jueves, 7 de septiembre de 2023

El Neptune - HMS Sheffield - ARA Gral. Belgrano - Guerra de Malvinas - Aviación naval

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

El 4 de mayo de 1991, se publicó en el diario La Prensa este artículo referente al desempeño de la aviación naval en la Gesta de Malvinas, con los aviones Neptune.


Acciones olvidadas de los Neptune en Malvinas
por FERNANDO JORGE MURILLO

 

Neptune - Aviación Naval
Lockheed P-2 Neptune

El 2 P 112, un veterano exponente de una tecnología hoy superada que permitió en 1982 a 11 hombres obtener valiosa información que más tarde se convirtió en un mortal ataque a un destructor británico el “Sheffield”



La Aviación de la Armada Argentina cumple 75 años. Ceremonias castrenses, recordaciones, homenajes y un presente que se acerca al siglo XXI a una fantástica velocidad que apenas permite recordar el pasado más reciente.
La Aviación Naval celebró el pasado 11 de febrero sus 75 años conmemorando la firma del decreto que le dio mareo legal inicial a la actividad aeronáutica en la Armada Argentina en el hoy monumento histórico nacional Fuerte Barragán.
Sin embargo, el 4 de mayo se ha instituido en el marco de la Armada como Día de la Aviación Naval en recordación a las acciones bélicas que se desarrollaron sobre el Atlántico sur en 1982. El exitoso ataque misilístico con Exocet AM 39 desde una sección de aviones cazabombarderos Súper Etendard determinó que el destructor piquete radar “Sheffield”, de la marina británica, fuera alcanzado por esta efectiva arma, sufriera un incendio no controlado y días más tarde se hundiera al intentar ser remolcado.
Parte de esta historia ha tenido amplia difusión periodística en nuestro país y en el exterior. Hoy, sin embargo, retrocederemos nueve años en las acciones y en el Día de la Aviación Naval destacaremos dos singulares y fundamentales. La primera, la detección de los náufragos del crucero “General Belgrano” y la segunda, la localización de blancos enemigos entre los que estaban en el “Sheffield”, que más tarde fueron atacados con éxito por los Súper Etendards.

El Neptune en acción 
El centro de toda esta crónica es la Escuadrilla Aeronaval de Exploración con asiento en la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew, y sus protagonistas los “Neptunes” y sus tripulaciones. Sus arriesgados hombres y la inestimable colaboración de quienes, desde tierra, colaboraron para que estas máquinas pudieran rendir al máximo.
El avión explorador en uso en nuestra Armada en 1982 era el Neptune. Un veterano avión de patrulla marítimo y lucha antisubmarina que se incorpora en nuestro país en 1959. Esas máquinas, denominadas P2V-5 operan hasta 1970, en que son reemplazadas por la versión más moderna P2E hasta 1977 en que se incorporan las últimas versiones SP2H, máquinas que si bien eran veteranas y de “segunda mano” cumplieron con creces sus servicios.
Lo real es que al comenzar el conflicto de Malvinas la escuadrilla de exploración disponía únicamente de dos aviones en condiciones de vuelo, ambos con limitaciones.
El panorama no podía ser más crítico. La necesidad de contar con una información actualizada de los movimientos de los buques en nuestras aguas hizo que la escuadrilla tuviera nada más que tres tripulaciones para volar dos aviones, algo insólito pero real. “Las exigencias humanas y materiales fueron enormes”, comentó el capitán de navío Julio Hugo Pérez Roca, que con cariño y con pasión recuerda aquellos históricos momentos que le tocó vivir siendo comandante de la escuadrilla y además integrante de una de las tres tripulaciones aptas para volar.
“Las operaciones eran riesgosas, como toda exploración con enemigos en las proximidades, por eso decidimos que las tripulaciones rotaran por estricto orden”, comentó el capitán Pérez Roca. De esa forma no quedaba el remordimiento de ordenar a otros tal o cuál misión, en especial cuando todos sabían que el espacio aéreo podía ser la trampa mortal para esas indefensas tripulaciones.

Características de un Neptune
El avión, propulsado por dos motores a pistón radiales de 3.250 HP y dos turbinas de 1.542 kg de empuje opera con una tripulación de once hombres. Tiene una envergadura (ancho entre alas) de 31,8 metros y un largo de 27,2. Su peso vacío es de 43.000 libras y su máximo de 70.000 en los que el combustible (aeronafta 130/140) es la mayor parte. En síntesis; el avión en vuelo, en tareas de exploración, es una verdadera bomba de napalm. Carece de armas defensivas y un impacto con un simple misil o munición explosiva haría estallar en el aire a la máquina con la pérdida segura de su tripulación.
El último Neptune en volar (y operar en acción de guerra) fue el 2 P 112, que curiosamente participó en operaciones en Vietnam con el escuadrón VP 1 y después de volar más de 8.000 horas con pabellón argentino se exhibe hoy en el museo aeronaval de Bahía Blanca. Un merecido descanso para esta máquina que bajo el comando del capitán de corbeta Ernesto Proni Leston y diez hombres detectaron en un vuelo que se inició el 3 de mayo en Río Grande rumbo al Atlántico, entre las 17 y 17.50 de aquel día fueron detectados cuatro “contactos” enemigos. El avión aterrizó más tarde en Río Grande.
Al día siguiente, 4 de mayo a las 5.07 nuevamente el 2 P 112 despegó de Río Grande con la intención de volar “rodeando” las islas Malvinas para barrer la zona y dar el 0.K. a los Hércules 130 de la Fuerza Aérea que debían tomar Puerto Argentino.
El vuelo original sufrió modificaciones. A las 7.10 el “112” detectó un grupo de tareas británico. Mantuvo la exploración y a las 10.30, aproximadamente, obtuvo la última posición actualizada de las unidades enemigas. Mientras dos Súper Etendard despegaban y navegaban rumbo al Neptune, éste les actualizó y trasfirió las posiciones que más tarde serían los blancos de los misiles argentinos.
Aquí la historia la retoman los Súper Etendard con sus certeros disparos, mientras que el veterano 2 P 112 regresaba a Río Grande, donde se enteró, después de aterrizar que los blancos atacados eran británicos y que uno de ellos había sido un destructor del tipo 42.

Se vuelve a explorar 
El 4 de mayo terminó para la Aviación Naval con éxitos, sin embargo diferente fue el panorama en el agua.
Al día siguiente, el segundo Neptune en servicio, el 2 P 111 voló hacia la zona de la detección del día anterior.
El capitán Pérez Roca comentó, con la serenidad y con un profesionalismo ejemplar, que aquella misión era la más lógica para esa situación. Algo que al principio no comprendemos, pero que hoy, después de nueve años merece recordarse no por lo secreto, sino por su riesgo.
“Apenas nivelamos el avión y comenzamos a emitir con nuestro radar escuchamos un barullo infernal de todas nuestras alarmas y en todos los sensores que llevábamos a bordo, denunciando que algo serio había pasado en la flota británica”, resaltó Pérez. 
Milagrosamente, un radioescucha de tierra, interceptó una comunicación en inglés vectoreando a una patrulla aérea enemiga hacia un blanco que, curiosamente volaba en nuestro mismo rumbo y velocidad.
Sin querer, ese anónimo radioescucha salvó la vida de once hombres. La alarma no tardó en ser recibida a bordo del avión y el Neptune, con máxima potencia, se “planchó al ras del agua” y comenzó a realizar rumbos aleatorios para evitar el casi seguro enganche con algún misil enemigo, que por suerte jamás llegó.
La aviación naval en la Guerra de Malvinas


 
La comprobación fue efectiva. Algo serio había ocurrido. No era para menos, un destructor piquete radar había sido sacrificado y se estaba hundiendo en el Atlántico Sur. Ese día los dos Neptune argentinos realizaron sus últimos vuelos. Las horas del descanso habían llegado, no así para sus tripulaciones que fueron reubicadas en otras tareas. Ese fue el adiós a los Neptunes y más exactamente a los 2 P 111 y 2 P 112.

El justo recuerdo final
La segunda acción, que cronológicamente debía ser la primera, no es una típica acción de guerra pero tiene más valor recordativo por tratarse de una acción humanitaria.
Nos referimos a la detección de los náufragos del torpedeado crucero “General Belgrano”. Curiosamente uno de los protagonistas principales fue el capitán Pérez Roca, que comandó el Neptune 2 P 111 que a la sazón fue el que ubicó el 3 de mayo, al mediodía, con techos muy bajos, lloviznas, formación de hielo y con búsqueda visual únicamente a 15 balsas salvavidas auto inflables que pertenecían al crucero General Belgrano.
Esta primera localización facilitó horas más tarde a los buques argentinos recuperar con éxito a la mayor cantidad de sobrevivientes en un torpedeamiento como fue el del veterano crucero que navegaba fuera de la zona de exclusión determinada unilateralmente por el Reino Unido.
Elk Neptune aterrizó en Río Grande casi con los tanques de combustible vacíos, pero con la emoción que en algunos hombres se exteriorizaron en lágrimas al haber cumplido con éxito una humanitaria misión que hoy también merece nuestro recuerdo y por que nó, al igual que la tripulación del 2 P 112 quizás un homenaje más estricto en el sentido de las palabras que por esas injusticias de todas las guerras no merecieron la recordación de las condecoraciones. Al menos la bandera de guerra de la escuadrilla fue condecorada por el Poder Ejecutivo Nacional por “honor al valor en combate” por “ejecutar operaciones de exploración con inferioridad de medios en prolongados contactos con el enemigo, bajo condiciones límite de distancia y meteorológicas, proveyendo valiosa información de ataque”.

El rescate de los náfragos del crucero Gral. Belgrano