lunes, 1 de septiembre de 2008

Un resúmen histórico

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año II N° 8 - Setiembre 2008 - Pag. 11 

Un resúmen histórico

Moneda de oro con la efigie de Rosas

En 1906 el novelista y escritor correntino, y también fundador del radicalismo santafesino, Dermidio T. González , publicó “El Hombre”, en el cual reivindicaba la figura de Rosas; parte de cuyo texto se publica a continuación. 

“El general Rosas fue el primer mandatario argentino que inició la unidad de la familia argentina, en una confederación de provincias. Antes de la iniciativa del tratado del litoral de 1831, cada estado pugnaba por su independencia. Las provin­cias del Río de la Plata, se dislocaban, se desunían en diversi­dad de tendencias y ambiciones políticas. En este sentido, la condición social argentina hizo surgir la personalidad de Rosas como un símbolo, como una bandera necesaria como un estandarte incontrastable, cuyo propósito era secundar la acción emancipadora de Mayo.

Después del fracaso de las constituciones de 1819 y 1826 todo era un caos, hasta que con el llamado pacto federal, suscriben los gobernadores de provincia el compromiso de la unidad argentina. Este hecho fue de los más grandiosos después del grito de independencia, pues presentaba a la familia unida y compacta en un solo haz de aspiraciones y con una sola bandera desde el Plata hasta Jujuy, desde el Océano Atlántico hasta las nevadas crestas de los cíclopes andinos. El héroe de esta unidad, el paladín de esta victoria, el hábil político de esta difícil causa, fue Rosas, encargándose de proclamarlo así el pueblo de la nación, con el concurso de los próceres de Mayo que en aquel entonces vivían en Buenos Aires.

Ante este triunfo indiscutible del federalismo, el partido unitario comienza su trabajo de zapa, para recuperar sus perdidas posiciones, después de su exclusión lógica de los negocios de estado, a causa del levantamiento funesto de 1828.

El partido federal se dió cuenta al punto de que su enemigo se preparaba nuevamente a una lucha sin cuartel, a la lucha fraticida que tanta sangre costó. Claro está que Rosas con su partido, fuerte en la opinión nacional se dispuso a disputar palmo a palmo en todos los terrenos, y con todos los medios al elemento unitario. En aquellos días de desorganización y apasionamientos, los dos partidos querían exterminarse, para quedar el vencedor dueño de la escena.

Entonces las masas populares, los gobiernos, los principa­les hombres, la mayoría del pueblo, mejor dicho, inviste a Rosas con la Suma del Poder, pues le considera el único capaz, el único hombre de ese histórico instante para contrarrestar con éxito y para detener la avalancha, que si llega a la meta de sus aspiraciones hubiera sido desgarrada la nacionalidad ar­gentina. Pero Rosas quiere salvar su responsabilidad ante la suma del poder, porque se da cuenta del peligro que entraña dicha facultad y pide "que los ciudadanos expresen su voto para que quede consignado el libre pensamiento de la opinión". El plebiscito ratificó por completo las aspiraciones de la sociedad”.