sábado, 1 de septiembre de 2007

Algo más sobre la Reconquista y la Defensa

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 4 - Septiembre 2007 - Pags. 6 y 7 


Algo más sobre

la Reconquista y la Defensa


Por El Gaucho Federal



  • La composición de las tropas británicas en la primera invasión
  • Los desertores y su actuación en la Defensa
  • Los prisioneros



BANDERA DEL REGIMIENTO DE
VOLUNTARIOS DE BUENOS AIRES, 1806
A fines de agosto de 1805 partieron de Inglaterra, las fuerzas que a principios de enero de 1806 tomarían la Colonia del Cabo de Buena Esperanza, en manos de Holanda, aliada a Francia.



En el ejército holandés de la Colonia del Cabo, había un batallón de alemanes, otro de holandeses, uno de marineros franceses, uno de todas las nacionalidades, uno de negros, además de boers voluntarios y 36 excelentes artilleros chinos. Al rendirse esa Colonia, mucha de aquella tropa rendida, se enganchó en el ejército ingles, entre ellos los artilleros chinos, los alemanes y otros de diversas nacionalidades, los cuales a las órdenes de Beresford, integraron el ejército inglés que invadiría a Buenos Aires.



En el Cabo, los ingleses se enteraron de la victoria del Alte. Nelson en Trafalgar sobre la armada francoespañola y considerando que los mares se encontrarían libres de navíos enemigos, concibieron la idea de tomar Buenos Aires. Con el Regimiento 71, la artillería necesaria y 1000 hombres encaran el proyecto y la expedición zarpó del Cabo a mediados de abril y se dirigieron a la isla de Santa Elena (ubicada en el medio del Océano Atlántico) para obtener refuerzos: unos 286 hombres –tropas de artillería e infantería–, muy heterogénea en cuanto a su nacionalidad, que se embarcaron en el “Justine” –siendo este barco el que abordaría Güemes el día de la Reconquista–.


El 25 de junio de 1806 la expedición británica ya se encuentra frente a Buenos Aires, desembarcando en Quilmes 1624 hombres entre oficiales y soldados. Las fuerzas principales lo constituian el regimiento 71 (Higlanders Light Infantry) y el Batallón de Santa Elena. El primero de ellos estaba a las órdenes del Tte. Cnel. Denis Pack y contaba aproximadamente con 890 hombres. El batallón era acompañado también por 60 mujeres y 40 niños. Esto último era así pues en esa compañía se permitía que 6 soldados se casaran y que sus esposas siguieran al cuerpo en la campaña. Este batallón también contaba con una banda de música, cuyo maestro después de caer prisionero se dedicó a la enseñanza. Muchos de los soldados que pertenecían a este cuerpo eran de origen irlandés y de religión católica y otros de diversas nacionalidades.

Después de tomada la Ciudad de Buenos, comenzaron a producirse deserciones en las tropas invasoras, principalmente de irlandeses, alemanes católicos, españoles e italianos. Ello se debía a que personas que estaban tramando la reconquista de la Ciudad, tenían una comisión especialmente encargada de inducir a la deserción a aquellos soldados. Colaborando también el clero en esa tarea.

Ante ese hecho, Beresford dictó el 19 de julio el Bando Nº 6, estableciendo la pena de muerte para los que fomentaran o protegieran la deserción de sus soldados.

Uno de los resultados de ese Bando fue que una persona que había inducido a un soldado inglés a desertar y lo tenía escondido en su casa, lo asesinó por temor a ser descubierto y ajusticiado.

Con anterioridad, el 3 de julio se le habían dado 500 azotes a cuatro soldados españoles pertenecientes al Batallón de Santa Elena por haber desertado, uno de los cuales falleció a raíz del castigo recibido.

El 19 de julio, el cadete español San Genes, fue condenado a muerte por haber ayudado a desertar a soldados ingleses, pero fue perdonado a pedido del Obispo Lué. 

A fines de julio las deserciones se incrementaron y en un informe de Beresford al Primer Ministro inglés –entre otras cosas–, le informó de ese hecho.

Entre los prisioneros tomados por los ingleses después del combate de Perdriel el 1º de agosto de 1806, se encontraba un desertor del Regimiento 71, que siendo artillero no quiso abandonar su pieza. Era un alemán católico, procedente del batallón alemán incorporado en la Colonia del Cabo. Fue fusilado el día 9 en Buenos Aires, ante el Regimiento 71 formado en cuadro, siendo atendido espiritualmente también por el Obispo Lué.

Durante la ocupación inglesa, un cadete del batallón de Santa Elena, después de convertirse al catolicismo, se casó con una mujer de Buenos Aires, quedando después de la Reconquista, como oficial del ejército de Liniers.

Posterior a la Reconquista, el 14 de agosto, se sacaron de la tropa inglesa, sobre todo del batallón de Santa Elena, cien soldados que eran alemanes, holandeses, franceses, italianos y españoles que se incorporaron a la tropa española y criolla.

La tropa vencida y prisionera, fue enviada al interior del país, donde se relacionaron con los habitantes del lugar. Se formaron relaciones ilícitas con criollas y muchos fueron ocupados en casas particulares como sirvientes o peones. Las mujeres (de aquellas 40) que seguían a sus maridos del Regimiento 71 –ahora prisioneros–, tuvieron hijos durante el cautiverio. Esos prisioneros fueron muy bien tratados y un ejemplo de ello es que los que habían estado en Catamarca, posteriormente testimoniaron su agradecimiento a la sociedad por medio de una carta que firmaron todos ellos.

Durante la segunda invasión a Buenos Aires, muchos de aquellos soldados que habían desertado del ejército inglés un año antes, sirvieron en la Defensa. Se conoce el caso del trompa irlandés Miguel Mc. Carthy, que marchaba junto a los Húsares de Pueyrredón, estorbando a los ingleses que avanzaban hacia la Ciudad. Este trompa se acercaba al campamento inglés por el lado del viento y realizaba diversos toques ingleses de alarma que confundían e incomodaban a la tropa invasora.

Un oficial de Craufurd, también relató que durante la defensa de la iglesia de Santo Domingo –en la cual se habían refugiado centenares de ingleses en la jornada del 5 de julio de 1807– los británicos cesaron un momento el fuego al oír el toque inglés de “alto el fuego”, dado por un trompa desertor del Regimiento 71 y que estaba con la tropa sitiadora. Posiblemente y esto no se puede afirmar con seguridad, podría ser el mismo trompa que acompañaba a los Húsares de Pueyrredón en el relato ya efectuado en el párrafo anterior.

Producida la rendición de Whitelocke, se convino el canje de prisioneros. Así, a fines de julio de 1807, desde el interior, se empezaron a devolver los prisioneros británicos. Muchos se resistían a volver pues ya se habían habituado al país y a sus costumbres, otros eran irlandeses católicos, algunos se habían convertido al catolicismo y se habían casado por la Iglesia. Muchos se escaparon antes de partir hacia Buenos Aires y otros lo hicieron en el camino. Del Regimiento 71 hubo 36 deserciones pero entre la marinería y los que habían pertenecido al batallón de Santa Elena, el número de desertores fue mayor; 88 desertaron durante la travesía a Buenos Aires.

Muchos de estos desertores y ex soldados británicos, sirvieron después en los ejércitos de la Independencia a las órdenes de Belgrano y San Martín.

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 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 4 - Septiembre 2007 - Pag. 7 

Regalo de Beresford a Hilarión de la Quintana 

El día de la Reconquista y encontrándose los restos del ejército ingles encerrados en el Fuerte, izaron bandera de parlamento, ante lo cual el ejército reconquistador se volcó en masa a la plaza frente al fuerte, en un momento y no respetando la bandera de parlamento hicieron fuego sobre el fuerte, ante lo cual el capitán Hilarión de la Quintana –ayudante de Liniers– quien se encontraba con otros jefes españoles y franceses en la fortaleza tratando la capitulación de los británicos “animosamente subió a las murallas y, abriéndose el chaleco y extendiendo ambos brazos en toda su longitud, parecía ofrecerse como víctima al furor desenfrenado de la plebe y con gestos expresivos censuró su indisciplina, con resultado espontáneo. Si vive, ese joven, será un honor para su rey y su patria”. (A. Gillespie, “Buenos Aires y el interior”)

“Dos días después de la reconquista, el general Beresford quiso dar al capitán Hilarión de la Quintana una prueba especial de agradecimiento por su comportamiento cuando estuvo a su lado en el fuerte, regalándole su espada (la que está actualmente en el Museo Histórico Nacional y cuya fotografía ilustra este artículo), como también el caballo que lo había acompañado desde Inglaterra, y que se dice fue el primer caballo de sangre pura que sirvió a yeguas criollas” (Carlos Roberts “Las invasiones Inglesas”)

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 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 4 - Septiembre 2007 - Pag. 7 

Lucha en la “Casa de la Virreina”

En dicha casa –cuya fotografía tomada aproximadamente en 1910 ilustra esta nota- que se encontraba ubicada en la actual Av. Belgrano, esq. Perú de la Ciudad de Buenos Aires, tuvo lugar uno de los más sangrientos combates durante las jornadas de la Defensa (julio de 1807).

Esa casa fue ocupada por fuerzas británicas al mando del Tte. Cnel. Cadogan. Después de un encarnizado combate, los criollos y españoles recuperaron el edificio. En la azotea fueron muertos más de treinta soldados ingleses. Martín Rodríguez quien intervino en el ataque dijo: “Parece exagerado decir que por los caños (de desagüe) corría la sangre, pero así sucedió…”, describiendo de esa forma el espectáculo que ofreció el lugar después de la lucha.

Esa construcción databa del S. XVIII y perteneció al noveno Virrey del Río de la Plata, don Joaquín del Pino y Rosas Romero y Negrete. Después de su fallecimiento la siguió habitando su viuda y por ello a la construcción se la conocía como “Casa de la Virreina” o “Casa de la Virreina Vieja”. Bernardino Rivadavia también residió en ella por su casamiento con la hija del virrey. A principios del S. XX, cuando se tomó la fotografía, la casa se había convertido en un conventillo, donde funcionaban también pequeños talleres y comercios de todo tipo.

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 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 4 - Septiembre 2007 - Pag. 7 

Los uniformes de los nuevos cuerpos militares

Reconquistada la ciudad, Liniers tuvo la fortuna de apresar dos barcos mercantes ingleses que ingresaron al puerto de Buenos Aires, creyendo que éste todavía estaba en manos británicas. Esos navíos traían pólvora, municiones y mucho paño inglés.

El paño, azul y blanco, sirvió para confeccionar los uniformes de los nuevos cuerpos militares que se crearon después de la Reconquista (ver “El Restaurador” Nº 3, pág. 8).

También se les quitaron las casacas rojas con vivos amarillos, a los prisioneros del regimiento 71 y con ellos se vistieron a los integrantes del regimiento de caballería Migueletes, –en los cuales revistó el joven Rosas en las jornadas de 1807– y del regimiento de infantería de Pardos y Morenos libertos, siendo una pintura de la época de este último regimiento la que ilustra este artículo.

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 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 4 - Septiembre 2007 - Pag. 8 

Los esclavos de Buenos Aires
y su participación en la Defensa 

El capitán inglés Alexander Guillespie en sus “Buenos Aires y el interior”, se refiere al trato que se les daba a los esclavos de Buenos Aires:

“Entre los más amables rasgos del carácter criollo no hay ninguno más conspicuo, y ninguno que más altamente diga de su no fingida benevolencia, que su conducta con los esclavos. Con frecuencia testigo del duro tratamiento de aquellos prójimos en las Indias Occidentales (en poder británico), de la indiferencia total a su instrucción religiosa allí prevalente, me sorprendió instantáneamente el contraste entre nuestros plantadores y los de América del Sur. Estos infelices desterrados de su país, así que son comprados en Buenos Aires, el primer cuidado del amo es instruir a su esclavo en el lenguaje nativo del lugar, y lo mismo en los principios generales y el credo de su fe. Este ramo sagrado se recomienda a un sacerdote, que informa cuando su discípulo ha adquirido conocimiento suficiente del catecismo y de los deberes sacramentales para tomar sobre sí los votos del bautismo. Aunque este proceso en lo mejor debe ser superficial, sin embargo tiene tendencia a inspirar un sentimiento de dependencia del Ser Supremo, obliga a una conducta seria, tranquiliza el temperamento y reconcilia a los que sufren con su suerte. Hasta que se naturalizan de este modo, los negros africanos y sus hermanos nacidos en América son estigmatizados por el vulgo como infieles y bárbaros. Los amos, en cuanto pude observar, eran igualmente atentos a su moral doméstica. Todas las mañanas, antes que el ama fuese a misa, congregaba a las negras en círculo sobre el suelo, jóvenes y viejas, dándoles trabajo de aguja o tejido, de acuerdo con sus capacidades. Todos parecían joviales y no dudo que la reprensión también penetraba en su círculo. Antes y después de la comida, así como en la cena, uno de estos últimos se presentaba para pedir la bendición y dar las gracias, lo que se les enseñaba a considerar como deberes prominentes y siempre los cumplían con solemnidad.”

Los esclavos, junto a sus amos, –como toda la población de Buenos Aires–, combatieron en la defensa de la Ciudad, frente al invasor en 1807. Los mismos jefes ingleses como el Gral. Whitelocke y del Tte. Cnel. Duff dieron cuenta de ese accionar (ver “El Restaurador” Nº 3, pág. 13)

Con posterioridad a la Defensa, el Cabildo, como premio, decidió otorgar mediante sorteo, la libertad (manumitir) a cierto número de esclavos combatientes.

Ello se hizo también extensivo a las viudas de los esclavos fallecidos en la contienda; así el Cabildo dispusoel 30 de octubre de 1807:

Reconocimiento del Cabildo a las viudas de esclavos que participaron en la Defensa de la ciudad.

La Sala Capitular del Cabildo ha tomado conocimiento que las viudas de los esclavos que brindaron su vida en defensa del Rey, la Patria y la Religión que por su condición servil no han sido incluidas en las pensiones otorgadas y para honrar la memoria de sus maridos se ha decidido incluirlas en el sorteo de la libertad que se va a llevar a cabo el 12 de noviembre próximo a condición que presenten los documentos que acrediten las circunstancias y formas en que fallecieron sus esposos.

Pero no todos los esclavos querían dejar de serlo. Manuel Antonio Picabea, “Moreno esclavo” de Doña Clara Picabea dirigió el 14 de noviembre de 1807, una carta al “Muy Ilustre Cabildo”, donde pidió se lo eximiera de participar en el sorteo de la libertad, con los siguientes términos y argumentos:

“Yo quisiera sin duda alguna gozar del sorteo que tan generosamente V.S. ofrece para que se liberte una porción de mi clase; pero el amor que tengo a mi Señora ama, me hace resistir contra mi propio bien, y que prefiera vivir en el miserable estado en que me hallo, que gozar una libertad que desea mi corazón con tanta naturalidad, y esto es el porque mi Señora es septuagenaria, soltera y achacosa: me ha criado con todo cariño; y en el día su suerte es algo escasa: yo soy albañil, y con mi jornal alivio en lo posible su estado, acompañándola el resto del tiempo que me quede libre. Es tal el respeto y reconocimiento que la profeso, que aun cuando fuese cierto de alcanzar la libertad que me lisonjea el sorteo, temería que esta me rindiese ingrato a quien debo tanto bien, y tal vez la desecharía.”

Con esa carta, Picabea acompañaba dos certificados, que acreditaban su participación en los hechos bélicos. El primero decía “Como Capitán y teniente de la Ia. Compañía del Batallon de Cantabria (alias la Amistad), certificamos que el Moreno Manuel Antonio Picabea se incorporó a la mencionada Compañía con fusil y fornitura en la tarde del dia primero del corriente, y que junto con los demas individuos de ella marchó para Barracas en seguimiento del enemigo, habiendose hallado igualmente en combate que tuvimos el dia siguiente en los mataderos de Miserere: y para los fines que le puedan convenir al expresado Moreno le damos ésta en Buenos Ayres á 16 de Julio de 1807. Pedro Martinez Fernandez - Pedro Andres de Osua – Vº. Bº. Rezaval.”. El tenor de la segunda era: “Don Norberto Quirno Echeandia, Capitan de la 3. Compañía del Batallon de voluntarios Cantabros de la Amistad: certifico que el Moreno Manuel Antonio Picabea asistió á la azotea de mi comando en los dias 3, 4, 5 y 6 de Julio pasado, con motivo de la invasion del enemigo, habiendo salido varias ocasiones á las guerrillas con el finado D. Santos Irigoyen, incorporado con otros individuos del mismo batallon. Buenos Ayres, Octubre 27 de 1807 – Norberto Quirno Echeandia – Vº. Bº. Rezaval.”