miércoles, 1 de junio de 2011

De "bárbaros" y "civilizados"

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 19 - Junio 2011 - Pag. 16 

De “bárbaros” y “civilizados”

                                                                                     Por El Gaucho Federal


Domingo Faustino Sarmiento
En 1845, Domingo Faustino Sarmiento, autoexiliado en Chile, escribió “Civilización i barbarie – Vida de Juan Facundo Quiroga”, que el común de la gente conoce como “Facundo”.

Esta fue una obra escrita con el propósito de atacar al gobernador de Buenos Aires y como dirá David Peña en su obra “Juan Facundo Quiroga”: “Para atacar a Rosas, Sarmiento escribe Facundo”.

Según el Diccionario, “civilización” significa: “estadio cultural propio de las sociedades humanas mas avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres”, mientras que define a la “barbarie” como “rusticidad, falta de cultura / Fiereza, crueldad”.

Fue Sarmiento el que instaló así la dualidad de “Civilización” y “Barbarie” en nuestra historia argentina.

Por supuesto… que Sarmiento se incluye en la primera categoría, junto con sus amigos del partido unitario y liberal, considerándose muy “civilizados” mientras que a los del partido contrario, los federales, los apostrofa con el término de “bárbaros”.

Pero como bien se pregunta Peña en su mencionada obra “¿De qué lado estaba la civilización? ¿De qué lado la barbarie?”

Vamos a mostrar una “perlita” de los “civilizados” y en especial del “civilizado” Sarmiento.

Corría marzo de 1857, el “bárbaro” Rosas ya había caído hacía cinco años y la “mazorca” ya no existía… Los unitarios y federales eran en ese momento los “Pandilleros” y los “Chupandinos” designándose así respectivamente unos a otros. A los primeros se los llamaba de esa forma por su modo violento y tumultuoso de proceder y a los segundos por correr el carlón en sus reuniones.

En esos momentos la provincia de Buenos Aires designada por los porteños como “Estado de Buenos Aires”, se encontraba secesionada de la Confederación Argentina y era prácticamente un país independiente del resto de la Argentina. Tenía su ejército, su cuerpo diplomático y  su propia constitución –sancionada en 1854–, con las garantías individuales por las cuales los “civilizados” tanto habían bregado…

Se realizaban elecciones el día 29 para elegir a los 25 reemplazantes  de los miembros salientes de la Cámara de Representantes y de 7 senadores, quienes intervendrían tiempo después en la elección del Gobernador. Sarmiento había dicho un mes y medio antes “mi situación y mi porvenir dependen del resultado de las elecciones”.

Si bien en la ciudad las fuerzas de ambos partidos eran más o menos equivalentes, en el resto de la provincia los federales eran mayoría, por lo que el gobierno comprendió que las elecciones se perderían si se realizaban en forma limpia, y si entonces los federales ganaban, la provincia volvería a incorporarse a la Confederación Argentina y los unitarios perderían su influencia.

Es por ello que el gobierno echa mano a todo procedimiento –léase atropellos– que le permitiera “ganar” las elecciones. Así el gobierno apoya a los pandilleros quienes resultan ganadores de la “elección”.

Un poco más de un mes después –3 de mayo–, Valentín Alsina acérrimo liberal, es elegido Gobernador por los pandilleros.

Sarmiento, falto de pudor, en la prensa se mofa de los adversarios y se regodea del triunfo oficialista.

En una carta que Sarmiento dirigió a Domingo de Oro el 17 de junio, –que cae en poder de Urquiza y que éste hace publicar–, cuenta con lujos de detalles como ganaron en tan democrática y civilizada elección. Dice:

“Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que empleados hábilmente, han dado este resultado admirable e inesperado… establecimos en varios puntos depósitos de armas y municiones, pusimos en cada parroquia cantones con gente armada, encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esa gente con éstos y otros medios que el 29 triunfamos sin oposición. Los gauchos que se resistieron a votar por los candidatos del gobierno fueron encarcelados, puestos en el cepo, enviados al ejército para que sirviesen en la frontera con los indios y muchos de ellos perdieron el rancho, sus escasos bienes y la mujer… El miedo es una enfermedad endémica en este pueblo; esta es la gran palanca con la que siempre se gobernará a los porteños; manejada hábilmente, producirá infaliblemente los mejores resultados”.

Atropellos, asesinatos, terror, fraude… ¿Es todo esto la civilización...? ¿Dónde...? ¿Será la civilización bárbara…?

Veintidós años antes y como condición para asumir como Gobernador de la Provincia, no obstante haber sido elegido por la Legislatura, el “bárbaro” Rosas, pidió un plebiscito para que el pueblo se expresara libremente, el que se llevó a cabo los días 26, 27 y 28 de marzo.

Todos los hombres aptos para votar concurrieron  a sufragar; de 9320 que lo hicieron –la cifra más alta hasta ese entonces–, solo 7 votaron negativamente.

Sarmiento en “Facundo” dirá sobre dicha elección o ratificación a la designación por parte de la legislatura: “…la votación fue unánime, excepto tres votos que se opusieron a la delegación del Poder Público…”, y luego se pregunta el sanjuanino: “…Sería acaso que los disidentes no votaron?” y contesta: “¡Nada de eso!. No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar”. En esa misma obra afirmará: “Y debo decirlo, en obsequio de la verdad histórica: nunca hubo gobierno más popular, mas deseado ni mas bien sostenido por la opinión”.

En sus “Obras Completas”, leemos esta otra afirmación: "Rosas era un republicano. Era la expresión de la voluntad del pueblo y en verdad que las actas de elección así lo muestran… Rosas era popular... Rosas era una manifestación social, una fórmula de una manera de ser de un pueblo. La suma del poder público le fue otorgada por aclamación y plebiscito, some-ti­endo al pueblo la cuestión".

Esteban Echeverría, también dirá sobre esta cuestión: “Su popularidad era indisputable: no solo el pueblo sino la juventud y la clase pudiente lo deseaban, lo esperaban cuando empuñó la suma del poder”.

Ese plebiscito fue un acto pleno de soberanía popular, donde se puso en práctica por primera vez en nuestro país el sufragio universal… propio de un país civilizado… que pusieron en práctica los “bárbaros”.

 

Fuentes:

“Vida de Sarmiento – El hombre de autoridad”, Manuel Gálvez.

“Crónica Histórica Argentina”, Edit. Codex.

“Sarmiento – Su gravitación en el desarrollo nacional”, Pedro De Paoli.