lunes, 20 de marzo de 2023

Rousseau y el buen salvaje

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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      En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 


En el diario La Prensa, del 14 de junio de 2009, se publicó en la columna "Umbrales del tiempo" un interesante artículo sobre Rousseau y el buen salvaje.

Tras el mito del noble salvaje

por OMAR LÓPEZ MATO

Rousseau y el buen salvaje
Le bon sauvage

El poeta británico John Dryden proclamó: “Soy tan libre como cuando la naturaleza hizo al primer hombre, cuando el noble salvaje corría por los bosques”. Eran los tiempos en que los marinos del Imperio Británico contaban historias de hombres primitivos aparentemente libres las pesadas cadenas dela civilización. Un siglo más tarde, en 1755, Jean Jacques Rousseau canonizó: “Nada puede ser más gentil que el hombre en su estado primitivo, comparado con la brutalidad y el pernicioso buen sentido del hombre civilizado”. Curiosamente Rousseau nunca había estado en contacto con hombres primitivos en su ambiente natural. Todos eran conjeturas del filósofo que predicó sobre la educación de los jóvenes cuando a los cinco hijos que tuvo con su amante los entregó a un orfanato (circunstancia que en el siglo XVII era sinónimo de infanticidio). Pero el mito quedó impregnado en la sociedad, haciéndonos creer que esta civilización nos corrompe y degrada. Ese mito del noble salvaje ha calado hondo, especialmente entre los ecologistas, que culpa al capitalismo, industrialismo, cientificismo y tantos otros “ismos” creados por el hombre blanco europeo además de haber explotado el medio, contaminando los ríos y polusionado el aire destruyendo el hábitat del noble salvaje.

No vamos a decir que el expansionismo decimonónico de las naciones europeas fue un modelo exitoso conducido por santos, de ninguna manera, pero debemos decir que el hombre primitivo tenía (y tiene) poco de noble. Rober Law, de la Universidad de Michigan, estudió 186 sociedades primitivas en el mundo y demostró que estos “nobles salvajes” sólo protegían el ambiente cuando mediaba alguna prohibición sagrada. El poco impacto ambiental que producían se debía a la baja densidad demográfica y la escasa tecnología. Ninguno de ellos tenía conciencia de medio ambiente.

De hecho fueron pueblos primitivos quienes extinguieron a los mamuths, al mastodonte gigante, al gliptodonte, al tigre diente de sable, al león americano y a otras especies como el moa de Nueva Zelanda.

Tampoco por ser primitivos se salvan de los vicios propios del hombre europeo. Según el antropólogo Robert Edgerton, entre estos nobles salvajes también existe la drogadicción, el abuso infantil, la mutilación corporal (castración femenina), la explotación económica, la esclavitud, el suicidio, las enfermedades mentales, la explotación del grupo por líderes políticos y otras lindezas que nos hacen creer exclusivas de la civilización occidental.

El noble salvaje es el germen del moderno salvaje civilizado. No fueron mejores que nosotros, simplemente eran menos. Somos 6.000 millones que en breve nos convertiremos en 9.000 millones; nuestra problemática es completamente distinta a la del hombre primitivo. Volver al noble salvaje no resuelve nuestros problemas, sólo nos hace evadir la realidad.

No nacemos ni buenos, ni malos, ni somos tablas rasas. Llegamos al mundo con un código genético que nos condiciona, Darwin decía que “aquél que entienda al babuino va a hacer mucho más por la metafísica que Locke”. Hoy día es inexcusable que un filósofo o un pensador no tenga conocimientos científico biológicos que expliquen los fenómenos que contemplamos en nuestra sociedad. De preservar en esta actitud sólo caeremos en mitos y falacias, como este creado por Rousseau que ni siquiera se tomó la molestia de ver a sus hijos crecer.