domingo, 1 de junio de 2008

Anécdotas - General Ignacio Hamilton Fotheringham

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año II N° 7 - Junio 2008 - Pag. 16 

General Ignacio H. Fotheringham

Anécdotas

“Cállese, cállese... No hable usted así del mejor hombre que haya yo conocido”

Relato del General Ignacio Hamilton Fotheringham, en sus memorias “La vida de un soldado o Reminiscencias de las Fronteras”.

 

Los señores Juan Nepomuceno Terrero e hijos (la firma social del año 1864), poseían varias estancias con muchas leguas de campo flor. ¡Qué espléndidas fincas! Hoy habrán pasado a manos ajenas, tal vez a dueños extranjeros.

"Los Cerrillos", la antigua guarida de don Juan Manuel, era el establecimiento principal: llena de recuerdos de ese hombre misterioso que, a pesar de tanto historiador, hoy nadie conoce bien y yo menos que nadie.

Allá en mi tierra, en mi pueblo (Southampton) lo creíamos un general español desterrado por asuntos de alta política. Un hermoso tipo, de aspecto varonil y enérgico. Vivía en The Crescent, frente a la casa de familia de Lawe, muy amiga nuestra. Una gran mansión de aspecto serio, silencioso y triste. Nada de ruidos. Más tarde me han referido muchas anécdotas a su respecto.

Al venirme, su "Doña Manuelita" me regaló una hermosa frazada, grande, abrigada, con un letrero central en bordado rojo: Federación o Muerte, Independencia. Rosas. Viva Manuelita. La conservé por mucho tiempo. Pero, resuelto a decir la verdad, aunque con vergüenza, confieso que la cambié en Paso de la Patria (1) por tableta mendocina... Más pudo el hambre que el venerado recuerdo.

Tirano, déspota, sanguinario... No lo niego, pero no lo afirmo. La pobreza en que vivía, demostraba, por lo menos, que era hombre honrado. Y un hombre honrado no puede ser un hombre perverso...

Años después, en 1885, me encontré en Southampton con mi mujer y dos hijos mayores, Inés y Roberto, de once y diez años, respectivamente.

El primero que me vino a visitar al Hotel Radley, fue Mr. Mount, nuestro antiguo capellán, el viejo sacerdote que me bautizó y me bendijo al venir­me, agregando: "Que tus ovejas, Ignacio, cubran las montañas del nuevo mundo…” Nunca pudo suponer el final dramático de mi tentativa de estanciero ni que mis ovejas desaparecerían substituidas por... una espada. Vino, pues, y nos invitó a comer. Fuimos. Sobre la chimenea de su modesto comedor había una hermosa talladura de flores en marfil, bajo gran fanal de cristal.                                                            

-Qué hermoso - dije.

-Ah, si -contestó-, me la regaló el general Rosas... Y yo:

- Un tirano sanguinario y criminal y…

- Cállese, cállese... -replicó-. No hable usted así del mejor hombre que haya yo conocido: caritativo, bondadoso, lleno de todas las virtudes cristianas.

Pues. ¿en qué quedamos?... Todavía está uno por saber qué es la historia. "Cobarde, tú dormías”…le dice Mármol en su tremenda oda...

Y conozco otro cuento al caso... Todos mis cuentos son fidedignos y garantidos. En plena batalla de Caseros, el éxito era aún dudoso. Rosas hablando con un jefe principal: "Mire, mire, esa caballería que avanza allá por la izquierda nos va a j...' (¡Perdón por la mala letra!) En ese momento pasa un bizarro soldado de caballería, gorra de manga, lanza, lazo y boleadoras. "Párese amigo…", dice Rosas. Bajóse el centauro. "Traiga las boleadoras. (Las midió con los brazos abiertos). Un poco cortas -dijo-. A caballo y dispare" -le gritó al soldado. De un brinco en la silla y a todo escape... Pero no hubo escape, pues con la habilidad suma sorprendente de que estaba dotado "el primer jinete", el "primer gaucho argentino", revoleando las boleadoras las lanzó con mano certera por encima del cráneo del jinete y boleando el caballo de las manos, lo hizo rodar; pero el paisano, sonriéndose, salió de pie, las riendas empuñadas… "Por lo menos -dijo Rosas- todavía tengo el pulso bueno".

Ya mí me parece que ningún "cobarde" haría tal hazaña.

Afuera de Southampton, en Shirley, tenia Rosas un pequeño farm o estancia. Cuatro vacas, algunas ovejas, pocos caballos: Los Cerrillos en miniatura, como para recordar, acaso, a la patria. En su salón, allá en la casa de The Crescent, tenia dos grandes sillones rojos; él ocupaba uno, el mismo siempre y a la visita que intentaba sentarse en el otro, la detenía con un… "Dispense, no se siente en ese sillón, pues espero al general Urquiza... "

En las carreras o cacerías del zorro, en Inglaterra, montaba en soberbios caballos que le prestaba lord Palmerston. Una vez rodó y salió corriendo... Asombro general. En otra ocasión enlazó un ciervo por las astas. Otra vez asombro. Nunca, jamás, iba a la iglesia, la única iglesia católica que había en Southampton y, sin embargo, el viejo cura lo calificaba de "hombre lo más bueno". Habrá que escribir sin pasión la historia de Rosas.

(1) Durante la guerra contra el Paraguay

IGNACIO HAMILTON FOTHERINGHAM, nació en 1842 en Southampton, (ciudad donde viviría exiliado Rosas a partir de 1852), en el sur de Inglaterra. Hijo de familia católica emigró a la Argentina cuando tenía 21 años y se incorporó al ejército, donde llegó a tener el grado de General. Intervino en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y en la Conquista del Desierto; participó también en la represión de las revoluciones jordanistas. Fue también Gobernador del Territorio Nacional de Formosa. Falleció en 1925 a los 83 años. (Fuente: Diccionario Histórico Argentino de Fermín Chávez, Ediciones Fabro, Bs. As. 2005)