domingo, 1 de junio de 2014

Convención de Cañuelas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 31 - Junio 2014 - Pag.  

Entrevista Lavalle - Rosas

En la noche del 16 de junio Lavalle salió acompañado solamente por un oficial, desde su campamento de Los Tapiales, para dirigirse al campamento de Rosas. A una legua de distancia fue rodeado por un grupo de soldados federales a quienes les gritó "¡Soy el general Lava­lle!; digan al oficial que los manda que se aproxime sin temor, pues estoy solo". Los soldados estupefactos, obedecieron. 

Lavalle siguió su marcha acompañado del oficial federal, presentándose al destacamento del campamento de Rosas, pidiéndole al oficial que le atendió: "Diga Ud. al coronel Rosas que el general La­valle desea verlo al instante..." El oficial le respondió que el coronel no se encontraba en ese momento allí, pues Rosas estaba de recorrida por los retenes de las inmediaciones. "Entonces le esperaré, indíqueme usted el alojamiento del coronel". Y al llegar al casco de la estancia El Pino, agregó: "Bien, puede Ud. retirarse; estoy bastante fatigado y tengo el sueño ligero..." y se acostó en la cama de Rosas, quedándose dormido.

Enterado Rosas de la inesperada visita y que Lavalle lo esperaba dormido en su lecho, se dirigió prontamente al lugar.

El ayudante de campo del general Lavalle comenta este singular episodio de la guerra civil que realzan el valor de su jefe: "Por cierto que los que no tengan idea exacta de la naturaleza de nuestras guerras civiles, y muy particularmente del carácter de la lucha que la ciudad de Buenos Aires sostenía con la masa inculta de los campos dirigida por don Juan Manuel de Rosas en 1829, no darán a esta anécdota todo el valor que tiene en sí. Juzgando por los principios generales de la guerra, ellos deben suponer que el general Lavalle ningún peligro corría al presentarse solo en el campo enemigo; pero para los que sepan que el ejército de Rozas se componía casi en su tota­lidad, de hordas vandálicas que él mismo no podía subordinar; que días antes la población de la Guardia del Monte había sido saquea­da; que la cabeza del infortunado coronel Rauch había andado atada a las monturas de los satélites del caudillo Molina, la cosa da una idea más cabal del temerario arrojo del general Lavalle".

Si bien es digno de destacarse la valentía del general unitario para dirigirse en busca de su oponente sin llevar escolta, también hay que destacar que el ejército federal no estaba compuesto por "hordas vandálicas", pues de lo contrario distinta hubiera sido la actitud de los soldados federales ante la presencia del jefe enemigo. También hay que señalar que justamente, los actos de vandalismo cometidos por las tropas unitarias por aquellos días, sumado al anterior fusilamiento sin causa del gobernador Dorrego, seguramente habían exaltado el ánimo del pueblo de la campaña, mayoritariamente federal. Tampoco el ultimado coronel Rauch, había sido modelo de tolerancia y respeto por la vida de sus enemigos.

Ya exiliado en Southampton, en una carta que Rosas remitió a su amiga Josefa Gómez, de 10 de marzo de 1869, le comentaba acerca de cómo había sido aquél encuentro con el general Lavalle: "Al entrar, me retiré, dejando dos jefes de mi mayor confianza encargados de que no hubiese ruido alguno mientras durmiera el general Lavalle y de que cuando lo sintiesen levantado me avisasen sin demora. Cuando recibí el mensaje, le envié un mate y el aviso de que iba a verle y tener el gran placer de abrazarlo. Cuando el general Lavalle me vio, se dirigió a mí con los brazos abiertos y lo recibí del mismo modo, abrazándonos enternecidos". y continúa "...hablamos con franqueza has­ta que solos los dos dejamos todo arreglado, escrito por nosotros mismos y firmado. Después de esto fueron invitadas varias personas de ambos partidos, las que asistieron a las conferencias".

Así se llegó a la firma de la convención de Cañuelas entre el general Lavalle, a nombre del gobierno de la ciudad, y el coronel Rosas, a nombre del pueblo armado de la campaña.