ROSAS, su infancia y su intervención durante las invasiones inglesas
Por Norberto Jorge Chiviló
Días pasados y de casualidad, buscando algo
por Internet, encontré y leí un artículo que había sido publicado en la columna
“Opinión” del diario mendocino “Los
Andes” de la provincia de Mendoza, el 11 de julio de 2020, titulado “Rosas y la
mentira de su infancia heroica”, escrito por la “historiadora” Luciana Sabina (también
conocida en el medio twitero como “Kalipolis”).
Pondré a consideración de los lectores, lo
publicado y luego haré algunas consideraciones sobre el mismo.
El artículo completo, dice así:
OPINION
Luciana Sabina
Historiadora
Rosas y la mentira de su
infancia heroica
Es cierto que siendo apenas un muchacho durante las invasiones inglesas, Rosas se incorporó al Ejército en el escuadrón de los Migueletes. Pero no es cierto como dicen sus seguidores que luchó en los días de la resistencia.
Juan Manuel Ortiz de Rozas
nació el 30 de marzo de 1793, en la actual calle Sarmiento de Buenos Aires. Si
bien vivió en la ciudad fue llevado al campo regularmente, donde adquirió todos
los conocimientos que un “estancierito” debía tener. A los nueve años ingresó
en la escuela más importante de la capital porteña, perteneciente a don
Francisco Javier de Argerich, allí aprendió a leer y escribir.
Rosas dio muestras de un
carácter fuerte desde temprana edad, fue un niño desobediente y difícil al que
le gustaba torturar animales: “Inventaba tormentos para martirizar a los
animales y (…) sus juegos en esta edad de la vida en que ni el más leve
sentimiento inhumano agita el alma adolescente consistían en quitarle la piel a
un perro vivo y hacerle morir lentamente, sumergir en un barril de alquitrán a
un gato y prenderle fuego, o arrancar los ojos a las aves y reír de
satisfacción al verlas estrellarse contra los muros de su casa”, señaló el
historiador y médico Francisco Ramos Mejía en 1936.
Durante su adolescencia provocó
incendios, lastimó a sus peones dándoles bastonazos en la cabeza o haciéndolos
golpear por animales frenéticos y gustó de esparcir excrementos sobre la comida
de los invitados (Ramos Mejía; 1936). Su madre intentó doblegarlo a través de
castigos tales como encerrarlo hasta que reflexionara, sin embargo no lo
consiguió muy a menudo.
Pero este Rosas es inexistente
en los textos que pretenden ver en él a un paladín de la Historia Nacional, al
punto de maquillar su adolescencia con falacias. Una de estas merece especial
atención. Durante las invasiones inglesas, cuenta Adolfo Saldías, Juan Manuel
de Rosas era un niño de trece años que reunió a varios amigos, los armó y
organizó como pudo para colocarse a las órdenes de don Santiago de Liniers,
principal artífice de la lucha contra el pueblo
inglés. Tras ser aceptado, el pequeño Rosas peleó junto a los criollos y, tras
la rendición de los ingleses, Liniers envió una carta a sus padres
felicitándolos por la valentía del joven. Pero además, agrega, ante la amenaza
de una nueva invasión aquél mini héroe se alistó en el cuerpo de Migueletes de
caballería y participó de la Reconquista, los días 6 y 7 de julio de
1807. Por este nuevo accionar los padres recibieron más cartas felicitándolos,
una incluso del mismísimo Martín de Álzaga.
El relato suena encantador,
pero inexistente. En julio de 1948, Ernesto H. Celesia desmintió semejante
ficción. En un artículo del diario La Prensa titulado “Rosas y las Invasiones
inglesas” demostró que el mito heroico data de 1830 y fue trazado por Pedro de
Angelis, intelectual napolitano al servicio de Rosas. El Restaurador afirmaba
la existencia de las cartas y, aunque Saldías señaló que estaban en poder de
Manuelita, no las incluyó en su obra con el resto de los papeles que sí
publicó. Cabe destacar que Saldías fue el único que tuvo acceso a todos los
documentos de la familia Rosas y los utilizó para escribir Historia de la Confederación
Argentina, texto fundacional de la corriente histórica llamada Revisionismo.
Celesia no se quedó con eso e
investigó en las actas del Cabildo, existentes en el Archivo General de la
Nación, pues allí se registró a cada soldado y batallón durante las Invasiones.
Comprobó que efectivamente en enero de 1807 Rosas se incorporó al escuadrón de
los Migueletes. Figura como presente en los registros subsiguientes, pero en
junio se lo señala ausente con la acotación “enfermo en su casa”. Vuelve a ser
nombrado recién el 15 de julio, en una nota al margen: “Juan Manuel de Rosas se apartó del servicio el 1 de julio…”. Por ende, los días 6 y 7 no fue
parte de la Reconquista.
Lamentablemente muchos
historiadores siguen repitiendo aquél mito como una realidad, perpetuando una
de las tantas mentiras de las que se nutren nuestros libros de Historia.
* * * * *
Como se pudo haber apreciado de la lectura
del artículo precedente, la autora se refiere a la infancia de Juan Manuel de
Rosas, y lo hace en dos aspectos.
El primero en la propensión sádica que según
ella habría tenido el niño Juan Manuel en el gusto de torturar animales,
maltratar a peones y otras "lindezas" escatológicas. El otro aspecto, se refiere
a la no participación, según también esta escritora, del niño Juan Manuel, en
las jornadas vividas en Buenos Aires en 1806 y 1807.
Pero antes de entrar en el análisis de ambos
temas, voy a señalar errores en los que incurre esta “historiadora”, en el
artículo en cuestión, errores que son imperdonables para quien dice ser
“historiadora”.
En lo que hace al primer tema, Sabina dice
transcribir lo que habría manifestado el
“historiador y médico Francisco Ramos Mejía en 1936”.
Francisco Ramos Mejía no fue médico, sino
historiador y hombre de leyes, ninguna vinculación tuvo que ver con la
medicina. Además esta persona, nacida en el año 1847, falleció en 1893 y salvo
que lo hubiere hecho desde ultratumba, en el año 1936 no pudo haber “señalado”
nada.
Sabina, confunde a Francisco con su hermano
menor José María Ramos Mejía, quien sí fue médico, político y escritor y vivió
entre los años 1849 y 1914, por lo que tampoco pudo haber señalado nada más
después de veinte años posteriores a su fallecimiento.
En cuanto al segundo tema con la misma
ligereza, Sabina se refiere a la no participación del niño Rosas durante las
invasiones inglesas, incurriendo en más errores como el de afirmar que la
“Reconquista” fue durante los días 6 y 7 de julio de 1807. Las jornadas de la
Reconquista se produjeron el 12 de agosto de 1806 durante la llamada primera
invasión inglesa, y se habla de “Reconquista”, pues Buenos Aires se encontraba
ya ocupada por las tropas inglesas desde hacía 47 días y en esa jornada la
ciudad fue “reconquistada”, de allí lo que la historia denomina “Día de la Reconquista”
o simplemente “Reconquista”.
Los hechos que se produjeron a partir del 5
de julio de 1807, tuvieron lugar durante la segunda invasión a Buenos Aires, cuando los
ingleses, después de desembarcar marcharon hacia la ciudad, para tomarla.
Fue allí que sus habitantes procedieron a defenderla, evitando que
la misma cayera en poder del invasor y por ello se habla de la “Defensa” o “Defensa
de Buenos Aires”.
Así entonces la “Reconquista” se dio el 12 de
agosto de 1806 y la “Defensa” el 5 de julio del año siguiente. Esto es historia
básica y no se pueden confundir ambos acontecimientos históricos.
Advertido de estos errores, pasaré ahora a
referirme a cada uno de los temas propuestos por Sabina.
El
primer punto: El gusto del niño Rosas en torturar animales y otras lindezas:
En lo que se refiere a la infancia de
nuestros próceres o personajes históricos de nuestro país, a mi entender, salvo
el caso de Sarmiento quien en “Recuerdos de provincia” contó varios aspectos de
su infancia, no existen constancias de cómo habría sido la de otros personajes.
La llamada “historia oficial”, surgida
después de Caseros y que se ha extendido hasta el presente y de la cual Sabina
sería una de sus exponentes actuales, ha maltratado siempre la figura de Rosas,
pero Rosas es como aquél barco al cual le pegan olas embravecidas, pero nunca
logran hundirlo.
Si sabemos algo de la “niñez” del Restaurador, es
justamente en lo que se refiere a su intervención en las jornadas de la
Reconquista y Defensa de Buenos Aires en los años 1806 y 1807, como veremos a
continuación.
Lo que Sabina transcribe sobre la infancia de
Rosas, que atribuye a Francisco Ramos Mejía, en realidad le corresponde a lo
escrito por su hermano menor José María en el libro “La neurosis de los hombres
célebres en la historia argentina”, publicado en el año 1878. La obra consta de
dos partes. La primera “Rosas y su época”, cuyos capítulos III a V, están titulados:
“La Neurosis de Rosas”, “Causas que han determinado en Rosas La neurosis”, “Estado
mental del pueblo de Buenos Aires bajo la tiranía de Rosas”. En la segunda
parte, Ramos Mejía hace un estudio de “La melancolía del Dictador Francia”, “El
alcoholismo del Fraile Aldao”, “El histerismo de Monteagudo”, “El delirio de
las persecuciones del Almirante Brown”.
En la primera parte de esa obra, se pueden encontrar los “hechos” transcriptos por Sabina.
Para escribir su obra, en una época donde arreciaba el antirrosismo, Ramos Mejía, tomo como fuente principal lo escrito por el argentino José Rivera Indarte -quien de rosista furibundo pasó de la noche a la mañana a ser todo lo contrario- en “Rosas y sus opositoria” y “Las tablas de sangre” y las del oriental Andrés Lamas, comprometido con la defensa de Montevideo, quien escribió varios artículos para el “Nacional” de aquella ciudad recopilados en “Agresiones del dictador argentino D. Juan Manuel de Rosas contra la independencia de la República Oriental del Uruguay” y otros artículos políticos y literarios escritos durante “la tiranía de don Juan Manuel de Rosas”.
Estas obras de propaganda política, escritas
con pasión y con el objeto de promover el derrocamiento del gobernador de
Buenos Aires, contienen afirmaciones carentes de toda veracidad histórica y que
hoy día ya no son tomadas como fuentes por ningún historiador serio, sino solo
son una prueba de las pasiones políticas de una época.
En ellas se acusaba a Rosas de todo tipo de inmoralidades y corrupción, ya sea en el ejercicio de la Magistratura, como con miembros de su propia familia, humillando a sus padres, su esposa y su hija.
Para poner un ejemplo de Manuelita, se decía que "la virgen cándida es hoy marimacho sanguinario, que lleva en la frente la mancha asquerosa de la perdición” y que “ha presentado en un plato a sus convidados, como manjar delicioso, las orejas saladas de un prisionero”.
Otro ejemplo. “Fue a fines del año 39 y
principios del 40 que las cabezas humanas se exhibían en los mercados,
adornadas de perejil y de cintas celestes y en que la mazorca sustituía a la
cuchilla, la sierra desafilada para degollar a las personas distinguidas”.
Todas esas infamias que tomó Ramos Mejía para
hacer su libro, también fueron citadas por otros escritores.
En mi biblioteca tengo el libro de Javier A. Silvestre “El Tirano Juan Manuel de
Rosas (Anécdotas, cuentos datos y estudios de su vida)”, editado por la
“Empresa Administradora y Reimpresora de Obras Americanas”, publicada en Buenos
Aires en 1914. En el primer capítulo titulado “La infancia de Rosas”, pág. 5,
aquel autor, dice:
“Rosas en su niñez, mostraba ya en gestación
activa todo ese cúmulo de extravagancias morales, que después han acentuado su
fisonomía. Inventaba tormentos para martirizar a los animales, y sus juegos en
esta edad de la vida en que ni el más leve sentimiento inhumano agita el alma
adolescente, consistían en quitarle la piel a un perro vivo y hacerle morir
lentamente, sumergir en un barril de alquitrán a un gato y prenderle fuego, o
arrancar los ojos a las aves y reír de satisfacción al verlas estrellarse
contra los muros de su casa. Ese cuerpo tan artísticamente formado y macizo, se
desarrollaba exuberante en medio de la vida saludable de la campaña y con él,
esos instintos de sobrenatural ferocidad que forman la masa de su alma y que en
veinte años de crímenes diarios eran todavía insaciables…”
Dos páginas después, continúa este autor: “Su
adolescencia ha sido un continuo desorden y la conducta posterior no ha hecho
sino acentuar más los contornos de su carácter, completando con nuevos rasgos la fisonomía especial de su
alma, la más curiosa de la teratología moral. Lastimar sus peones dándoles
argollasos en la cabeza o haciéndoles golpear con animales bravos, echar
sacramentos (así figura en el libro, pero seguramente el escritor quiso decir
“excrementos”) en la comida de la pobre gente que sentaba a su mesa, incendiar
las parvas de trigo gozar con los estragos del fuego; tales eran los
entretenimientos de su niñez, la niñez típica y brutal de los que llevan eternamente
en su cerebro enfermo, los síntomas inequívocos de una locura moral”.
Silvestre no cita ninguna fuente documental y
parece haber copiado lo transcripto de la obra del Dr. José María Ramos Mejía. Todas
estas leyendas y mitos, que carecen de todo sustento documental, fueron repetidas
durante años y años para mostrar a Rosas, como una persona perversa y malvada, ya desde su
juventud, carente de toda moral. Son tan burdas estas mentiras, que en la
actualidad ya nadie cree en ellas y ningún historiador serio se anima a mencionarlas, ni las toma en cuenta y parece mentira que una “historiadora” del siglo XXI las siga difundiendo con
total ligereza y liviandad.
El escritor antirrosista Antonio Dellepiane,
quien fuera director del Museo Histórico Nacional, en su obra póstuma “Rosas”,
publicada en Buenos Aires en 1950 por Santiago Rueda, en el capítulo I “La vida
de un tirano”, dice:
“¿Es posible reconstruir la niñez de Rosas?
¿Con qué documentos? En el momento actual, alejados como estamos por más de un
siglo de la época en que se desenvolvió su infancia, muertos hace mucho tiempo
los que entonces pudieron conocerlo y aún los que estuvieron en situación de
recoger de labios de esos testigos informes verídicos sobre el punto que nos
ocupa, no quedan sino estas fuentes de conocimiento: primero, la tradición,
conservada y transmitida a través de tres generaciones; en segundo lugar, lo
que pudiera consignar al respecto algún documento público o privado,
desconocido o no utilizado todavía; y, por último, los biógrafos. Por lo que
hace a la tradición, no podemos menos de declarar nuestra absoluta falta de
confianza en la veracidad de tales informes, deformados por una serie de
sucesivas transmisiones…”
“La aparición de algunos documentos,
especialmente de cartas privadas, permitirá completar, de modo más científico,
el conocimiento de la infancia y la juventud del dictador… Fuerza nos es
confesar que, hasta ahora, no nos ha sido posible descubrir o encontrar escrito
alguno en que se haga mención de cualquier rasgo o acto de nuestro personaje…”
“De la niñez de Rosas, sabemos poquísimo: lo
que solo puede inferirse de escasa anécdotas relatadas por miembros de su
familia como Bilbao y Mansilla y algunos antecedentes dispersos recogidos por
cronistas e historiadores. Ningún documento, ningún dato autobiográfico, ningún
recuerdo dejado por condiscípulos camaradas.”
Son interesantes las palabras y conclusiones
de este autor antirrosista.
¿Cómo pudo haber surgido este mito de las
“extravagancias morales” del niño Rosas?
El “monstruo” Rosas, como quisieron pintarlo
sus enemigos políticos, o el “Calígula del Plata”, como también lo llamaban al
“tirano”, debía tener entonces una infancia “monstruosa” y carente de todo
límite moral, ya desde sus primeros años. Así fueron escritas esas “historias”. La mentira servía a una causa. El fin justifica los medios. Muchos "compraron" esas mentiras y mitos y aún hoy todavía hay quienes lo siguen haciendo.
Por el contrario esa historia oficial, sí
creó otro mito, el del niño Domingo Faustino Sarmiento –quien en la adultez
sería el más importante enemigo del Dictador–, como párvulo aplicado, el que
nunca faltó a clase además de otras “cualidades”, desvirtuado todo ello por lo
que el propio protagonista escribió en las páginas de su obra “Recuerdos de provincia”,
cuya lectura recomiendo.
El segundo punto: La participación del niño Rosas en las
jornadas de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires.
Sabina, afirma que se ha “maquillado” la
adolescencia de Rosas “con falacias”, una de las cuales habría sido la
participación del adolescente durante las invasiones inglesas y para ello toma
como fuente un artículo publicado en el diario La Prensa en julio de 1848, de
autoría de Ernesto H. Celesia, en el cual afirma que este autor “desmintió
semejante ficción”.
No leí ese artículo, pero sí tengo en mi
biblioteca la obra de Celesia, publicada en el año 1954 por la editorial
Peuser, titulada “Rosas – Aportes para su historia”.
En su obra Celesia afirma: “La participación de Juan Manuel Rosas en las actividades de la Reconquista no sería, por lo tanto, un hecho extraordinario”. Celesia no desconoce la participación del joven Rosas en la Reconquista, lo que para su opinión “no sería, por lo tanto, un hecho extraordinario”.
El mismo Celesia transcribe lo escrito por Pedro De Ángelis en 18309 en “Ensayo Histórico sobre la vida del Excmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas, Gobernador y Capitan General” y también copia unos versos publicados ese mismo año en el periódico “El Gaucho”, que es una biografía de Rosas en verso: “Estuvo en la reconquista / A Liniers incorporado, / Y en un inglés ya puso, / su faconcito el Pelado. (Pelado se lo llamaba a Rosas en 1806) otro de los versos, decía “Soldado era miquelete / Cuando Guiteló atacó, / Y con un corto afilado / En la aición se distinguió”.
Leyendo el ejemplar del “Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo” N° 13 del 20 de julio de 1844, en el artículo General Rosas, se puede leer lo siguiente: “El General Rosas nació en la ciudad de Buenos Ayres; y siendo muy joven contribuyó á su defensa en la dos gloriosas victorias contra los Ingleses que precedieron á la revolución de 1810”.
En 1830 cuando De Ángelis publicó la
biografía del Gobernador y en diario “El Gaucho” se publicó la vida de Rosas en
verso, habían pasado 24 años de la Reconquista y 23 de la Defensa y en 1844
habían pasado no más de 38 y 37 años de aquellas memorables jornadas. Vivían
aún en Buenos Aires y también entre los expatriados en Montevideo y Santiago de
Chile, muchísimas personas que también habían combatido y vivido en aquella época,
todos se conocían ya que Buenos Aires, seguía siendo una pequeña aldea y nadie
desmintió lo que había sido publicado, ya que si ello no hubiera sido cierto,
muchísimo se hubiera escrito entre aquellos expatriados que combatían a Rosas
con ferocidad y con falacias y no hubieran desaprovechado la oportunidad de
poner de manifiesto una mentira de tal calibre y de fácil comprobación.
Pero siguiendo al relato de Celesia, quien
pretende acreditar la no participación de Rosas en las jornadas de la Defensa, dice:
“De Juan Manuel de Rosas, de su actuación en esos días heroicos… encontré ‘las’
listas de pago del ‘Esquadron de Migueletes del M.I. Cabildo’, correspondientes
a los meses de enero a diciembre de 1807. En las listas de enero a mayo, Juan
Manuel de Rosas aparece percibiendo su haber como soldado; en la lista del mes
de junio figura como soldado presente pero ‘enfermo en su casa’. En la del mes
de julio desaparece, no figura en la lista de pago; Juan Manuel Rosas solo
aparece al margen de esa lista, en esta forma: ‘Nota: Juan Manuel Rosas se
apartó del servicio el 1° de Julio. – Lorenzo Frutos Gómez en igual día -…’ ”
Celesia incorpora el facsímil de dicho documento, el que resultaba bastante
ilegible.
Durante años, mucho se escribió sobre si Rosas se
había “apartado” del servicio en las jornadas de la Defensa y si había
combatido en aquellas jornadas.
En el N° 66 de la “Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” años 2004/2006, fue publicado un interesante artículo de Alberto González Arzac sobre este interesante tema. Cuenta González Arzac que “Antes
de que la vista y los años me jueguen una mala pasada, preferí leer
personalmente el documento en cuestión observando con mis propios ojos que seis
décadas atrás el bueno de Celesia tenía miopía. La nota marginal del 14 de
julio dice realmente ‘se apartó del servicio’?... ¡No!”. “La nota marginal
que en el extremo izquierdo menciona a Rosas, leída correctamente, dice: ‘Nota: Juan Manl. Rosas se apareo al
servicio el 1° de julio’ …”
“Aparea” significa juntarse “Ajustar una cosa con otra de forma que
queden iguales”, lo contrario de “apartar”.
No voy a
reproducir aquí los precisos argumento de González Arzac, ya que se podrá leer directamente su trabajo a través del link que mas abajo aparece.
Todavía se
sigue escribiendo con ligereza sobre distintos hechos de nuestra historia, como
en este caso sobre Rosas, sin analizarlos desapasionadamente y sin tener en mira
la verdad histórica.
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Se pueden leer, el artículo de González Arzac y la parte del Archivo Americano, respectivamente por los siguientes links:
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2021/08/rosas-nino-en-las-invasiones-inglesas.html
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2021/08/rosas-y-la-invasiones-inglesas.html
Se puede acceder a otro artículo publicado en el periódico "El Restaurador" N° 3, por el siguiente link:
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2007/06/participacion-del-nino-juan-manuel-de.html