REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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“... siempre nos acompañará al lado de la Patria, aquella firmeza heroica que desconocen las almas vulgares”
JUAN MANUEL DE ROSAS
(Libreta, fragm. 70)
Retrato de Rosas, pintado en 1805 |
Introducción
Doscientos años atrás, en junio de 1806, una escuadra inglesa comandada por Sir Home Riggs Popham y compuesta de cinco buques de guerra y otros tantos transportes desembarcó en las costas de Quilmes. Bajaron 1.640 soldados artillados y bien pertrechados que, al mando de William Carr Beresford avanzarían el 27 de junio sobre una Buenos Aires casi desguarnecida.
En esta ciudad Martín de Álzaga había organizado inteligente y cautelosamente la participación de los vecinos que esperaban con ansiedad el arribo de las tropas patrióticas.
No fueron solamente varones los héroes de aquellas jornadas. Hubo muchas mujeres, como la “tucumanesa” Manuela Pedraza, que mató un soldado inglés combatiendo junto a su marido. Y numerosos menores acudieron en defensa de la Patria colaborando en la medida de sus posibilidades. Un informe del Cabildo de Buenos Aires testimonió que aquel 12 de agosto “viéronse niños” durante la Reconquista “ocurrir al auxilio de nuestra artillería”. Uno de ellos: Juan Manuel de Rosas.
Era el Pueblo en armas destrozando al ejército enemigo. Las armas eran anticuadas; carecían de uniformes militares y no tenían más táctica que el deseo irrefrenable de reconquistar la ciudad.
Rosas niño
“Niñez” es el período de la vida humana que va desde el nacimiento hasta la “adolescencia”, época en que aparecen los primeros indicios de la pubertad que conducen al desarrollo pleno del cuerpo. En el siglo XIX nadie discutía el criterio clásico que fijaba el inicio de la adolescencia en los 12 años para las mujeres y 14 años para los varones.
En 1805, un año antes de la primera invasión inglesa Juan Manuel de Rosas (nacido el 30 de marzo de 1793) fue retratado en una obra cuyo original se conserva en Córdoba en una colección particular y hay copia en el Museo del Palomar. Era un niño sin lugar a dudas, aunque estuviera en plena edad de crecimiento.
Algunos historiadores se han referido a la actuación de ese niño con motivo de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Otros en cambio se dedicaron a negar o poner en duda servicios militares voluntarios prestados en esas oportunidades.
Bueno es recapitular la cuestión con el auxilio de opiniones y documentos, dejando aclarado que en aquellos tiempos fueron numerosos los niños que dieron rienda suelta a su patriotismo colaborando de una y otra forma (aún con piedras o recipientes de aceite hirviendo) a la victoria sobre los ejércitos invasores.
El poeta Vicente López y Planes expresó ese fenómeno en sus inflamados versos de ”El Triunfo Argentino” (1807): “... De ilustre juventud a los cuarteles / Correr se ve tras su brío, / Tras su heroico valor, tras su entusiasmo, / Al natural, al cuarterón y al hijo”.
Aunque resulte excepcional que los niños hagan la guerra, ciertos historiadores practicaron “antirosismo” a tambor batiente negándole a Rosas su participación. El historiador Ernesto H. Celesia afirmó que “Juan Manuel de Rosas, hijo y nieto de militares de profesión, no tuvo inquietudes que lo inclinaran a la vida militar, ni desplantes de heroicidad, condición esencial en aquellas épocas para la carrera de las armas” (1). Sin embargo no pudo negar que Rosas haya actuado en la Reconquista de Buenos Aires en 1806 (cuando tenía solamente 13 años) tras exhaustivas investigaciones que le llevaron varios años, pues el 14 de julio de 1948 publicó en el diario “La Prensa” (Buenos Aires) un artículo sobre el tema y en 1954 le dedicó el Capítulo I de su libro sobre Rosas, reconociendo que “la participación de Juan Manuel de Rosas en las actividades de la Reconquista no sería un hecho extraordinario, aunque fuera significativo por razones circunstanciales” (2).
Versos gauchescos
”...Estuvo en la reconquista / A Liniers incorporado. / Y en un inglés ya puso / Su faconcito el Pelado /..
"Este era el nombre que entonces / Le daban allá en el pago. / Después se llamaba el Rubio, / Y hoy el patrón más amado”.
”...Soldado era Miquelete / Cuando Guiteló atacó, / Y con un corto afilado / En la aición se distinguió” (3).
Luis Pérez nació en Tucumán, pero vivió mucho tiempo en Buenos Aires: en Mayo de 1810 estuvo frente al Cabildo. Cuando escribió los versos transcriptos era federal y rosista. Fue contemporáneo del padre Castañeda y del oriental artiguista Bartolomé Hidalgo, precursores del género literario gauchesco.
Convengamos que el tono gauchesco y la veta poética, así como los motes juveniles que designaron a Juan Manuel de Rosas, pudieron quitarle al relato rigor histórico pero son reveladores de que desde ése entonces todavía se recordaban en Buenos Aires anécdotas de su niñez. Por otra parte los versos de Pérez tuvieron la virtud de pintar a Rosas en el hábitat y con el idioma apropiados para un caudillo rural que por entonces no había accedido a la gobernación de Buenos Aires desde la ciudad donde nació, sino desde la pampa donde había acrecentado su prestigio. El idioma gaucho se correspondió con la geografía y la realidad social en que tomó dimensión la figura de Rosas.
Biografías de contemporáneos
Fue en realidad el sabio Pedro de Angelis -verdadero padre de los estudios históricos argentinos- quien en 1830 publicó la primera biografía del entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Capitán General Juan Manuel de Rosas, diciendo sobre el particular: “Frecuentaba la escuela de D. Francisco X. Argerich, cuando se verificó la primera invasión de los ingleses en este país, que puso en armas a todos sus habitantes. El joven Rosas, de edad de solo 13 años, se arrojó intrépidamente entre los combatientes, y peleó al lado del mismo general Liniers. Fue éste su primer paso en una carrera que debía recorrer con tanto brillo. Cuando se pensó en organizar otros regimientos para precaverse contra la segunda expedición al mando del general Whitelocke, se enroló voluntariamente en el cuerpo de migueletes de caballería, uno de los más distinguidos por su bizarría y disciplina” (4).
El maestro citado por De Angelis es Gregorio Francisco Xavier Argerich, en cuya célebre escuela privada estudiaron las primeras letras viarios próceres argentinos. Sarmiento lo calificaría como “hombre ilustrado y patriota de 1810”.
Esas expresiones no fueron negadas por nadie en años posteriores, que incluyen un período en el que Rosas no fue gobernador (hasta 1835). Cuando de Angelis escribió aquella biografía vivían aún ilustres combatientes de la Reconquista, de la talla de Juan Martín de Pueyrredón, Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes y tantos más. El jefe de Migueletes en 1807, Alejo Castex, murió en Buenos Aires el 17 de septiembre de 1841 siendo “unitario”; jamás desmintió las afirmaciones del biógrafo de Rosas. ¿Podía mentir de Angelis?
En 1840 la Sala de Representantes homenajeó al Gobernador Rosas y el legislador Dr. Baldomero García, nacido en Buenos Aires en 1799, recordó que “combatió en su tierna edad por la independencia del país en 1806-1807 en la gloriosa reconquista y defensa de Buenos Aires”. Esa afirmación no fue refutada; pero fue pronunciada por una de las personalidades más destacadas de entonces: "un porteño de nota”, como alguna vez se autodefinió. La frase respondía a una tradición oral indiscutida que Baldomero García había escuchado desde su infancia.
El “Diario de la Tarde” (Buenos Aires), fundado por Pedro Ponce en 1831, en mayo de 1843 publicó una biografía de Rosas donde puede leerse: "Soldado de la independencia de la Patria combatió ardoroso a la edad de 14 años en 1806 en las filas de los valientes reconquistadores de Buenos Aires. En 1807 peleó denodado en la gloriosa defensa de esta ciudad. En tan tierna edad lo impulsó su ardiente patriotismo a practicar actos de valor heroico”. Tampoco se hizo objeción alguna a esa mención, aún cuando por entonces era ya abundante la literatura antirosista.
Soldado miguelete |
"Cuando se anunció el envío en 1807 de otro ejército inglés mucho más fuerte, tomé de catorce años, plaza de soldado de Caballería en los Migueletes. Tengo la carta del Sr. Dn. Martín de Álzaga, a mi Madre y de Juan Miguens a mi Padre, acreditando mi conducta en esos gloriosos triunfos”, agregó Rosas.
La aclaración a su amiga Josefa (“Pepita”) posiblemente se debió a que, tras su derrocamiento (1852) comenzó a negarse cualquier tipo de aciertos y virtudes que antes se le reconocían, poniéndose en duda incluso su comportamiento entre 1806 y 1807. ¡Había pasado más de medio siglo!
Sin embargo un año antes, en 1868, el jurista, literato e historiador chileno Manuel Bilbao también escribió una biografía de Rosas donde siguió admitiendo que durante la primera invasión inglesa *el niño Rosas, como muchos otros, se fue al campo de Liniers. Cuando se anunció la segunda invasión, sentó plaza en el cuerpo de Migueletes de Caballería, y siguió la campaña hasta la expulsión de los ingleses” (5), tal como se sabía en la vieja Buenos Aires.
Eran evidencias indiscutibles en aquella “gran aldea” que todavía conservaba el recuerdo, los comentarios y anécdotas relativas a los muchos conciudadanos que habían acudido como voluntarios a prestar servicios militares durante las invasiones inglesas.
Otros siguieron negando esa evidencia que había sido admitida por contemporáneas, siendo que la familia de Rosas era conocida en toda la ciudad y existían aún numerosos oficiales y voluntarios de su Reconquista y Defensa.
Un historiador llegaría al colmo de afirmar que "Juan Manuel de Rosas no fue participe en la heroica defensa de Buenos Aires, como lo hicieran todos los jóvenes sin distingos de clases, edades y hasta de sexo” (6).
Reconquista (1806)
Disposiciones vigentes en la Buenos Aires colonial establecían que los varones menores tendrían instrucción en la milicia comunal al cumplir 15 años; se les enseñaba el manejo de la espada, cuchillo y armas de fuego.
Después de estudiar papeles de Rosas hasta entonces ignorados, Adolfo Saldías (a fines del siglo XIX) al escribir su obra reivindicativa, expresó: “Don Juan Manuel tenía trece años. Fuera de las consideraciones con que lo miraban por el nombre y posición de su familia, o por la influencia que él mismo se había creado entre sus compañeros, el hecho es que, así que se inició la resistencia que debía concluir con la reconquista de la ciudad de Buenos Aires, Rozas se llevó a su casa de la calle de Cuyo a varios de sus jóvenes amigos, los incitó a la pelea, los armó como pudo, y se presentó, a la cabeza de ellos al general Liniers. Así peleó al lado de este mismo general en la jornada del 12 de agosto de 1806. Después de la rendición de los ingleses, Liniers quiso significar a los padres del joven Rozas su agradecimiento por el servicio que éste acababa de prestar, enviándoselo con una carta honrosísima en la que les manifestaba que Rozas se había conducido con una bravura digna de la causa que defendiera”. afirmando el historiador que la carta original se encontraba “En poder de la señora Manuela de Rozas de Terrero" (7).
Y ello era así porque Rosas en carta del 28 de mayo de 1861 dirigida al esposo de Manuela, Máximo Terrero, le encomendó: “Te he de estimar, como a Manuelita, vayan haciendo lo posible, en algunos ratos, que no les perjudique, para recordar e ir relacionando las épocas importantes del General Rosas y sus fechas. Es decir, por ejemplo: 1806 — Agosto 12. Fue uno de los voluntarios que formaron el ejército que reconquistó a Buenos Aires triunfante sobre el ejército inglés”.
Aquel evento produjo en el niño Rosas una profunda admiración por Santiago de Liniers, principal héroe de la Reconquista de Buenos Aires. Con motivo de su fusilamiento en 1810 la habría de trasuntar en esta frase: “¡Liniers!, ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad, sin olvidarlo jamás” (8).
Carlos Ibarguren en su biografía de Rosas (1930) expresó sobre el particular que en 1806 “entre los muchachos más chicos que se presentaron a Liniers y se alistaron en su ejército, iba, con varios de sus camaradas, el niño de trece años Juan Manuel Ortiz de Rozas”. Y también Manuel Gálvez en su magnífica obra “Vida de Don Juan Manuel de Rosas” (1940) señaló que entonces “tomó parte en la Reconquista, como servidor de una pieza de cañón”.
Seguramente durante una epidemia de pediculosis en aquella Buenos Aires, el niño Rosas había sido rapado por aquel entonces: De allí la caracterización de “Pelado” que los versos de Luis Pérez hicieron recordar en 1830. Porque oportuno es decir que en el retrato pintado en 1805 apareció con toda su cabellera.
Defensa (1807)
El mismo Saldías agregó: “Lanzado en pos de los nobles estímulos que llevaban a toda la juventud de Buenos Aires a defender a la patria de la nueva invasión inglesa que se anunciaba, Rozas se alistó en el Cuerpo de Migueletes de caballería y asistió a las jornadas memorables del 5 y 6 de julio de 1807, que terminaron con la capitulación del general Whitelock. Don Martín de Álzaga y Don Juan Miguens lo remitieron enseguida a su padre don León con una carta que acreditaba su comportamiento en esa campaña”, afirmando también que la carta original se encuentra “en poder de la señora Manuela de Rozas de Terrero” (9).
Sabido es que Martín de Álzaga fue otro de los grandes héroes en aquellos días. Y Juan Gualberto Miguens fue capitán de Migueletes en 1807. Rosas conservaría buena relación con él: con motivo de la Convención de Cañuelas que celebró con Juan Lavalle el 26 de junio de1829, ambos jefes coincidieron en nominar a Miguens como posible funcionario del futuro gobierno de Buenos Aires. Falleció el 27 de enero de 1838 y nunca manifestó contrariedad con lo dicho por de Angelis en la biografía editada en 1830.
La denominación “miguelete” provenía de Cataluña, pues era un acriollamiento del término “miquelete”, como se llamaba a antiguos fusileros de esa región. En Buenos Aires fue una milicia vecinal, donde se instruyó militarmente jóvenes que eran ya consumados jinetes, conforme al bando firmado por Liniers el 6 de setiembre de 1806 tras la Reconquista, que debe considerarse partida de nacimiento del ejército argentino; de allí en más se organizaron distintos cuerpos armados.
Durante el Virreinato de Liniers el escuadrón de Migueletes actuó como escolta armada a las órdenes del teniente coronel José Díaz. Fue disuelto por el Virrey Baltasar H. de Cisneros el 11 de septiembre de 1809, cuando la caballería quedó limitada a las tres compañías del escuadrón de Húsares.
En ocasión de la defensa de la ciudad en 1807, ese cuerpo montado de Migueletes integró la columna al mando del Coronel hispano César Balviani (compuesta también por dragones, cántabros, patricios, húsares y marineros) destacada junto a Liniers en el paso del Riachuelo: “La briosa legión que había asistido / Allá en el puente dó a pasar venía / Una gruesa falange de enemigos”, según el poema de Vicente López y Planes.
Dudas no caben que en noviembre de 1806 Juan Manuel de Rosas se incorporó al Escuadrón de Migueletes comandado por el Dr. y Teniente Coronel Alejo Castex, que en total estaba integrado por 193 soldados de caballería (10), actuando como capitanes Juan G. Miguens y Apolinario Iribarren. El 20 de noviembre se dictó un bando que convocaba a “todos los vecinos estantes y habitantes de la Capital y sus arrabales, de dieciséis a cincuenta años”. Rosas concurrió a la convocatoria pese a tener 13 años. Había recobrado su cabello y su sobrenombre juvenil: “el Rubio”, así lo rememoraron los versos de Luis Pérez, años después.
Dijo Ibarguren en su biografía: "Vistióse ufano, con el uniforme punzó de ese cuerpo -color que sería para siempre el de sus predilecciones- y combatió con denuedo en la cruenta defensa de Bunos Aires contra la segunda invasión de los británicos” (11). Gálvez también mencionó esa circunstancia.
El Archivo General de la Nación guarda comprobantes de caja de los soldados que (por orden de la Junta de Guerra de diciembre de 1806) percibieron sueldo mensual de $12 "por la concurrencia diaria a los ejercicios doctrinales” de ese cuerpo, así como listas del Escuadrón de Migueletes, en todos los cuales figura Juan Manuel de Rosas.
Una vez que la instrucción de todos los cuerpos voluntarios estuvo adelantada, Liniers los reunió en un campamento de maniobras, ejercitando en conjunto. Tras ello regresaron a la ciudad y en marzo de 1807 se dispuso el acuartelamiento en virtud de la situación existente en Montevideo por el arribo de tropas inglesas. Recién entonces Rosas cumplió 14 años (30 de marzo).
En junio de 1807 existe una anotación que señala al soldado Rosas “enfermo en su casa”, sin aclarar nada más. Sin lugar a dudas era un mal pasajero que en el comienzo del invierno lo retuvo durante algunos días al abrigo del hogar.
Lista de pago del escuadrón de Migueletes |
La nota marginal
El 14 de julio de 1807 el Capitán Apolinario Iribarren firmó un “pie de lista” donde el historiador Celesia leyó 141 años después una anotación marginal: “Nota: Juan Manl. Rosas se apartó del servicio el 1° de julio”, lo que dio pie para que publicara su artículo en “La Prensa” (1948) y luego editara un libro en 1954 afirmando: “en esos días se había ido con sus Mayores a trabajar al campo, buscando el camino del bienestar, de la riqueza; rectificando el error cometido al orientarse por el sacrificio y la gloria de servir a la Patria” (12).
¿Qué habrá hecho Celesia cuando tenía 14 años...?, me pregunté al comprar su costoso libro en la casa Peuser más de medio siglo atrás. Julio Irazusta protestaba con fastidio que “hombres de bufete cuyo pellejo jamás corrió riesgo” realizaran inculpaciones semejantes a Rosas.
Lo extraño de la cuestión fue que en 1954 el historiador Celesia acusó a su colega Antonio Dellepiane (ya había fallecido en 1939) de haber plagiado su investigación porque no dejó constancia en el Archivo General de la Nación de la compulsa en documentos referidos a Rosas (13).
La maquinaria antirosista se movió inmediatamente al punto que ya en 1954 el Dr. Isidoro Ruiz Moreno reprodujo a Celesia en una publicación titulada “En torno a Rosas y el revisionismo”, aprovechando para afirmar que “Rosas ha sido el gobernante más funesto”.
Gracias a la enorme difusión que siempre se ha dado a cualquier noticia que pueda perjudicar la imagen de Rosas, el “hallazgo” de Celesia fue tan eficientemente publicitado que algunos historiadores “rosistas” tuvieron que explicar que no era Rosas un cobarde ni un desertor.
Así en la tercera edición de la biografía de Rosas (1949) Manuel Gálvez se consideró obligado a hacer la siguiente aclaración: “Un documento publicado recientemente demuestra que el niño Juan Manuel de Rosas renunció al servicio en el escuadrón de Migueletes el 1° de julio, cinco días antes de la segunda invasión inglesa. Pero no significa que no combatiera. Pudo abandonar el escuadrón por un disentimiento con alguno de sus superiores o por exigencia de sus padres. Ningún documento, sin embargo, prueba que combatiera. Eso lo sabemos, lo mismo que lo de la carta de Álzaga, por tradición”.
Mi maestro José María Rosa (recordando que la instrucción Militar colonial comenzaba a los 15 años) hizo una reflexión: “El Jefe, para poner en condiciones de reglamento militar al regimiento, dio de baja marginalmente a los cuatro niños que recibían Instrucción militar en él: los niños Lorenzo Frutos Gómez, Juan Manuel Rosas, Francisco Casavalle y José Antonio Vargas, sin que baja marginal significara la efectiva separación”. Ingeniosa refutación de quién confió en la seriedad de Celesia (caballeresco como era Don Pepe).
Luis Alen Lascano dijo con toda franqueza: “hubiese sido más grave a la inversa: sano para el cobro y enfermo para ejercitarse” (14).
Así estaba la polémica cuando la vida había terminado de enseñarme que no hay que confiar ni de la propia sombra. Antes de que la vista y los años me jueguen una mala pasada, preferí leer personalmente el documento en cuestión observando con mis propios ojos que seis décadas atrás el bueno de Celesia tenía miopía.
¿La nota marginal del 14 de julio de 1807 dice realmente “se apartó del servicio”?...¿¡No!
Comprobación
Debe aclararse que esa lista confeccionada por el Capitán Iribarren individualizó a soldados que cobrarían haberes del mes de junio de 1807 para información del Ministro de Ejército y Real Hacienda del Virreinato, que era el madrileño Félix de Casamayor,quien intervino al pié.
La nota Marginal que en el extremo izquierdo menciona a Rosas, leída correctamente, dice: “Nota: Juan Manl. Rosas se apareo al servicio el 1° de Julio”, como puede observarse en la reproducción aumentada que ilustra esta publicación.
No existe una "t”, como creyó ver Celesia al leer “apartó” porque el listado con la misma letra las “t” son distintas. La penúltima letra de la palabra en cuestión es una “e”, no una "t”. Tampoco está el acento sobre la “o” que creyó ver Celesia y la palabra “del” no existe en la anotación, donde borrosamente se lee “al”. En aquellos tiempos se escribía con pluma y eran habituales los borrones, que a veces se producían al secar la tinta.
“Aparar” es acudir para tomar alguna cosa, en este caso el "servicio” militar. Y “aparear” es ajustar cosas de manera que queden iguales una con otra. Cualquiera de los dos verbos que pueda haber usado el Capitán Iribarren significaron el retorno del soldado Rosas al escuadrón.
El antirosismo de Celesia lo confundió, traicionando su seriedad de historiador. La misma anotación en que Celesia fundó sus críticas contra Rosas, constituye una probanza de que Rosas se había reintegrado al servicio el 1° de julio después de su enfermedad y cumplió con su deber en las jornadas del 5 y 6 de julio de 1807, cuando fue rechazada la segunda invasión inglesa.
(1) Celesia, Ernesto H.: Rosas-Aportes para su historia. Buenos Aires, 1954, pág 11.
(2) Celesia, Ernesto H.: op.cit. pág. 21.
(3) Ricardo Rodríguez Molas reeditó esa biografía de Rosas en versos (1957). Sobre su autor puede consultarse: Chávez, Fermín: Historia y Antología de la Poesía Gauchesca. Buenos Aires, 2004, pág. 77 y sgtes. También alude a esta poesía: Venturini, Aurora: Niños de la Patria: "Juan Manuel de Rosas y Domingo Faustino Sarmiento”, Revista del instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 30, enero-marzo 1993.
(4) De Angelis, Pedro: Ensayo Histórico sobre la Vida del Exmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1830.
(5) Bilbao, Manuel: Historia de Rosas, Buenos Aires, 1868, pág. 27.
(6) Dellepiane, Antonio. “Rosas”, 1950, pág. 31. Fue obra póstuma de ese autor, fallecido en 1939.
(7) Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina – Rozas y su época. Buenos Aires, Edic. 1951 T° I, pág. 18/19.
(8) Archivo General de la Nación: S. VII, c.3. a, 3 N° 1, fol 22.
(9) Saldías, Adolfo: op. cit. Tomo I, pág. 19.
(10) Véase: La Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Buenos Aires, 1947, pág. 288.
(11) Ibarguren, Carlos: Juan Manuel de Rosas. Buenos Aires; 1930, págs. 28-9.
(12) Celesia, Ernesto H.: op. cit. pág. 34.
(13) Celesia, Ernesto H.: op. cit. pág. 34, nota 26, referida al libro “Rosas” de Antonio Dellepiane.
(14) Alen Lascano, Luis: Rosas, el Gran Americano. Buenos Aires, 1997, pág. 11.