martes, 1 de diciembre de 2009

Molina Campos

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 13 - Diciembre 2009 - Pag. 6 

A 50 años de su muerte, recordamos a un dibujante y pintor argentino por excelencia: Florencio Molina Campos.

                                                                                                     Por el Federal Apostólico

 

Florencio de los Angeles Molina Campos, el genial dibujante y pintor rioplatense, nacido en 1891 en Buenos Aires y fallecido el 16 de noviembre de 1959 en la misma ciudad, fue un autodidacta, con un manejo excelente de las técnicas pictóricas y de la temática abordada. Fue el artista mas popular de nuestro país por la autenticidad y originalidad de sus obras.

Siendo niño, Florencio, pasó sus vacaciones en la estancia de su familia en el Tuyú (Madariaga, Pcia. de Buenos Aires), llamada Los Angeles, -de allí que tanto él como sus nueves hermanos, llevarán como segundo nombre “de los Angeles”-, y después en la estancia arrendada, La Matilde (Chajarí, Entre Ríos), donde tuvo oportunidad de ver y apreciar las costumbres camperas, captando así todos los detalles de personajes (paisanos y gringos), costumbres, animales y cosas que lo rodeaban, detalles que quedaron registradas en su retina y que supo volcar desde niño y más tarde, ya como adulto, en los dibujos y pinturas que lo hicieron famoso no solo en nuestro país.

En 1926 expuso sus cuadros en su primera exposición que se realizó en el Galpón Central de la Exposición de la Sociedad Rural de Palermo, con singular éxito, las que repitió en los años siguientes.

“En 1930 Alpargatas le encargó 12 obras para ilustrar su almanaque del año siguiente. En cada una de ellas Molina Campos representó la actividad campesina principal correspondiente a cada mes: las fiestas del año nuevo, el carnaval, etc. Ante el gran suceso, continuó realizándolos desde 1931 a 1936 y entre 1940 y 1945. En estos 12 años, cerca de 18 millones de litografías con sus obras se distribuyeron por Argentina y países vecinos y se convirtieron en la primer pinacoteca popular del arte argentino. Entre 1934 y 1936 los almanaques incluyeron textos, escritos por el propio Florencio, en los cuales narraba las historias de su personaje Tileforo Areco, respetando la forma en que hablaban sus queridos paisanos. La lámina del mes de abril es una de la mas emblemáticas de la serie, se titula “Mirá lo pacarito, nena” y muestra al fotógrafo italiano del pueblo retratando a los recién casados…” (Ignacio Gutiérrez Zaldívar)

En el momento en que la empresa Alpargatas le encargó las primeras doce pinturas, las obras del artista se vendían en $ 70, pero esa empresa le pagó a razón de $ 500 por cada una de ellas.

Esos almanaques se hicieron famosos no solo en nuestro país, sino también en los países vecinos, donde fueron infaltables en cada casa o establecimiento de campo y aún de la ciudad. Tal fue el éxito, que esos almanaques siguieron adornando las paredes, no obstante el paso del tiempo y cuando ya ese calendario en sí había perdido actualidad, convirtiéndose así en la primer pinacoteca popular del arte nacional y que cada familia atesoraba con cariño. Su obra fue así ampliamente conocida y reconocida.

En el diario La Razón, también se publicaron periódicamente unos dibujos de este artista, denominados los Picapiedras criollos.

Sus obras fueron expuestas no solo en nuestro país, sino también en París, Nueva York, San Francisco, etc.

Walt Disney, -uno de sus admiradores- lo contrató para que lo asesorara para la realización de varias películas: “Goofy goes gaucho”, “The Flying Gaucho” y “Saludos Amigos”.

La témpera era la técnica que le resultaba más cómoda, pero sin embargo también dominó el óleo. Gustaba pintar a la tardecita o de noche sobre un tablero de arquitecto.

Fumaba habanos que un comercio de Buenos Aires, le traía directamente de Cuba.

En la localidad de Moreno, a la orilla del río de la Reconquista construyó un “rancho”, que llamó Los Estribos, que era la marca que utilizaba su familia para el ganado, marca que también aparecen en sus cuadros (dos estribos cruzados).

Es una característica de este artista la deformación armoniosa del rostro de sus personajes -como decía el pintor Pio Colivadino-, lo que los hace simpáticos y agradables, con sus ojos saltones y su nariz agrandada. No ridiculizaba a sus personajes, como alguno ha dicho, sino que exageraba sus rasgos. Se pueden apreciar en toda su obra, los más mínimos detalles, ya sea en el paisaje, en las construcciones, en los animales –el pelaje de los caballos por ejemplo-, en los carruajes, en las “pilchas” de los paisanos y paisanas, como está “emprendado” un caballo… y en las distintas situaciones.

            Benito Quinquela Martín, dijo “Su poder grotesco tiene el mismo poder de arrancar la risa. Eso es mucho en un artista”         

Es imposible ver y admirar la obra de este artista, sin que le arranque a uno una sonrisa y el recuerdo de alguna persona, parecida a los personajes de don Florencio.

Refugos. Molina Campos