miércoles, 1 de junio de 2011

De Obligado a Punta del Quebracho

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 19 - Junio 2011 - Pags. 10 a 12 

“Quebrachito de eterna memoria, / de los libres por siempre serás, / ojalá de la historia argentina / no se borre tu nombre jamás”.

De Obligado a Punta del Quebracho

                                                                       Por El Federal Apostólico

El HMS Alecto, remolcando tres goletas, es atacado en el Quebracho. Grabado de G. M. Gilbert


Después  del Combate de Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), desarrollado sobre las costas del Paraná y cerca del pueblo bonaerense de San Pedro, en el cual la escuadra anglofrancesa venció las defensas argentinas y pudo liberar el paso del río obstaculizado por una barrera formada por lanchones unidos entre sí por tres gruesas cadenas afirmadas en la costa, algunas de las naves siguieron su navegación río arriba, otras quedaron en el lugar cerca de 40 días para reparar las averías que les habían causado la obstinada defensa de la artillería argentina, –algunos de los navíos tenían 120 impactos en sus cascos– para después en enero de 1846, la mayoría de ellas seguir rumbo a Corrientes y Asunción, mientras que otras regresaron a Montevideo –si bien algunas de estas últimas volvieron posteriormente a internarse nuevamente en el Paraná–.

Si bien el fiel de la victoria en ese encuentro se había inclinado a favor de los invasores anglofranceses, estos no se la llevaron de arriba. Pero lo que no esperaban era que los argentinos siguieran oponiéndoseles en toda ocasión, como efectivamente sucedió.

Repuestas las fuerzas argentinas de la derrota sufrida, su misión fue hacer frente a las fuerzas invasoras, allí donde fuere posible y con los medios que se tuvieran a disposición, ya sea montando baterías sobre las costas o simplemente atacándolas con descargas de fusilería –cuando las condiciones geográficas lo permitieran–, a fin de hostilizarlas en todo momento y para hacer efectiva la arenga del Gral. Mansilla, previo al Combate de Obligado, cuando dijo que los intrusos no navegarían impunemente las aguas de nuestros ríos.

Lo más importante era hacerles ver a los invasores de que no podrían mancillar la soberanía nacional sin ninguna consecuencia para ellos y que los ríos interiores argentinos ya tenían dueño y que no iba a ser nada fácil su navegación.

Desde el 20 de noviembre de 1845, se sucedieron diversos hechos de armas, algunos menores, por decirlo de alguna forma, y otros más importantes por el empeño en la acción de mayores recursos de ambos contendientes. Las dos acciones de mayor envergadura tuvieron lugar en San Lorenzo y Punta o Angostura del Quebracho (actual Puerto San Martín), situadas ambas a muy poca distancia una de la otra.

Durante los meses de diciembre (1845) y enero (1846), los anglofranceses desembarcaron nuevamente en Obligado, donde fueron rechazados por tropas de Mansilla, del Coronel Juan Bautista Thorne y del teniente Facundo Quiroga –hijo del general del mismo nombre–.

El 9 de enero a la altura del puerto de Acevedo en la costa bonaerense, el convoy de los invasores fue hostigados por el cañoneo de cuatro piezas de artillería argentina de 4 libras, contestado por los buques enemigos, no recibiendo ninguna de las partes daños de consideración.

Coronel Santa Coloma 

La elección de San Lorenzo y Punta del Quebracho hecha por Lucio Norberto Mansilla, comandante de las fuerzas argentinas, para instalar las baterías y presentar batalla, lo fue por su geografía, ya que por ser lugares altos, los hacía aptos para un buen ataque a los navíos enemigos y a su vez ponía a las tropas argentinas prácticamente fuera del alcance de la poderosa y moderna artillería de la escuadra invasora.

Sin perjuicio de estas posiciones principales, la artillería volante argentina –de destacada actuación–, se adelantará y seguirá por la costa del Paraná a la flota invasora y formará batería en diversos puntos de la costa donde se les hará frente, para hostigarlos y no dejarlos navegar en paz.

Como se manifestó, uno de los puntos donde se hizo frente a los invasores fue en San Lorenzo, allí en el mismo lugar donde el 3 de febrero de 1813, el entonces Coronel José de San Martín, había dado su única batalla en el suelo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, derrotando en aquella oportunidad a los realistas españoles. Quienes hayan podido visitar el lugar habrán visto que desde la costa del río Paraná, para arribar al memorable Convento San Carlos Borromeo –llamado comúnmente como Convento de San Lorenzo– se deberá escalar una empinada barranca de varios metros de altura, para llegar a una planicie que frente al Convento se llama actualmente “Campo de la Gloria”. Esa empinada barranca la debieron subir los realistas después de desembarcar para llegar al campo donde fueron atacados por los Granaderos de San Martín, quienes en heroica carga de caballería los empujaron barranca abajo causándoles numerosas bajas. Hacemos este relato para que el lector, se haga una idea de cómo es ese lugar.

Después de treinta y tres años de aquel glorioso bautismo de fuego de los Granaderos a Caballo, en el mismo lugar, esta vez el 16 de enero de 1846, las fuerzas de la Confederación Argentina, al mando de  Lucio N. Mansilla se enfrentaban a otras fuerzas invasoras: los anglofrancesas.

Allí en San Lorenzo, se desplegó la artillería de 8 cañones de 4 y 8 libras, con 350 hombres, sobre barrancas de más o menos 20 metros de altura. Los cañones y los defensores se enmascararon entre los arbustos, para no ser vistos desde los navíos enemigos.

Al mediodía, se presentaron en el lugar cerca de 60 navíos, 6 de los cuales eran de guerra y los restantes mercantes. Antes de pasar, destacaron dos naves para que efectuaran fuego de bala y metralla sobre el lugar para descubrir a los defensores, quienes –de acuerdo a las ordenes recibidas– se mantuvieron ocultos en sus puestos, sin dar señales de su existencia. Cuando el grueso de la flota se encontraba en el lugar más angosto del río, Mansilla dio la orden de fuego y los enemigos fueron atacados por las baterías comandadas  por los tenientes coroneles José Cereso y Santiago Maurice y el Ayudante Mayor de Marina Alvaro José de Alzogaray. A los daños ocasionados a los mercantes por la artillería argentina, se sumaba la ocasionada por los choques producidos entre estos navíos, debido a las maniobras que se realizaban para evitarm el ataque. Con mucho trabajo pasaron por el lugar y fueron nuevamente atacados en el Quebracho a poca distancia de allí (aproximadamente 5 kilómetros). La acción duró 4 horas, sufriendo los invasores cerca de 50 bajas, siendo por el contrario muy pocas las ocasionadas entre los defensores. Sólo uno de los buques no “recibió un balazo” según informó el contraalmirante Samuel Hood Inglefield a sus superiores.

El comandante británico del HMS Philomel, Bartholomew J. Sulivan describió así el ataque: “Rosas había preparado todas sus fuerzas para atacar al convoy y sabiendo ahora que unas baterías fijas no servirían dado que las localizaríamos adoptó un plan mas astuto: utilizar artillería móvil. Tenía aproximadamente doce cañones de campo de grueso calibre y cerca de dos mil hombres en los acantilados de San Lorenzo los cuales tienen cerca de 4 millas de largo y setenta pies de alto. Los barcos debían pasar dentro de un cuarto de milla de los acantilados. El terreno era plano y no se podía ver nada desde el río salvo el acantilado de forma tal que sus hombres estaban a salvo del fuego de nuestras naves. Se aproximaron los sesenta navíos. El HMS Dolphin lideraba la primera división del convoy, Key en el HMS Fanny en la siguiente división y Hope cubriéndoles la retaguardia. Los cañones (argentinos) continuaban llegando al acantilado mostrando solo sus bocas, disparaban y retrocedían, cargaban nuevamente y reaparecían en un nuevo sitio. De esta forma cañonearon al convoy durante tres horas impactando a cada navío varias veces. Uno de los bergantines mercantes tuvo 34 impactos. El HMS Firebrand sufrió 22 impactos, cuatro a través de su chimenea. Gracias a la Providencia no murió ninguno de los tripulantes de los 60 barcos y en el HMS Firebrand solo hubieron dos heridos. El enemigo manejó tan bien su artillería que fue prácticamente imposible localizarlos con nuestro fuego. La boca de fuego de sus cañones se evidenciaba solo un momento e inmediatamente se desplazaba de forma tal que antes de que preparáramos nuestros cañones ellos ya habían disparado y desaparecido. Nuestros disparos o daban en el acantilado o pasaban por sobre las cabezas de las tropas. El HMS Dolphin y el HMS Fanny dispararon cincuenta tiros al igual que la corbeta francesa Coquette pero no le causaron al enemigo ningún daño…El enemigo disparó en forma admirable y manejaron sus cañones como la mejor artillería del mundo… Si Rosas adopta a ese tipo de guerra, puede ocasionarnos grandes problemas, y nosotros solo le podremos hace poco daño…”

El 2 de febrero, nuevamente los enemigos intentaron un nuevo desembarco de 300 hombres en Obligado, pero fueron rechazadas por las tropas a cargo de Thorne, obligándolos a reembarcarse. Algunas horas después, la artillería de Thorne hizo frente a un convoy de aproximadamente 50 buques que dirigiéndose hacia el norte, pasó por allí.

El día 10 de febrero dos buques de guerra ingleses bombardearon durante un par de horas el Tonelero –cerca de Ramallo–, matando a algunos milicianos y ocasionando algunos daños materiales. La acción fue contestada por milicianos y la artillería a cargo del Mayor Manuel Virto.

El día 2 de abril la batería de Thorne hizo frente en el Quebracho al HMS Philomel, que huyó aguas abajo y cuatro días después en el mismo lugar hizo frente al vapor HMS Alecto que remolcaba tres goletas, ocasionándole algunas bajas y daños importantes en el navío. El marino inglés Lauchlan Billingham Mackinnon, tripulante de este buque diría en sus recuerdos “Claro es que el pobre buque salió bastante averiado”.

Comandante del HMS Philomel, Bartholomew J. Sulivan

Merece destacarse que el día 19 de abril, Alvaro José de Alzogaray en un ataque al abordaje capturó el ex navío argentino Federal que había sido tomado por los anglofranceses poco después de Obligado –rebautizado por estos como Obligado–, remitiendo a Buenos Aires a su comandante Charles G. Fegen y la bandera inglesa conquistada.

El 21, Thorne tuvo otro combate de dos horas con el HMS Lizard, tirándole abajo el pabellón que flameaba en el palo mayor. El barco quedó en malas condiciones ya que recibió 35 balas de cañón y metralla. Hubo también numerosos muertos y heridos entre su tripulación. 

Ese mismo día 21 nuestros enemigos intentaron sin éxito efectuar un desembarco en la localidad bonaerense de Ensenada siendo rechazados por las baterías comandadas por Prudencio Ortiz de Rozas –hermano del Restaurador–, no sin antes penetrar en la bahía para apoderarse de barcos neutrales allí fondeados e incendiaron varios de ellos con sus cargamentos. Cuatro días mas tarde intentaron tomar el puerto de Atalaya, siendo rechazados por las fuerzas locales.

A fines de abril y principios de mayo, cerca de Santa Fe, se fueron juntando los navíos que de regreso hacia Montevideo, estaban llegado desde Corrientes y el Paraguay, para formar convoy y bajar por el Paraná escoltados por buques de guerra, para pasar por el Quebracho y San Lorenzo, ya que se sabía –por las observaciones que habían realizado– que los argentinos habían instalado allí sus baterías. El 9 de mayo fondearon a dos millas del Quebracho; el 28 Mansilla trasladó a cincha de caballo por la costa dos piezas de artillería, asestándoles algunas balas y obligándolos a subir río arriba.

La acción decisiva tuvo lugar el 4 de junio de 1846 en Angostura o Paso del Quebracho a pocos kilómetros al norte de San Lorenzo, lugar donde el río se angosta, donde los invasores fueron severamente derrotados.

Contrariamente a lo que había ocurrido con la acción de Obligado, donde era efectivo el cierre del paso del río, porque los navíos navegaban río arriba contra la corriente –con lo cual la navegación se hacía lenta y dificultosa–, y se quería impedir su libre navegación, en el Quebracho la situación era totalmente inversa, los navíos navegaban río abajo con la corriente a favor y se retiraban hacia el sur, por ello no fue cerrado el paso del río, si bien se les hizo frente en condición ventajosa para las armas argentinas.

En la noche anterior al combate, 6 baterías de cohetes a la Congreve, desembarcadas del HMS Alecto, fueron ocultamente emplazadas en un islote ubicado frente a las posiciones argentinas.

Ese día y con viento norte y a media mañana, 12 navíos de guerra –vapores, goletas, bergantines, corbetas– que montaban 85 cañones poderosos que iban desde el calibre 24 al 80 y 95 mercantes repletos de mercaderías que no habían podido vender ni en Asunción ni en Corrientes, trataron de pasar por el lugar. Las fuerzas de la Confederación, comandadas por Mansilla, tenían 17 cañones, una batería al mando de Virto y dos al mando de Thorne, con 750 soldados de infantería y carabineros, entre los que se encontraban un batallón de San Nicolás, Patricios de Buenos Aires, 200 soldados del regimiento santafesino Santa Coloma –al mando del teniente coronel Martín Isidoro de Santa Coloma y Lezica–, hubo además otros 200 infantes de reserva.

A la vista de la flota enemiga, al grito de Mansilla de “¡Viva la soberana independencia argentina!” se dio la orden de fuego. Las baterías argentinas, por la altura de las barrancas, se encontraban prácticamente fuera del alcance de la poderosa artillería enemiga. La confusión y el caos se apoderó de los barcos enemigos en el intento de huir precipitadamente y a la mayor velocidad, para evitar el fuego de la artillería argentina. Algunos se envistieron, otros quedaron varados y fueron castigados por el fuego de los defensores. Los enemigos tuvieron dos barcos mercantes hundidos y otros 4 que al quedar varados fueron incendiados por ellos mismos para no caer en manos argentinas, –no obstante lo cual una fue capturada por los hombres de Mansilla, al haberse podido apagarse el fuego–. En medio del combate y para aligerar los navíos, se echaron por la borda  bultos con mercaderías. Prácticamente todos los barcos recibieron impactos y algunos de guerra fueron severamente dañados. Los anglofranceses tuvieron  60 bajas, mientras que los defensores acusaron solamente un muerto y cuatro heridos, entre ellos el bravo Thorne, –mal herido en su hombro–. La batalla había durado aproximadamente tres horas. Da una idea del vivo y fiero combate, que de los 17 cañones argentinos, quedaron desmontados 10, pero no por el fuego enemigo, sino por la intensidad del fuego propio, que averió sus cureñas.

El capital del HMS Harpy, Charles Honthan, dirá en el parte a sus superiores: “Fuimos perseguidos por artillería volante y considerable número de tropas que nos hacían un vivo fuego de fusilería, el Harpy está bastante destruido, los buques han sufrido mucho”

En la carta dirigida desde Quebracho por Mansilla al Coronel Vicente González, el mismo día de la batalla, dice así:

“¡Viva la Confederación Argentina!

¡Mueran los salvajes unitarios!

Al coronel don Vicente González.

Quebracho, junio 4 de 1846.

Mi estimado amigo:

Me es altamente grato comunicará V. el suceso de hoy, pues él ha sido honroso a nuestras armas, y ha agregado un timbre más á las glorias de la Confederación.

Los bárbaros alevosos anglofranceses y el convoy de piratas que hace días esperaban un viento favorable para pasar por nuestro fren­te, se presentaron hoy en este punto y empezó un reñido combate cerca de las 11, el cual ha durado hasta más de las dos de la tarde.

La valiente división a mi mando ha sostenido con digno valor e inteligencia los fuegos desproporcionados del enemigo, haciéndole presentar el denuedo y bizarría de los verdaderos hijos de la patria. Los anglofranceses tan soberbios en los mares, se han cubierto hoy de ignominia. No han conseguido ni la más ligera ventaja. Algunos de sus buques de guerra fueron tan maltratados por nuestra artillería, que se pusieron luego fuera de combate, y han arrojado al agua más de 30 cadáveres.

El convoy de piratas llevó su merecido. Están aún ardiendo á nuestra vista una barca, dos goletas y un pailebot con todo su carga­mento. En medio de la confusión producida por nuestros pequeños cañones, estos buques vararon en la costa de enfrente, y los protecto­res del comercio del Paraná, los que ha poco aseguraban a los salvajes unitarios de Montevideo, y a los ministros Ouseley y Deffaudis que el Paraná estaba franco, no encontraron mejor medio que incendiar los buques de sus protegidos por no arrostrar un rato más el fuego de nuestras piezas. Esta vez se han mostrado muy cobardes los fanfarrones Hotham y Trehouart. No tendrán que hacer sin duda tantas recomendaciones al almirantazgo.

Preciso será que ellos y sus mandatarios se persuadan que el pecho de los argentinos es una muralla invencible, cuando se trata de defender su cara independencia y sus sagrados derechos.

Por tan honrosa jornada, en la que no tengo más pérdidas que la de un solo hombre y cuatro heridos, por la visible protección de la Divina Providencia y por los bienes que reportará á la Confederación Argentina tan dignamente presidida por nuestro tan querido Rozas, felicita á V. su amigo y confederal.

LUCIO MANSILLA”.

El historiador Francisco Hipólito Uzal dirá: “El encuentro del Quebracho, aparte de su enorme importancia militar y política, fue el sello definitivo del desastre económico-comercial de una empresa de injusta prepotencia, llevada a cabo por quienes, seguros de su enorme superioridad material, y atropellando sin consideraciones humanas ni jurídicas todos los derechos de la Confederación Argentina, se proponían un cuantioso dividendo”.

Después de las pérdidas sufridas y al fracaso de la expedición, los interventores no se animaron más a ingresar a nuestros ríos interiores.


Aclaraciones. 

Artillería volante: Era la artillería que acompañaba a la caballería, por lo cual también se la conoce como artillería a caballo o artillería montada o artillería rodada o artillería ligera.

Batería: Se llama así a un conjunto de piezas de artillería dispuestas a operar en forma conjunta.

Pailebot: Es un tipo de nave de guerra de la época de la navegación a vela.

 

Fuentes:

Capitán de Corbeta Médico (R) Eduardo C. Gerding, “¡Recuerden la Vuelta de Obligado!” publicado en “Revista del Mar” Nº 164, Diciembre de 2009.

Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina”.

Francisco H. Uzal, “Obligado, la batalla de la Soberanía”.

Antonio Testa, “A 160 años de la lucha por la Soberanía: Cronología de la Guerra del Paraná”, en “Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” Nº 66

Miguel Angel de Marco ”El conflicto continúa” en “Juan Manuel de Rosas y los bloqueos al Río de la Plata de Francia e Inglaterra”