Fuerzas Armadas argentinas. Creo que en los problemas referentes a la soberanía no puede haber dos opiniones. Son problemas que concitan la unidad nacional y en el caso especial de las Malvinas, esto adquiere una fuerza significativa por el respaldo unánime del pueblo para encarar con decisión la alternativa".


Opinión de Alfonsin sobre la recuperación de las Malvinas
Raúl R. ALFONSIN (UCR): “La ocupación de las Malvinas es una vieja aspiración de los argentinos sin distinción de bandera política que se efectúa a raíz de la permanente negativa de Gran Bretaña de reconocer nuestros derechos. El episodio pone de manifiesto que los argentinos sabemos unirnos para la defensa de las causas grandes y que estamos madurando para ser cada vez más eficaces para colocar en el lugar que le corresponde a la Argentina”. “Este hecho militar tiene el respaldo de todo el país. Es una reivindicación histórica que tiene el asentimiento y la unanimidad de los argentinos”.


Opinión de Alsogaray sobre la recuperación de las Malvinas
Álvaro ALSOGARAY (Centro): “Cuando se cuenta con el respaldo de un derecho tan indiscutible y tan universalmente reconocido como lo es el de la Argentina sobre Malvinas, todo acto tendiente a ejercerlo en su plenitud no sólo está justificado, sino que es imperativo”.


Opinión de Amadeo sobre la recuperación de las Malvinas
Mario AMADEO (ex canciller): “Las Malvinas y sus dependencias son argentinas y por lo tanto nuestro país no debe declinar en ningún terreno la defensa de sus derechos".


Opinión de Angeloz sobre la recuperación de las Malvinas
Eduardo ANGELOZ (UCR): “El acontecimiento que conmueve con patriótica emoción a la Nación entera sirve para poner de manifiesto que en los grandes rumbos, en las orientaciones supremas de la Patria, nos unimos todos... Argentina ha recuperado en ejercicio legítimo de sus derechos históricos su soberanía enervada en su realidad hasta ayer...”

Opinión de Araux Castex sobre la recuperación de las Malvinas
Manuel ARAUZ CASTEX (excanciller): “La solución armada será tal vez la que nos dé la solución definitiva del problema. Existe la alternativa de la negociación frente a la acción bélica, pero no hay que olvidar que una definición bélica es la continuación de la diplomacia”. “Luego que las Fuerzas Armadas tomaron las Malvinas, ahora sí y ante el hecho consumado, es posible que se pueda desarrollar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las negociaciones pertinentes”.


Opinión de Auyero sobre la recuperación de las Malvinas
Carlos AUYERO (Democristiano): “Frente a esto los argentinos galvanizamos nuestro frente interno. Ahora esperamos que se comprenda que así como se defendió la soberanía en el plano territorial se rectifiquen rumbos y se afirme la soberanía política del pueblo y se rescate la independencia económica”.

 

Opinión de Bittel sobre la recuperación de Malvinas
Deolindo BITTEL (Justicialista): “Las Fuerzas Armadas, por vía de hecho han reivindicado para nuestro país lo que en derecho le corresponde, por haber sido despojado de una pertenencia hace más de 150 años. Esto reconforta a la ciudadanía argentina, por cuanto es el ejercicio de nuestra soberanía política y puede ser el comienzo de una aspiración nacional como es la de recuperar nuestra soberanía económica. Esperemos que el derecho internacional y los países de América sean solidarios con nuestra actitud, por cuanto no se ha hecho sino recuperar lo que legítimamente es nuestro”.


Opinión de Camilión sobre la recuperación de Malvinas
Oscar CAMILION (excanciller): “Es indispensable que ahora la Corona inglesa reconozca la necesidad impostergable de restituir la soberanía de las islas sin dilaciones ni pretextos ya demasiado reiterados. Si esta prudente decisión es afortunada, Inglaterra encontrara sin duda una Argentina dispuesta a negociar con el más alto espíritu lo que es negociable: es decir todo menos la soberanía”.

 

Opinión de Frondizi sobre la recuperación de Malvinas
Arturo FRONDIZI (ex presidente de la Nación, MID): “La acción de las Fuerzas Armadas, tendiente a poner fin a la usurpación de Inglaterra en las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, merece todo nuestro apoyo y no cabe duda que tiene el respaldo unánime del pueblo argentino”.


Opinión de Ghioldi sobre la recuperación de Malvinas
Américo GHIOLDI (Socialista Democrático): Me he sentido profundamente conmovido y lleno de gozo por la decisión de las Fuerzas Armadas, intérpretes fieles del sentimiento popular más profundo de los argentinos. Se ha puesto término a una injusta y condenable política colonialista y es de lamentar que Inglaterra, tan característica por su sentimiento político y pragmático, no haya sabido interpretar el reclamo que durante 150 años ha venido formulando la Argentina”.


Opinión de Illia sobre la recuperación de Malvinas
Arturo U. ILLIA (ex presidente de la Nación, UCR): En política interna hemos tenido discrepancias muy notables, pero en política internacional la actitud de todos los gobiernos ha tenido una misma línea, una misma responsabilidad... Justa e inobjetable la actitud del gobierno argentino por la recuperación de las islas Malvinas... ningún argentino puede retacear la importancia y trascendencia que tiene la actitud asumida por el gobierno nacional”.

 

Opinión de Lázara sobre la recuperación de Malvinas
Simón LÁZARA (Socialista): “Nosotros apoyamos cualquier iniciativa recuperadora del territorio nacional”. 



Opinión de Lúder sobre la recuperación de Malvinas
Ítalo LUDER (Justicialista): “Esta manifestación debe llenarnos de júbilo y reconfortarnos respecto del futuro del país. El pueblo argentino, sin distinción de banderas, se ha unido en defensa de sus derechos inalienables y de la recuperación de las islas Malvinas... Pero además esto tiene la importancia de mostrar la unidad de los argentinos y su madurez política, frente a un episodio que vincula por encima de las diferencias que podamos tener”.


Opinión de Martínez Raymonda sobre la recuperación de Malvinas
Rafael MARTINEZ RAYMONDA (Demócrata Progresista): “Apoyo la terminación de las dilaciones a que nos tiene obligados Inglaterra, Si los ingleses hubieran tenido la suficiente inteligencia de haber reconocido a tiempo nuestros reclamos, no se habría llegado a una situación como la actual”.


Opinión de Menem sobre la recuperación de Malvinas
Carlos S. MENEM (Justicialista): “Las Fuerzas Armadas se hicieron eco del clamor popular y siguieron los lineamientos del reclamo: recuperar las Islas e izar el pabellón celeste y blanco. Este es el camino propicio para que el pueblo argentino recupere su total soberanía a través de la institucionalización democrática que establece la Constitución Nacional”.


Opinión de Polino sobre la recuperación de Malvinas
Héctor POLINO (Socialista): “Este hecho constituye algo sumamente positivo ya que contempla legítimas aspiraciones del pueblo argentino”. 


Opinión de Morales Solá sobre la recuperación de Malvinas
Morales SOLÁ (Periodista): “La Argentina ha reconquistado las Islas Malvinas y eso convierte al 2 de abril en un día histórico no solo para el país, sino también para la historia de la decadencia del imperialismo”.


Opinión de Horacio Sueldo sobre la recuperación de Malvinas
Horacio SUELDO (Demócrata Cristiano): “Saludo a la Junta Militar en este histórico día en que las Fuerzas Armadas han desembarcado en las islas Malvinas y les hago llegar la solidaridad de la democracia cristiana...” Expresa sus votos de que este acontecimiento sirva para el reencuentro de los argentinos y a la reconciliación nacional, fundada en la libertad, la justicia y el amor.


Opinión de Zabala Ortíz sobre la recuperación de Malvinas
Miguel A. ZAVALA ORTIZ (excanciller): Desde que tomé conocimiento de los hechos, así como también de los distintos pasos y medidas que el Palacio San Martín llevaba a cabo, hice llegar mi más profundo sentimiento de solidaridad y adhesión al doctor Costa Méndez".




C.G.T. y 62 Organizaciones: “Nuestras Fuerzas Armadas han ejercido un derecho legítimo al restituir al territorio patrio lo que por derecho legítimo nos pertenece... la C.G.T. acompañará este hecho histórico declarando el 2 de abril como júbilo nacional”.

 

MULTIPARTIDARIA (declaración conjunta): “Ante la recuperación de las islas Malvinas por las Fuerzas Armadas de la Nación, esta Multipartidaria Nacional expresa su total apoyo y solidaridad con la acción llevada a cabo y reitera su decisión de respaldar todas las medidas conducentes a la consolidación de la Soberanía Nacional Argentina”.


PARTIDO COMUNISTA (declaración oficial): “El P.C. apoya decididamente la recuperación de las islas Malvinas para la soberanía nacional, después de 150 años de dominación imperialista de Gran Bretaña. En la Argentina como en todo el mundo, se pone fin a un enclave colonial contra el cual siempre ha luchado el pueblo argentino”.

Malvinas - El tabú de una guerra - Héroes olvidados - Nicolás Kasanzew

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

132    


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un artículo del periodista Nicolás Kasanzew,  que aparecido en el diario La Prensa el día 2 de abril de 1984, con motivo del segundo aniversario de la recuperación de las Malvinas

 El tabú de una guerra

por Nicolás Kasanzew


 “No habrá olvido que nos borre su memoria, y la memoria nos hará leales”


Malvinas Kasanzew
Cuando durante la Primera Guerra Mundial fue derribado el as alemán Boelke, un avión británico arrojó detrás de las líneas del Kaiser una corona que llevaba esta inscripción: “En recuerdo del capitán Boelke, nuestro valiente y caballeresco adversario, de parte de la RAF”.

La corona venia acompañada de una carta para el cuerpo de oficiales de la aviación alemana. La misiva rezaba: “Esperamos que encuentren esta corona. Lamentamos que llegue tan tarde, pero el tiempo nos ha impedido enviarla antes. Todos nosotros compartimos el duelo de la familia y los amigos del capitán Boelke y reconocemos su valor”.

Los hombres cabales saben rendir justicia aun al enemigo, cuando éste lo merece.

¿Y a los propios compatriotas? ¿Cómo puede ser que a dos años de finalizada la gesta, la nación desconozca todavía los nombres de los pilotos que atropellaron a la flota inglesa? ¿Que no repare en ellos? ¿Cómo es que los argentinos no hemos desfilado, uno a uno, frente a esas casas donde todavía sangran los familiares de los héroes y no hemos dejado en cada puerta la corona de nuestro luto y nuestro orgullo?

Ocultación inexplicable

Inexplicablemente, se ha tratado de ocultar no sólo las miserias —que igualmente afloraron—, sino también las grandezas de nuestra guerra austral.

La Argentina tiene desde hace dos años a su propio Barón Rojo, a su propio Douglas Bader, a su propio Nesteroy... y no se ha dado por enterada. Lo cual —amén de ser una aberrante injusticia—priva ala Nación de eso que históricamente fue el más sublime de los tónicos: el ejemplo de los héroes.

Comportamientos heroicos individuales, los hubo en las tres fuerzas. Pero es obvio decir que los de los “cazadores” son los que más saltan a la vista. Y sin embargo... ¿cuántos argentinos saben que tres pilotos ostentan un formidable e idéntico récord: tres navíos ingleses alcanzados?

Dos de esos aviadores “cruzaron los aires sin regreso, pero en las bases saben que hay estrellas convertidas en hangares”: el capitán García y el teniente Vázquez. El tercero está con nosotros, Es el capitán Pablo Marcos Rafael Carballo. ¿Alguien lo ha visto acaso. en la tapa de alguna revista?

Tres camaradas

De García y Vázquez se decía —recuerdo— que estaban cebados. Ninguna duda. Se habían acostumbrado a despanzurrar fragatas enemigas. Y es que los “halcones” partían en misión siguiendo un riguroso orden, pero solía suceder que alguno —hombre al fin— se amilanara a último momento.

¿Quiénes eran entonces los que invariablemente se ofrecían como voluntarios —fuera de turno— para reemplazarlo? García y Vázquez.

Este último había sido un suboficial que cursara la escuela de Aviación Militar. Su propio hermano supervisaba las refacciones del “Skyhawk” que habitualmente volvía hecho un colador. Nada amedrentaba a Vázquez. Y así fue como cayó en cumplimiento de una misión digna de los protagonistas de Homero: intentar colocar sus bombas en el puente del mismísimo “Invincible”.

Que los aviones argentinos se acercaban a la flota a ras del agua, es harto sabido. No lo es tanto el hecho de que depositaban sus bombas aproximadamente con tanta temeridad, que en algún caso llegaron a rozar el mástil del navío inglés, como lo atestiguara, por ejemplo, en su momento la revista “Time”.

“Reempleo”

En varios casos algún aparato de la escuadrilla atacante se desviaba al hacer la aproximación y salía a un costado de la escuadra. Entonces, invariablemente, el “cazador” hacía “reempleo”, o sea: efectuaba el viraje para arremeter una vez más, Sólo que —alertada la flota por la acometida de los demás aviones— el piloto que había errado el rumbo era generalmente abatido.

¿Y por qué hacía “reempleo” el aviador en lugar de volver a su base? Porque su sentido del honor le impedía volver con las bombas: debía a toda costa intentar descargarlas sobre el enemigo.

La “droga”

“Escuché que preguntaban si nos drogábamos antes de enfilar a una muerte casi segura, —me dijo encrespado el capitán Carballo— Sí. Ibamos drogados. Esta era nuestra droga”. Y con gesto vehemente sacó de entre sus ropas un rosario.

Carballo —“el capitán Cruz”— comandaba una de las escuadrillas que debían atacar a los ingleses en Bahía Agradable. Sin embargo, en trayecto hacia el blanco, su aparato comenzó a fallar. Antes de regresar, Carballo le ordena a su segundo: “Teniente Cochon, forme con tres aviones adelante y dos atrás, y condúzcalos a la gloria”. Comenzaba con esas palabras lo que los británicos mismos bautizaron como “el día mas negro de la flota”: el “Sir Galahad” y otros tres buques fueron arrasados por esas máquinas que tripulaba el coraje argentino.

¿Qué experimenta un “cazador” al aproximarse a la flota? “Sentis una explosión a la derecha: le dieron a tu camarada. Otra a la izquierda: sucedió lo mismo. Y sabés con toda certeza que la única chance de salir es embocando las bombas en el puente mismo de la fragata. Sólo habiéndola tocado, la confusión que se produce puede permitirte hacer el escape”.

Al principio de la guerra, casi ningún piloto dormía. Por la noche permanecían de guardia, al amanecer presenciaban la salida de las misiones, luego esperaban el retorno y al producirse éste, todavía se quedaban en pie hasta averiguar los nombres de los caídos.

Algunos estaban nerviosos. Otros, en cambio, francamente felices.

Varios acababan de abandonar la vida civil. El comandante de Aerolíneas Argentinas Musso cambió su mastodóntico Boeing por un afilado Dagger, aparato mortífero y vulnerable a la vez, ya que su tobera de gran tamaño atrae muy especialmente a cuanto misil esté rondando. Musso arremetió contra la flota en cinco misiones. Otro aviador, Páez —de Austral— aprendió a pilotear un Pucará.

Los “trasporteros”

Si estos casos nos hacen vibrar, ¿qué decir entonces de la hazaña del “trasportero” metamorfoseado en bombardero? Ya hacia el final de la contienda, un Hércules C-130 atacó el buque petrolero “Hércules”, encargado de abastecer a los ingleses, dañándolo con el maravillosamente simple procedimiento de abrir la puerta de carga y arrojar a través de ella las bombas. Días más tarde el petrolero se hundió.

Al igual que en las otras fuerzas, en la Fuerza Aérea la Argentina tiene héroes muertos y héroes vivos. Tanto unos como otros conforman el corazón moral del país. Los Ardiles, Vázquez, García Cuerva, Bustos, Castillo, García, así como los Carballo, Ballesteros, Moroni, Sánchez han protagonizado combates épicos, proezas individuales que relatadas a nuestros hijos van a forjarles el espíritu que un país sano reclama.

Para eso todos los nombres deben ser proclamados, todos los detalles revelados. La Nación debe conocer a sus héroes (así como a sus estafadores, por otra parte). Es lo único que puede elevar la temperatura moral del país en los duros momentos que está atravesando.

Culto del valor

Debemos hacer un culto de esa virtud esencial que es el valor, tanto el guerrero como el civil. Una virtud particularmente honrosa y necesaria, porque es la salvaguarda del ser nacional.

Y si bien la frustración de la derrota y de la estafa propagandística ha llevado a negarles a los héroes la recompensa merecida, nosotros, los civiles que hemos vivido ardientemente esta guerra por una causa noble, esperamos vivir también la embriaguez de la justicia, cuando la Nación entera aclame a los caballeros del coraje.

sábado, 30 de julio de 2022

Opinión de San Martín sobre Marx - Armando Alonso Piñeiro

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

131    


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un artículo del historiador Armando A. Piñeiro,  aparecido en el diario La Prensa del día 18 de setiembre de 2005, en la columna Los fantasmas del pasado.


 La parodia de un Marx filósofo

por Armando Alonso Piñeiro


San martín y Marx
Karl Marx
Es evidente que la globalización no solo está destruyendo buena parte del mundo subdesarrollado, sino especialmente los valores tradicionales de los países centrales. En primer término en Estados Unidos -donde recientemente el huracán 'Katrina' ha devastado viejos principios éticos y solidarios, entre otras cosas obligando a Washington a pedir socorro aaciones que generalmente ha despreciado-, incapaz de prever desastres tan espantosos como el de Nueva Orleans y mucho menos apto para paliar sus horrorosas consecuencias.

Pero hoy quiero referirme a otra nación que ha extraviado sus tradicionales niveles de valoración. Me refiero al Reino Unido, donde a comienzos de julio pasado se realizó una encuesta para elegir al principal filósofo de la historia. Ciertamente, siempre he descreído de tal tipo de indagaciones públicas, y en estas mismas páginas escribí sobre ellos. Pero en este caso particular, los sondeados fueron nada menos que treinta mil personas, en su mayoría oyentes de la BBC y lectores de diversos diarios.

¿Y por quién ha votado el otrora distinguido público inglés? Para él, el principal filósofo de toda la historia es Karl Marx, con casi el treinta por ciento de los votos. En una tabla de diez candidatos, le siguieron David Hume, Ludwig Wittgenstein, Friedrich Nietzsche, Platón, Immanuel Kant, Santo Tomás de Aquino, Sócrates, Aristóteles y Karl Popper.

Resulta asombroso que los más grandes filósofos de la historia, los clásicos de la antigüedad griega como Platón, Sócrates y Aristóteles, estén ubicados en ignominiosos puestos quinto, octavo y noveno, con el 5,65%, el 4,82% y el 4,52%, respectivamente.

Se trata de una inaudita reivindicación de Marx, quien encarnó el fracaso más estruendoso de los últimos siglos; se había inspirado esencialmente en su contemporáneo Friedrich Engels, curiosamente ignorado totalmente en esta encuesta. Cuando en algunas partes del mundo pensante estamos volviendo a los clásicos griegos -justamente los fundadores y arquitectos de la filosofía que salvo pocas excepciones dieron fundamento a los teóricos ontológicos de las centurias siguientes-, los antes ilustrados ingleses le dieron la primacía al más perverso de los teorizantes, que con su falsa distribución de la riqueza dio motivo a las hambrunas de los marxistas soviéticos y chinos, entre muchos otros.

El primer argentino que condenó al comunismo ideado por Marx fue el general José de San Martín, quien en carta al presidente del Perú, general Ramón Castilla, le escribió en abril de 1849: “El inminente peligro que amenaza a la Francia (en lo más vital de sus intereses) por los desorganizadores partidos de terroristas, comunistas y socialistas, todos reunidos al solo objeto de despreciar no sólo el orden y civilización, sino también la propiedad, religión y familia...”.

Por otra parte, ¿fue Karl Marx un filósofo? Es cierto que elaboró su obra en base a la filosofía alemana, pero no basta para definirlo como filósofo. Es filósofo quien crea una nueva doctrina o innova profundamente en las raíces de determinado pensamiento. Marx fue, sí, un teórico de la política, nunca un filósofo.

Es verdad que el fundador del marxismo tuvo estrechas conexiones con Gran Bretaña. Fue periodista, estudió muchas cosas en el Museo Británico y su cadáver descansa en el cementerio de Highgate. Este fervor por lo inglés no le da autoridad, sin embargo, para catalogarlo como filósofo. Fue un revolucionario, y si seguimos en esta línea, los fantasmas del pasado nos pondrán pronto a Emesto ‘Che’ Guevara como un novísimo filósofo... de la muerte y el terrorismo.

Los mitos - Saavedra y Moreno - Pacto Roca-Runciman - Pérez Izquierdo

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

130

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 


Encontramos un artículo muy interesante sobre los "mitos" publicado en la columna La mirada global del diario La Prensa del 7 de julio de 2006.

Los mitos
por Gastón Pérez Izquierdo

Se denomina mito, según la Academia Española, a la persona o cosa rodeada de extraordinaria estima o aquellas a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen o una realidad de la que carecen.

Nosotros, quizás más que en otras latitudes, hemos tenido propensión a forjar mitos, sobre todo alrededor de personas o situaciones apoyadas a veces en la propaganda. Por cierto la muerte -y en forma principal la forma en que ella ocurre- contribuye a la formación de la leyenda. Saavedra, el jefe de los Patricios, cuyo regimiento fue decisivo para destituir al virrey el 25 de mayo, no fue un mito. Silo fue Moreno, con un efímero paso por la Junta de Mayo. Pero su muerte fue decisiva; las revistas infantiles presentaban láminas de sus últimos momentos y sobre todo de la imaginativa escena del sepelio en un mar oscuro, agitado, proceloso, amenazante. ¿Cómo no se iba a transformar en un mito?

La muerte trágica, estimulada por leyendas conspirativas, transformó a Gardel en un mito. Elegante, de impecable atavío, radiante masculinidad, su figura encarnaba el ideal del porteño: amigo leal, desdeñoso en el juego, arriesgado en las paradas, seductor con las damas, comensal de Barceló y Benito Villanueva. Nadie reparó en los esfuerzos enormes que hacía para no engordar, las dietas exigentes, los ejercicios físicos agotadores. En tiempos en que la palabra ‘marketing’ no existía en nuestro lenguaje, lo practicó en forma instintiva; controlaba los discos que vendía en cada plaza y realizaba exhibiciones especiales cuando el mercado se retraía. Igual fue un mito.

No fue un mito Fangio, a pesar de haber sido hasta Schumacher el campeón más sobresaliente de todos los tiempos. Pero murió viejo y no lo rodeó el hálito fulgurante de la tragedia, como a un Kennedy.

Fue un mito Eva Perón, que murió joven, abrasada por una enfermedad perversa que desafió precedida por el renunciamiento que anticipaba su destino, debidamente explotado. No tuvo la misma aureola su esposo, con una muerte previsible por la edad, a pesar de fundar el movimiento que lleva su nombre, capaz de seguir seduciendo al público décadas después.

Guevara se convirtió en mito, porque de su muerte, que él provocó en combate, se hizo un desarrollo romántico, que lo presentó como víctima e idealista. Por supuesto, esa propaganda omite recordar que fue el sicario encargado de los fusilamientos en masa cuando la revolución triunfó en Cuba, y suprime la noticia de que era un personaje odiado por los campesinos, cuyo sufrimiento no lo detuvo cuando emprendió la desesperada revolución en Bolivia.

No es mito Pedernera, de quien se decía era el jugador mejor dotado, ni lo será Di Stéfano, uno de los más extraordinarios que existiera en el mundo. Pero ambos llegaron a la vejez, tuvieron una vida serena, sin estridencias, y dejaron su lugar para Maradona, que además de haber sido un futbolista superdotado, caminó siempre por la cornisa de la licitud, se tuteó con la muerte por sus desbordes y se siente capaz de emitir juicios sobre Dios, las virtudes teologales o la personalidad del Pontífice.

Hubo también leyendas sobre co sas: se decía que éramos el granero del mundo y, hasta el Mundial de Suecia, insuperables en fútbol. El Pacto Roca-Runciman fue un mito al revés: paradigma de la entrega y símbolo de la perversidad antinacional. Sin embargo, merced a él, en plena crisis mundial y a pesar del Tratado de Ottawa, pudimos venderles a los ingleses carne con aftosa, que carecía de mercados. Eso le costó la cabeza a Runciman. Una década más tarde Inglaterra se vengó: nos vendió ferrocarriles obsoletos como si fueran joyas de última generación y elaboramos el mito de que “eran nuestros”. Y ahora, otra vez volvemos a comprar trenes viejos y agua y hacer del Estado un mito.

Juan Larrea - Omar López Mato

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

129

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 


Encontramos un artículo muy interesante publicado en la columna Umbrales del Tiempo del diario La Prensa del 26 de diciembre de 2010.

Juan Larrea el financista de la Revolución de Mayo
por Omar López Mato

Revolución de Mayo
El catalán era ducho para los negocios, qué duda cabe. Había llegado al país junto a su madre viuda y un modesto capital. Al cabo de diez años, gracias a sus habilidades, se había hecho de un buen capital. Se hablaba de 200.000 pesos, aunque esas cosas nunca se saben. Sus negocios se extendieron por las provincias y allende los mares porque además fue armador. En 1806, junto a Nadal y Alaguer, crearon el Batallón de Voluntarios Catalanes, luciéndose en la guerra contra los ingleses, tanto en la primera como durante la segunda invasión. Para entonces ya lucia los galones de capitán. En 1809 adhirió a la Revuelta de Álzaga, pero al fracasar esta fue condenado al exilio. No sería el último.
Pocos meses después recuperaba el puesto de síndico del Cabildo.
De allí en más frecuentó a los gestores de los días de Mayo en las reuniones que realizaban en la quinta de Rodríguez Peña, aunque no asistió al Cabildo del 22. Sin embargo, fue incluido en la Primera Junta por sus dotes de financista y sus aceitadas relaciones con comerciantes ingleses y franceses. Junto a Manuel Sarratea se encargó de proyectar un nuevo reglamento de comercio. Asistió a Mariano Moreno en sus tareas y solía acompañarlo en sus largas jornadas. Con él asistió a la celebración por la victoria de Suipacha, que terminó con la corona de azúcar sobre la testa de Saavedra y ese famoso “Ni ebrio ni dormido”. Al igual que otros miembros de la Junta había renunciado a su sueldo y de su propio peculio saldaba algunos gastos del incipiente gobierno patrio. Por otro lado, fue acusado de beneficiarse con el viaje en el que Cisneros volvía a España para aprovechar el flete a fin de enviar sus mercaderías a Europa. Destituido después de la Revolución de los Orilleros, fue preso a Luján y más tarde confinado a San Juan hasta 1812.
El ascenso de sus aliados como integrantes del Segundo Triunvirato le otorgó nuevo protagonismo participando en el Congreso de 1813. Fue triunviro en reemplazo de José Julián Pérez y ministro de Hacienda durante el directorio de Posadas. Preocupado por conquistar a la vecina Montevideo, a fin de alejar la amenaza del poderío español sobre las costas patrias, Larrea concentró todos sus esfuerzos en la formación de una escuadra nacional. Esta, dirigida por el almirante Brown, coronó sus esfuerzos con la victoria de Buceo. Sitiados por tierra y por mar, Montevideo no tuvo otra alternativa más que rendirse ante las tretas de Alvear.
Después de la Revolución de 1815 pesaron sobre Larrea graves acusaciones, como la de contrabando, la de deber cánones aduaneros (230.000 pesos según algunas fuentes) y haber vendido con suculentos sobreprecios armas al ejército nacional. Los sables se vendían con ganancias del 500%, o al menos eso decían los enemigos del financista, que no dudaron en apresarlo y encerrarlo engrillado por “delitos de facción”. A raíz de este juicio sus bienes fueron expropiados y Larrea, una vez más, debió seguir el camino del exilio. Esta vez cambió la aridez cuyana por el glamour de Bourdeos, ciudad donde trató de rehacer su patrimonio, sin fortuna. La Ley del Olvido de 1822 (ya precozmente en nuestra historia patria debemos recurrir a la amnesia) le permitió un regreso con gloria, ya que gracias a las relaciones adquiridas en Francia pudo establecer una línea de vapores con sede en Le Havre. Sin embargo, y a pesar del comienzo auspicioso, la empresa terminó en fracaso. De los vapores pasó al saladero. En 1828 Dorrego lo nombró cónsul en Francia y hacia allá se dirigió para volver un año más tarde con el Acta de Reconocimiento de nuestra independencia por el país galo.
La llegada al poder de Rosas le complicó las cosas al catalán. Evidentemente el Restaurador lo tenía entre ceja y ceja. Las continuas multas e impuestos gravosos que debió soportar llevaron a la quiebra sus negocios.
Larrea no pudo tolerar este nuevo fracaso, viejo y deprimido se cortó el cuello con una navaja. “¡Pobre las Larrea!”, exclamó Margarita Sánchez de Mendeville al enterarse del desenlace final.
El cuerpo de Larrea fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta en un lugar no precisado, con el tiempo se ha extraviado. Los diario de la época no dieron cuenta de su muerte. Larrea había sido olvidado hacía tiempo, aunque fuera, en opinión de Vicente Fidel López, “el financista más hábil de su tiempo”.

viernes, 29 de julio de 2022

Tiahuanaco - Castelli - Arenga de Castelli en Tiahuanaco

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

128 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 17 de octubre de 2010, se publicó en la columna "Umbrales del tiempo" el siguiente interesante artículo. 

Tiahuanaco fue cuna de la civilización andina

por Omar López Mato


Tiahuanaco
Puerta del sol en Tiahuanaco

Hay quien dice que Tiahuanaco fue la cuna de las civilizaciones andinas; allí a 20 kilómetros del lago Titicaca se alzan los imponentes restos de esta cultura en el altiplano central de Bolivia. Sus comienzos datan del año 1500 a.C., y se pierde su rastro hacia el año 1200 d.C. Durante esos 27 siglos de existencia, Tiahuanaco diseminó su influencia por los pueblos que la rodeaban. Nadie sabe con precisión qué quiere decir: o ‘piedra del centro' en aimara o ‘alborada moribunda' en quechua.

Era inevitable que estas ruinas se convirtiesen en un símbolo político para las tropas porteñas que allí llegaron en 1810, aunque no comprendiesen el profundo sentido que estas obras tenían.

Este milenario lugar también fue escenario de la celebración del primer aniversario de la patria, el 25 de Mayo de 1811, fecha que eligió Juan José Castelli para montar un acto proselitista a fin de expresar el pensamiento revolucionario de la Junta de Buenos Aires, y su propuesta de crear una gran nación. Las instrucciones de la Junta eran precisas: Castelli debía ganar “a la indiada” con su oratoria.

Mientras tanto en Buenos Aires se inauguraba la mal llamada Piramide de Mayo -que en realidad es un obelisco-, sospechada de haber sido construida con un significativo sobreprecio en los elementos que la conformaban, el oscuro comienzo de la patria contratista.

Castelli también encontró propicio el festejo del aniversario del 25 de Mayo para mejorar la imagen de la comitiva libertadora y la suya propia después de los comentados excesos en la represión y las acusaciones de conducta anticlerical. Para ese fin eligió la pirámide más imponente como marco de su discurso, y desde allí pronunció una alocución estudiada en su contenido e histriónicamente presentada, emulando los actos paganos de la Revolución Francesa.

Ante una multitud convocada para el evento, las tropas patrias y las tribus vecinas vestidas con trajes típicos, Castelli, de pie sobre el monumento elegido, el palacio de Kalasasaya, enunció las ventajas de sumarse al proyecto porteño y denostó el trato que las autoridades españolas les daban a los lugareños.

Castelli gritó su mensaje, por momentos esperanzador con voz emocionada, por momentos firme y autoritario, ante la multitud que lo escuchaba en silencio. Toda la alocución se tradujo al quechua y al aimara.

Para finalizar, después de señalar los excesos de los españoles, Castelli les preguntó a los presentes: “Ya habéis visto los males y los bienes que os ofrecen el uno y el otro sistema, pues bien, decidan vosotros, ¿qué queréis?”

La respuesta no se hizo esperar, un coro polifónico respondió a la indagatoria del tribuno. “Abarrente, Tatay” “¡Abarrente, Tatay!”, lo que quiere decir ¡Aguardiente, señor! La fórmula utilizada por los lugareños para concluir las celebraciones autóctonas que se llevaban a cabo en ese recinto.

El ilustre revolucionario no se había hecho entender, pero tampoco se enteró del significado de la respuesta hasta días más tarde, ya que ni Castelli ni los oficiales del ejército patrio distribuyeron aguardiente como solicitaban los lugareños. En el ínterin, Goyeneche se rearmaba para enfrentar a los porteños. Al Ejército del Norte lo esperaba la aciaga jornada de Huaqui.


Castelli - Castelli jacobino - Omar López Mato -

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

127    


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un artículo del escritor Omar López Mato,  aparecidos en el diario La Prensa el día 31 de octubre de 2010, en la columna Umbrales del tiempo.

Piquito de Oro 
y desmadre jacobino

por Omar López Mato


Juan José Castelli y Mariano Moreno eran asiduos lectores de Voltaire y Rousseau y encararon la tarea de construir una nación con el espíritu propio de sus ídolos, los jacobinos franceses. Le tocó a Castelli la ingrata misión de ordenar la ejecución del ex virrey Liniers, al igual que a los jefes realistas tomados prisioneros en Suipacha, la primera victoria patria. De esta forma daban comienzo a las retaliaciones que cobrarían tantas muertes inútiles durante nuestras guerras por la independencia.
Castelli actuaba como comisario ideológico en el politizado Ejército del Norte y debía velar por la ortodoxia doctrinaria de sus miembros. Durante su permanencia en el Alto Perú se lo acusó de fomentar una actitud antirreligiosa que les granjeó a los porteños la antipatía de la población del lugar. Se habló de profanaciones de templos y sermones sacrílegos dados desde el púlpito de las iglesias por Monteagudo y el mismo Castelli vestido de cura.
Después del desastre de Huaqui y la desaparición de Moreno del espectro político, Castelli recibió una carta de Saavedra donde le ordenaba suspender “toda ejecución capital” y otras arbitrariedades. Castelli debió volver a Buenos Aires para rendir cuenta de sus actos durante el juicio al que fue sometido, conocido como La Causa del Desaguadero y “Proceso formado al doctor Juan José Castelli”.
En los autos nada se habla de conductas heréticas, por el contrario, se expone el sentimiento cristiano que en todo momento imprimió a sus actos dentro del ejército. Los testigos -Gregorio Zeballos, Juan Argerich y Juan Madera- sostenían vehementemente que en ningún momento Castelli había caído en “proposiciones escandalosas o sospechosas en la fe”. Es más, cuentan los testigos que Castelli reprendió a un grupo de oficiales que habían arrastrado una cruz del cementerio de Cochabamba.
Más precisa y contundente fue la afirmación de Bernardo Monteagudo, a quien señalaban como otro autor de atentados contra la Iglesia. “A no ser que se confundan, como es frecuente, las máximas de libertad política como el espíritu de irreligión, ignoro que ningún individuo del ejército se hubiese deslizado contra la religión dominante”, aclaró el tucumano.
Las causas quedaron inconclusas ya que Castelli no llegó a declarar, debido a que el 12 de octubre de 1812 falleció de una llaga cancerosa en la lengua causada por la quemadura con un cigarro, como relata Cayetano Bruno en su libro “El ocaso cristiano de los próceres”.
El tema de los excesos antirreligiosos quedó en agua de borrajas, pleno de testimonios contrarios a los de Castelli y Monteagudo, como el expuesto por el deán Funes (“Castelli se maneja como un libertino”) o en las memorias del general español García Camba, donde afirma que este cáncer fue “sin duda un castigo del cielo por las blasfemias que profirió por su boca en el Perú, donde le decían Pico de Oro y predicaba la irreligión”. Estas afirmaciones dejan el debate abierto.
Al sufrimiento físico que padeció Castelli a causa de esta dolorosa enfermedad, debemos agregar la amargura inducida por su hija Ángela, unida en matrimonio clandestino contra la voluntad de su padre. A pesar de las acusaciones de sacrílego, Juan José Castelli murió habiendo recibido todos los sacramentos y fue enterrado en la iglesia de San Ignacio, donde aún se encuentran sus restos.