lunes, 1 de marzo de 2010

Estampilla alusiva a Juan Manuel de Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 16 

Estampilla alusiva a Juan Manuel de Rosas


Repatriación de los restos de Rosas


El colaborador de nuestro periódico, Sr. Ricardo Succar, nos obsequió la estampilla emitida por el Correo Oficial de nuestro país el día 1º de junio de 1991, con el matasellos del día de emisión, “Repatriación de los Restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas”. El sello de 30 x 40 mm. tenía un valor de A 4.000 y la efigie del personaje homenajeado fue dibujado por Carlos Quaglia, la tirada fue de 154.000 sellos postales y se imprimió en la Casa de Moneda.

Hábitos de trabajo de Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 16 


Anécdotas

Antonino Reyes cuenta los hábitos de trabajo de Juan Manuel de Rosas

Antonino Reyes
Es de destacar la dedicación a la tarea administrativa que se imponía Rosas, en el duro y fatigoso trabajo que le demandaba gran parte del día. Fue sumamente puntilloso, estando en cada cuestión y en cada detalle, tanto en las cuestiones puramente administrativas, como en las políticas, militares y en aún en las diplomáticas.

Nos cuenta Carlos Ibarguren:

“La correspondencia militar con la vanguardia del ejército y la política con las provincias y con sus amigos de Bs. As. (N del D.: en le época de la expedición al desierto) le absorbía constantemente, “la poníamos en limpio –recuerda su secretario Antonino Reyes– en la tienda del general donde estábamos para no salir sino cuando Su Excelencia dejaba el trabajo, que era siempre después de la media noche o a la madrugada…”

…“No tenía –recuerda Antonino Reyes– hora fija para dejar de escribir, y sus empleados debían ser dotados de buena salud para soportar la tarea”. La abrumadora labor iniciábase a las tres de la tarde y continuaba sin tregua hasta las ocho o nueve de la mañana del día siguiente, en que se acostaba a dormir. Así que se despertaban –anota Antonino Reyes– “abría la puerta de su despacho y dormitorio, me mandaba llamar y ya empezaba de nuevo a trabajar. Jamás he visto al general Rosas de tertulia”. Los escribientes se turnaban; ninguno podía seguirle durante gran parte del día y toda la noche. Se había reservado atender directamente, sin asistencia de sus ministros, las cuestiones políticas, los asuntos de las provincias y de la campaña, los militares y la correspondencia con los gobernadores, jueces de paz y jefes del ejército. Los numerosísinios chasquis iban y venían, como de un hormiguero; llegaban directamente hasta el secretario, que recibía los oficios, los extractos y los presentaba para su estudio y contestación.

Rosas pasaba las horas escribiendo, a ratos dictaba a los pendolistas, paseándose como un león enjaulado por la sala del despacho. Era tan personal que no delegaba en nadie la redacción de las innumerables cartas que diariamente debía responder. “Tengo que hacer yo mismo toda la correspondencia, y no me es posible entregar a otro un trabajo que es de absoluta necesidad que yo personalmente lo haga” (N. del D.: comentará en carta a Urquiza). Su minuciosidad no descuidaba el detalle más mínimo. Todo lo reglamentaba, hasta las líneas de la escritura, o la forma de compaginar o numerar los pliegos: “que cada oficial tome un pliego y saque una copia de él; lo que no importa que unos pliegos se acaben de copiar más acá y otros más allá, siempre que vayan numerados, etc., etc.”

Leía despacio los artículos, muchísimos inspirados por él, que debían publicarse en la prensa, pasando bajo su censura, y hacía correcciones escribiéndolas al margen…

 

Antonino Reyes cuenta los hábitos de trabajo de Juan Manuel

“El tiempo corrido desde que entré al servicio del general Rosas y muy cerca de su persona, me da derecho a juzgar al hombre... No tenía hora señalada para su despacho: cuando se acababa lo del día se dejaba el trabajo y se despachaban los escribientes; generalmente la noche se pasaba en el trabajo. Se llamaba del Ministerio cuatro o seis escribientes cuando estábamos muy apurados. A estos escribientes se les despachaba a las cuatro de la tarde y se les daba a cada uno cinco pesos para ir a comer a la fonda: a los de la oficina, nada; éstos comían, si no había trabajo, en la mesa general de la familia, y si había que hacer no se movían. A mí jamás me mandaba a comer, y cuando iba, al momento me llamaba para que hiciese el trabajo que correspondía a los demás. Se comprende el motivo: era que como él quedaba trabajando, no podía estar solo, pues tenía que hacer copiar lo que escribía… El domingo o día de fiesta era lo mismo que el día de trabajo. Generalmente dejaba el trabajo a la madrugada, a veces a las ocho o nueve de la mañana, y lo retornaba a las tres o cuatro de la tarde. Inmediatamente se despertaba y abría la puerta de su despacho y dormitorio, si aún no había llegado me mandaba llamar y ya empezaba el trabajo... Tengo la convicción que nunca usó en beneficio propio de los dineros del Estado durante su gobierno. Era celoso defensor de los caudales públicos y no permitía que los encargados de la distribución de dineros rindieran cuentas dudosas. Sólo había descanso cuando el general iba a Palermo y nos dejaba en la ciudad, y muchas veces al marcharse nos dejaba trabajo. No había que separarse mucho porque solía llamar de Palermo por algún trabajo urgente. Sabido es que entonces iba a Palermo a respirar después de un largo encierro, y allí sólo recibía con gusto determinadas personas. Allí no estaba el gobernador, allí era simplemente el ciudadano, era la casa particular donde el servicio y lo que consumía era costeado por don Juan Manuel, para lo cual prevenía lo necesario al proveedor don Pablo Santillán y era todo pagado con su dinero particular. En estos paseos no molestaba, como él decía, a ningún edecán, ni ayudante: llevaba a dos ordenanzas y el servicio particular. He oído muchas veces que salía disfrazado. No es cierto: no salía sino de particular, embozado en su capa, sin que nadie lo acompañara, algunas veces lo acompañaba yo; sus salidas eran a lo del doctor don Tomás de Anchorena. Otras veces iba solo, daba una vuelta y volvía  después de una hora. La puerta quedaba apretada sin pasador y yo en la pieza siguiente".

Fuentes: 

Carlos Ibarguren, “Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo”.

Julio Irazusta, “Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia”, Edic. 1975, Tº 7, pág. 185.

Soldados de la Confederación Argentina

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 15 

SOLDADOS DE LA CONFEDERACION ARGENTINA


SOLDADO DEL BATALLÓN DEFENSORES DE LA INDEPENDENCIA· 1840

.



 

Este batallón, formado hacia fines de la década de 1830, se hallaba acampado en Santos Lu­gares, al mando de D. Mariano Maza. Hizo la campaña contra Lavalle y Lamadrid y luego formó parte de las fuerzas de Oribe en el sitio de Montevideo. Tenía agregado una compañía de 25 artilleros, armados de carabinas y con un tren volante. (Fuente: Album de Uniformes Militares Históricos, reproducción de témperas de Guillermo Roux, Edit. Círculo Militar)


Cabalgata a los Santos Lugares de Rosas - Lord Howden

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pags. 14 y 15 

Una cabalgata a los Santos Lugares de Rosas 

Lord Howden


Adolfo Saldías, autor de la “Historia de la Confederación Argentina”, cuenta en su obra, la cabalgata que se realizó en el invierno de 1847 al Campamento de los Santos Lugares y de la cual participó Lord Howden, ministro plenipotenciario inglés que había arribado a Buenos Aires el 10 de mayo de 1847, con la finalidad de llegar a un arreglo con las autoridades nacionales, para poner fin a la intervención anglofrancesa iniciada en 1845.

Nos cuenta Saldías:

“Muy de mañana, y á pesar del frío de la estación, con un poncho pampa de lo fino, sombrero blando y de alas cortas, rebenque criollo, y espolín acerado, montaba lord Howden, uno de los soberbios pingos que el general Rozas guardaba en su quinta de Palermo y a los cuales se les hacía andar diariamente con un peso equivalente al del cuerpo de su dueño; y se dirigía por las quintas y chacras que li­mitaban entonces la ciudad, cuyo plano muy extenso desde las deli­neaciones que se hicieron bajo el gobierno de Rivadavia y siguieron haciéndose bajo el de Rozas, presentaba sin embargo claros más o menos grandes que han ido desapareciendo á medida que la pobla­ción aumentaba, formando solución de continuidad en las calles de dos leguas. Una de esas mañanas se dirigió a los Santos Lugares, pero extraviado en el camino tuvo que regresar como pudo, muy á pesar suyo. Los diarios de los emigrados en Montevideo habían hecho de ese paraje el teatro de escenas horribles y sangrientas… que el lord quiso verlo por sus ojos. Al efecto, una noche que se hallaba en la tertulia de la señorita Manuela de Rozas, manifestóle a ésta y a varios ca­balleros sus deseos de hacer esa excursión en la mañana siguiente. La señorita de Rozas dio sus órdenes, y a la hora fijada partieron a caballo los más de los invitados y algunas damas en carruaje.

Ya he conducido al lector a ese paraje, al ocuparme del año de 1840 y de la invasión del general Lavalle con el auxilio de los franceses. Urgido a reconcentrar fuerzas en punto conveniente para oponerlas a esa invasión, Rozas estableció su cuartel general en un punto intermedio entre la ciudad y la dirección que traía el general Lavalle, en los límites del partido de Morón, a poco más de ocho cuadras de la hoy estación San Martín del ferrocarril a Campana. Existía allí un arruinado caserío de fines del siglo pasado, que ocuparon unos conventuales hasta que se sancionó la ley de reforma eclesiástica bajo el ministerio de Rivadavia. Por esa circunstancia y la de poseer esos santos padres una virgen, que, según fama, ope­raba milagros y concedía beneficios a los que visitaban esos lugares para rendirle el culto de su fe, los paisanos designan el paraje con el nombre de los Santos Lugares. Por tal era conocido, y por esto siguió llamándose Campamento de los Santos Lugares desde el 17 de agosto de 1840, en que llegaron allí el batallón Maza, el de Restau­radores, las milicias de infantería de San Isidro, San Fernando y Las Conchas al mando del coronel Garay; el general Pineda con el nú­mero 1 y el regimiento de abastecedores. Rechazada la invasión, el gobernador Rozas fijó allí un campamento permanente donde se re­unían y disciplinaban las fuerzas de la Provincia y se elaboraban los materiales para el ejército; y nombró jefe de dicho campamento al sargento mayor don Antonino Reyes. Bien pronto quedó aquello transformado con las obras que se emprendieron. Sobre las ruinas de la antigua casa se levantaron grandes construcciones en razón de las necesidades actuales. Con frente al sur se levantó la capilla, y contigua a ésta se edificó la cárcel que formaba un gran cuadrado al cual convergían todas las dependencias. Del lado norte estaban las oficinas del despacho; en seguida el alojamiento del jefe y como a cien varas de distancia se construyó algunas habitaciones para el gobernador. Este perímetro se circunvaló con tres líneas de árboles equidistantes entre sí; y al exterior de estas líneas se construyó las cuadras para los cuerpos de infantería, para la caballería y la artillería; y convenientemente repartidos, los talleres para la maestranza, para el parque, de sastrería, de carpintería y de herrería. A costa de mucho trabajo y mucho empeño, formóse allí en poco tiempo un establecimiento el más completo que le era dado sostener al gobierno de la Provincia con los medios que por entonces había. Era, por decirlo así, el verdadero centro militar de Buenos Aires. Allí se sabía día a día cuántos fusiles, cuántos cañones, cuántos hombres listos para formar y cuántos caballos útiles tenía la provincia, pues todo pasaba por las oficinas de Santos Lugares.

El jefe del campamento recibió a la comitiva conduciéndola a las habitaciones del gobernador, donde se había preparado un almuerzo cuyo menú se componía de piezas acreditadas por el arte culinario francés, y de algunas no menos apetitosas del gusto criollo, en obse­quio del ilustre convidado. A lord Howden no le sorprendía las cultas demostraciones de que era objeto de parte de la buena sociedad que lo rodeaba, que eran las mismas que se le dispensaba desde que arribó a Buenos Aires. Pero tampoco se le ocultaban que eran im­puestas por la urbanidad, distanciándolas hasta en los detalles que pudieran imprimirles carácter oficial, y esto a mérito de la conducta agresiva que la Gran Bretaña, por seguir a la Francia, observaba con la Confederación Argentina. Lord Howden quiso romper este hielo aprovechando la presencia allí del ministro Arana, de generales, de funcionarios y de la propia hija del general Rozas. A los postres se puso de pie y saludando al ministro Arana con la copa en la mano, dijo: "La Gran Bretaña ha sido y será siempre amiga de la República Argentina: por el general Rozas, el ilustre jefe de la Confederación!".  Este brindis sorprendió a todos. El ministro Arana se levantó al punto y en respuesta dijo: "La República Argentina, desde que nació a la vida independiente, manifestó por la Gran Bretaña simpatías que el tiempo y el mantenimiento de sus intereses recíprocos fortificarán: por S. M. la reina Victoria, ilustre jefe de una de las naciones más poderosas de la tierra”.

Después de cumplimentar a la señorita de Rozas, lord Howden le ofreció su brazo y la comitiva se dirigió a visitar el establecimiento. Lord Howden salía de una sorpresa para entrar en otra, como que sus impresiones eran muy distintas de las que le habían suscitado las descripciones horroríficas de los enemigos de Rozas. No creyó que ese establecimiento militar estuviese montado bajo el pie de orden, de buena administración y de progreso que se desenvolvía ante sus ojos; ni mucho menos que las artes mecánicas y las industrias a que se prestaban las materias primas del país y en manos de artesanos hijos del país también, y al mismo tiempo soldados, estuviesen desarrolladas en las proporciones que acusaban los vastos talleres, fun­diciones y maquinarias que minuciosamente iba inspeccionando.

Los mismos diarios de los emigrados unitarios en Montevideo, a los cuales llegaron los ecos de esta excursión de lord Howden, no pudieron menos que concordar en el fondo con las impresiones de éste. El Comercio del Plata (N. del D.: del 5 de julio de 1847); refiriéndose a sus datos, escribía: "Lle­garon al campamento de Santos Lugares a las 12 y después de inspeccionar las obras que lo defienden, fueron a ver el ejercicio de las tropas de las diferentes armas. Lord Howden que manifiesta los gus­tos de un verdadero touriste (montaba en recado, con poncho, y quedó encantado de ver cómo los soldados domaron en su presencia seis potros), se mostró muy satisfecho. El campamento, se nos dice, es una verdadera población de campo: los ranchos colocados en línea forman calles espaciosas, con jardines y puertas pequeñas: todo pa­recía esmeradamente aseado. Hay también algunas casas de ladrillo. Los varios campamentos ocupan como una legua. Hay actualmente allí como unos dos mil hombres".

En un apartado, Saldías comenta:

“No era extraño en modo alguno que lord Howden, como muchas gentes, se formase ideas más siniestras de lo que era Santos Lugares. La propaganda continua y bien dirigida de Rivera Indarte y demás diaristas unitarios, había llevado lejos los ecos de que Santos Lugares era el antro elegido por Rozas para levantar hecatombes con los cadáveres de los enemigos a quienes vencía en la guerra que sin cuartel le declararon. En el año de 1885 fui una vez más a Santos Lugares, en compañía del coronel Antonino Reyes, el antiguo jefe de ese campamento, para recoger datos y noticias que sólo éste podía suministrarme. Desde la estación San Martín nos conducía en su carruaje un mocetón criollo como de veinte años, ilustrándonos con noticias que para él eran exactas y ciertas como que luz había. Al llegar al antiguo campamento cuyo caserío había sido utilizado hasta poco antes por una fabrica de cola, descendió con nosotros, se aproximó a un gran pozo de balde frente a la casa solitaria, y nos dijo con todo aplomo: "En este pozo, señor, era donde se echaban las cabezas y los cuerpos de los que degolla­ban allí"; y nos indicaba con el dedo el patio de la Cárcel inundado de la maleza que acompaña a la soledad. "Hombre, hombre, le decía Reyes, que fué quien hizo cavar ese pozo, y de cuya excelente agua todos tomaban hasta el año 1852, ¿y de dónde sacaban el agua para beber?". El cicerone nos contestó sin turbarse, como el Rebolledo de los Diamantes de la Corona: "Lo cegaron, señor, al pozo grande, después que cayó Rozas".

Casa de Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 13 

Museo Regional Brigadier General Juan Manuel de Rosas

Casa de Rosas


El Museo Regional Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, se encuentra ubicado en la calle 72 - Diego Pombo Nº 3324 de la localidad de San Andrés, Ptdo. de Gral. San Martín. Teléfono/Fax: 4830-0683 Horarios: Lunes a Sábados de 10 a 16 horas

Una de las Salas está dedicada a Antonino Reyes, en el cual se pueden apreciar distintos elementos como cartas y objetos personales que fueron de su pertenencia y que fueron cedidas en comodato al Museo por la Universidad Nacional de San Martín.

Como llegar: Por tren, exlinea Mitre, estación San Andrés; colectivos: 78, 87, 161, 304, 343. 

Museo Rosas


Santos Lugares de Rosas - El nombre San Andrés

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 13 

El nombre "San Andrés"

A fines del siglo XIX el historiador Adolfo Saldías, en varias oportunidades visitó las ruinas de lo que había sido el Campamento militar de los Santos Lugares. Para llegar al lugar viajó por el entonces Ferrocarril Central Argentino y desde la estación San Martín, -que era la estación más próxima- se trasladó al lugar, distante “a poco más de ocho cuadras” utilizando carruajes.

En el año 1907, el San Andrés Golf Club, que había sido fundado y al cual pertenecían directivos y empleados ingleses del ferrocarril, se trasladó a su actual ubicación. Igual que lo que le ocurría a Saldías, los socios del club, tenían la misma dificultad para llegar al lugar, por lo que solicitaron se construyera una parada de tren frente al Club.

Esa parada se instaló en 1909 y se la llamó San Andrés, dando también desde entonces su nombre a la zona, si bien en las escrituras de venta de las propiedades de la zona, bien entrado el siglo XX se seguía llamando a la zona como Las Crujías.

Las Crujías

                                                              Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 13 

LAS CRUJÍAS

Como ya se manifestó, al convento construido por los mercedarios se lo conoció como “Las Crujías” y muy entrado el siglo XX a la zona se la denominó también con tal nombre y actualmente la actual calle 70 de la localidad de San Andrés, también se llama “La Crujía”.

Algunas personas de mente truculenta y morbosa, atribuyen ese nombre al lugar, porque según ellos durante la época rosista en la cárcel existente en el campamento mediante torturas se le “rompían” los huesos a los presos y de allí lo de “crujías”. Nada más falso.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, “Crujía” significa:

“Tránsito largo de algunos edificios que da acceso a las piezas que hay a los lados / En los hospitales, sala larga en que hay camas a uno y otro costado y a veces en el medio de ella”.

Arquitectónicamente se llama así a las naves o pasillos de ciertos edificios, que dan acceso a dependencias laterales, como es el caso de cada una de las galerías, o pandas, de un claustro. (Wikipedia, La Enciclopedia Libre

Por ello por esas características pronto se conoció al sitio como “Las Crujías”.

Seguramente las cárceles de entonces no eran un paraíso, ni el trato a los presos era el que hoy pudiéramos considerar como “ideal”, como tampoco lo eran las cárceles y el trato que se le daban a los presos en los países mas adelantados de aquella época y en nuestro país antes y después de aquel período rosista. 

Documentos - Creación de los Santos Lugares de Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 12 

Documentos 

La imposición del nombre al pueblo y la inauguración del Templo Parroquial

El Oficial Mayor del Ministerio de Gobierno, don Agustín Garrigós, por orden de Rosas, da a conocer al vecindario de los Santos Lugares, por intermedio del Juez de Paz la formalidad de la imposición del nuevo nombre a esta población.

“Buenos Aires, Diciembre 8 de 1836

Señor Juez de Paz:

No habiendo sido posible asistir personalmente por urgentes atenciones públicas sin espera, el Excelentísimo Señor Ilustre Restaurador de las Leyes, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, he sido comisionado especialmente para decir al virtuoso vecindario de Santos Lugares la contestación que le ofreció S. E. manifestar a la voz, en cuya virtud siento la honrosa satisfacción de dar cumplimiento a esa orden superior por el órgano del Juez de Paz del Pueblo.

S.E., deseando por una parte llenar los justos deseos de ese virtuoso vecindario, transmitidos por la autoridad civil y por la otra no dejar al olvido de los tiempos el nombre santo de esos lugares que le acordaron sus antiguos padres, ha creído que todo podía conciliarse fijando el siguiente nombre santo y militar: SANTOS LUGARES DE ROSAS.

                                                                                        Agustín Garrigós”

 

Informe brindado por el cura párroco de Jesús Amoroso Don Pascual Alejandro Rivas, de los festejos realizados los días 6 y 8 de diciembre de 1836, por la inauguración del nuevo Templo.

 

“VIVA LA FEDERACION

Santos Lugares de Rosas

Diciembre 14 de 1836

27 de la Libertad, 21 de la Independencia y 7 de la Confederación Argentina.

El cura Vicario de Santos Lugares de Rosas

Al Sr. Juez de Paz y Comisario de S. Isidro.

El Cura que firma pone en conocimiento del Juez de Paz de San Isidro que después de los festejos cívicos que se iniciaron el día 6 precedente de la Víspera y día 8 de Diciembre en que se colocó el Nuevo Templo dedicado a su legítimo Patrón Jesús Amoroso, el Sr. Provisor Dr. Dn. Miguel García, Canónigo Dignidad de Presbítero honró a este sencillo vecindario, dignándose bendecir el dicho Templo, con un numerosísimo acompañamiento. A las 9 de la mañana se inició la fundación de la Iglesia con la solemnidad propia del lugar y con arreglo a las escasas facultades del que suscribe y su vecindario: el Canónigo Dr. Dn. José María Terreros debió haber cantado la misa, mas no tuvo este pueblo tal honor por una inadvertida equivocación y se precisó a cantarla el Cura que habla: el referido Sr. Provisor dijo un Panegírico tan erudito y edificante, que el Vecindario con el Cura sentirán muchísimo el que no vea la luz pública; en él no sólo se tocaron los corazones de los fieles a concurrir al nuevo templo a implorar e impetrar todos sus consuelos, sino que aludió a la especial protección de la Paloma sin mancilla, N. S. de la Concep.n Ma. Santísima, en cuyo día se celebraba tan augusta ceremonia, y moviendo asimismo a los fieles a la gratitud que debían Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes y Ejemplar Protector de Ntra. Religión Santa que exclusivamente había edificado este delicioso Templo en que ya se celebraban los incomprensibles misterios de la Divinidad: incluida la fundación en que nos honró la Sra. Heroína de la Federación Dña. Encarnación Ezcurra de Rosas, la Sra. Viuda del memorable Sr. Gral. D. Juan Facundo Quiroga y otras señoras de Categoría; el Sr. Provisor y Cura Rector de la Parroquia de la Piedad D. Tomás Gaete honraron al que suscribe acompañándole a su mesa en la que reinó la más cordial y sincera complacencia, diciéndose al mismo tiempo muchos brindis tan análogos a las actuales circunstancias que llenaron de una completa alegría los corazones de todos los circunstantes; después de concluidos estos actos en los que reinó el amor más sincero y fraternal siguieron los bailes, y música y demás diversiones del Pueblo sin haber ocurrido el menor desorden; todo lo que pongo en conocimiento del Sr. Juez de Paz para su conocimiento, y fines que hallare por conveniente.

Dios g. al Sr. Juez de Paz ms. años.

                                                           Pascual Alexandro Rivas”

Ramos Mejía y los Santos Lugares

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pag. 11 

José María Ramos Mejía y los Santos Lugares

            José María Ramos Mejía, fue médico, iniciador de la sociología y la psiquiatría en nuestro país. Había nacido en 1849. Su padre y otros familiares habían intervenido en la rebelión de los mal llamados “Libres del Sur”. Fue político y escritor. Su antirrosismo no le impidió ver hechos positivos en la personalidad de Juan Manuel de Rosas. En su libro “Rosas y su tiempo”, realiza la siguiente descripción de los Santos Lugares.

José María Ramos Mejía
Santos Lugares parecía una pequeña ciudad industrial. Próximamente, seis mil hombres había allí, a la par de soldados, obreros, mecánicos y aprendices. Grupos numerosos de mujeres condenadas por delitos correccionales, las esposas y queridas de la tropa, ocupábanse en trabajos de sastrería y costura, bajo la grave dirección de un gallego Callejas, asmático y por ende renegón, que comparaba las mujeres con los ratones y las tenía en un puño. La carpintería trabajaba, dirigida por un obrero de San Fernando, Nogueiras de apellido; la herrería por Lobatón, cuya especialidad eran los grillos gruesos y pesados y las largas moharras pampas flamígeras, de las lanzas federales. Bonifacio Doistua, un asturiano silencioso y de gigante estatura, sargento del famoso batallón “Nueva Creación”, mandado por don Antonino Reyes, desempeñaba las funciones de armero; hábil, fuera de toda ponderación, para transformar la vieja y desvencijada tercerola, enviada por el comandante de campaña, en un perfecto instrumento de guerra... En ningún campamento o juzgado se inutilizaba un objeto sin venir a las usinas de Santos Lugares o del Parque a experimentar su renovación o consagrar su definitiva inutilización. Baste decir que las viejas vainas de sables, las hojas rotas y melladas tenían que pasar por las manos de Doistua, de donde salían convertidas en lustrosos machetes para las policías rurales o en cuchillos y punzones para usos industriales; sin arte o pretenciosas cinceladuras, si se quiere, pero con aquella solidez y fidelidad que era lo único que le exigía Rosas.

Los Santos Lugares de Rosas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 14 - Marzo 2010 - Pags. 8 a 11 

Los Santos Lugares de Rosas

Por el Federal Apostólico

                                        

Como el lector podrá apreciar a través de la lectura del presente artículo, la actual Ciudad de Gral. San Martín y la localidad vecina de San Andrés, son lugares ricos en acontecimientos históricos, desconocidos por la mayoría de la población.

 

Los antecedentes de nuestra ciudad

A principios del siglo XIX había pocos pobladores en lo que hoy es la planta urbana de la Ciudad de Gral. San Martín y su vecina localidad de San Andrés. Aproximadamente a principios de 1800 había una capilla en el lugar que actualmente ocupa la Escuela Nº 1 frente a la actual plaza San Martín, que fue levantada por la orden de los Franciscanos de los Santos Lugares de Jerusalén y en sus alrededores había un pequeño poblado y en sus inmediaciones estaba el cementerio. Aproximadamente en 1807 se estableció una posta.

A mediados del S. XVIII, habían arribado a la zona, monjes de la orden de los Mercedarios, quienes realizaron unas construcciones que le sirvieron de alojamiento, denominadas “Las Crujías”, ubicadas a trescientos metros aproximadamente de la actual estación de San Andrés y otras en donde actualmente se encuentra el Liceo Militar Gral. San Martín y que eran las mas importantes de la época. Según algunos historiadores un túnel unía ambos edificios. A la zona se la conocía entonces con el nombre de los Santos Lugares de Jerusalén, ya que los monjes franciscanos que levantaron el primer templo –como ya se dijo– tenían como uno de sus fines el recoger limosnas para destinarlas a la construcción de templos en Tierra Santa.  

Con motivo de la reforma religiosa promovida por Rivadavia en 1822 y la secularización de las órdenes religiosas que fueron una de sus consecuencias, esas construcciones se expropiaron y pasaron a ser propiedad del gobierno y se destinaron a cuarteles, conociéndose el primero de los mencionados como “Cuartel de las Crujías” y el otro como “Cuartel de los Chacareros”.

Entrada al edificio de Las crujías. Fotografía de 1901

En 1834, la Capilla, pasó a ser Parroquia bajo la advocación de “Jesús Amoroso”, construyéndose un nuevo edificio en el lugar que hoy ocupa la Catedral de San Martín.

 

La creación del pueblo Los Santos Lugares de Rosas

En el año 1835 una Comisión de Vecinos de Santos Lugares de Jerusalén, se dirigieron a las autoridades provinciales para que se le diera categoría de pueblo a toda esta zona …y que de accederse a este pedido el pueblo lleve el nombre del mismo gobernador”. Por un decreto del 25 de marzo de 1836, se ordenó su trazado al agrimensor Marcos Chiclana, –quien proyectó el pueblo sobre 81 manzanas rectangulares de 140 varas de largo cada una–, y se designó al pueblo o pago como “Santos Lugares de Rosas” y se estableció que la plaza principal debía estar situada frente al templo existente. El trazado se inició en abril del año siguiente, pero después quedó paralizado, pues debido a los conflictos políticos y militares que se sucedieron a partir de dicha fecha, llevaron a esta zona a ser el centro militar del gobierno de Buenos Aires.

El nuevo edificio de la Parroquia de Jesús Amoroso se inauguró el día 8 de diciembre de 1836, en celebración del Día de la Inmaculada Concepción, con grandes festejos populares, a los que concurrieron la esposa del Gobernador doña Encarnación Ezcurra de Rosas y la viuda del Gral. Juan Facundo Quiroga, doña Dolores Fernández de Quiroga, quienes hicieron donación de una imagen de la Virgen tallada en madera, que actualmente existe, oportunidad también en que se adjudicó nombre al nuevo pueblo: SANTOS LUGARES DE ROSAS.

El 29 de enero de 1839 en la iglesia de Jesús Amoroso se realizó un oficio religioso por el eterno descanso del alma de la esposa del Gobernador –doña Encarnación Ezcurra– fallecida el día 19 de octubre anterior. 


La instalación del Campamento Militar

El 28 de marzo de 1838 se estableció el bloqueo francés por el Almirante Louis Leblanc y a raíz de ese conflicto internacional, el Gobernador de la provincia, Juan M. de Rosas, considerando a esta zona –actual San Andrés– como estratégica, ya por su altura y que existía un cruce de caminos reales que lo convertía en un punto geográfico de importancia, decidió instalar un campamento militar, para lo cual no solo utilizó las construcciones existentes, sino también se construyeron varias casas y caballerizas, estableciendo en una de ellas la Comandancia militar del campamento, que actualmente es lo único que existe y que se conserva y que se conoce como Casa de Rosas.

El Campamento o Cuartel General de los Santos Lugares, ocupaba aproximadamente diez cuadras por doce y era de forma irregular, sus límites estaban entre las actuales Av. Pte. Perón, la Ruta nacional Nº 8, la calle Leandro N. Alem, incluyendo el Liceo Militar y las vías del ferrocarril, aproximadamente.

Para la alimentación de la caballada también se establecieron varios alfalfares, situados estos en los terrenos que actualmente pertenecen al San Andrés Golf Club.

La entrada del campamento estaba ubicada aproximadamente en lo que hoy es la Av. Pte. Perón y la Av. Ayacucho y el camino que debía seguirse hasta llegar a la comandancia –aprox. cuatrocientos metros– se encontraba bordeada por sauces. Antes de llegar a la comandancia, el camino tenía un desvío hacia la derecha, para llegar al edificio de Las Crujías.

Según refiere el historiador local José Vicente Valdez Tritti, Las Crujías “Era una só­lida construcción de ladrillos de una sola planta, de unos 70 metros de frente por 60 de fondo (entre Av. Ayacucho, La Crujía, Riobamba y Libertad) con pare­des de 0,70 cm. de espesor, 24 habitaciones de pare­des dobles, para alojamiento de tropas, maestranza, cuartos para los oficiales, depósito de municiones, ca­pilla y cárcel. La entrada al edificio de Las Crujías era ancha, de medio punto en su parte superior para per­mitir la entrada de hombres a caballo, accediendo a un amplio pasadizo cubierto hasta el primer patio, el más grande de los tres del edificio. Hacia la izquierda del pasadizo estaban las entradas de las habitaciones de jefes y oficiales y hacia la derecha oficinas, capilla y guardia. En el lado izquierdo del patio y en el segun­do pasadizo hacia el segundo patio, –que también era cu­bierto y bastante ancho–, estaban las cuadras de las tro­pas. En el costado derecho se hallaba instalada la maestranza y al fondo el depósito de municiones y los calabozos. Al tercer patio se entraba desde el primero (costado derecho del edificio) y era conocido como “el de las ejecuciones”.

Teniendo en cuenta la meticulosidad de Rosas, el Campamento se encontraba cuidado, en total orden y limpieza.

En este centro militar que llegó a ser el más importante de la Confederación Argentina, fue un lugar de reclutamiento, instrucción y remonta; aquí se formaba y entrenaba el ejército federal, realizándose ejercicios de infantería, caballería y prácticas de artillería.

En la casa construida en el campamento en 1840 que es lo único que se mantiene de todo aquello y que actualmente como ya dijimos, se conoce como Casa de Rosas, –actual calle Diego Pombo, entre Ayacucho y Morello– sirvió de habitación al Gobernador Rosas desde 1840 en adelante cuando concurría al lugar, permaneciendo allí durante largas temporadas, atendiendo todo lo que tenía que ver con las cuestiones políticas y militares de la Confederación Argentina: el bloqueo francés, la invasión de Lavalle en el año 1840, la dirección de la Guerra del Paraná en 1845 en adelante y la segunda Guerra con el Brasil en 1851 y principios de 1852.

Aquí, en este lugar, el día 31 de octubre de 1840 fue ratificado por el “Gobernador y Capitán Gral. de la Provincia de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores de las Provincias de la Confederación Argentina” Juan Manuel de Rosas, la Convención Arana-Mackau que había sido suscripta dos días entes por el Ministro de Relaciones Exteriores y Canciller de la Confederación Argentina, el Camarista, Dr.  Felipe Arana y el Plenipotenciario francés, Vice-Almirante Barón Angel René Armand de Mackau y que puso fin al primer conflicto de nuestro país con la nación gala.

En este lugar también, el 2 de febrero de 1841, Rosas designó al Alte. Guillermo Brown como Jefe de la escuadra naval de la Confederación.

Dibujo de Jules Daufresne

En 1844, fueron trasladados en carácter de prisioneros a la cárcel de Las Crujías, el Cacique ranquel Painé, junto a su hijo de nombre Mariano de 18 años; este último se convirtió al catolicismo y al ser bautizado, fue su padrino el mismo Rosas, quien le dá su apellido. Muchos años después Mariano Rosas será también Cacique ranquel. Tanto Painé como Mariano, fueron amigos de Rosas.

A mediados de la década del 1840, llegan al lugar inmigrantes canarios, quienes se instalan en el lugar, dedicándose muchos de ellos a la agricultura y otros como artesanos trabajando en los talleres militares.

También hacia este lugar se efectuaban cabalgatas desde la residencia del Gobernador en Palermo, de la cual participaban agentes diplomáticos de distintas naciones, realizándose en el lugar fiestas y agasajos, siendo en consecuencia un lugar de mucha importancia no solo militar, sino también social y diplomático.

En 1850 aproximadamente se instaló en la entrada del campamento con una escuela particular el maestro español Diego Pombo; escuela a la cual concurrió en ese entonces el adolescente José Hernández, nacido en 1834 en la chacra de Pueyrredón –ex caseríos de Perdriel–, ubicada en la cercanía.

En la llamada batalla de Caseros, un extremo de la línea de la defensa del ejército de la Confederación estaba ubicada justamente en los Santos Lugares –aproximadamente en las intersecciones de las actuales Avs. Ayacucho y Pte. Perón–.

En este campamento y hasta la caída de Rosas –3 de febrero de 1852–, vivieron en el lugar aproximadamente 5.000 soldados con sus familiares, personal civil encargado de la confección de uniformes, del arreglo de armas, además de herreros, carpinteros, talabarteros y diversos artesanos, etc. que se ocuparon de muchas actividades, todo ello para el abastecimiento del ejército. El lugar se convirtió así en un gran taller para el Ejército, encontrándose aquí también el Arsenal. A consecuencias de tal asentamiento y centro militar, en la zona se establecieron diversos negocios, tahonas y pulperías, con lo cual se incrementó el comercio del lugar, lográndose un desarrollo del mismo, a la par que la población creció notablemente, como lo demostró el escritor local el Sr. Aníbal Morello –quien escribió sobre la historia de nuestra Ciudad–, con los registro parroquiales, que los nacimientos se incrementaron en este período decreciendo mucho después de la caída del Restaurador.

 

Después de Caseros

Después de la batalla de Caseros, el Coronel Martín Santa Coloma fue tomado prisionero en la Iglesia de los Santos Lugares, donde fue lanceado y degollado por orden y en presencia de Urquiza y del Boletinero del Ejército Grande, Domingo F. Sarmiento.

Este campamento fue escenario en esos días del saqueo y la represión de los vencidos,

También el lugar sirvió para mantener prisioneros a cerca de diez mil combatientes del derrotado ejército nacional.

La casa también fue ocupada días después de la batalla por la división brasileña al mando de Marqués de Sousa, tropa que acampó en el lugar en su marcha hacia Palermo.

Días después Urquiza, se trasladó con un séquito desde Palermo al lugar donde se había desarrollado la batalla y luego agasajó a sus acompañantes con un asado en los Santos Lugares, participando también del evento el pintor uruguayo Juan M. Besnes e Irigoyen, quien realizó cuatro pinturas de la zona, entre ellas el del templo de Jesús Amoroso.

Iglesia de los Santos Lugares. Acuarelña de Juan M. Besnes
El 2 de mayo de 1852, Urquiza volvió al lugar para presenciar unas carreras cuadreras, en las que participaba un caballo de su propiedad, en esta oportunidad, lo acompañó el Jefe del Gabinete del Imperio del Brasil, Honorio Hermeto Carneiro Leão.

A consecuencia de la derrota de Caseros, sufrida por el ejército argentino de la Confederación, el campamento fue desmantelado y abandonado y la zona se despobló, los edificios, entre ellos el de Las Crujías, se fue deteriorando a través del paso de los años como consecuencia del abandono y fueron demolidos en la primera década del siglo XX.

Vista de los Santos Lugares de Rosas a principios del siglo XX


Ruinas de los Santos Lugares de Rosas (c. principios siglo XX)

Cuartel de los Santos Lugares de Rosas antes de su demolición

1. Frente noroeste del cuartel. - 2. Calabozo grande . Fotos de principios del siglo XX

En la que había sido sede de la Comandancia –Casa de Rosas– se instaló en 1853 una escuela de varones, a cargo del Maestro Diego Pombo, que funcionó hasta 1857 y posteriormente pasó a manos privadas quienes hicieron algunas reformas, la más importante fue que le pusieron un techo de tejas francesas, tal cual se puede observar en la actualidad.

La sede de la Comandancia, antes de que se le colocara el techo de tejas en el siglo XX. (1)

En el año 1988, la propiedad fue comprada por la Municipalidad de Gral. San Martín y declarada de interés Histórico y Municipal y también fue declarado Lugar Histórico Nacional por la Ley 24.965.

En el lugar funciona desde entonces, el Museo Histórico Regional Brigadier Gral. Don Juan Manuel de Rosas.

Frente a dicha casa y a escasos cincuenta metros –actual calle Diego Pombo por medio– existía otra edificación de la misma antigüedad, que fue demolida hace aproximadamente diez años y que fue propiedad del Sr. Antonio Porchetto y de sus descendientes, en la cual funcionó la Capitanía de la Guardia y al fondo estaban los establos.

 

Dibujo de Jean Baptiste Henri Durand Brager

El nuevo nombre

El 6 de diciembre de 1856, se le da un nuevo nombre a estos pagos de los Santos Lugares, pasaría a llamarse a partir de entonces: General San Martín, doce días después se aprueba la traza urbana y se nombra una Comisión de Vecinos.

Evidentemente este pueblo no podía seguir ostentando el nombre de los Santos Lugares de Rosas, ya que el Estado de Buenos Aires –como se la llamó a nuestra provincia escindida de la Confederación en aquel momento–, como en el resto del país, se trató de borrar todo lo referente al “execrable tirano” y por ello se le dio un nuevo nombre. Pero las autoridades antirrosistas de entonces, no tuvieron en cuenta que una vez más el nombre del Libertador, quedaba indisolublemente unido por su historia al nombre del Restaurador de las Leyes, en un pago que honra la memoria de ambos Padres de la Patria y del cual todos los sanmartinenses, por haber nacido aquí y por seguir los ideales del Gran Capitán, nos enorgullecemos.

           

Fuentes:

José Vicente Valdez Tritti, “Historia del pueblo de Gral. San Martín, desde el Virreinato del Río de la Plata hasta el 2000”, publicado en sucesivos números del Periódico Informaciones durante el año 2003.

Dr. Carlos M. Torreira, “Casa de Rosas”, folleto del “Mojón Cultural de la Soberanía Nacional, Santos Lugares de Rosas”.

Jaime González Polero, “La Historia del Pueblo de General San Martín, Año 1790-1995”, Edit. Por la Municipalidad de Gral. San Martín.

“Historia del Pueblo de San Andrés”, Coordinadora María del Carmen Redlich; pexto y presentación: José V. Valdez Tritti.

Anibal Morello, “Reseña Histórica de la Ciudad y Partido de Gral. San Martín”

 www.revisionistas.com.ar

(1) Contrariamente a lo que dice el texto debajo de la foto (Palermo), esta construcción era la de la Comandancia de los Santos Lugares de Rosas, actual museo Casa de Rosas, ubicada en la localidad de San Andrés.