martes, 1 de diciembre de 2009

La policía en la época de Rosas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 13 - Diciembre 2009 - Pag. 8 y 9 

La Policía de Buenos Aires durante los mandatos de Rosas

Por la Profesora Beatriz Celina Doallo


Sereno de Buenos Aires en 1830
El 8 de diciembre de 1829 Juan Manuel de Rosas asumió el cargo de Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires. Su primer acto de gobierno fue confirmar como Jefe de Policía al coronel Gregorio Ignacio Perdriel, nombrado por Viamonte el 1º de septiembre del año anterior.

Uno de los problemas más urgentes a resolver era la indefensión de la campaña. Dividida en diez distritos o secciones, cada una bajo el mando de un Comisario, éste contaba solamente con cinco efectivos a sus órdenes, por lo que poco podían hacer contra salteadores y cuatreros.

En enero de 1830 se amplió a veintiuna las secciones, se nombró igual número de Comisarios de Campaña y se elevó a nueve, incluyendo un sargento y un  cabo, la cantidad de personal en cada Comisaría. El nuevo ordenamiento de los distritos fue el siguiente:

1. San José de Flores y Morón - 2. San Isidro, San Fernando y Las Conchas - 3. Capilla del Señor y Pilar - 4. Villa de Luján y su Guardia - 5. San Antonio de Areco y su Fortín - 6. San Pedro y Baradero - 7. Arrecifes y Salto - 8. San Nicolás de los Arroyos - 9. Pergamino y Rojas - 10. Quilmes - 11. Ensenada - 12. Magdalena - 13. Cañuelas y San Vicente - 14. Matanza - 15. Navarro - 16. López - 17. Monte - 18. Ranchos - 19. Chascomús - 20. Dolores - 21. Los Montes Grandes.

Hasta el 5 de diciembre de 1832, en que finalizó su primer mandato, Rosas hizo frecuentes recorridas de inspección por la campaña. La muy extensa que realizó entre diciembre de 1830 y febrero de 1831 tuvo por resultado la gradual sustitución de los Comisarios por Jueces de Paz. Estos, además de su tarea específica de resolver litigios, se hicieron cargo de otras muchas, puesto que en aquella época la policía no se limitaba a perseguir malandrines. Competía a sus funciones la administración del cementerio local, los carros fúnebres, las cárceles, la limpieza y reparación de calles y caminos, la organización de fiestas cívicas, el cobro de multas y el alumbrado público.

Otra medida que impulsó el gobernador fue la eliminación de las pulperías volantes, carromatos cargados de bebidas alcohólicas que se trasladaban de un pueblo a otro, fomentando la ebriedad y el juego, con su secuela de delitos contra las personas y la propiedad. Un decreto de Rosas del 18 de febrero de 1831 prohibió este tipo de comercio, ordenando que, transcurridos 40 días, Jueces de Paz y Comisarios decomisasen la mercadería, la vendieran en pública subasta y su monto ingresara en la Tesorería Policial; en cuanto a los conductores de los carromatos, serían arrestados y multados.

El alumbrado público estaba a cargo de contratistas, quienes lo obtenían por licitación pública. Un decreto del 26 de octubre de 1830 dividió la ciudad de Buenos Aires en cuatro secciones, cada una a cargo de un contratista distinto. Este debía disponer que los faroles estuvieran encendidos desde una hora después de ponerse el sol hasta las 12 de la noche, excepto las noches de luna  llena, en que el encendido debía tener lugar dos horas después de haber salido la luna y hasta dos horas antes de ocultarse.

La policía se ocupaba de multar al contratista por faroles apagados, encendidos fuera de horario o rotos. Romper faroles era una de las diversiones de la muchachada de entonces y el contratista estaba obligado a repararlos de inmediato para evitar una sanción.

Un “Aviso de la Policía fijado en los muros en abril de 1832 informó a los habitantes de la ciudad que el Jefe de Policía había recibido orden del Gobernador de arrestar y multar a todo individuo al que se le oyera proferir palabras obscenas en la calle o lugar público.

El mejoramiento de los servicios policiales se incrementó con la creación del Cuerpo de Serenos y la transformación del de Celadores, instituído en 1826, en Vigilantes de Día de la Ciudad. Serenos y Vigilantes patrullaban de a pie y en marzo de 1831 se creó, como refuerzo, la Compañía de Caballería Auxiliar de la Policía. Esta agrupación, regida por reglamentos militares, existió hasta 1836, en que se la sustituyó por los Vigilantes a Caballo, cuerpo que siguió en funciones hasta bien entrado el siglo XX y se perpetúa en la actual Policía Montada.

El coronel Perdriel falleció el 3 de marzo de 1832 y quedó a cargo interino de la Jefatura de Policía el Oficial 1º  Bernardo Victorica. El 17 de diciembre de 1832, finalizado el primer mandato de Rosas, asumió la gobernación el brigadier general Juan Ramón Balcarce; Victorica continuó interinamente como Jefe de Policía  hasta el 1º de abril de 1833, en que Balcarce nombró para ese puesto al coronel Juan Correa Morales y Victorica retomó el suyo de Oficial 1º.

Tras el asesinato del general Facundo Quiroga en Barranca Yaco (Córdoba) el 16 de febrero de 1835, y la conmoción pública que el crimen ocasionó, Rosas aceptó un nuevo mandato, que le fue otorgado por ley del 7 de marzo seguido de un plebiscito; asumió el 13 de abril de 1835 con la Suma del Poder Público. Por entonces era Jefe de Policía el general Lucio Norberto Mansilla, cuñado de Rosas, quien renunció el 6 de abril de ese año, entregando la Jefatura, en forma interina, a Victorica. Rosas no modificó su status y lo mantuvo como Jefe interino de Policía hasta 1845. Bernardo Victorica (1790-1864), uruguayo de nacimiento, fue leal al Restaurador, aunque supo proteger a muchos unitarios, entre ellos José Mármol, quien no vaciló en denigrarlo en su novela “Amalia”.

Durante el segundo mandato de Rosas, a excepción de los años 1841 y 1842 que fueron pacíficos para la provincia de Buenos Aires, ocurrieron hechos que condujeron a una cierta militarización de la policía. Cronológicamente, los sucesos fueron los siguientes:

* Guerra contra la Confederación Peruana Boliviana (1837-1839)

* Bloqueo del puerto de Buenos Aires por la escuadra francesa (1838-1840)

* Levantamiento del gobernador de Corrientes, Genaro Berón de Astrada (1838)

* Conjura de Maza (1839)

* Levantamiento de los hacendados del Sur de la Pcia. de Buenos Aires (1839)

* Invasión del ejército comandado por el general Juan Lavalle. (1839)

* Coalición del Norte (1840-1841)

* Campaña del Litoral del general José María Paz (1841)

* Sitio de Montevideo (1843-1851)

* Pronunciamiento de Urquiza, aliado a Brasil y Uruguay (1851)

El orden y la seguridad de la ciudad seguían a cargo de los Cuerpos de Serenos, Vigilantes de Día y Vigilantes a Caballo. A partir de 1842 las dos primeras agrupaciones fueron convertidas en batallones y hacían las rondas con acompañamiento de fusileros. Para incrementar el número de efectivos policiales, que ya era de 527, se estableció que los Alcaldes de barrio y Tenientes de Alcalde pasaran a revistar como Auxiliares de Policía.

El 25 de febrero de 1844 Rosas prohibió por decreto el juego de Carnaval, considerándolo “opuesto a la cultura social”. Los detractores de Rosas han hecho hincapié en la abolición del Carnaval, destacando ese decreto como un caso emblemático de la supuesta represión contra la ciudadanía que ejercía su gobierno. Una lectura de los antecedentes basta para entender que la población tenía motivos sobrados para temer los pocos pero turbulentos días del juego de Carnaval, que distaba de ser “inocente diversión popular”, según se lo calificó en 1853 cuando se lo volvió a autorizar.

El proyecto de suprimir el Carnaval se originó bajo autoridades hispánicas, impulsado por el clero. Tras la Revolución de Mayo hubo en 1811 una gestión del Cabildo ante la Junta, alegando ser el Carnaval una costumbre de los bárbaros. La Junta prometió un Bando con la prohibición, alguno de sus integrantes se negó a avalarlo y el Carnaval continuó celebrándose con abusos cada vez mayores, que la policía intentaba morigerar. El 12 de febrero de 1825, siendo gobernador Dorrego, un “Aviso de la Policía conminaba a los padres de familia y en general a todos los ciudadanos, “en nombre de la decencia, la ilustración y el orden, a desterrar la costumbre degradante de jugar con agua y huevos en las calles, imponiendo severa prohibición a sus hijos y domésticos, para no dar lugar a que se tomen medidas que han de ser desagradables.”

Durante el primer mandato de Rosas se trató de encauzar el Carnaval; el ministro Tomás Guido pautó al Jefe de Policía Perdriel, en un comunicado de fecha 3 de febrero de 1830, los excesos que debían ser penados con arresto y multa. Durante el segundo mandato del Restaurador, un decreto del 8 de junio de 1836 autorizaba el juego “los tres días que preceden al miércoles de Ceniza, desde las 2 de la tarde hasta el toque de oración, anunciado con tres cañonazos desde la Fortaleza la iniciación y la finalización del mismo.” Podía arrojarse “agua limpia y huevos con agua de olor”; se sobreentendía que los huevos debían ser de gallina, pero algunos chistosos  interpretaron que podían ser de ñandú, y para colmo de males, los llenaban con aguas nauseabundas. Otro párrafo del decreto especificaba que el juego “no debía jugarse de casa en casa sino dentro de ellas, o de las calles a las casas, o viceversa, debiendo las puertas de aquéllas estar cerradas durante el juego.” Esta advertencia era a los efectos de evitar el ingreso de gente ajena a la vivienda y las peleas, robos, destrozos y heridos que ocasionaban estas invasiones patoteriles. En el decreto se especificaba la prohibición de utilizar disfraces con “vestimentas del sexo contrario, de militares, sacerdotes o personas ancianas”.

Este decreto no frenó los desmanes durante el Carnaval: se continuó arrojando  huevos de ñandú con agua sucia, se inflaban vejigas de animales para llenarlas con agua y golpear con ellas a los transeúntes, o, elegida una víctima, le tiraban un balde con agua y luego la rociaban con harina. El general Mansilla protagonizó un episodio que a poco concluye en un duelo, cuando arrojó a una dama un  huevo con agua de olor, con tan mala fortuna que le dió en el rostro y le rompió un diente.

El 21 de enero de 1845 Rosas designó Jefe de Policía al general Pablo Alemán, con lo que finalizó el largo interinato de Victorica, quien se retiró de la Institución. Alemán falleció el 22 de septiembre de ese mismo año y la Jefatura recayó, en forma interina, en el Oficial 1º Juan Moreno. Como ocurriera con Victorica, el Restaurador lo mantuvo como Jefe interino de Policía hasta el fin de su gobierno.

Moreno demostró dotes de buen investigador; en noviembre de 1845 se hallaron restos de un cuerpo humano descuartizado y las pesquisas del flamante Jefe de Policía establecieron prontamente la identidad del muerto, la de los autores de su asesinato y desmembramiento, y los motivos del crimen. Los restos pertenecían a Antonio Pose, un peón español, los asesinos resultaron ser sus caseros, un matrimonio formado por José Omar Rodríguez Jardín y Tomasa Santalla, y el motivo fue apoderarse de los ahorros del inquilino, 2100 pesos. Rodríguez Jardín fue fusilado el 3 de enero de 1846 y la esposa condenada a 5 años de prisión. Otra pesquisa que llevó a cabo Moreno con rapidez y éxito fue la de una estafa perpetrada contra la Casa de la Moneda falsificando la firma de Rosas, en diciembre de 1851. (1)

En octubre de 1849 los habitantes de la ciudad de Buenos Aires pudieron observar la primera bomba de incendio en funciones. La había hecho traer desde Francia un industrial, Juan Blaumstein, para sofocar posibles incendios en un molino a vapor de su propiedad, y ofreció su uso a la policía, si en alguna ocasión era necesaria. La oportunidad de comprobar la eficacia del artefacto se presentó con el incendio de una fábrica de muebles; el comisario de la seccional informó a Moreno que “el fuego que hubiera demorado todo el día para ser apagado, en tres horas estuvo concluído.”

El día del combate de Caseros la defensa de la ciudad había sido encomendada al general Lucio N. Mansilla con milicias urbanas, que resultaron impotentes  para evitar el saqueo de comercios y viviendas por parte de las tropas brasileñas, uruguayas y correntinas. Moreno no abandonó su despacho en el edificio junto al Cabildo, anterior residencia del Obispo de la Ciudad que el gobernador Martín Rodríguez asignó al Departamento de Policía en marzo de 1823. (2) En las cuatro comisarías de la ciudad permanecieron los Comisarios con unos pocos agentes; los batallones de Serenos y Vigilantes, y los Alcaldes de Barrio y Tenientes de Alcalde estaban en el campo de batalla, fueron tomados prisioneros tras la derrota, y recién se reintegraron a sus funciones a fines de febrero.

Vicente López, nombrado Gobernador provisional por Urquiza, designó el 5 de febrero Jefe interino de Policía al coronel Blas Pico, y el día 15 asumió la Jefatura Manuel José Guerrico, quien cesanteó a Moreno y a los cuatro comisarios, y, asesorado por el ministro Valentín Alsina, anuló la casi totalidad de los decretos de Rosas referidos a la organización y atribuciones de la policía.

Uno de las ordenanzas que sobrevivió y que, con el paso del tiempo, cayó en el  olvido, prohibía utilizar las aceras como depósito de mercaderías, o para exhibición o venta de las mismas, y facultaba a la policía para multar al infractor. En la actualidad, los transeúntes que debemos sortear esos obstáculos agradeceríamos a los Gobiernos Comunales que la pusieran nuevamente en vigencia.

  

(1) Ver “La gran estafa-El robo a la Casa de la Monedaen el Nº 4 de El Restaurador, septiembre de 2007.

(2) En ese viejo edificio, que fue demolido para abrir paso a la Avenida de Mayo, continuó funcionando el Departamento de Policía hasta el 11 de marzo de 1889 en que se inauguró la actual sede de Moreno 1550.

Acuarela de Pellegrini, donde se aprecia lindero al Cabildo el edificio de la Jefatura de Policía