LA ÉPOCA DE ROSAS
“Las ideas no se matan”
(Hipolyte Fortoul, prestigioso escritor
francés (1791-1856)
Releyendo “La época de Rosas”, Antología, Marcos Sastre, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría y otros, publicado en el año 1979 por el Centro Editor de América Latina, encontré varias e interesantes opiniones referentes a Juan Manuel de Rosas.
En el acto de apertura del Salón Literario en junio de 1837, los discursos no omiten elogios a Rosas: “…el hombre que la providencia nos presenta más a propósito para presidir la gran reforma de ideas y costumbres que ha empezado” dice Sastre; “…el hombre grande que preside nuestros destinos públicos”, Alberdi (Prólogo, pág. III).
Decía Marcos Sastre en el acto inaugural del Salón Literario: “Porque el actual gobierno es el único conveniente, el único poderoso para allanar los caminos de la prosperidad nacional. El gran Rosas es el hombre elevado por la sola fuerza de su genio al alto grado de influencia y de fama, que le pone en aptitud de rechazar toda reacción extraña o anárquica que intente oponerse a la realización de las esperanzas de la nación”…
…“Y por fin, que el país se dispone a adoptar: Una política y legislación propias de su ser; un sistema de instrucción pública acomodado a su ser; y una literatura propia y peculiar de su ser”… (Pág. 9 y 10)
¡Cuánta razón tenía Marcos Sastre! Aunque lamentablemente cuando se estaba llegando a esa meta premonitoria del escritor, combinados factores espurios entre argentinos renegados -alguno comprado con dinero brasileño- y fuerzas extranjeras, malbarataron lo que pudo ser la gran nación del sur del continente. Mas adelante pronuncia otros conceptos:
…“En vano se hacen esfuerzos por restablecer el imperio de la razón y de las leyes, repitiendo el error de echar mano de los principios democráticos; pues la libertad no puede refrenar el desorden que es un abuso de la libertad. El único poder que puede suceder a la anarquía es el absoluto. Conducida por la licencia nuestra sociedad a los críticos momentos de realizar esta terrible verdad en medio de las tempestades civiles, llegó la hora en que para evitar el naufragio que la amenazaba, se presentaba la necesidad de un poder fuerte; y encontrando un hombre dotado de valor y virtudes, de tanta actividad, como energía, de tanto amor al orden, como inflexibilidad, se apodera de él, lo eleva al poder, y este hombre, superior a la pesada carga que se le impone, consiente en aceptarla; el genio lo inspira; se engrandece su alma; se multiplican las fuerzas de su espíritu; ¡salva a la Patria! Este hombre, señores, no necesitáis que os lo nombre… [refiriéndose a quien por entonces era el gobernador de la provincia]
“Dotado de gran capacidad, activo, infatigable, y felizmente animado de un sentimiento de antipatía contra toda teoría extraña; de aquel temple de alma vigorosa, y enérgico que le da un predominio misterioso sobre todo espíritu díscolo y altivo; éste es el hombre que la Providencia nos presenta más a propósito para presidir la gran reforma de ideas y costumbres que ya ha empezado. El refrena las pasiones, mientras las virtudes se fortifican, y adquieren preponderancia sobre los vicios. La paz y el orden son los grandes bienes de su gobierno. El crimen es castigado, la virtud y la religión respetada, los habitantes de los campos viven tranquilos en sus hogares, porque ven en seguridad sus bienes y sus personas, y el agricultor laborioso se afana en cultivar la tierra, porque no teme que le cambien el arado por el sable... Pero es necesario que esta marcha progresiva se la deje sujeta a la ley del tiempo; que jamás se intente precipitarla con la espada, porque no pueden usurparse impunemente los derechos del tiempo”… (pág. 11, 12 y 13)
Y refiriéndose a los que abrumados con el rudo peso de las aulas, no han tenido fuerzas ni tiempo para buscar el verdadero camino del saber, diciendo de ellos:
…“y como los gusanos que no se alimentan sino de muerte y corrupción, tienen que buscar su sustento en las dolencias y en los vicios de los hombres. Estos son después, los que primero y más obstinadamente rechazan la luz y la verdad; porque a favor de las tinieblas de la ignorancia engordan impunemente con los frutos de la mentira y del error. Estos son los que hollan la moral y la justicia, por tragarse las dignidades y las riquezas. Estos los que, tan henchidos de presunción como obstinados, llenos de confianza en su capacidad, y admiradores de sí mismos, se entrometen en dirigir los destinos de los pueblos, creyéndose investidos de tan alta misión, y no hacen más que añadir yerro sobre yerro, absurdo sobre absurdo; todo lo atrasan, todo lo arruinan; porque espíritus tardos (o mediocres cuando más), todo lo hacen por imitación y por plagio”...
¡Qué sabias y premonitorias fueron estas palabras de Marcos Sastre! Que por otra parte nos llevan a comparar con el mismo sentimiento que sintió ese otro gran hombre que fue San Martín, sobre la necesidad de las aptitudes que debía tener el hombre para regir los destinos de nuestro país en la situación que se encontraba en ese tiempo.
Es interesante también observar en esta Antología, como, aún en el año 1841, un poeta tan importante como Juan María Gutiérrez en dos de las estrofas de su poema “A MAYO” (composición presentada en el Certamen Literario de 1841 en Montevideo y recibió el premio principal entre las diez obras presentadas) menciona el color azul para nuestra bandera; que es el color oficial, no el celeste que impusieron “iluminados” poetas expatriados, en aras de realzar su emblema político (unitario).
A MAYO (1841)
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¡Palma a mi sien! Mas palma entrelazada
Con albas cintas en azul teñidas,
Colores que a la vez son bien queridas
Del cielo hermoso y de la patria amada. (Pág. 87)
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¿No ve en lo futuro cruzar por los mares
Azules pendones llevando a millares
Los frutos opimos de un mundo feliz? (Pág. 95)
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