ANTONINO
REYES, Edecán del Restaurador
Por Norberto Jorge Chiviló
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Antonino Reyes |
Antonino
Reyes, buen federal, edecán del Restaurador de las Leyes, amigo de éste y de su
hija Manuelita en las horas de infortunio, había nacido en Buenos Aires en 1813.
Durante niño se trasladó con sus padres a la Banda Oriental (actual
República Oriental del Uruguay) donde realizó sus primeros estudios; más tarde,
siendo adolescente volvió a su tierra natal y en 1832 ya se lo encuentra
trabajando con personajes importantes de la Confederación
Argentina, como el Dr. Manuel Vicente Maza y los militares
Pedro Rosas y Belgrano –hijo de Manuel Belgrano– y Juan Antonio Garretón.
En
la Expedición
al Desierto, estuvo bajo el mando de Juan Manuel de Rosas, desempeñándose como
Oficial de su Secretaría desde marzo de 1833 hasta marzo del año siguiente.
En
1835 y siendo ya elegido Rosas por segunda vez como Gobernador de la provincia,
designó a Reyes como Capitán de Milicias de Caballería y desde el 1º de mayo de
1836, comenzó a desempeñarse en la Secretaría del Gobierno de Rosas. Dos años
después fue ascendido a Sargento Mayor y en el año 1840 comenzó a desempeñarse
como jefe de la Secretaría
que funcionaba en el campamento de los Santos Lugares, realizando las funciones
de Edecán del Restaurador, estando su lugar de trabajo muy cerca de lo que es
la llamada Casa de Rosas en la calle Diego Pombo Nº 3324 de la actual localidad de San Andrés, Ptdo.
de Gral. San Martín. En esos años difíciles en los que tuvieron lugar el
bloqueo francés al puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río
perteneciente a la
República Argentina, la invasión del Gral. Lavalle al frente
del Ejército Libertador, la intervención franco-británica y la guerra del
Paraná, entre otros hechos que se extendieron durante casi toda la década de
1840, Reyes, además de cumplir con sus funciones de Edecán, fue hombre de total
confianza de Rosas.
A
fines de abril del año 1848, fue designado Juez de Paz de San Fernando. En ese
mismo año y debido a su desempeño en los Santos Lugares, recibió en calidad de
presos a los amantes, la joven Camila O’Gorman –miembro de una familia de la
aristocracia porteña– y al cura Uladislao Gutiérrez –sobrino éste del
gobernador federal de Tucumán–, a quienes infructuosamente trató de salvarles
la vida, debiendo cumplir posteriormente y muy a su pesar con el fusilamiento
de tales reos por orden de su superior.
Participó
en la batalla de Caseros –3 de febrero de 1852– en defensa de la Confederación
Argentina.
A
los pocos días de esa batalla, el vencedror y nuevo hombre fuerte de la Confederación
Argentina, el Gral. Justo José de Urquiza, le dio de baja del
ejército, pero casi cinco meses después lo reincorporó con el grado de Teniente
Coronel.
A
producirse en Buenos Aires la revolución del 11 de setiembre de 1852, Reyes se
fue de Buenos Aires y se exilió en Montevideo. Esa revolución fue realizada por
elementos liberales, antiguos unitarios antirrosistas, algunos exrosistas,
ahora devenidos en antiurquicistas, que produjeron la secesión de la provincia
de Buenos Aires de la
Confederación Argentina, creándose así el
Estado de Buenos Aires, con ejército y marina propios, con su constitución y
cuerpo diplomático diferenciados de la Confederación, actuando así como dos países
distintos.
A
tres meses de producida esa Revolución, en el mes de diciembre, se produjo el
levantamiento federal del coronel Hilario Lagos (ver “El Restaurador” Nº 8,
pág. 3), al cual adhirió Antonino, poniéndose sitio a Buenos Aires, con la
finalidad de reincorporar la provincia a la Confederación. Vencido
ese levantamiento y levantado el sitio a Buenos Aires, Reyes fue detenido en la Guardia de Luján y
posteriormente le fue promovido un proceso por los “crímenes” que habría
cometido en la década de 1840, cuando se encontraba al frente del cuartel de los
Santos Lugares, acusándoselo de “criminal famoso”, embargándosele también todos
sus bienes. En ese proceso tuvo destacados defensores a los Dres. Miguel E.
Saguí y Manuel M. Escalada. Fue ese un juicio eminentemente político, en el que
se mezclaron falsas acusaciones por su actuación en el campamento de los Santos
Lugares –entre otros casos el de O’Gorman y Gutiérrez–, su participación en el
levantamiento de Lagos y algunas denuncias de particulares. A principios de
mayo de 1854 en primera instancia se lo condenó a la pena de muerte en calidad
de “aleve”. Un mes después Reyes, con la ayuda de sus amigos, oficiales y
soldados que lo custodiaban y que otrora habían sido sus subordinados, pudo
fugarse del Cabildo de Buenos Aires en
el cual estaba preso y exiliarse en Montevideo. El juicio siguió en rebeldía y la Cámara de Apelaciones, a
fines de junio de 1855, revocó la sentencia y lo declaró inocente,
procediéndose al levantamiento del embargo sobre sus bienes. No obstante ello, Reyes
no volvió a Buenos Aires y siguió residiendo en Montevideo, pero no siguió
ajeno a los sucesos que se sucedían de este lado del Plata.
Tampoco
guardó silencio ante las versiones falsas que se vertían en distintos medios
periodísticos de la
Argentina, sobre la época rosista y que eran bien conocidos
por Reyes; sus cartas y refutaciones fueron también publicadas en diarios y
revistas de la época.
A
fines de 1881, Reyes se entrevistó con el escritor chileno Manuel Bilbao, quien
años atrás había escrito la Vida
de Rosas (publicada en Buenos Aires en 1866), a quien le presentó diversa
documentación de la época rosista, como así también tuvo largas conversaciones
que versaron sobre tal período, recordando hechos y acontecimientos vividos.
Dijo Bilbao: “…Sin esfuerzo alguno se advertía que el hombre con quien
conversaba era un hombre de bien, franco y sin temor al exámen de sus actos”.
Fruto de esos documentos y esas charlas fue la publicación en 1883, de la obra
de Bilbao: “Vindicación y memorias de don Antonino Reyes”.
También
Reyes colaboró con Adolfo Saldías, en la preparación de su “Historia de Rozas y su época”, cuyo
título fue cambiado después por el de “Historia de la Confederación
Argentina”.
En
varios números del diario de la Unión Cívica
Radical, “El Argentino”, pudo publicar sus refutaciones al historiador Vicente
Fidel López vertidas por este en “Apuntes de otros tiempos”. Esos artículos
fueron a su vez reunidos y editados en Rosario en 1895 por otro federal de ley,
el Cnel. Prudencio Arnold (ver “El Restaurador Nº 12).
En
1895, volvió a Buenos Aires. En casa de Saldías conoció a Leandro N. Alem, a
quien le contó los pormenores del fusilamiento de los federales Ciríaco Cuitiño
y Leandro Antonio Alén –padre este de Leandro N. Alem– y el posterior
colgamiento de los cuerpos en la horca.
Mantuvo
correspondencia con Juan Manuel de Rosas mientras este se encontraba exiliado
en Southampton –Inglaterra– y posteriormente durante los años 1889 a 1897, con su hija
Manuelita, siendo ambos ya ancianos y encontrándose ambos exiliados, ya que
Manuelita se encontraba en Inglaterra y Reyes en Montevideo, cimentando así una
estrecha amistad entre ellos, que había comenzado antes de Caseros. Incluso Reyes,
fue una de las personas que ayudó monetariamente al ex Gobernador, girándole
dinero, debido a las penurias que este pasaba en suelo extranjero.
Reyes
fue también nuestro vecino, ya que fue propietario de una chacra en estos pagos
de los Santos Lugares –actual localidad de San Andrés– que se extendía desde el
fondo del actual Club de Golf, sobre el camino a Florida, entre las calles
Tandil y Ecuador hacia la actual Av. de los Constituyentes y en la cual tenía
una hermosa residencia; también era vecino de nuestra ciudad, el escritor
Manuel Bilbao, quien en las proximidades del Hospital municipal Dr. Diego E.
Thompson, tenía una residencia.
Reyes
falleció en Montevideo el 6 de febrero de 1897.
Fuentes:
“Iconografía
de Rosas y de la federación – Nuevos aportes”, Fermín Chávez, Ed. Oriente, 1972
“Manuelita
Rosas y Antonino Reyes – El olvidado epistolario (1889-1897)”, Archivo General
de la Nación,
1998.
“Vindicación
y Memorias de Don Antonino Reyes”, Manuel Bilbao, Ed. El elefante blanco, 1998.
“Rosas
y Urquiza – Sus relaciones después de Caseros”, Mario C. Gras, 1948.
“Artículos
publicados en varios números de “EL ARGENTINO”, Colección Estrella Federal Nº
5, año 1994.