martes, 31 de agosto de 2021

Combate de Vuelta de Obligado - Parte del combate de Vuelta de Obligado

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo  N° 23, del 30 de noviembre de 1845, se publicó el parte confeccionado por Francisco Crespo sobre el combate de Vuelta de Obligado.


Parte del Combate de Vuelta de obligado


En el parte se hace mención a la participación de las mujeres en ese combate y sobre este tema se puede leer en este Blog el artículo aparecido en la revista El Hogar:

https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2021/08/combate-de-vuelta-de-obligado-la.html

lunes, 30 de agosto de 2021

Bloqueo francés - Visión de un periódico de Nueva York

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
En el año 1840 se editó en Buenos Aires un folleto titulado ESPIRITU DE LOS MEJORES DIARIOS QUE SE PUBLICAN EN EUROPA Y AMÉRICA, que contenía varios artículos publicados en el extranjero referentes al bloqueo francés. Uno de ellos, titulado "Buenos Aires", lo transcribimos a continuación. 
El artículo transcripto había sido publicado el 14 de diciembre de 1839 en el Noticioso de Ambos Mundos de los Estados Unidos, de Nueva York. 

Rosas


BUENOS AIRES

Tenemos papeles de Buenos Aires hasta el 24 de Setiembre, tiempo en que quedaba aquella República en muy crítica situación. Un ejército de 6,000 hombres a las órdenes del acreditado General Echagüe, había invadido la Banda Oriental y marchaba triunfante hacia Montevideo, su capital. Esta ciudad que estaba fortificado a toda prisa con la ayuda de algunas fuerzas auxiliares francesas sacadas de la escuadra bloqueadora, mientras que el actual Presidente D. Fructuoso Rivera hacía todos los preparativos posibles para salir a contener a los argentinos,  quienes parece estaban ya a ocho o diez leguas de la ciudad, y por consecuencia de un momento a otro se esperaba que se daría una batalla sangrienta.

Por otra parte el general argentino Lavalle, a la cabeza de todos los descontentos refugiados en Montevideo, y ayudados de algunas fuerzas de dicha República, había entrado por la provincia de Entre Ríos, para distraer las fuerzas de Buenos Aires; y con ánimo de hacer una revolución contra el Presidente Rosas, y trastornar su gobierno. En este estado de cosas, preciso es que las primeras noticias que se reciben de aquel país sean de la mayor importancia. 

Nosotros no daremos nuestra opinión sobre cuál de los partidos que agitan por desgracia a aquellas Repúblicas, es al que tiene más derecho a dirigir sus destinos, ni cuál sería el más conveniente y adecuado a aquellos pueblos, para lo cual milita la sencillísima razón de que tampoco conocemos sus verdaderas necesidades, ni sus recursos, ni sus elementos, ni aún los planes ni intenciones de sus respectivos caudillos; además de que sería mucha presunción querer arreglar a tanta distancia, y siendo extranjeros, las disensiones civiles entre hermanos y vecinos. Empero hay un punto muy principal, que resulta en las cuestiones que se han agitado en medio de esos movimientos revolucionarios, el cual está sujeto a la jurisdicción del público en general, y en particular de la prensa libre, y así todos tenemos derecho a ejercer sobre él una censura imparcial, sin miedo de incurrir en la nota de intrusos, ni de cometer error alguno, con solo dejarse guiar fielmente por las inspiraciones de la justicia y del buen sentido. Este punto es la complicación del inicuo bloqueo que tienen puesto los franceses a Buenos Aires y demás puertos de la República Argentina.  Apenas puede concebirse como en el presente siglo pueda tolerarse una infracción tan escandalosa del derecho de gentes, un ataque tan injusto al principio de soberanía que cada nación reconocida tiene derecho a ejercer en la formación de sus leyes, y en el acuerdo de sus tratados. Todo el mundo sabe que el origen de aquel bloqueo, lo mismo que el que sufrió Méjico, no es otra cosa que el querer el gobierno de Luis Felipe obligar por la fuerza a las nuevas Repúblicas de América a hacer tratados a su antojo con la Francia, y de este modo enmendar el yerro que sus antecesores cometieron en no haberse anticipado a reconocer la independencia de aquellas, y a sacar las mismas ventajas que en época anterior y más oportuna obtuvieron los Estados Unidos y la Inglaterra. Es el mismo caso que si luego que se acabó la guerra en España, vencido y extrañado D. Carlos, y consolidado el gobierno de la Reina, viniese la Rusia a bloquear los puertos de la Península, porque no se le concedían los mismos privilegios que a Inglaterra y Francia.

El bloqueo pues de los Franceses, no solo es un insulto a la razón, y a los derechos inenajenables de la República Argentina, sino que es un ataque directo a todos los nuevos gobiernos de América que se hallan en igual caso; y a pesar de eso hemos visto con dolor al Gobierno de Montevideo tan envilecido, que ha dado favor y ayuda a los injustos agresores, lo mismo que los descontentos de Buenos Aires refugiados allí, incapaces unos y otros de abrigar en sus corazones un rasgo noble de olvidar por un momento sus querellas interiores o sus enconos personales, para unirse y acudir a la primera necesidad al escarmiento del enemigo común, a la defensa de la causa de la América entera, o a lo menos de aquella gran porción poblada de raza española. ¡Mengua eterna a los seres degradados que no sacrifiquen sus pequeñas rencillas a los clamores de la patria, y que no sepan acallar los gritos de los agravios particulares ante la voz noble y sagrada de la independencia nacional !!!

En medio de tanta degradación, un héroe vemos brillar: este héroe es el Presidente de Buenos Aires, el General Rosas. Llámenle enhorabuena tirano sus enemigos, llámenle déspota, llámenle tigre, nada nos importa todo esto: él es patriota, tiene firmeza, tiene valor, tiene energía, tiene carácter, y no sufre la humillación de su patria. Rosas, resistiendo a los franceses a la cabeza de un pueblo débil, dividido, y empobrecido por las continuas disensiones civiles, se ostenta grande, magnánimo, eminente: y Luis Felipe, empleando sus inmensas fuerza y recursos en hacer la guerra a ese mismo pueblo, hallándose al frente de una de las primeras potencias del mundo, aparece como un pigmeo, como un miserable, porque es injusto, y porque no puede beber más que ignominia en maltratar a los débiles.

(Del Noticioso de Ambos Mundos de los Estados Unidos, publicado en Nueva York, fecha 14 de Diciembre de 1839)


La transcripción se hizo de acuerdo a la grafía actual



lunes, 23 de agosto de 2021

Caseros La guerra entre la Confederación y Brasil

 CASEROS

GUERRA ENTRE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA 

Y EL IMPERIO DE BRASIL.

LA DEFECCIÓN DE URQUIZA

Con la participación de los historiadores revisionistas:

Norberto Chiviló (Periódico EL RESTAURADOR)

Leonardo Castagnino (LA GAZETA FEDERAL)





miércoles, 18 de agosto de 2021

Un nuevo retrato de San Martín

UN NUEVO RETRATO DE JOSE DE SAN MARTÍN
 por Norberto J. Chiviló


Nuevo retrato de San Martín


Pocas semanas atrás, un coleccionista de arte, el peruano  Juan Luis Orrego Penagos mientras caminaba por París, entró en la galería de arte Baron Ribeire & Associés y encontró expuesto un retrato desconocido del general San Martín, se trata de un óleo de 40,5 x 32 cms. La obra se encuentra en excelentes condiciones, salvo un pequeño raspado en el antebrazo derecho del saco del general.

En el óleo, se lo ve a San Martín casi de perfil, vistiendo levita, chaleco y camisa al estilo imperio.

La pintura habría sido realizada durante la residencia del general en Bruselas (1824 a 1831) por el artista francés Jacques-Louis David, siendo aproximadamente la edad de San Martín, en el momento de ser retratado, cercana a los 50 años.

La obra se encontraba a la venta en 1920 euros.

lunes, 16 de agosto de 2021

Rosas. Visto por un periódico estadounidense

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
En el Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo  N° 27, del 13 de junio de 1846, se reprodujo un artículo sobre Rosas, publicado en un periódico estadounidense.

Rosas

ESTADOS UNIDOS.
D. JUAN MANUEL DE ROSAS, Gobernador de Buenos Aires, y Encargado de las Relaciones Exteriores de los Estados de la Confederación Argentina.

 

Parece haber sido tema favorito de los diaristas ingleses y franceses, de algunos años acá, publicar fábulas horribles sobre actos crueles y tiránicos de aquel hombre; fábulas que estremecen de horror, cuentos de los tiempos de Nerón y de los tiranos Romanos de la antigüedad. Es monstruosamente absurdo que un carácter tal como lo representan ser,  pudiese existir hoy: sin embargo, algunas veces, aunque raras, esas fábulas han sido copiadas en las columnas de algunos de nuestros diarios. A ocasiones algunos de nuestros oficiales navales que han estado en Buenos Aires, y tenido oportunidad, por observaciones personales, de instruirse algo de la verdad, han publicado algunos relatos en contradicción de esas fábulas: pero generalmente estas últimas han sido consideradas tan absurdas que naturalmente han muerto por sí mismas.

De nuevo se han renovado esas falsedades para colorir la injusta intervención de los ingleses y franceses en los negocios del Rio de la Pinta. Con la esperanza de dar a mis compatriotas una idea exacta del carácter de ese hombre extraordinario, cuya influencia se siente en todas las partes de la América Meridional al sud del Ecuador, se escribe esto.

El General Rosas es ahora de cincuenta y dos años de edad; y nació en la ciudad de Buenos Aires. Sus antepasados emigraron de Escocia a España durante las guerras civiles de Carlos I y II, y esa descendencia fue de los primeros pobladores del Rio de la Plata donde tuvieron distinguidas empleos durante el antiguo régimen español, y después a la edad de diez y seis años era oficial de las tropas, y con ellas peleó, cuando los ingleses intentaron tomar ese país. Poco después fue empleado con otros para ir a una importante comisión a los indios de las Pampas, que resultó muy favorable a los intereses de sus conciudadanos. Determinado y resuelto en su carácter, se separó de su padre, que era rico, y tomó la dirección de una estancia, o establecimiento de ganadería, donde sin otro capital más que la energía y la probidad, el que lo empleaba muy pronto se interesó, y cuando tenía veinte años, ya era propietario de haciendas suyas. Sus compatriotas le eran ardientemente adictos, y ya entonces era su árbitro y juez en todas sus disputas, y sus decisiones aumentaron su popularidad. Las frecuentes revoluciones y guerras civiles que devastaban el país, le llamaron desde su estancia a tomar parte en la contienda, Buenos Aires había sido presa de todos los Jefes militares cuyas tropas lo siguieron: había habido once Gobernadores en el corto espacio de un año, y tres en una semana; y en estas contiendas la sangre había corrido en  las calles como agua. El pueblo se le reunió para que lo protegiese, y fue elegido Gobernador en 1929, y continuó cerca de tres años: entonces el estado inseguro de las fronteras lo obligó a tomar el mando de un ejército para operar contra los indios de las Pampas. Cerca de tres mil mujerea y niños, que habían sido llevados en cautiverio, fueron devueltos a su país, y obligados los indios a la paz que han guardado hasta hoy. El imbécil gobierno que le sucedió, solo duró poco tiempo, y de nuevo lo obligó el pueblo a aceptar el empleo de supremo magistrado. Cuando fue llamado, francamente aseguró que el bien público exigía que el supremo Magistrado fuese investido con más poder que el que antes había tenido, y que, sin él, no podía aceptar el empleo. El Cuerpo Legislativo lo nombró unánimemente Gobernador en 1835, por el término de cinco años, a cuya conclusión, él expresó su deseo de retirarse, pero provisoriamente continuó en el mando hasta que se concluyese la guerra con la República del Uruguay, considerándolo el pueblo como al única persona que pudiese llevarla a un término feliz.

En su persona, el General Rosas es de estatura de cinco pies nueve pulgadas de alta, tiene ojos azules, brillante cabello suelto, hoy con algunas canas, complexión ágil y robusta, con rostro y voz agradable y animada. Por su habitud de asidua atención a los negocios dedica catorce horas cada día a los asuntos públicos, inspeccionando personalmente todos los detalles de los varios departamentos interiores del Gobierno.  Aunque investido con el poder, muy cuidadosamente se abstiene de toda intervención en los tribunales. Los Representantes son elegidos por el pueblo; los jueces del Tribunal de Comercio, por los mercaderes, y las leyes se ejecutan mejor que en muchos años antes. La Policía de la ciudad y de la campaña no puede ser mejor. El robo es casi desconocido. Nuestros oficiales de marina y los extranjeros recorren solos las Pampas, y en perfecta seguridad. El crimen es castigado allí, y sus juzgados del crimen son tan regulares como los de cualquiera parte de nuestro país. Buenos Aires es uno de los estados de la Confederación Argentina; está encargado de las Relaciones Exteriores de toda ella; pero cada estado tiene su gobierno y sus leyes que son separadas y diferentes de las de Buenas Aires; y en el centro de la América del sud no es extraño que las leyes no siempre sean administradas con justicia— sin embargo, dentro de la jurisdicción del Gobernador Rosas, eso no puede decirse con verdad,

“Se ha imputado haber ordenado los más crueles asesinatos, y so citan los de 1840. Pocos saben la verdadera historia de esa Época.

“Los franceses estaban delante de la ciudad, bloqueándola, y habían fraguado una revolución entre los descontentos en la ciudad, quienes se comunicaban con la escuadra Francesa por medio de un Americano de descendencia Francesa, nacido en Nueva Orleans, llamado Félix Alibert. Tenía un buque de señales en el muelle de Buenos Aires, y por medio de los botes de otros buques de guerra mantenía su correspondencia. Estaba a punto de estallar una revolución, y comprometidos en ella cerca de cuatro mil ciudadanos. El coronel Maza debía encabezarla, y debía matar al Gobernador Rosas en su propia casa, a donde iba diariamente a visitar a su familia. La ciudad estaba dividida por los conspiradores en distritos, y solo pocos de uno de estos conocían quien estaba con ellos en el otro. Los franceses ayudaron al General Lavalle a invadir la provincia, quien, al acercarse a la ciudad, sabía la existencia de la conspiración—cuando el coronel Maza, Alibert y otros fueron arrestados. El padre de Maza, Presidente de la Sala de Representantes, y otros cabezas de la conspiración, fueron asesinados—arrancados de entre los vivos. Lavalle se retiró; y el país de nuevo estuvo trasquilo. Viendo los franceses que nada podían conseguir, hicieron la paz,

“Siempre se han imputado al Gobernador Rosas esos asesinatos como hechos por su orden, y el modo fue repugnante; cerca de setenta hombres, inclusos unos pocos de distinción, fueron degollados, y arrojados sus cadáveres en la zanja del cementerio. Sus amigos siempre han dicho que el populacho cometió esos asesinatos, en venganza, cuando se descubrió la conspiración: pero sea que ese fuera el caso, o no, ellos impidieron que estallase una conspiración que habría hecho correr la sangre de millares, e impidieron un saqueo  general de todos las extranjeros, que es el accesorio usual. No podía haberse llevado a esos hombres a un juicio público, porque los conspiradores habrían conocido su fuerza, teniendo amigos al frente y a la retaguardia—su levantamiento habría sido horroroso, porque toda la población habría tenido que pelear por la vida.

“El coronel Maza y los arrestados fueron juzgados y fusilados, siendo Alibert el único que fué perdonado: lo que se hizo fue desterrarlo del país, a petición de Mr. Slade, Cónsul de los Estados Unidos. Se lo envió a bordo de la barca de guerra de los Estados Unidos Fairfeld, y de allí fue al Brasil, y de él proviene este relato de la conspiración.

“El Gobernador Rosas es hombre muy firme, que raras veces perdona los crímenes. Sabe bien que sus conciudadanos requieren una mano fuerte en el gobierno: pero en su carácter particular es muy benévolo. Centenares de pobres de la ciudad van diariamente a su quinta, donde se les dá toda la carne fresca que necesitan. El mayordomo dijo al que escribe esto, que algunos días se distribuía la carne de cinco reses. Esta ha sido su práctica constante desde muchos años. Su fortuna es grande, aunque no enorme como la de Santa-Ana, ni tan considerable como la de otros ciudadanas de Buenos Aires; siendo de cerca de medio millón de pesos fuertes. No recibe sueldo por sus servicios. No hace mucho que murió su padre, dejándole sesenta mil pesos. El los cedió a los huérfanos, hijos de su hermana, que casó con el Dr. Bond, natural de Baltimore.

“Siempre se ha insistido en su odio a los extranjeros; pero es enteramente falso. La iglesia episcopal inglesa recibió como presente del Gobierno el terreno en que está edificada; y una mitad de las escuelas para niñas católicas, naturales del país tienen por maestras a señoras que pertenecen a esa iglesia episcopal, o de otras de las cuatro iglesias protestantes que hay allí, lo que no muestra que hay un gobierno intolerante.

“Allí son más respetados los ciudadanos de los Estados-Unidos que los de cualquiera otra nación. Siempre han sido neutrales. Una gran parte de la malevolencia inglesa se origina de celos por la preferencia  que se nos muestra. El General O'Brien, inglés, últimamente ha publicado un relato de una cruel prisión que sufrió en Buenos Aires. Ei que escribe esto se hallaba allí entonces, y todo lo sucedido es, en pocas palabras, que el General O’Brien era Ayudante del General Santa-Cruz, Presidente de Bolivia, en guerra entonces con el Gobierno Argentino, y por él fue despachado como enviado cerca del General Rivera en Montevideo, también en guerra entonces con el Gobierno Argentino, para combinar un plan de operaciones unidas. Viajó por Buenos Aires como inglés, y permaneció allí algún tiempo. Haciendo saber indiscretamente a algunas personas el objeto de su misión, fue arrestado. Las pruebas se presentaron al Ministro Plenipotenciario de S. M. B., quien declinó oficialmente de intervenir. El General O' Brien era un espía, y si en iguales circunstancias hubiese sido aprendido en los Estados Unidos, habría sido ahorcado. El Gobernador Rosas atendió a sus promesas de que abandonarla la carrera militar e iría a Inglaterra, y lo puso en libertad. Puede juzgarse como ha cumplido su palabra, cuando se sabe que entes de un año ya estaba en la ciudad de Montevideo, y ahora es el agente del gobierno especulador de aquella ciudad.

“El Gobernador Rosas, y el país que él gobierna, son fuertemente adictos a nuestro país y a sus instituciones; y eventualmente la Confederación Argentina será modificada sobre el mismo plan. Se retirará de la vida pública cuando concluya la guerra con la República del Uruguay, y probablemente le sucederá el General D. Ángel Pacheco, que ha estado al mando del ejército auxiliar del Presidente Oribe en los cuatro últimos años, y es un caballero ilustrado y rico. Hace algunos años que estuvo en los Estados Unidos,

“No soy el panegirista del Gobernador Rosas, pero deseo que mis compatriotas conozcan su verdadero carácter, como lo describen los Comodoros Ridgecy, Morris y Turner, y todo oficial y ciudadano de los Estados Unidos que ha visitado a Buenos Aires. Verdaderamente él es un grande hombre, y en sus manos ese país es la segunda República de América,

“De Vd. sinceramente—

(Del Journal of Commerce de Nueva York, del 16 de Diciembre último.)”

 

Con respecto a las anteriores observaciones puede repararse que, como perteneciente a una familia distinguida, descendiente del Conde de Poblaciones, el General Rosas tomó parte, muy joven, en la gloriosa defensa de Buenos Aires contra los ingleses, no como oficial, sino de simple soldado de artillería, y después de caballería, como sirvieron otros jóvenes de familias distinguidas del país, lo que le es aún más honroso.

El General Rosas con su trabajo e inteligencia no solo aumentó la fortuna de sus padres, sino que también la suya propia, de un modo honorable e independiente de cualquiera otra persona, por sus empresas de pastoreo y de agricultura, siendo el primero que practicó en el país grandes sementeras, fundo saladeros, y combatiendo intrépida e infatigablemente contra los Indios, explotó los más fértiles campos de la provincia.

El General Rosas restableció en 1820 el orden y la autoridad legal, ganando la victoria del 5 de Octubre de ese año, que mandó en persona. Con el regimiento 5° de caballería de Colorados del Sud de la campaña atacó a los facciosos atrincherados en Buenos Aires con artillería e infantería, y los venció. Este triunfo acabó con la anarquía, y el General Rosas, logrando el objeto patriótico de aquella memorable e empresa, se retiró a la vida privada, llevando también a ella la satisfacción y la gloria de haber dirimido y terminado con su influencia y a costa de su fortuna particular, las fratricidas diferencias entre Buenas Aires y Santa Fe, por el importante tratado del 23 de Noviembre de 1920.

Él fue el primero que rechazó a los indios que desolaban la campaña, y estableció la línea de frontera a la que después ha dado un grande y glorioso desenvolvimiento.

Hostilizado siempre por la logia de salvajes unitarios, desgraciado extravío de la revolución en el Rio de la Plata, correlacionada con las sociedades secretas y con las miras Europeas, desde que se agitó la traidora combinación de establecer monarquías Europeas en América, y enemigo firme y leal de toda sedición, de todo crimen, y más aun de toda defección del principio nacional Americano, se vio llamado por el país en 1829 a contrastar la primera explosión desastrosa de aquel sangriento y alevoso plan.

La logia de salvajes unitarios sublevó en 1828 el ejército nacional Argentino en la ciudad de Buenos Aires: derribó las leyes fundamentales y las instituciones republicanas; disolvió el Cuerpo Legislativo, y asesinó al Gobernador de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores y do los negocios de paz y guerra dela Confederación Argentina, el Coronel D. Manuel Dorrego. El General Rosas, Comandante General de la campaña de Buenos Aires, fue proscripto de muerte por los amotinados y tiranos salvajes unitarios. Mas la estratocracia militar apoyada por cl armamento de un regimiento de franceses en Buenos Aires no podía triunfar de la decisión de los pueblos. El General Rosas dirigió la resistencia del país, venció a sus enemigos, y restableció las leyes. La Legislatura lo nombró Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y le confió poderes extraordinarios que empleó para pacificar toda la República, y establecer en Buenos Aires un sistema de gobierno regular, responsable y honorífico. Su administración desde el 20 de Diciembre de 1829 hasta 20 del mismo mes de 1832 fue la primera en el país que terminó dignamente el periodo legal; y la primera que estableció sobre bases sólidas y permanentes la confederación nacional de las provincias Argentinas. Esta confederación de provincias es igual en sus estipulaciones fundamentales a la confederación de estados de los Estados Unidos de Norte América. Cada provincia conserva entera libertad e independencia en su gobierno y administración interior; y todas están ligadas indisolublemente a la unión y defensa nacional bajo las estipulaciones del tratado de 4 de Enero de 1831.

Después de esa época, que puede llamarse la primera del orden y progreso nacional, el General Rosas realizó la expedición a los desiertos del sud en 1833 y 34. Sus trofeos fueron la total derrota de más de veinte mil indios belicosos y feroces, el ensanche de las fronteras de la Provincia basta el desierto, la libertad de más de cuatro mil cautivos Argentinos y Chilenos, y la destrucción de un poder bárbaro que luchaba y había luchado en más de dos siglos, contra la seguridad, la civilización y la riqueza del país.

Era necesario que de nuevo gobernase el país anarquizado por las intrigas de los salvajes unitarios y de enemigos exteriores, que después aparecieron más abiertamente a combatirlo. El General Rosas reusó en 1935 aceptar el mando supremo aún con poderes extraordinarios, que le confió la Legislatura de Buenos Aires, sin que se explorase primero el voto expreso del pueblo por sufragios individuales. Así se efectuó; y la votación de los ciudadanos fue unánime, excepto dos votos; y esa decisión se ha sostenido, y se sostiene, aun contra el poder de la Inglaterra y de la Francia, a pesar que el General Rosas desea desde mucho tiempo retirarse de los negocios públicos. La honorable Representación de la Provincia lo considera aun necesario en el mando, no para sostener la guerra contra la República Oriental, pues que esta es aliada de la Confederación Argentina, sino para sostener la guerra en defensa y sostén de la independencia de una y otra República, y con esa independencia la del continente Americano, Y además es inequívoco el voto público que obliga al General ¡Rosas a continuar en el gobierno; voto no solo auténticamente consignado, sino también firmemente sostenido por el País en armas en una de las más difíciles circunstancias para cualquier gobierno, aún más poderoso, que no se apoyase en el sentimiento público.

Los asesinatos a que alude el artículo del Journal of Commerce tuvieron lugar en 1840 y 1842. La conspiración del Teniente Coronel Ramón Maza, en connivencia con los franceses y con la logia de salvajes unitarios, tuvo lugar en 1839. En uno y otro caso el General Rusas, en las más graves y peligrosas circunstancias de conmoción interior y de fuertes ataques extranjeros, justificó con sus hechos el concepto favorable que justamente se tiene formado de su carácter firme pero humano, y de su energía en las resoluciones conservadoras del estado de en las grandes crisis.

En 1839 la conspiración de Remón Maza era aún más atroz y bárbara que lo que se indica en el artículo del Journal. No solo envolvía el asesinato alevoso del General Rosas, de sus Ministros, de varios Representantes del pueblo, y de Jefes militares, entre ellos el mismo hermano del conspirador, el coronel D, Mariano Maza, sino también la sublevación y desenfreno de los indios en la campaña. El Gobierno mandó encarcelar a más de treinta de los traidores; ninguno de ellos fue fusilado, como era justo, y necesario que lo fuesen, sola mandó fusilar a Ramón Maza. Los demás fueron puestos en libertad, después de algún tiempo de prisión. Este hecho público demuestra que el General Rosas procedió con clemencia, aún en caso tan grave y alarmante.

El Dr. Maza, padre, e instigador cruel de su mismo hijo Ramón, y objetos ambos de inmensos favores y beneficios, así del Gobierno como del General Rosas en particular, fue asesinado en medio de la conmoción pública; y fue la única víctima de la venganza del pueblo, instigada, según todas las probabilidades, por los mismos conspiradores. El Gobierno en el acto tomó una actitud firme; mandó poner sobre las armas las fuerzas militares de la guarnición; y la autoridad pública mantuvo la posición imponente que exigían las circunstancias tan peligrosas de un pueblo irritado y conmovido por impulsos siniestros. El Gobierno no necesitaba emplear recursos odiosos, cuando podía ejecutar a la víctima de un asesinato execrable, si su suplicio hubiese sido necesario a la seguridad pública, y prescripto por la justicia para ahorrar inmensas calamidades y derramamiento de sangre.

Los asesinatos ocurridos en 1840 y 1842, emergentes también de circunstancias de profunda crisis, y que en Inglaterra, en Francia, España y otros países, han tenido un carácter tan horrible y una extensión tan deplorable, fueron reprimidas por el Gobierno sin la menor hesitación, no solo por órdenes severísimas, que están en el dominio de la publicidad, sino por ejecuciones públicas que no dejan la menor duda sobre su política conservadora y honorable. Si el gobierno del General Rusas, forzado por una necesidad inevitable y fatal, hubiese sido tan indiferente, como lo fueron, o no pudieron dejar de serlo, la administración de Lord Castlereagh a las horrorosas atrocidades y matanzas de Irlanda, y el gobierno de Luis XVIII a los bárbaros asesinatos en Francia, no habría razón aun así para atribuirle el efecto terrible de un periodo producido por las traiciones mismas de sus enemigos internos y exteriores. Más aún de esa lamentable posición se halla exento el General Rosas, pues que no solo tuvo la voluntad, sino la firmeza de contener y castigar crímenes tan odiosos y tan contrarios a la misma defensa del país y estabilidad de la autoridad pública.

De ninguna manera es extraño que O'Brien haya imputado tan falsa y absurdamente ese episodio al General Rosas; pues que él mismo se declara víctima de este, quien en lugar de mandarlo fusilar, como indigna espía y alevoso conspirador que era el infame O’Brien, lo perdonó, con una clemencia que, en igualdad de circunstancias, no habría hallado en el Gobierno inglés, ni en ningún otro. El General Rosas no creyó de ningún modo en las promesas de arrepentimiento de O'Brien; mas está en sus principios, y en su corazón, inclinarse a la clemencia más que al castigo, como siempre lo ha acreditado en este y otros casos célebres, como el de Lavalle, Paz, Madrid, y porción de otros de sus encarnizados enemigos.

La política del General Rosas, firme contra todo desorden y crimen, ha dado sus frutos bien gratos a la humanidad en la seguridad de que gozan, en medio de esta misma guerra, todos los habitantes del país, nacionales y extranjeros, sin que desde 1843 hasta hoy haya sido necesaria ninguna ejecución o encarcelamiento por causas políticas, y sin que haya ocurrido un solo robo, asesinato, o cualquier otro crimen, rarísimos en el país, que inmediatamente no haya sido perseguido y castigado con todo el rigor de las leyes y celo de las autoridades.

(Gaceta Mercantil del 14 de Marzo.)

Aclaración: La transcripción se realizó de acuerdo a la grafía actual 

Estratocracia, es una palabra actualmente en desuso, cuyo significado es una forma de gobierno encabezada por jefes militares en la que el estado y los militares son tradicionalmente o constitucionalmente la misma entidad, y las posiciones gubernamentales siempre están ocupadas por oficiales comisionados y líderes militares. Los ciudadanos con servicio militar obligatorio o voluntario, o que han sido honorablemente dados de baja, tienen derecho a elegir o gobernar. El poder político de los militares está respaldado por la ley, la constitución y la sociedad.

Ver artículo que se puede relacionar de este Blog: https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2021/08/rosas.html

jueves, 12 de agosto de 2021

Rosas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

30 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
En el "Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo" - N° 1, del 20 de marzo de 1847 de la Nueva Serie, se reprodujo un artículo sobre Rosas, publicado en un periódico inglés.

Rosas

ROSAS

De cosa de seis años a esta parte se nos ha estado incesantemente enseñando a creer, que en cierta parte de la América Meridional, llamada Buenos Aires, vive una especie de Ogro, dueño del dulce, pero muy mal aplicado nombre de Rosas. Si podemos dar fe a los cuentos que llegan a este país, este ser atroz reúne en su persona todos los vicios de todos los monstruos, fabulosos ó históricos, Parece haber dedicado media vida a estudiar las vidas de los peores Emperadores Romanos, para pasar la otra mitad en imitar sus acciones, agregándoles un sazoncito de ferocidad Sud-Americana, que es suya propia, No tenemos la menor duda que Nerón, si hubiese sabido sus hazañas, hubiera exclamado: ”Qué hombre tan horrible!” pués Nerón era tan fanfarrón como sanguinario y que César Borgia se hubiera visto obligado a confesar, que Rosas se había propasado un poco.

Véase una o dos muestras de sus fechorías: Rosas tiene una silla de montar, fabricada de la piel del Gobernador quien sabe quien, en la cual suele cabalgar. El material ha servido tan bien para la silla que lo ha aplicado al rebenque, y tiene en su casa una fábrica en grande de látigos hechos de pieles humanas. Anden alerta, Señores compradores de cueros de Buenos Aires, guárdense de tomar ninguno que no tenga el pelo claramente visible, o podrá suceder que la gente ande paseando las calles de Londres con calzado hecho de la piel de algún malhadado gobernante. Tiene tanta afición, a las orejas de sus enemigos que dedica las paredes de uno de sus aposentos enteramente a estos adornos. Del mismo modo que un noble inglés os enseña su galería de cuadros, Rosas os festeja con la exhibición de las orejas de indóciles unitarios. Mas la crueldad es cosa insípida sin una mezcla de licencia, y así es que vemos que Rosas muchas veces se pasea por las calles de Buenos Aires en un carro triunfal tirado por mujeres desnudas! Recomendamos el asunto a los inventores de Poses plastiques. No solo eso: de tan desgraciada índole es este Rosas que sus mismas virtudes son peores que los vicios de otros. Mirar con respeto el retrato de la finada esposa de uno, tiene bastante de amable, pero Rosas lleva su afecto a un extremo muy desagradable, pues cuelga el retrato de la difunta Señora de Rosas en la iglesia, y si alguien rehúsa tributarle homenaje, lo manda fusilar en el acto.

No sucede muchas veces que el ingenio sea hereditario. De las hijas de Milton, si no las hubiese hecho sus amanuenses, y dado de este modo un excelente grupo a los pintores y escultores, nadie casi se acordaría de ellas; y vemos que el mundo hace muy poco caso de los hijos de Schiller, a pesar de que, según creemos, uno de ellos era muy buen ingeniero. Bien, la familia de Rosas es una excepción a la regla general. No solo asombra el mismo el mundo con su horrible caudal de ingenio, pero tiene una hija también, que si se descuida, ha de eclipsar su gloria. Si su padre tiene galería de orejas, ella tiene una hermosa cajita de cristal en su sala, en que, guarda la cabeza de cierto coronel, para el entretenimiento de sus amigos. Además, hay un cuento de orejas saladas (otra vez orejas!) en que la amable Manuelita, reuniendo los caracteres de Ogro y de Mrs. Glasse, estuvo muy metida. Después de alguna gran matanza, en la cual unas veintenas de hombres, mujeres y niños son degollados, (felices ellos de encontrar una muerte tan suave) el mejor modo de introducirse a la corte de Buenos Aires es ir uno con las manos todas ensangrentadas de la reciente carnicería, y presentarse a la hija de Rosas, la cual al instante sale con la cara muy risueña, y considera la mancha como una carta de recomendación. Verdaderamente este Buenos Aires es un lugar asombroso, y no podemos comprender todavía como los habitantes no se hallen en la condición de los gatos de Kilkenay (1). Ellos tienen sus temporadas de horrores, asi como nosotros tenemos una temporada de baile, y Rosas es el Baron Nathan del negocio. Podemos asegurar a nuestros lectores que hemos visto una carta que contenía las palabras: “Los fusilamientos nocturnos han empezado otra vez.”






De acuerdo con la mitología y leyendas del norte de Europa, un ogro es miembro de una raza de humanoides grandes, fieros y crueles que comen carne humana (niños especialmente).

En la ilustración, una escultura en una fuenta de agua en Berna, Suiza.




Por supuesto que es deber de todas les potencias Europeas quitar del medio a este Ogro. Todo es lícito en un caso tan extremo. Oribe es el Presidente elegido por toda la República del Uruguay, con la sola excepción de Montevideo, que está ocupada principalmente por Franceses; pero por otro lado Oribe es amigo de Rosas. “Dime con quien andas, y te diré quién eres”— Abajo, pues, Oribe, y elévese a Rivera, el candidato rival. Es preciso anonadar a Rosas de un modo u otro. Lo peor es, que conserva con tanta tenacidad su poder. Ahí está, y ahí probablemente ha de quedar. Los unitarios se rebelan y él sofoca la rebelión; los Franceses lo acometen y nada sacan. No es esto solo, si habláis solamente de arrojarlo de Buenos Aires, solo sabréis que se internará en las Pampas, y que peleará disputando el terreno palmo a palmo, con una hueste de gauchos a su servicio, raza de valientes, desafeitados, vagabundos que se reirían de Alejandro Magno si los quisiese sojuzgar. Por cierto que la historia del hombre es menos moral que un melodrama Coburgo. ¿No hay una trampa que se abra y arrebate a esta horrenda criatura de la escena? ¿No hay algún rayo a propósito que pueda conseguirse por amor o por dinero? Vienen de cuando en cuando parrafitos de noticias de una y otra banda del Rio de la Plata, unos diciendo que todo será arreglado, otros asegurando lo contrario —esos parrafitos chiquitos y no satisfactorios de noticias extranjeras, demasiado cortos, para dar una idea clara—pero todos están contestes en ese punto—Rosas todavía es Dictador.

Nuestros lectores, por supuesto, han dado por sentado mucho há, que Rosas adquirió por la conquista el poder extraordinario que ejerce—que fue apoyado por alguna fuerza física, que el pueblo no pudo resistir. Nada de eso. Lo más particular es, que es el hombre elegido por el pueblo, y que la autoridad que reviste le fue dada con entera confianza en su celo e integridad. Sí; pero fue antes que el pueblo lo conociera. Nerón fue un joven muy amable, y Rosas sin duda no se anticipó demasiado a mostrar los dientes: por supuesto, sus súbditos están ansiosos de librarse de él ahora, y él vive como Dionisio de Siracusa, o Luis XI de Francia, en un estado constante de defensa. Todo lo contrario; no tiene guardia ninguna. Vive, no en el fuerte de Buenos Aires, sino en su casa de campo, y pasea a caballo por la ciudad, sin siquiera una escolta.

Lector, dejando lo irónico; vamos a este hecho serio. Sabemos muy poco acerca de Buenos Aires. Algunos malos periódicos, escritos con la más evidente parcialidad, y algunas cartas del comercio, escritas por personas interesadas, llegan a nuestras manos: pero no hay como sacar de todas ellas una relación clara y verosímil. Nuestra propias convicción es, que Rosas es un hombre severo, pero eminentemente idóneo para gobernar el indócil pueblo de que es dictador, y que el derecho de la Europa para entrometerse en la querella entre él y Rivera es muy cuestionable. Por lo que respecta a los cuentos contra él, que hemos referido al principio de este artículo, preguntamos simplemente, si no traen el cuño del más solemne embuste? si, supuesta la posibilidad de haber efectivamente tenido lugar semejante cúmulo de disparates a lo Juancho el Mata-gigantes, podría hallarse un pueblo que tolerase al perpetrador, y consintiese en que viviese sin el amparo de una guardia ?

(Del Douglas Jerrold's Weekly Newspaper, periódico de Londres, su fecha 5 de Setiembre último.)

 

No pueda ofrecerse una sátira más ingeniosa que la precedente de los disparatados y absurdos embustes de los salvajes unitarios. El escritor Británico pudo agregar, que desde 1843 hasta hoy, en medio del ataque combinado de la Inglaterra y de la Francia, y de las feroces tentativas de los salvajes unitarios, el Gobierno del General Rosas no ha mandado fusilar, ni puesto en prisión a nadie por crímenes políticos; que ningún extranjero ha sufrido violencias, ni en su persona, ni en su propiedad, Como lo ha atestiguado el cuerpo diplomático residente en Buenos Aires, y como la sabe todo el mundo; y que el carácter recto, generoso y humano del General Rosas, así como las virtudes, beneficencia y amabilidad de la Señorita su hija, son altamente apreciados por nacionales y extranjeros.

(De la Gaceta Mercantil de 18 de Noviembre de 1846.)


(1) Que se comieron unos a otros, sin dejar siquiera la punta de la cola.—La Gaceta.


Nota: La transcripción del artículo se hizo de acuerdo a la grafía actual.

* * * * * * * * * * 

Situación política y social en aquella época

Al momento en que el artículo Rosas fue publicado en el periódico inglés -setiembre de 1846-, Inglaterra y Francia, de hecho se encontraban en guerra con la Confederación Argentina.

Poco menos de un año atrás una flota anglofrancesa, de más de cien navíos, se internó en el Paraná para llegar a Corrientes y Asunción. Fueron enfrentados en la Vuelta de Obligado y en otros puntos de la costa por tropas argentinas, siendo prácticamente derrotados en el combate de Punta del Quebracho, cerca de San Lorenzo, en Santa Fe, el 3 de junio de 1846. Como consecuencia de tales enfrentamientos, nunca más los anglofranceses volvieron a internarse en los ríos interiores argentinos.

Rosas prácticamente no tenía ya enemigos en territorio argentino y en el Estado del Uruguay, su aliado el general Oribe, dominaba todo su territorio con excepción de la ciudad de Montevideo, la que se encontraba sitiada, pero que se mantenía activa, gracias a la ayuda brindada por aquellas dos potencias extranjeras.

El grupo unitario, muy importante en la capital uruguaya, realizaba una eficiente y persistente campaña periodística contra el gobernante argentino, principalmente en Europa, donde en diarios y revistas se publicaban todo tipo de notas y crónicas con narraciones fantasiosas sobre el proceder del "tirano", a quién también se nombraba como el "Calígula del Plata".

La nota aparecida en el periódico inglés que se transcribe más arriba, salió al cruce de tales infundios y mitos que eran creídos por gran parte de la población europea.

Debemos agregar también que en aquél momento, la Confederación Argentina, internamente se encontraba pacificada y se iniciaba una era de prosperidad.

Combate de Vuelta de Obligado, la participación de las mujeres nicoleñas

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

29 


El Hogar


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
En la revista El Hogar N° 1362 del 22 de noviembre de 1935, encontramos este interesante artículo sobre la participación de las mujeres nicoleñas en la Batalla de Vuelta de Obligado. 

Combate de Vuelta de Obligado

PETRONA SIMONINO, “LA NICOLEÑA”, ES UN SIMBOLO DE LA MUJER ARGENTINA

Por el teniente coronel Evaristo Ramírez Juárez

Entre brumas, amaneció aquel 20 de noviembre de 1845, en las orillas del Paraná, que se despertaba al conjuro armonioso de las calandrias del talar vecino. Río de paz, veía sus aguas revueltas por las quillas de los navíos extranjeros, que en ese día, al son de guerra, intentaban dislocar nuestra soberanía. El encargado de impedir tal atropello es el general Lucio Mansilla, el cual, siguiendo las órdenes del gobernador Rosas, ha tomado las medidas que humanamente ha podido, para ver si realiza el milagro de concretar sus deseos. Mientras los barcos se acercan a las posiciones, él, que sabía penetrar en el alma de sus subalternos, en un momento oportuno, los arenga con una vibrante proclama, cuyos párrafos principales decían: “Milicianos del departamento del Norte. Valientes soldados federales, defensores denodados de la independencia argentina y de la América: Los insignificantes restos de salvajes unitarios que han podido salvar de la persecución de los victoriosos ejércitos de la Confederación y orientales libres, en las memorables batallas de Arroyo del Medio, India Muerta y otras, que pudieron asilarse en los muros de la desgraciada ciudad de Montevideo, vienen hoy, sostenidos por los codiciosos marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná sobre cuyas costas estamos para privar su navegación bajo otra bandera que no sea la nacional...”

Esas palabras han llevado el entusiasmo a las filas, que ya comienzan a sentir el efecto de los primeros proyectiles enviados por los buques adversarios. Empeñada la acción, pronto se nota la desigualdad que hay entre ambos contendientes. Los nuestros, a pesar de estar luchando contra fuerzas varias veces superiores, tratan de mantener el combate en un mismo plano de eficacia, supliendo con empeño la falta de medios combativos.

En la defensa, después de algunas horas de lucha, ha empezado a sentirse la superioridad enemiga, y la acción ha ido tomando un cariz angustioso. No en vano cien cañones de grueso calibre han estado efectuando ininterrumpidamente un bombardeo devastador.

Las piezas argentinas son arrancadas de sus cureñas, los parapetos de las fortificaciones vuelan a cada explosión, envolviendo a los hombres y a las cosas en nubes de polvo, Juntamente con los cañonazos se oyen lamentos y órdenes que se gritan, y todo esto, unido a la confusión propia de esos instantes, motivada por la desaparición repentina de combatientes, los cuales, al ser despedazados por las granadas, contribuyen a transformar cada batería en un infierno.

Y para hacer más sombría esa visión, los muertos y los heridos ya se cuentan por centenares. Más de un veterano, de esos que se hicieron guerreando en alguna cuesta de los Andes o en perdido valle del Alto Perú, ha sentido estrujarse su corazón ante ese  cuadro desolador, y más de uno de esos veteranos ha cerrado sus ojos con amargura.

Sin embargo, hay algo que con su presencia mueve a esos hombres a empecinarse en esa lucha, de la cual sólo puede esperarse la derrota. Es que la mujer argentina está allí, en Obligado: esposas, madres, compañeras, hijas, todas unidas y simbólicas en el mismo sacrificio. En ese ambiente de tragedia, pasan ellas, estoicas, fatalistas en su misión, y aunque más de una vez sus caras se contrajeron de espanto, ellas, nobles, alentaban a los bravos, restañaban las heridas y sostenían a los moribundos, mientras que un rezo, prendido de sus labios, les servía como única arma en ese “mare magnum” de violencias.

Habían recibido orden de apartarse de los fuegos, pero entre los caídos y los que pelean, están los suyos..., y las mujeres sienten en sus entrañas el contagio del sacrificio y entre el fragor dela lucha y el espantoso explotar de la metralla, las ve multiplicarse en sus afanes generosos, ya mitigando el dolor de los caídos, ya desgarrando sus vestidos para que sirvan de taco a los cañones o de vendas para las heridas.

Convertidas en ocasionales enfermeras, transportaban los heridos fuera del alcance de las balas y acarreaban agua para los artilleros, sedientos por esa atmósfera ardiente. Y en esa labor, muchas cayeron, ignoradas, como si así dieran reválida de su abnegación. Rompiendo con ese anonimato, se yergue la figura de una de ellas, a quien le cupo la feliz circunstancia de poder perpetuarse en la historia.

Mucho debió haberse destacado en su actuación cuando el general en jefe la cita de una manera especial en el parte de guerra. Esta honra, pocas veces ha sido concedida a nuestras mujeres, y ello sólo basta para merecer nuestra mejor atención. El general Mansilla, en un párrafo, dice: “...tuvieron que dejar aquel lugar, bajo un fuego abrasador, para alejar las carretas del Parque, con crecido número de heridos y familias, en las cuales se distinguió por su valor varonil la esposa del capitán Silva, doña Petrona Simonino.”

Así, escuetamente, en las breves palabras de un parte, se marca toda una existencia, para que ella sirva como una demostración de lo que eran capaces nuestras mujeres.

Si dejamos vagar la imaginación entre las líneas de ese parte y nos representamos lo que debió ser ese combate, veremos a esta Petrona Simonino caminando entre el caos de la lucha para hacer lo que su moral le manda. Su espíritu cristiano no tiembla ante nada; allí están hombres mutilados; allí se oyen los gritos desesperados de los heridos; allí se oyen las maldiciones de los que pelean y el postrer llamado de los moribundos; pero nada de esto la conmueve aparentemente, ni aun el llanto aterrador de las mujeres ante el cadáver de un ser querido. Ella, impasible, está en todas partes, donde se precise un socorro para el que se desangra, o una palabra de aliento para el que se va, y es tanto su empeño y tanto su desprecio por el peligro que se cierne sobre todos ellos, - que merece ser citada por su “valor varonil”.

Y esa mujer de prestancia heroica y varonil es Petrona Simonino, “La Nicoleña”, una vecina de ese viejo pueblo norteño de la provincia de Buenos Aires, el cual ya había entregado a la patria otras glorias.

Perteneciente a la mejor sociedad de ese San Nicolás de los Arroyos, Petrona Simonino (1) era hija de un francés natural de Marsella y de una joven criolla. Nacida en 1811, veintiún años más tarde, en 1832, uníase en matrimonio con el joven hacendado don Juan de Dios Silva. En 1845, año de su actuación descollante, ya habían nacido de esa unión ocho niños: Juan, Úrsula, Carlos, Emiliano, Felisa, Petrona, Ciriaco y Juana; cuando al precipitarse los acontecimientos con la movilización de los ciudadanos que habían de defender las costas del Paraná, el jefe de la familia es nombrado por el general Mansilla capitán de milicias en el arma de artillería. En esa designación primaron méritos adquiridos, como lo hace constar Mansilla en una nota a Rosas, donde le da cuenta de los nombramientos de los oficiales que ha hecho: “Un solo capitán he nombrado, y es el ciudadano federal don Juan de Dios Silva, por su capacidad, honradez, constancia y servicios en el pasaje de caballos...” Se refiere a los que se remitían al general Oribe en Entre Ríos, para uso del ejército.

Con tal hombre se había casado la Simonino, y con él marchó a Obligado, dejando a su hogar y a sus hijos para cumplir con su deber de esposa. Con él estuvo en Obligado, y cuántas veces durante el transcurso del combate, cuando envuelta por el humo que quemaba su garganta, ella dirigía ansiosa los ojos hacia su Juan, el cual en esos momentos combatía denodadamente a la par de sus compañeros. La angustia del momento desolaría su espíritu, y sólo encontraría consuelo al recordar el hogar lejano.

Y él, al ver pasar afanosa a su compañera, alabaría al destino por haberle dado tal madre para sus hijos. ¡Así eran los matrimonios de aquella época; los cuales, con la sencilla abnegación que los animaba, dieron caracteres firmes a la formación de nuestra nacionalidad! Nosotros, al poner de manifiesto sus virtudes, sólo buscamos reconfortar al espíritu con tan puros ejemplos de argentinidad.

A los noventa años que nos distancian de estos episodios, apreciamos en toda su grandeza la esencia de esos hechos y la actuación de esas almas, y si el destino ha querido que la historia registrase el nombre de una de ellas, derramemos sobre su recuerdo todo nuestro agradecimiento, mientras la patria forjará con tales ejemplos la ofrenda de sus mismas virtudes.

(1) Su verdadero apellido era Simounin; pero como en los documentos históricos que la mencionan le dan el de Simonino, hemos creído conveniente seguir llamándola así.

miércoles, 11 de agosto de 2021

Rosas niño en las invasiones inglesas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

28 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Invasiones inglesas




Encontramos este artículo que fue publicado en la "Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas" N° 66 Años 2004/2006, sobre la participación de Rosas niño durante las invasiones inglesas.



Homenaje al bicentenario de la reconquista 1806 - 2006
Rosas niño en las invasiones inglesas

por Alberto González Arzac


“... siempre nos acompañará al lado de la Patria, aquella firmeza heroica que desconocen las almas vulgares”

JUAN MANUEL DE ROSAS

(Libreta, fragm. 70)


Juan Manuel de Rosas, niño
Retrato de Rosas, pintado en 1805


Introducción 

Doscientos años atrás, en junio de 1806, una escuadra inglesa comandada por Sir Home Riggs Popham y compuesta de cinco buques de guerra y otros tantos transportes desembarcó en las costas de Quilmes. Bajaron 1.640 soldados artillados y bien pertrechados que, al mando de William Carr Beresford avanzarían el 27 de junio sobre una Buenos Aires casi desguarnecida. 

Invasiones inglesas
Beresford se proclamó dictador de estas tierras en nombre de S. M. Británica durante 47 días. En Gran Bretaña se difundió el mapa de un nuevo dominio inglés “The Vicerolyalty of Buenos Aires with the sorrounding state” (1806) considerando incorporadas estas comarcas a la corona que estaba en cabeza del rey George lll. Mientras los oficiales ingleses galanteaban a las niñas de la alta sociedad porteña, el gauchaje de las zonas rurales comenzó a rebelarse. El 1° de agosto de 1806 los criollos tuvieron su bautismo de fuego en los campos de Perdriel. Pocos días después llegaron refuerzos desde Montevideo confiados al marino Santiago de Liniers y apuraron la marcha sobre Buenos Aires que culminaría en la gloriosa Reconquista del 12 de agosto.

En esta ciudad Martín de Álzaga había organizado inteligente y cautelosamente la participación de los vecinos que esperaban con ansiedad el arribo de las tropas patrióticas.

No fueron solamente varones los héroes de aquellas jornadas. Hubo muchas mujeres, como la “tucumanesa” Manuela Pedraza, que mató un soldado inglés combatiendo junto a su marido. Y numerosos menores acudieron en defensa de la Patria colaborando en la medida de sus posibilidades. Un informe del Cabildo de Buenos Aires testimonió que aquel 12 de agosto “viéronse niños” durante la Reconquista “ocurrir al auxilio de nuestra artillería”. Uno de ellos: Juan Manuel de Rosas. 

Era el Pueblo en armas destrozando al ejército enemigo. Las armas eran anticuadas; carecían de uniformes militares y no tenían más táctica que el deseo irrefrenable de reconquistar la ciudad.


Rosas niño 

“Niñez” es el período de la vida humana que va desde el nacimiento hasta la “adolescencia”, época en que aparecen los primeros indicios de la pubertad que conducen al desarrollo pleno del cuerpo. En el siglo XIX nadie discutía el criterio clásico que fijaba el inicio de la adolescencia en los 12 años para las mujeres y 14 años para los varones.

En 1805, un año antes  de la primera invasión inglesa Juan Manuel de Rosas (nacido el 30 de marzo de 1793)  fue retratado en una obra cuyo original se conserva en Córdoba en una colección particular y hay copia en el Museo del Palomar. Era un niño sin lugar a dudas, aunque estuviera en plena edad de crecimiento.

Algunos historiadores se han referido a la actuación de ese niño con motivo de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Otros en cambio se dedicaron a negar o poner en duda servicios militares voluntarios prestados en esas oportunidades.

Bueno es recapitular la cuestión con el auxilio de opiniones y documentos, dejando aclarado que en aquellos tiempos fueron numerosos los niños que dieron rienda suelta a su patriotismo colaborando de una y otra forma (aún con piedras o recipientes de aceite hirviendo) a la victoria sobre los ejércitos invasores.

El poeta Vicente López y Planes expresó ese fenómeno en sus inflamados versos de ”El Triunfo Argentino” (1807): “... De ilustre juventud a los cuarteles / Correr se ve tras su brío, / Tras su heroico valor, tras su entusiasmo, / Al natural, al cuarterón y al hijo”.

Aunque resulte excepcional que los niños hagan la guerra, ciertos historiadores practicaron “antirosismo” a tambor batiente negándole a Rosas su participación. El historiador Ernesto H. Celesia afirmó que “Juan Manuel de Rosas, hijo y nieto de militares de profesión, no tuvo inquietudes que lo inclinaran a la vida militar, ni desplantes de heroicidad, condición esencial en aquellas épocas para la carrera de las armas” (1). Sin embargo no pudo negar que Rosas haya actuado en la Reconquista de Buenos Aires en 1806 (cuando tenía solamente 13 años) tras exhaustivas investigaciones que le llevaron varios años, pues el 14 de julio de 1948 publicó en el diario “La Prensa” (Buenos Aires) un artículo sobre el tema y en 1954 le dedicó el Capítulo I de su libro sobre Rosas, reconociendo que “la participación de Juan Manuel de Rosas en las actividades de la Reconquista no sería un hecho extraordinario, aunque fuera significativo por razones circunstanciales” (2).


Versos gauchescos

Año 1830
En 1830 el semanario “El Gaucho”, editado en Buenos Aires por Luis Pérez publicó una reseña rimada de la vida de Rosas, en versos gauchescos de su director, donde puede leerse:

”...Estuvo en la reconquista / A Liniers incorporado. / Y en un inglés ya puso / Su faconcito el Pelado /..

"Este era el nombre que entonces / Le daban allá en el pago. / Después se llamaba el Rubio, / Y hoy el patrón más amado”.

”...Soldado era Miquelete / Cuando Guiteló atacó, / Y con un corto afilado / En la aición se distinguió” (3).

Luis Pérez nació en Tucumán, pero vivió mucho tiempo en Buenos Aires: en Mayo de 1810 estuvo frente al Cabildo. Cuando escribió los versos transcriptos era federal y rosista. Fue contemporáneo del padre Castañeda y del oriental artiguista Bartolomé Hidalgo, precursores del género literario gauchesco.

Convengamos que el tono gauchesco y la veta poética, así como los motes juveniles que designaron a Juan Manuel de Rosas, pudieron quitarle al relato rigor histórico pero son reveladores de que desde ése entonces todavía se recordaban en Buenos Aires anécdotas de su niñez. Por otra parte los versos de Pérez tuvieron la virtud de pintar a Rosas en el hábitat y con el idioma apropiados para un caudillo rural que por entonces no había accedido a la gobernación de Buenos Aires desde la ciudad donde nació, sino desde la pampa donde había acrecentado su prestigio. El idioma gaucho se correspondió con la geografía y la realidad social en que tomó dimensión la figura de Rosas.


Biografías de contemporáneos

Fue en realidad el sabio Pedro de Angelis -verdadero padre de los estudios históricos argentinos- quien en 1830 publicó la primera biografía del entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Capitán General Juan Manuel de Rosas, diciendo sobre el particular: “Frecuentaba la escuela de D. Francisco X. Argerich, cuando se verificó la primera invasión de los ingleses en este país, que puso en armas a todos sus habitantes. El joven Rosas, de edad de solo 13 años, se arrojó intrépidamente entre los combatientes, y peleó al lado del mismo general Liniers. Fue éste su primer paso en una carrera que debía recorrer con tanto brillo. Cuando se pensó en organizar otros regimientos para precaverse contra la segunda expedición al mando del general Whitelocke, se enroló voluntariamente en el cuerpo de migueletes de caballería, uno de los más distinguidos por su bizarría y disciplina” (4).

El maestro citado por De Angelis es Gregorio Francisco Xavier Argerich, en cuya célebre escuela privada estudiaron las primeras letras viarios próceres argentinos. Sarmiento lo calificaría como “hombre ilustrado y patriota de 1810”.

Esas expresiones no fueron negadas por nadie en años posteriores, que incluyen un período en el que Rosas no fue gobernador (hasta 1835). Cuando de Angelis escribió aquella biografía vivían aún ilustres combatientes de la Reconquista, de la talla de Juan Martín de Pueyrredón, Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes y tantos más. El jefe de Migueletes en 1807, Alejo Castex, murió en Buenos Aires el 17 de septiembre de 1841 siendo “unitario”; jamás desmintió las afirmaciones del biógrafo de Rosas. ¿Podía mentir de Angelis?

En 1840 la Sala de Representantes homenajeó al Gobernador Rosas y el legislador Dr. Baldomero García, nacido en Buenos Aires en 1799, recordó que “combatió en su tierna edad por la independencia del país en 1806-1807 en la gloriosa reconquista y defensa de Buenos Aires”. Esa afirmación no fue refutada; pero fue pronunciada por una de las personalidades más destacadas de entonces: "un porteño de nota”, como alguna vez se autodefinió. La frase respondía a una tradición oral indiscutida que Baldomero García había escuchado desde su infancia. 

El “Diario de la Tarde” (Buenos Aires), fundado por Pedro Ponce en 1831, en mayo de 1843 publicó una biografía de Rosas donde puede leerse: "Soldado de la independencia de la Patria combatió ardoroso a la edad de 14 años en 1806 en las filas de los valientes reconquistadores de Buenos Aires. En 1807 peleó denodado en la gloriosa defensa de esta ciudad. En tan tierna edad lo impulsó su ardiente patriotismo a practicar actos de valor heroico”. Tampoco se hizo objeción alguna a esa mención, aún cuando por entonces era ya abundante la literatura antirosista. 

Invasiones inglesas
Soldado miguelete
El propio Rosas durante su destierro, escribió a su antigua amiga Josefa Gómez en 1869 diciendo: “De trece años en 1806 me presenté voluntario al ilustre y noble amigo de mis Padres, el Exmo. Señor General Dn. Santiago Liniers. Me destinó a un cañón para conducir cartuchos. Tengo la carta honrosa que me dio para mi Madre al siguiente día de terminada la victoria”. En esa oportunidad no vistió el uniforme que después ordenaría Liniers para los “niños agregados a la artillería”, como les llamaría una acuarela con vestimentas militares que adornó el Fuerte.

"Cuando se anunció el envío en 1807 de otro ejército inglés mucho más fuerte, tomé de catorce años, plaza de soldado de Caballería en los Migueletes. Tengo la carta del Sr. Dn. Martín de Álzaga, a mi Madre y de Juan Miguens a mi Padre, acreditando mi conducta en esos gloriosos triunfos”, agregó Rosas.

La aclaración a su amiga Josefa (“Pepita”) posiblemente se debió a que, tras su derrocamiento (1852) comenzó a negarse cualquier tipo de aciertos y virtudes que antes se le reconocían, poniéndose en duda incluso su comportamiento entre 1806 y 1807. ¡Había pasado más de medio siglo!

Sin embargo un año antes, en 1868, el jurista, literato e historiador chileno Manuel Bilbao también escribió una biografía de Rosas donde siguió admitiendo que durante la primera invasión inglesa *el niño Rosas, como muchos otros, se fue al campo de Liniers. Cuando se anunció la segunda invasión, sentó plaza en el cuerpo de Migueletes de Caballería, y siguió la campaña hasta la expulsión de los ingleses” (5), tal como se sabía en la vieja Buenos Aires.

Eran evidencias indiscutibles en aquella “gran aldea” que todavía conservaba el recuerdo, los comentarios y anécdotas relativas a los muchos conciudadanos que habían acudido como voluntarios a prestar servicios militares durante las invasiones inglesas.

Otros siguieron negando esa evidencia que había sido admitida por contemporáneas, siendo que la familia de Rosas era conocida en toda la ciudad y existían aún numerosos oficiales y voluntarios de su Reconquista y Defensa. 

Un historiador llegaría al colmo de afirmar que "Juan Manuel de Rosas no fue participe en la heroica defensa de Buenos Aires, como lo hicieran todos los jóvenes sin distingos de clases, edades y hasta de sexo” (6).


Reconquista (1806) 

Disposiciones vigentes en la Buenos Aires colonial establecían que los varones menores tendrían instrucción en la milicia comunal al cumplir 15 años; se les enseñaba el manejo de la espada, cuchillo y armas de fuego.

Después de estudiar papeles de Rosas hasta entonces ignorados, Adolfo Saldías (a fines del siglo XIX) al escribir su obra reivindicativa, expresó: “Don Juan Manuel tenía trece años. Fuera de las consideraciones con que lo miraban por el nombre y posición de su familia, o por la influencia que él mismo se había creado entre sus compañeros, el hecho es que, así que se inició la resistencia que debía concluir con la reconquista de la ciudad de Buenos Aires, Rozas se llevó a su casa de la calle de Cuyo a varios de sus jóvenes amigos, los incitó a la pelea, los armó como pudo, y se presentó, a la cabeza de ellos al general Liniers. Así peleó al lado de este mismo general en la jornada del 12 de agosto de 1806. Después de la rendición de los ingleses, Liniers quiso significar a los padres del joven Rozas su agradecimiento por el servicio que éste acababa de prestar, enviándoselo con una carta honrosísima en la que les manifestaba que Rozas se había conducido con una bravura digna de la causa que defendiera”. afirmando el historiador que la carta original se encontraba “En poder de la señora Manuela de Rozas de Terrero" (7).

Y ello era así porque Rosas en carta del 28 de mayo de 1861 dirigida al esposo de Manuela, Máximo Terrero, le encomendó: “Te he de estimar, como a Manuelita, vayan haciendo lo posible, en algunos ratos, que no les perjudique, para recordar e ir relacionando las épocas importantes del General Rosas y sus fechas. Es decir, por ejemplo: 1806 — Agosto 12. Fue uno de los voluntarios que formaron el ejército que reconquistó a Buenos Aires triunfante sobre el ejército inglés”.

Aquel evento produjo en el niño Rosas una profunda admiración por Santiago de Liniers, principal héroe de la Reconquista de Buenos Aires. Con motivo de su fusilamiento en 1810 la habría de trasuntar en esta frase: “¡Liniers!, ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad, sin olvidarlo jamás” (8).

Carlos Ibarguren en su biografía de Rosas (1930) expresó sobre el particular que en 1806 “entre los muchachos más chicos que se presentaron a Liniers y se alistaron en su ejército, iba, con varios de sus camaradas, el niño de trece años Juan Manuel Ortiz de Rozas”. Y también Manuel Gálvez en su magnífica obra “Vida de Don Juan Manuel de Rosas” (1940) señaló que entonces “tomó parte en la Reconquista, como servidor de una pieza de cañón”.

Seguramente durante una epidemia de pediculosis en aquella Buenos Aires, el niño Rosas había sido rapado por aquel entonces: De allí la caracterización de “Pelado” que los versos de Luis Pérez hicieron recordar en 1830. Porque oportuno es decir que en el retrato pintado en 1805 apareció con toda su cabellera.


Defensa (1807)

El mismo Saldías agregó: “Lanzado en pos de los nobles estímulos que llevaban a toda la juventud de Buenos Aires a defender a la patria de la nueva invasión inglesa que se anunciaba, Rozas se alistó en el Cuerpo de Migueletes de caballería y asistió a las jornadas memorables del 5 y 6 de julio de 1807, que terminaron con la capitulación del general Whitelock. Don Martín de Álzaga y Don Juan Miguens lo remitieron enseguida a su padre don León con una carta que acreditaba su comportamiento en esa campaña”, afirmando también que la carta original se encuentra “en poder de la señora Manuela de Rozas de Terrero” (9).

Sabido es que Martín de Álzaga fue otro de los grandes héroes en aquellos días. Y Juan Gualberto Miguens fue capitán de Migueletes en 1807. Rosas conservaría buena relación con él: con motivo de la Convención de Cañuelas que celebró con Juan Lavalle el 26 de junio de1829, ambos jefes coincidieron en nominar a Miguens como posible funcionario del futuro gobierno de Buenos Aires. Falleció el 27 de enero de 1838 y nunca manifestó contrariedad con lo dicho por de Angelis en la biografía editada en 1830.

La denominación “miguelete” provenía de Cataluña, pues era un acriollamiento del término “miquelete”, como se llamaba a antiguos fusileros de esa región. En Buenos Aires fue una milicia vecinal, donde se instruyó militarmente  jóvenes que eran ya consumados jinetes, conforme al bando firmado por Liniers el 6 de setiembre de 1806 tras la Reconquista, que debe considerarse partida de nacimiento del ejército argentino; de allí en más se organizaron distintos cuerpos armados.

Durante el Virreinato de Liniers el escuadrón de Migueletes actuó como escolta armada a las órdenes del teniente coronel José Díaz. Fue disuelto por el Virrey Baltasar H. de Cisneros el 11 de septiembre de 1809, cuando la caballería quedó limitada a las tres compañías del escuadrón de Húsares.

En ocasión de la defensa de la ciudad en 1807, ese cuerpo montado de Migueletes integró la columna al mando del Coronel hispano César Balviani (compuesta también por dragones, cántabros, patricios, húsares y marineros) destacada junto a Liniers en el paso del Riachuelo: “La briosa legión que había asistido / Allá en el puente dó a pasar venía / Una gruesa falange de enemigos”, según el poema de Vicente López y Planes.

Dudas no caben que en noviembre de 1806 Juan Manuel de Rosas se incorporó al Escuadrón de Migueletes comandado por el Dr. y Teniente Coronel Alejo Castex, que en total estaba integrado por 193 soldados de caballería (10), actuando como capitanes Juan G. Miguens y Apolinario Iribarren. El 20 de noviembre se dictó un bando que convocaba a “todos los vecinos estantes y habitantes de la Capital y sus arrabales, de dieciséis a cincuenta años”. Rosas concurrió a la convocatoria pese a tener 13 años. Había recobrado su cabello y su sobrenombre juvenil: el Rubio”, así lo rememoraron los versos de Luis Pérez, años después.

Dijo Ibarguren en su biografía: "Vistióse ufano, con el uniforme punzó de ese cuerpo -color que sería para siempre el de sus predilecciones- y combatió con denuedo en la cruenta defensa de Bunos Aires contra la segunda invasión de los británicos” (11). Gálvez también mencionó esa circunstancia. 

El Archivo General de la Nación guarda comprobantes de caja de los soldados que (por orden de la Junta de Guerra de diciembre de 1806) percibieron sueldo mensual de $12 "por la concurrencia diaria a los ejercicios doctrinales” de ese cuerpo, así como listas del Escuadrón de Migueletes, en todos los cuales figura Juan Manuel de Rosas.

Una vez que la instrucción de todos los cuerpos voluntarios estuvo adelantada, Liniers los reunió en un campamento de maniobras, ejercitando en conjunto. Tras ello regresaron a la ciudad y en marzo de 1807 se dispuso el acuartelamiento en virtud de la situación existente en Montevideo por el arribo de tropas inglesas. Recién entonces Rosas cumplió 14 años (30 de marzo).

En junio de 1807 existe una anotación que señala al soldado Rosas “enfermo en su casa”, sin aclarar nada más. Sin lugar a dudas era un mal pasajero que en el comienzo del invierno lo retuvo durante algunos días al abrigo del hogar.

Invasiones inglesas
Invasiones inglesas

Invasiones inglesas
Lista de pago del escuadrón de Migueletes


La nota marginal 

El 14 de julio de 1807 el Capitán Apolinario Iribarren firmó un “pie de lista” donde el historiador Celesia leyó 141 años después una anotación marginal: “Nota: Juan Manl. Rosas se apartó del servicio el 1° de julio”, lo que dio pie para que publicara su artículo en “La Prensa” (1948) y luego editara un libro en 1954 afirmando: “en esos días se había ido con sus Mayores a trabajar al campo, buscando el camino del bienestar, de la riqueza; rectificando el error cometido al orientarse por el sacrificio y la gloria de servir a la Patria” (12).

¿Qué habrá hecho Celesia cuando tenía 14 años...?, me pregunté al comprar su costoso libro en la casa Peuser más de medio siglo atrás. Julio Irazusta protestaba con fastidio que “hombres de bufete cuyo pellejo jamás corrió riesgo” realizaran inculpaciones semejantes a Rosas.

Lo extraño de la cuestión fue que en 1954 el historiador Celesia acusó a su colega Antonio Dellepiane (ya había fallecido en 1939) de haber plagiado su investigación porque no dejó constancia en el Archivo General de la Nación de la compulsa en documentos referidos a Rosas (13).

La maquinaria antirosista se movió inmediatamente al punto que ya en 1954 el Dr. Isidoro Ruiz Moreno reprodujo a Celesia en una publicación titulada “En torno a Rosas y el revisionismo”, aprovechando para afirmar que “Rosas ha sido el gobernante más funesto”.

Gracias a la enorme difusión que siempre se ha dado a cualquier noticia que pueda perjudicar la imagen de Rosas, el “hallazgo” de Celesia fue tan eficientemente publicitado que algunos historiadores “rosistas” tuvieron que explicar que no era Rosas un cobarde ni un desertor.

Así en la tercera edición de la biografía de Rosas (1949) Manuel Gálvez se consideró obligado a hacer la siguiente aclaración: “Un documento publicado recientemente demuestra que el niño Juan Manuel de Rosas renunció al servicio en el escuadrón de Migueletes el 1° de julio, cinco días antes de la segunda invasión inglesa. Pero no significa que no combatiera. Pudo abandonar el escuadrón por un disentimiento con alguno de sus superiores o por exigencia de sus padres. Ningún documento, sin embargo, prueba que combatiera. Eso lo sabemos, lo mismo que lo de la carta de Álzaga, por tradición”. 

Mi maestro José María Rosa (recordando que la instrucción Militar colonial comenzaba a los 15 años) hizo una reflexión: “El Jefe, para poner en condiciones de reglamento militar al regimiento, dio de baja marginalmente a los cuatro niños que recibían Instrucción militar en él: los niños Lorenzo Frutos Gómez, Juan Manuel Rosas, Francisco Casavalle y José Antonio Vargas, sin que baja marginal significara la efectiva separación”. Ingeniosa refutación de quién confió en la seriedad de Celesia (caballeresco como era Don Pepe).

Luis Alen Lascano dijo con toda franqueza: “hubiese sido más grave a la inversa: sano para el cobro y enfermo para ejercitarse” (14).

Así estaba la polémica cuando la vida había terminado de enseñarme que no hay que confiar ni de la propia sombra. Antes de que la vista y los años me jueguen una mala pasada, preferí leer personalmente el documento en cuestión observando con mis propios ojos que seis décadas atrás el bueno de Celesia tenía miopía.

¿La nota marginal del 14 de julio de 1807 dice realmente “se apartó del servicio”?...¿¡No!


Comprobación

Debe aclararse que esa lista confeccionada por el Capitán Iribarren individualizó a soldados que cobrarían haberes del mes de junio de 1807 para información del Ministro de Ejército y Real Hacienda del Virreinato, que era el madrileño Félix de Casamayor,quien intervino al pié.

La nota Marginal que en el extremo izquierdo menciona a Rosas, leída correctamente, dice: “Nota: Juan Manl. Rosas se apareo al servicio el 1° de Julio”, como puede observarse en la reproducción aumentada que ilustra esta publicación.

Invasiones inglesas

No existe una "t”, como creyó ver Celesia al leer “apartó” porque el listado con la misma letra las “t” son distintas. La penúltima letra de la palabra en cuestión es una “e”, no una "t”. Tampoco está el acento sobre la “o” que creyó ver Celesia y la palabra “del” no existe en la anotación, donde borrosamente se lee “al”. En aquellos tiempos se escribía con pluma y eran habituales los borrones, que a veces se producían al secar la tinta.

“Aparar” es acudir para tomar alguna cosa, en este caso el "servicio” militar. Y “aparear” es ajustar cosas de manera que queden iguales una con otra. Cualquiera de los dos verbos que pueda haber usado el Capitán Iribarren significaron el retorno del soldado Rosas al escuadrón.

El antirosismo de Celesia lo confundió, traicionando su seriedad de historiador. La misma anotación en que Celesia fundó sus críticas contra Rosas, constituye una probanza de que Rosas se había reintegrado al servicio el 1° de julio después de su enfermedad y cumplió con su deber en las jornadas del 5 y 6 de julio de 1807, cuando fue rechazada la segunda invasión inglesa.


(1) Celesia, Ernesto H.: Rosas-Aportes para su historia. Buenos Aires, 1954, pág 11.

(2) Celesia, Ernesto H.: op.cit. pág. 21. 

(3) Ricardo Rodríguez Molas reeditó esa biografía de Rosas en versos (1957). Sobre su autor puede consultarse: Chávez, Fermín: Historia y Antología de la Poesía Gauchesca. Buenos Aires, 2004, pág. 77 y sgtes. También alude a esta poesía: Venturini, Aurora: Niños de la Patria: "Juan Manuel de Rosas y Domingo Faustino Sarmiento”, Revista del instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 30, enero-marzo 1993. 

(4) De Angelis, Pedro: Ensayo Histórico sobre la Vida del Exmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1830.

(5) Bilbao, Manuel: Historia de Rosas, Buenos Aires, 1868, pág. 27.

(6) Dellepiane, Antonio. “Rosas”, 1950, pág. 31. Fue obra póstuma de ese autor, fallecido en 1939.

(7) Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina – Rozas y su época. Buenos Aires, Edic. 1951 T° I, pág. 18/19.

(8) Archivo General de la Nación: S. VII, c.3. a, 3 N° 1, fol 22.

(9) Saldías, Adolfo: op. cit. Tomo I, pág. 19.

(10) Véase: La Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Buenos Aires, 1947, pág. 288. 

(11) Ibarguren, Carlos: Juan Manuel de Rosas. Buenos Aires; 1930, págs. 28-9.

(12) Celesia, Ernesto H.: op. cit. pág. 34.

(13) Celesia, Ernesto H.: op. cit. pág. 34, nota 26, referida al libro “Rosas” de Antonio Dellepiane. 

(14) Alen Lascano, Luis: Rosas, el Gran Americano. Buenos Aires, 1997, pág. 11.