domingo, 1 de junio de 2014

El motín de las trenzas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 31 - Junio 2014 - Pag. 15  

El motín de las trenzas

                                                                       Por la Prof. Beatriz C. Doallo

En el artículo “El atentado a la Iglesia de San Ignacio” (ER N° 29, pág. 15) se hace referencia a la “rebelión de las trenzas” ocurrida en 1811.

Manuel Belgrano, de regreso en Buenos Aires luego de la fracasada expedición al Paraguay, fue nombrado coronel del Regimiento de Patricios en reemplazo de Cornelio Saavedra, respetado jefe de ese cuerpo. Una de las primeras medidas que tomó Belgrano consistió en ordenar a las tropas cortarse las coletas que las distinguía.

El cabello, la barba, los bigotes, las patillas, aunque parezcan banalidades, en diferentes momentos de nuestra historia han sido expresiones de un sentimiento o de una afición política. La coleta o trenza del soldado patricio consistía en una de ellas.

La insurrección castrense a que dio lugar la ordenanza del nuevo jefe tuvo un antecedente cívico. Las desinteligencias entre “saavedristas” y los partidarios de Mariano Moreno persistieron luego de que este prócer abandonara Buenos Aires, enviado como plenipotenciario a Inglaterra. Ya había fallecido en alta mar el 11 de marzo de 1811 cuando, los días 5 y 6 de abril los partidarios de Saavedra se enfrentaron con los “morenistas” en una revuelta en que tomaron parte gentes humildes de los suburbios y las quintas, y alcaldes y caudillos de barrio. Triunfaron los “saavedristas” y hubo exclusiones de la Junta, destierros y persecuciones. Pero la secuela más importante de estos episodios consistió en que sirvieron para que el pueblo, el de carne y hueso no el teórico de la Revolución, se expresara de viva voz.

El obligatorio corte de las coletas se consideró un nuevo agravio y encontró en la aparentemente insignificante medida impuesta por Belgrano un pretexto explosivo. La noche del 6 de diciembre de 1811 los suboficiales y la tropa del Regimiento de Patricios se amotinaron, expulsaron a los jefes y oficiales y demandaron, como ya ocurriera en 1806, elegir ellos mismos a sus autoridades.

La represión, con milicias al mando de José Rondeau, fue inmediata. Los insurrectos se atrincheraron en la Iglesia de San Ignacio. Vencidos, con lamentable saldo de muertos y heridos, el día 12 de diciembre se condenó a la pena de muerte a diez de los sublevados, incluyendo a cuatro sargentos, dos cabos y cuatro soldados. A otros veinte integrantes del Regimiento se los sentenció a penas de hasta diez años de prisión.

Belgrano, industrioso y progresista, respondiendo a su concepción de liberal, contraria a la tradición, dio de manera ingenua motivo para una rebelión que terminó en un baño de sangre y puso tristemente en evidencia que las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo no eran siempre capaces de interpretar al pueblo.

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El caso de las trenzas de los Patricios

El regimiento de Patricios tenía el privilegio de ser el único en el ejército cuyos soldados y clases llevaban una coleta o trenza.  Esta trenza, que se hacía del largo del cabello y se llevaba a la espalda, era motivo de orgullo para estos soldados ya que los distinguía de los otros cuerpos a quienes llamaban “pelones”, por no tenerlas.

La moda de usarla provenía de Carlos II, y en el ejército había sido introducida en la época del virrey Cevallos.  Recordaremos que por ese entonces los soldados y clases de los Patricios eran gente de las orillas de la ciudad, y los orilleros entonces la usaban como símbolo de su hombría.  Así como, entrado el siglo, los montoneros y los federales de Rosas usaban la porra, y luego los alsinistas la melena.

Malquistado con los Patricios, el Triunvirato, a fines de noviembre de 1811, dio una orden que terminase con el antiguo privilegio y los soldados y clases se cortasen la trenza.  Como nadie obedeció, Belgrano dispuso que los que se presentasen el día 8 de diciembre con la trenza serían conducidos al cuartel de Dragones y allí se los raparía.

Tras el agravio de volverse “pelones”, la amenaza de que se los raparía en otro cuartel colmó la medida en la sensibilidad de aquellos soldados que dieron a la patria solo motivos de orgullo, como en las invasiones inglesas y en las jornadas de Mayo, cuando su jefe fue el primer presidente del gobierno patrio.

La agitación subió de tono, pero no era solo por las trenzas que los Patricios se agitaban, había antes que nada un gran descontento contra el gobierno surgido en el golpe de setiembre, y de esa inquietud participaban también los otros cuerpos de guarnición en Buenos Aires y que, por cierto, no usaban la coleta.

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