Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 19 - Junio 2011 - Pags. 1 a 5
PALERMO DE SAN BENITO
Por
Norberto J. Chiviló
En
varios números anteriores de este periódico –Nº 6, 8, 13 y 17– nos referimos al
conflicto que nuestro país mantuvo con Francia, durante dos años y medio, a
raíz del bloqueo impuesto por aquella potencia europea. La construcción de una
residencia en Palermo, por parte del gobernador de la provincia, y encargado de
las Relaciones Exteriores de
Lo
que ahora conocemos como Palermo, Palermo de San Benito o sencillamente como los
“bosques de Palermo”, fue adquirido por Rosas en el año 1838 y en esos terrenos
construyó su residencia.
Camino de entrada, Acuarela de Camaña, 1855 |
A
mediados del siglo XVI, esas tierras habían pertenecido al italiano Juan
Domínguez Palermo, quien así le habría dado el nombre a esa zona, a la que se
la llamó “Los campos de Palermo”, que se extendía desde lo que hoy es la zona
de Retiro hasta Palermo. El lugar era anegadizo, con suelos arcillosos y
arenosos, y que por ser lindero al río de
Rosas
habría comprado los primeros terrenos –tres quintas– a
Juan Bautista Peña “en el bañado de Palermo”, tal como figura en la
escritura que se realizó por ante el
Escribano Luís López, el 12 de enero de 1838, día este que se celebra San
Benito Biscop.
De
ahí que algunos escritores, afirmen que el nombre que Rosas le da a su
residencia: “Palermo de San Benito”, tiene que ver, lo primero por la zona y lo
segundo por el onomástico correspondiente al día de la compra. Para otros, el
nombre tendría su origen en la existencia en ese lugar, de una pequeña capilla
dedicada a San Benito de Palermo, un santo que vivió en el Siglo VI originario
de la localidad italiana de Palermo, de raza negra, de origen etíope y
musulmán, convertido al cristianismo y que formó parte de la orden franciscana.
Fue el primer santo de raza negra canonizado por
Palermo de San Benito. 1850. Acuarela de Carlos Sívori (2) |
Si
bien los habitantes mas acomodados de Buenos Aires, buscaban la zona sur para
vivir que en aquella época estaba más de moda, Rosas eligió la zona ribereña
–al norte de la ciudad–, inhóspita y abandonada, donde llegó a adquirir
De
esa forma, Juan Manuel, acostumbrado al campo y a la soledad –ya que desde niño
había vivido en los campos de sus padres y lejos de la ciudad–, quería alejarse
un poco de la “Gran aldea” que era Buenos Aires, donde residía en la casa que
había sido de sus suegros, ubicada en la calle Restaurador Rosas entres las
calles Universidad y Representantes
(actual calle Moreno entre Bolívar y Perú – ver fotografía en ER Nº 11,
pág. 11). Debemos tener también en
cuenta que en aquella época la ciudad terminaba en lo que en la actualidad es
Av. Callao y Av. Santa Fe, por lo cual Palermo se encontraba distante.
Desde
el momento de la adquisición de esas tierras, Rosas se encargó personalmente del
cuidado y supervisión de las tareas de rellenado y nivelación de estos terrenos
bajos y anegadizos y lo hizo trayendo desde las barrancas de Belgrano tierras ricas
en humus. Infinidad de carros y carretas en un ida y vuelta trasladaron la
tierra, tardando años en completar la tarea –Sarmiento ha calculado en un
millón doscientas mil las carretadas de tierra transportada–. Los árboles y las plantas
morían debido a la excesiva humedad del suelo, que pudrían sus raíces, por lo
que fue necesario además de las tareas de relleno, realizar desagües y trazar una
red de canales y zanjas hechas con paredes y pisos de
ladrillos, para
el escurrimiento del agua. En ese bañado que le llevó muchos años en sanearlo,
había diversas especies vegetales como sauces llorones, cítricos, álamos, ceibos,
talas, mimbres, espinillos y otras y habitado también por varias especies de
animales, que su propietario siempre trató de incrementar, todo lo cual fue posteriormente
convertido en jardín y fue el entorno de su casa.
La quinta de Rosas en Palermo. Acuarela de F. Fortuny |
En
esas tierras había una pequeña y humilde casilla que Rosas utilizaba y le
servía de habitación cuando estaba en el lugar controlando el relleno de las
tierras y la construcción de su casa, y que para él tenía un valor afectivo,
por lo que fue posteriormente arreglada y conservada, aún vacía, y que formaba
parte del paisaje.
La
casa que Rosas mandó construir en Palermo, sobre planos de Felipe Senillosa, y dirigida
la obra por el maestro Santos Sartorio, fue realizada con buenos materiales,
barro y argamasa –extraída de una calera de Belgrano– y llegó a ser considerada la mejor casa de
América, no solo por su sólida construcción, sino también por el orden y
cuidados que se le prodigó. La obra se terminó en 1838 si bien en 1843 se efectuó
una segunda construcción por el maestro Miguel Cabrera.
El
edificio era un caserón cuadrado, de una sola planta de 78 x 76 mts, con un
pabellón –o baluarte– rectangular en cada vértice. Contaba con 16 habitaciones –cada
una de las cuales tenía su estufa– que daban a un gran patio central. La
edificación estaba rodeada en su totalidad por una galería exterior con arcadas
en recova. En las galerías había bancos de caoba y sillones.
Vistas de San Benito de Palermo (3) |
Los
muros estaban hechos de ladrillo. El techo tenía azotea y barandas de hierro,
sostenida a intervalos regulares por pilares, sirviendo alguno de ellos de
chimeneas. Desde la azotea se podía tener una linda vista del río. Los pisos
eran de baldosas y los cielos rasos de madera pintada de color blanco. El
alumbrado era mediante lámparas de aceite, lo más moderno de la época.
El
dormitorio y las habitaciones de Rosas miraban al río, mientras que las cuatro de
Manuelita estaban orientadas para el lado opuesto –oeste–, esto es a lo que
actualmente es
En
el frente norte que daba a lo que actualmente es
Algunos
autores difieren acerca de la distribución y orientación de tales dependencias.
El
caserón también contaba con salones de atención y honores, donde abundaban los
espejos y muebles de caoba y los cortinados de seda, de los techos colgaban arañas
de caireles con fanales, los pisos estaban cubiertos por diferentes alfombras. Algunos
de estos salones contaban hasta con 16 sofás. El color predominante era el
rojo.
En
esos salones tenían lugar las tertulias organizadas por Manuelita –quien
oficiaba de verdadera anfitriona–, a las que raras veces concurría su padre, ya
que este escapaba de la vida mundana. En esas reuniones se tomaba el mate de leche
aromatizado con canela o vainilla y también abundaba el chocolate y en las que
el baile y recitado de poesías eran infaltables, y a las cuales concurrían amigos
y allegados a la hija del Restaurador, funcionarios, diplomáticos residentes en
Buenos Aires, personajes de la cultura y visitantes importantes que pasaban por
La oración de Manuelita (donde se aprecia la habitación de la hija de Rosas) Acuarela de por Léonie Matthis |
En
la parte sur de la construcción había una pequeña capilla, cuyo patrono era San
Benito y en el que había una imagen de
Las cuentas de este rosario / son
balas de artillería / Que todo el infierno tiembla / en diciendo ¡Ave María!”
En
una oportunidad y por una creciente del río de
La
casona estaba rodeada por amplios jardines y parques, –los mas importantes de
Buenos Aires– donde se podían ver plantas ornamentales, florales y árboles del
país, bosquecillos de sauces, naranjos, cipreses, paraísos, nogales y otros
árboles vistosos, como así también animales como monos, llamas, tigres de
Corrientes, entre otros y diversos tipos de aves como ser avestruces, ñandúes,
pavos reales, gavilanes, gansos, aves lacustres, pájaros de hermoso plumaje,
teros, aves de presa, etc. Los animales que no eran salvajes deambulaban
libremente por el lugar.
También
se construyeron numerosas jaulas, y pajareras donde había animales salvajes y
aves autóctonas del país, para solaz de los visitantes. Podríamos decir que
todo ello fue el primer zoológico con el que contó la ciudad.
En
medio del jardín también había una glorieta con techo en cúpula, en su interior
había estatuas y bustos de yeso y mármol.
Esos
jardines si bien eran de propiedad de Rosas, eran de acceso público, ya que
podían ser visitados y disfrutados por quienes quisieran porque el lugar
carecía de verjas y guardias en su alrededor (ver en este número “Anécdotas”), así,
los domingos la gente de la ciudad se corría a Palemo, ya en carruajes como a
caballo, para pasear y hacer picnics,
siendo este un paseo habitual.
En las actuales avenidas Alvear y
Sarmiento estaba la maestranza ocupada por una escolta compuesta de hombres de
confianza de Rosas, la mayor parte de ellos peones de sus estancias y próximos
a este edificio había otros, destinados a la habitación de la peonada,
caballerizas y talleres de herrería y carpintería. También se contaba con un
lugar destinado a la jardinería, donde se almacenaban semillas –clasificadas y
ordenadas– y otro a veterinaria, para el cuidado de los animales. Había una
enfermería para peones y soldados y una farmacia. Tengamos en cuenta que para
el mantenimiento de la propiedad, los jardines y animales era necesario un
verdadero “ejército” de peones.
Había plantaciones de frutales,
especialmente cítricos e higueras a los cuales se les prodigaba mucha atención
y cuidado. Durante las noches de invierno los cítricos eran tapados para evitar
los daños que pudieran ocasionarles las heladas.
La propiedad estaba dividida en cuatro por dos avenidas (actualmente Avenidas Del Libertador y Sarmiento) que se cortaban en ángulo recto, frente a la residencia. Una serie de senderos rectilíneos que se cortaban con otros en línea recta, permitían recorrer los jardines. Las curvas no existían en el lugar.
Se
hizo un camino que unía
La capa de conchillas que cubrían los senderos,
si bien le daban un agradable aspecto, también ocasionaban inconvenientes, pues
el ir y venir de los carruajes, en los momentos de sequía y viento, llenaba y
cubría todo de un fino polvillo blanco. Tan es así que se disponía de gran
cantidad de peones, que subidos a escaleras, lavaban y cepillaban las copas de
los árboles para sacar el polvo y volver al verdor natural cuando ello era
necesario (Según Sarmiento, serían mil quinientos los peones encargados de esas
tareas, cifra esta un poco exagerada). Esos peones también se ocupaban de
recoger las hojas secas y de realizar el cuidado y mantenimiento del lugar, que
siempre lució prolijo y ordenado. Se tenía especial cuidado por la aparición de
insectos y pestes que pudieran afectar la vegetación. Todo el lugar estaba
cuidado y aseado, en forma esmerada y controlado personalmente por su
propietario, quien con su vestimenta habitual de pantalón y chaqueta color azul
oscuro y chaleco punzó y gorra de plato de color azul recorría la zona
ordenando las tareas a realizar.
Otra de las obras hechas en el lugar, fue
la canalización de un arroyo que circulaba en línea recta hacia el Río de
La residencia de Rosas, se fue
convirtiendo con el tiempo en la verdadera casa de gobierno, ya que el
Gobernador muy poco concurría a su casa de
Todo ello constituyó para aquella época
una obra importante y titánica, que fue realizada con una visión futurista y
con un concepto paisajístico no común. Se cambió una zona inhóspita y
descuidada, por otra totalmente embellecida y forestada. Esa obra realizada por
Rosas, fue ocultada por la historia oficial, ya que un “bárbaro” como él fue
tildado, no podía haber hecho tales mejoras y construcciones; otros personajes como
Sarmiento, la criticaron por no haber seguido el ex gobernante porteño con los
modelos paisajísticos europeos (por no haber tenido al frente “un prado
inglés”). En toda esa obra paisajística Rosas utilizó la flora autóctona y en
cuanto a los animales, también fueron los del país.
Mucho le costó monetariamente al
Restaurador, realizar toda esta obra edilicia, ambientalista y de saneamiento y
su posterior mantención, volcando en ella el producido por sus estancias.
Cuando
el inglés Mac Cann visitó a Rosas en Palermo en 1848 (ver ER Nº 13, pág. 10 y
11), el Gobernador, le comentó que alguien podría preguntarle para qué se había edificado esa
casa en esos lugares a lo cual él le contestaría que lo había hecho con el
propósito de vencer dos grandes obstáculos. Uno de ellos para demostrar la
confianza en un porvenir sólido, ya que el edificio se había empezado a
construir durante el bloqueo francés y que como el pueblo se encontraba en gran
agitación, él también había querido dar esa muestra de confianza y calmar los
ánimos. El otro era que al erigir su casa en un sitio poco favorable, quería
dar a sus conciudadanos un ejemplo de lo que podía hacerse cuando se trataba de
vencer obstáculos y se tenía la voluntad para vencerlos. Efectivamente, Rosas
era una persona emprendedora, a la cual no le arredraban y asustaban los
obstáculos que pudieran aparecerle.
La residencia fue convirtiéndose con
el tiempo en el centro político de
El 27 de enero de 1852, Rosas se alejó
por última vez Palermo, ya que en esa fecha partió para los Santos Lugares de
Rosas, para comandar su ejército en las vísperas de Caseros.
Colegio Militar en el Caserón de Palermo |
Después
de ser derrotado en esa batalla, su residencia y las propiedades de Rosas en
Palermo, fueron ocupadas por Urquiza y sus tropas, destruyendo éstas mucho de lo que en allí
había. También, en Palermo, fueron fusilados por orden del
entrerriano, los integrantes del Batallón Aquino –quienes habían integrado el
ejército urquicista y pasados al ejército de Rosas–, siendo colgados sus
cuerpos de los árboles que se encontraban al costado del camino de entrada a la
residencia, despertando el horror de quienes en los días posteriores a la
batalla concurrían al lugar para presentarse ante el Jefe vencedor. Al margen
de este relato, podemos decir que en esos días inmediatos a la batalla, se
fusilaron a más personas que durante toda la época rosista.
En
ese lugar Urquiza convocó a los gobernadores
de Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe, donde se firmó el Protocolo de Palermo
el 6 de abril de 1852, acordándose que Urquiza se encargaría del manejo de las
relaciones exteriores de
Las
autoridades que se hicieron cargo del gobierno después de Caseros no se
ocuparon en lo más mínimo en mantener el lugar, sino todo lo contrario, ya que
había que borrar todo lo que representara al régimen del antiguo Gobernador, quedando la que había sido
la residencia de Rosas y la zona de Palermo descuidada y abandonada (ver en
este número “Recuerdos de una viajera”).
A
los trece días de producida la batalla de Caseros, las autoridades provinciales
dispusieron la confiscación de todos los bienes de Rosas, existentes en la
provincia de Buenos Aires –entre
ellas las de Palermo–,
declarándoselos de “pertenencia pública”. Si bien esas confiscaciones fueron
dejadas sin efecto por Urquiza posteriormente, ello lo fue durante poco tiempo,
pues las autoridades provinciales surgidas de la revolución liberal del 11 de
setiembre de 1852, –por
la cual se provocó la secesión de la provincia de Buenos Aires de
La
residencia de Rosas en Palermo, tuvo posteriormente diferentes destinos.
Caseron de Rosas. Fotografía de fines del S. IX o principios del XX |
En
el año 1858 se realizó
El 27 de junio de 1874 se
sancionó la ley creando un paseo público, que a propuesta del diputado por Buenos
Aires, Vicente Fidel López y en recordación de la batalla de Caseros se le dio
el nombre de “Tres de Febrero”, destinándose los terrenos de Palermo de San Benito
para tal fin, que fue inaugurado en noviembre del año siguiente por el
Presidente Nicolás Avellaneda.
Finalmente
también un 3 de febrero pero del año 1899 –haciendo coincidir nuevamente la fecha
con el aniversario de la batalla de Caseros– y durante la segunda presidencia
de Julio A. Roca, –siendo Adolfo Bullrich intendente de
También
y siguiendo con aquél ánimo revanchista, el 25 de mayo de 1900 se inauguró la
estatua a Sarmiento realizada por el escultor francés Auguste Rodin, que se ubicó
en el mismo lugar donde había estado el dormitorio de Rosas.
Recién
pasado un siglo, en 1999, se inauguró un monumento a Juan Manuel de Rosas obra
del escultor Ricardo Dalla Lastra (ver ER Nº 13 pág. 16), frente a la que había
sido su casa.
El
trazado definitivo de los parques de Palermo, que sin muchas variantes han
trascendido al presente, se debieron a los trabajos paisajísticos realizados en
1890 por el arquitecto francés Carlos Thais.
Lucio
V. Mansilla compararía el Palermo de Rosas con el Palermo posterior o Parque
Tres de Febrero: “…el hecho es que el Palermo de entonces me parecía a mi más
bello, bajo ciertos aspectos, que el Palermo de ahora. A no dudarlo, el suelo
del Palermo de entonces era mejor que el suelo del Palermo de ahora, como el
Palermo de entonces, incuestionablemente, tenía un aspecto más agreste, más de
bosque de Boulogne que el de ahora, y en el que la simetría, hasta para
pasearse, comienza a ser de una monotonía insoportable.”
En el Capítulo 119 “¿Está usted
tomando partido?” de la obra “Juan Manuel de Rosas. El maldito de nuestra
historia oficial” el escritor Pacho O’Donnell, pregunta al lector:
“Cuando
usted se refiere al pulmón verde de
¿Estará usted tomando partido?”
Fuentes:
“El estanque de Rosas y el
baño de Manuelita en Palermo”
de Jorge Ramos y Daniel Schávelzon, Revista del Instituto de Investigaciones
Históricas “Juan Manuel de Rosas”, número 28.
Miguel Angel Scenna, “Palermo, ese
confín porteño”, Revista Todo es Historia Nº 36.
El desván de Clío, Revista Todo es
Historia Nº 285.
Manuel Bilbao (h), “Tradiciones y
recuerdos de Buenos Aires”.
www. palermonline.com.ar
www. lagazeta.com.ar/palermo.htm
www.edesideriogarcia.com.ar/index2.htm
(1) El retrato corresponde a una litografía con la leyenda “Rosas el Grande”, de Julien, sobre dibujo de Cayetano Descalzi, editada en París por la casa “Lemercier, Benard et Cie”.
(2) Palermo de San Benito en 1850, acuarela de Carlos Sívori. En esta obra se aprecia la residencia y otras construcciones, el canal o estanque, paseantes en carruajes, a caballo y a pie, bosques y plantaciones y aves grandes en libertad.
(3) Publicado en una revista de fines de S. XIX o principios del XX. Fue reproducida como ilustración en el libro “El Tirano Juan Manuel de Rosas” de Javier A. Silvestre, edic. 1914.