martes, 19 de septiembre de 2023

Combate de la Vuelta de Obligado - Pacho O'Donnell - Luis A. Romero

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario Clarín del 9 de diciembre de 2014, fue publicado un artículo referido al combate de Vuelta de Obligado de autoría del escritor Luis A. Romero. Siete días después, fue publicado otro cuyo autor fue el historiador Pacho O'Donnell.
El debate está abierto y en esta página del Blog, publicamos ambos artículos.


Polémica por el Combate de Vuelta de Obligado
 

Delirio nacionalista: el mito del combate de Obligado
por Luis Alberto Romero *

¿Quién ganó el Combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845? Muchos argentinos creen que fue una victoria nacional. Para los ingleses fue solo un pequeño combate, pero sus historiadores, como John Lynch, serios saben bien cómo fueron las cosas. En cambio los franceses lo han recordado. En 1868, en tiempos de los sueños imperiales de Luis Napoleón, la Rue de la Pelouse fue rebautizada como Rue d’Obligado. La calle desemboca en la Avenue de la Grande-Armée, la de Napoleón y de Austerlitz, a pocas cuadras del Arco de Triunfo, que celebra las grandes victorias. Más aún, en 1900 el nombre se impuso a la nueva estación del Metro. Así fueron las cosas hasta 1947, cuando Eva Perón visitó Francia y pidió que ambas fueras rebautizadas como Argentina.

A fuerza de leer a José María Rosa, a Pacho O’Donnell o a sus repetidores, muchos argentinos han quedado envueltos en un mito que, comenzando por exaltar la “gesta heroica” concluyó convirtiendo la derrota en victoria. Desde 2010, asesorados por el Instituto Nacional del Revisionismo Histórico, celebramos su aniversario como el Día de la Soberanía Nacional, con feriado incluido.

Los hechos son claros. En noviembre de 1845 la flota anglo francesa, que en ese momento sitiaba Buenos Aires, decidió remontar el Paraná y llegar hasta Corrientes, acompañando a buques mercantes cargados de mercaderías. Para impedirlo, el gobernador de Buenos Aires, J.M. de Rosas, dispuso bloquear el río Paraná en la Vuelta de Obligado, con cadenas protegidas por dos baterías. Se intercambiaron disparos, los buques cortaron las cadenas y siguieron su navegación hasta Corrientes.

Los mitos se desentienden de los hechos simples y comprobables, pero en cambio interpelan a los sentimientos y las emociones. El relato revisionista de Obligado, que se viene perfeccionando desde los años treinta, incluye algunas verdades, otras tergiversaciones y muchas cosas inventadas.

Con respecto al resultado, no hay duda de que fue una derrota: los ingleses pasaron, y llegaron felizmente a Corrientes. Se dice que fue una victoria “pírrica”, por las bajas ocasionadas; pero los ingleses y franceses perdieron solo siete hombres y los porteños doscientos. Podrá aceptarse que fue una gesta heroica y hasta una victoria moral -una especialidad argentina-, pero en los hechos fue una derrota.

En el núcleo del mito está la idea de que en Obligado Rosas resistió al imperialismo y defendió los intereses nacionales. Es cierto que el gobernador de Buenos Aires enfrentó a la “diplomacia de las cañoneras” y defendió la soberanía de su provincia. La tergiversación consiste en identificar esta forma de imperialismo, propia de mediados del siglo XIX, con la idea posterior de imperialismo -popularizada inicialmente Lenin- que aplicada a nuestro caso identifica toda la relación anglo argentina con la dominación y la explotación. Por ejemplo, muchos argentinos están convencidos de que los ferrocarriles han sido el peor de los instrumentos de esa explotación. Pero en tiempos de Rosas nadie confundía la agresión militar con las relaciones económicas. Toda la prosperidad de Buenos Aires se basó en una estrecha relación con Gran Bretaña, y el propio Restaurador, que la cultivó cuidadosamente, eligió exiliarse en Southampton.

El punto central del mito reside en la idea de que allí se defendieron los intereses nacionales. Pero en 1845 la nación y el Estado argentinos no existían. Había provincias, guerra civil y discusión de proyectos contrapuestos, basados en intereses distintos. El Combate de Obligado, y todo el conflicto en la Cuenca del Plata, es un ejemplo de esas diferencias. Rosas aspiraba a someter a las provincias, incluyendo a la Banda Oriental y a Paraguay, cuya independencia no reconocía. Corrientes defendía su autonomía y pretendía comerciar directamente con ingleses y franceses. En cambio Rosas quería que todo el comercio pasara por el puerto de Buenos Aires y su Aduana. El río Paraná, abierto o cerrado, estaba en el epicentro de las diferencias.

En Corrientes creían en el federalismo y la libre navegación de los ríos. La flota anglo francesa fue recibida amistosamente; hubo fiestas, los hombres admiraron los buques de vapor -los primeros que veían- y las señoras correntinas se empeñaron en hacer grata la estadía de los marinos. Rosas, que también trataba muy amistosamente a los ingleses de Buenos Aires, parece haber tenido una idea unitaria de la nación, construida en torno de la hegemonía porteña. ¿Cuál de los dos era el auténticamente nacional? Admitamos que sea opinable. Pero cuando las provincias acordaron en 1853 crear un Estado nacional, establecieron que el interés de la nación incluía la libre navegación de los ríos. Y así quedó.

Es curioso que sobre esta situación, que puede leerse en cualquier libro serio, se haya constituido el mito de la victoria -una verdadera trampa cazabobos- y el de la defensa de la soberanía nacional. Celebrar una derrota -como ocurre hoy con Malvinas- es la quintaesencia de nuestro enfermizo nacionalismo, soberbio y paranoico. Se encuentra en el sustrato de nuestra cultura política, y aflora cuando es adecuadamente convocado. Este gobierno, que vive envuelto en su propio mito, ha apelado con éxito al relato del revisionismo, adecuado a su política de enfrentamiento.

Desmontar estos mitos es una parte de la batalla cultural que deberemos encarar.

* Historiador. Club Político Argentino

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¿Triunfo o derrota en Vuelta de Obligado ?
por Pacho O'Donnell *

A raiz del artículo publicado en esta sección por Luis Alberto Romero es necesario puntualizar que la conmemoración del día 20 de noviembre con feriado y monumento abrió un debate acerca de si el combate librado en el río Paraná, en el paraje conocido como “Vuelta de Obligado”, se había resuelto a favor o en contra de nuestras tropas conducidas por Lucio N. Mansilla en tiempos de la Confederación Argentina del gobernador Juan Manuel de Rosas. El malentendido surge de la equivoca denominación de una guerra que transcurrió a lo largo del río Paraná, que la armada invasora recorrió de ida y vuelta, con el nombre de su primer combate.
Sin duda la “Guerra del Parana”, que así debería recordársela, es, junto al Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas de nuestra Patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos. 
Corría 1845. Las dos más grandes potencias de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto fue una causa “humanitaria”: terminar con el gobierno supuestamente tiránico de Rosas, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Los reales motivos de la “intervención en el Río de la Plata”, como la llamaron los europeos, fueron de índole económica. Deseaban expandir sus mercados a favor del invento de los barcos de guerra a vapor que les permitían internarse en los ríos interiores sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Dichas intenciones eran denunciadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Otro objetivo de la gigantesca armada era desnivelar el conflicto armado entre la Argentina y la Banda Oriental a favor de ésta, que los franceses consideraban entonces protectorado propio. También independizar Corrientes, Entre Rios y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “Republica de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y haría del Paraná un río internacional de navegación libre. Es éste un argumento decisivo que pone fin al debate si se ganó o si se perdió. La derrota hubiera significado una pérdida territorial irremontable.
Los invasores contaron con el antipatriótico apoyo de argentinos enemigos dela Confederación rosista, que se identificaban como “unitarios”, muchos de ellos emigrados en Montevideo. El fin de las guerras civiles, ellos escribieron una historia adaptada a sus intereses. 
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados como acababa de suceder con China. Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente.
Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era “arruinarles el negocio”, provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente. De allí la estrategia de las tres gruesas cadenas tendidas de orilla a orilla en el lugar conocido como “Vuelta de Obligado”, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Durante el tiempo que tardaron en cortarlas, los enemigos sufrieron numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. Es clave señalar, para despejar lo de triunfo o derrota, que Rosas y Mansilla sabían que los invasores lograrían superar esa primera barrera: era imposible detenerlos debido a su superioridad bélica y tecnológica. Pero se consideraban satisfechos si, como sucedió, las fuerzas enemigas se convencían de que, lo que anticiparon como una acción sin inconvenientes, iba a transformarse en una pesadilla. El calvario de las armadas europeas y los convoyes mercantes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de “Quebracho”, del “Tonelero”, de “San Lorenzo”, por lo que debe ser claro que la denominación “Vuelta de Obligado” alude en realidad a la “Guerra del Paraná”, con lo que se hace justicia con quienes lucharon y murieron en los combates en distintos emplazamientos a lo largo de nuestro rio.
La estrategia de Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias finalmente se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina, aunque Francia logró postergar la aceptación de sus diputados hasta más allá de Caseros, y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar veintiún cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Desde su destierro en Francia, don José de San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomas Guido el 10 de mayo de 1846: “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”. Y felicitaría al Restaurador: “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia”. Se refería a Gran Bretaña. Y al morir le legó su sable libertador.

* Presidente Honorario del Inst. Nac. de Revisionismo Histórico "Manuel Dorrego".