domingo, 8 de agosto de 2021

Camila O'Gorman

Camila O’Gorman 

Por César Tamborini Duca

Dedicado a la historiadora y escritora María Sáenz Quesada,  Directora de la Revista “Todo es Historia”

Rosas
Retrato de Camila O'Gorman


Una breve digresión

 Antiguamente el concepto de la decencia, de la moral, el sentimiento de la honorabilidad era tan acendrado y tan distinto del actual que había ciertas circunstancias que para la familia eran más denigrantes que un asesinato, tales como un divorcio o una fuga himeneica. Veamos sino el siguiente comentario de Lord Archer: “En una ocasión tuve oportunidad de preguntarle a Lady Longford ¿Alguna vez has pensado en divorciarte de Lord Longford? Ella respondió: Cielos, no. Asesinarlo, sí, pero divorciarme… Nunca”. Lo cual trae a mi memoria un comentado episodio de mis abuelos paternos (en este caso, hace solo 100 años); según escuché decir, el abuelo (un pedazo de pan) quería separarse de la abuela, conocida por su vehemencia en cualquiera circunstancia; los 10 hermanos de mi abuelo se reunieron con él y le espetaron: “si querés, matála; pero divorciarte… ¡NO!” Y el pobre abuelo resistió estoicamente hasta el final de sus días. 

Lo cual debe enseñarnos, al juzgar una conducta, trasladarnos al contexto de una época; para comprender el drama que significó la muerte de Camila O’Gorman y el cura Gutiérrez hay que situarse en la época que ocurrió (mediados del siglo XIX, aún con resabios de una sociedad colonial) y la moral que imperaba en las familias en ese entonces, transformando la fuga de 2 jóvenes amantes en inaudito acto criminal; lo que hoy no dejaría de ser algo anecdótico.


La historia

Lazos familiares. Camila O’Gorman había nacido en Buenos Aires en 1828 en el seno de una familia acomodada. Nieta de la célebre “Perichona” y amiga de Manuelita Rosas, solía frecuentar reuniones y bailes de alta sociedad. 

El padre de Camila, Adolfo O’Gorman, era sobrino del protomédico Miguel O’Gorman, figura destacada del Bueos Aires virreinal que fue fundador de la primera Escuela de Medicina, el “protomedicato”. A su vez el padre de Adolfo era hijo de Don Thomas O’Gorman y Doña Ana María Perichón de Vandevil y Abeille, conocida como “La Perichona” y famosa por su escandaloso romance con el Virrey Don Santiago de Liniers y Bremond. La madre de Camila, Doña Joaquina Ximenes Pinto, era descendiente de una antigua familia española, establecida en el país en el siglo XVII.

Camila tenía 18 años cuando conoció al cura Wladislao Gutiérrez, que provenía de una familia tradicional tucumana, cuyo tío era gobernador de esa provincia y lo recomendó a las autoridades de Buenos Aires, como veremos posteriormente. 

Las causas que llevaron al patíbulo al presbítero Gutiérrez y a Camila O’Gorman fueron referidas en el diario “La República”, fundado a principios de 1866 por Manuel Bilbao, que había llegado a Buenos Aires el año anterior. Afirmaba Bilbao que, según los datos que tenía, los informes que le dieron reputados juristas respecto de las disposiciones legales que regían el caso, contribuyeron para que Rosas tomara esa decisión.  El “Restaurador de las Leyes” había pedido una opinión fundamentada a los más afamados hombres del foro, los doctores Dalmacio Vélez Sarsfield, Baldomero García, Nicolás de Anchorena, Lorenzo Torres y Eduardo Lahitte. En vista que para juzgar éste caso se carecía de leyes argentinas, recurrieron a las españolas que regían durante el período colonial y se basaron en las leyes del Fuero Juzgo, del Código Gregoriano,  y algunas leyes de la Recopilación.  Una de ellas dispone “Robando algún ome, mujer viuda de buena fama, casada, relijiosa, o yaciendo con ella si lo fuere provado en juicio, debe morir por ende”. Todos los consultados, excepto Lahite, aconsejaron la ejecución de los reos de culpa.  

Al haber sido responsabilizado don Antonino Reyes (que había sido edecán de Rosas) por el Acusador Público, de cómplice en la ejecución de Wladislao Gutiérrez y de Camila O’Gorman, el 25 de agosto de 1853 se le tomó declaración indagatoria. Preguntado sobre lo que supiese respecto de la ejecución de doña Camila O’Gorman contestó: “Que estaba en Santos Lugares cuando llegó doña Camila O’Gorman y un sacerdote; y que según las instrucciones recibidas de Rosas, debía hacerle poner grillos… cuando menos lo esperaba… recibió una nota por la cual se le ordenaba que hiciese en el acto fusilar a los dos, al venir el día. 

El Dr. Estévez Saguí aceptó la defensa de Antonino Reyes y dice con respecto a este caso: “un extravío moral… condujo a un sacerdote y a una joven incauta, a abjurar el uno su ministerio y quebrantar sus votos, y a la otra a abandonar la casa paterna… un perverso, uno que también se llamaba sacerdote, los conoce… y los delata. Los manda aprehender un gobernador… Reyes ninguna parte directa ni activa tuvo en aquel asesinato; cuando él hizo apenas lo que podía hacer, hacer sabedor a Rosas del estado avanzado de embarazo en que se encontraba la desgraciada joven”. (“Memorias del Edecán de Rosas” redactadas por don Manuel Bilbao, Ed. Americana, Bs. As., 1943, extractado de p. 23, 27, 116, 161, 185). 

El defensor acompaña el nº 7941 de la Gaceta Mercantil del 9 de Noviembre de 1848, en la cual se habla de la ejecución de Camila O’Gorman, atribuida a Rosas (y publicada por su orden): “El 16 de diciembre de 1847, el Cura de la Parroquia del Socorro Vladislao Gutiérrez, que seguía una vida escandalosa y había convertido la Iglesia del Señor y su sagrado Ministerio en sacrílegas profanaciones, abusando de la religión, fugó de esta ciudad en compañía de Camila O’Gorman, perdida para la sociedad y para su decente y honrada familia. Este escándalo inaudito… fue notificado al Gobierno por las Autoridades Eclesiásticas y Civiles. Inmediatamente libró… las órdenes correspondientes para la aprehensión de los dos criminales… (que) pasaron a Corrientes.  Allí vivieron públicamente en supuesta unión matrimonial… Remitidos a la provincia de Buenos Aires, y habiendo llegado al campamento de los Santos Lugares en un estado de frenética excitación y escándalo, el Exmo. Sr. Gobernador ordenó fuesen fusilados ambos criminales, después de suministrárseles los auxilios espirituales de nuestra Sagrada Religión”. (ibídem, p. 202 y 203). 


La intrahistoria

Wladislao Gutiérrez llegó a Buenos Aires recomendado a Rosas y al Presbítero don Felipe Elortondo y Palacios, por el Gobernador y por el Obispo de Tucumán, en notas que expresaban que era juicioso y lleno de aptitudes, y deseaba emprender una carrera. El Presbítero Palacios le indicó la eclesiástica y lo tomó bajo su protección, dirigiéndolo hasta que se hizo sacerdote.   

Pronto el Obispo de Buenos Aires lo nombró cura de la Parroquia del Socorro. Pero Gutiérrez abrazaba la carrera eclesiástica por necesidades del momento, no por vocación; las pasiones de la juventud solo esperaban una oportunidad para dominarlo, y el joven cura tuvo ocasión de conocer a Camila por ser amigo del hermano de la joven, que también era cura, por lo que era un invitado frecuente en el salón familiar. 

Veamos ahora una nota periodística. En ocasión del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo (1810-1960) el periódico La Razón editó un suplemento titulado Historia Política Argentina (Buenos Aires, 25 de mayo de 1960) En las páginas 24 y 25 del mismo describe estos sucesos, señalando que un día Camila “conoció en la sala familiar al sacerdote tucumano Vladislao Gutiérrez, sobrino del gobernador de la provincia norteña, coronel Celedonio Gutiérrez. El joven religioso era apuesto y gran conversador, impresionando a Camila, que luego asistió continuamente a la Iglesia del Socorro, en las actuales calles de Juncal y Suipacha… No tardó en encenderse entre ellos una pasión que, según testimonios posteriores, no escapó a la atención de numerosos fieles”

Gutiérrez visitaba diariamente la casa de Camila, realizaban paseos a caballo por el bosque de Palermo, y un día deciden abandonar todo y se fugan, el 12 de diciembre de 1847, sin contar más que con su amor; su intención era establecerse en Brasil pero sin medios materiales, sin dinero, una total imprevisión. La fuga se mantuvo en secreto unos días, no querían que se enterara el Gobernador en la esperanza que los jóvenes se arrepintieran y regresaran. Recién a los 9 días el padre de Camila, el Provisor y el Obispo de la Diócesis se dirigieron a Rosas denunciando el hecho y calificándolo con los términos más duros.

Adolfo O’Gorman, en escrito que dirigió al Gobernador el 21 de diciembre, la describe: “la niña es muy alta, ojos negros y blanca, pelo castaño, delgada de cuerpo, tiene  un diente de adelante empezado a picar” y al enterarlo de la fuga decía que “era el acto más atroz y nunca oído en el país”. En términos similares –calificando de “suceso horrendo” se dirigió el Provisor. 

Mariano Medrano, Obispo Diocesano, también escribe al Gobernador el día 24, diciendo que: “Estamos llenos de dolor, … en cualquier punto donde los encuentren a estos miserables, sean traídos para que procediendo en justicia sean reprendidos y dada una satisfacción al público de tan enorme y escandaloso procedimiento”. (“Poder y sexualidad”, Nazareno Miguel Adami, Todo es Historia, nº 281, noviembre 1990, p. 10).

Todos concluían pidiendo al Gobernador un “castigo ejemplar”, eufemismo con el que se solicitaba la ejecución. Es de notar (y no la transcribo por lo extensa) la carta que el Secretario de la Curia, el Presbítero don Felipe Elortondo y Palacios, envía a Rosas el 22 de enero de 1848 para dejar a salvo su responsabilidad, que algunos le querían atribuir. 

Por otra parte la fuga sirvió de pretexto a los unitarios de Buenos Aires radicados en el exterior para lanzar furibundos ataques contra Rosas, pustulando desde sus madrigueras. Mitre dice desde Bolivia en el diario El Comercio del 27 de abril de 1848: “Se sabe que las Cancillerías extranjeras han pedido al criminal gobierno que representa a la Confederación Argentina, seguridades para las hijas de súbditos extranjeros, que no tienen ninguna para su virtud”. Y Sarmiento escribe desde Chile en El Mercurio: “Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres bajo la tiranía espantosa del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos aires huyen con las niñas de la  mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra esas monstruosas inmoralidades”. 

Rivera Indarte, el delincuente refugiado en Montevideo, también se expresa en términos similares que no deben sorprender en un sujeto de su catadura, cuyas diatribas en sus famosas Tablas de Sangre llegan al colmo de tratar de incestuosa a la noble Manuelita, hija de Rosas.  También Alsina, desde El Comercio del Plata de Montevideo dirige sus dardos envenenados al Gobernador (que no tenía culpa alguna), acusando además al cura de “robar las alhajas del Templo. ¿Hay en la tierra castigo bastante severo para el hombre que así procede…? Esta frase indicaba con bastante claridad que se debía aplicar la última pena que reconoce la ley, la pena de muerte. 

Así se pronunciaban los enemigos de Rosas, sentenciando al desgraciado párroco a ser fusilado con ignominia, desde la tribuna de la prensa. Con una malignidad refinada e injustificada incitaban al castigo, que luego condenarían. La cuestión para los unitarios era obtener una ventaja política aún apelando a la mentira mas ruin para desprestigiar al gobierno, al que presionaban para que diera “un castigo ejemplar”, al que luego calificarían de criminal.

Mientras tanto los prófugos obtuvieron pasaporte en Paraná (Entre Ríos) el 1º de febrero de 1848, con los nombres supuestos de Máximo Brandier y su esposa Valentina Desan. Desde ahí se dirigen a la provincia de Corrientes y se establecen en Goya, ciudad donde se ponen al frente de una escuela para varones y otra para mujeres, para ganarse la vida. 

El Juez de Paz de Goya era Esteban Perichón de Vandevil, sobrino de Ana María Perichón que mencionamos antes y que era esposa de Thomas O’Gorman, abuelo de Camila. Una suposición de quien esto escribe (puesto que no lo leí en ningún sitio), es la probabilidad que al llegar a esa ciudad correntina Camila presentara a Vladislao como su marido a su tío abuelo sin mencionar su fuga; tal vez en esas circunstancias los enamorados se sintieran muy seguros.

Una noche Esteban Perichón invitó a una fiesta en su casa a las personas más caracterizadas de la localidad, no faltando el matrimonio “Brandier”. El Juez de Paz ni remotamente se imaginaría lo que iba a suceder, pues entre los invitados (estaba)... el sacerdote irlandés Michael Gannon se acercó resueltamente al “maestro Brandier” diciendo: -¿Cómo está Ud. padre Gutiérrez? ¿Hace mucho que salió de Buenos Aires?-  Se habían  conocido en esa ciudad. En esa cena surgió el descubrimiento y prisión de los amantes, que fueron remitidos a Buenos Aires en un buque de cabotaje por el Río Paraná, llegando a la cárcel de Santos Lugares el 14 de agosto de 1848, donde se los colocó en calabozos separados. 

Antes del arribo y desde Rosario (o desde San Nicolás) Camila solicita ayuda a su amiga Manuela Rosas por medio de una carta, que será contestada el 9 de agosto desde Palermo de San Benito: “Señorita Dª Camila O’Gorman. Querida Camila: Lorenzo Torrecilla os impondrá fielmente de cuanto en vuestro favor he suplicado a mi Sr. padre D. Juan Manuel de Rosas. Camila: lacerada por la doliente situación que me hacéis saber os pido tengáis entereza suficiente para poder salvar la distancia que aún os resta a fin de que ya a mi lado pueda con mis esfuerzos daros la última esperanza. Y en el interín, recibid uno y mil besos de vuestra afectísima y cariñosa amiga. Manuela de Rosas y Ezcurra”. 

En la madrugada del día 18 Antonino Reyes recibió la orden de Rosas para la ejecución de Camila y de Gutiérrez, no permitiéndoles más que unos breves momentos para que recibieran los auxilios espirituales. Pero que antes de todo pusiese el Cuartel General en incomunicación, con centinelas que no permitieran entrar ni salir a nadie. 

No obstante Reyes tuvo la audacia de preparar una nota a Manuelita, que tenía gran influencia sobre su padre y era amiga de Camila; el chasque llegó rápidamente a Palermo y entregó la nota al oficial escribiente, pero éste en lugar de darla a su destinataria la entregó a Rosas, que la hizo devolver a Reyes recriminando su demora en hacer cumplir la orden. Ya no había esperanzas de salvación. Los reos –como tenían grillos y los ojos vendados fueron llevados en sendas sillas a modo de angarillas suspendidas por dos hombres cada una. “La primera descarga del pelotón no da en el blanco, porque le tiran a errar; Roque Monia, uno de los veteranos del pelotón cae desmayado (tal vez intencionalmente), a otro se le escapa el fusil de la mano” pero finalmente la ejecución se llevó a cabo. 

Cuando todos clamaban por “un castigo ejemplar”  estaba claro que los amantes no tendrían salvación. En ese “todos” estaban englobados los partidarios de uno y otro partido (federales y unitarios), la Iglesia Católica y los propios familiares de las víctimas. Sin embargo luego del fusilamiento los enemigos de Rosas que habían llenado páginas predicando sobre el “escándalo” y la necesidad de “justicia”, clamaban ahora horrorizados por el terrible final de Camila. Había llegado la hora de hablar de ‘jóvenes amantes’, de la ‘bella niña’ y de ‘la represión del amor’. Sarmiento escribe en febrero de 1852, al día siguiente de Caseros: “Algunos amigos fueron a visitar la tumba de Camila y oyeron del cura los detalles tristísimos de aquella tragedia horrible, del asesinato de esta mujer”.


Colofón

La actitud de Camila fue totalmente personal, sin matices políticos ni religiosos. Ese fue precisamente el “leit motiv” por lo que sería castigada, transgredir lo moralmente instituido por la sociedad de la época. Camila, con solo 20 años, se opuso a la “prisión” a que estaban sometidas las mujeres de su época y se atrevió a disponer de su voluntad para con su cuerpo; ella no lo consideraba delito y tenía su conciencia tranquila pese a las calumnias y acusaciones que se le hicieron. 

En el polo opuesto se encontraba Rosas, para quien el delito (según refiere Antonino Reyes en sus Memorias) consistía en que Gutiérrez y Camila se escaparon, burlando la autoridad y las leyes estatuidas. Porque  Rosas fomentaba una política “restauradora” no solo de “las leyes” sino también de orden moral, político y religioso, nunca eludió su responsabilidad con estas ejecuciones que conmocionaron a la ciudadanía, muy por el contrario. Pese a la prédica que hacían desde Montevideo sus adversarios por permitir estas “inmoralidades”, pese a que las autoridades eclesiásticas y los propios padres de Camila –ultrajados en su honor, pues hay que tener en cuenta las costumbres y moralidad de la época solicitaran al gobernador un castigo ejemplar, pese al dictamen de los jurisconsultos de mayor prestigio que condenaban a estos enamorados a la pena de muerte. 

Pese a todo ello, Rosas asumió honestamente su responsabilidad para proceder como procedió, y lo expone el 6 de marzo de 1877, una semana antes de morir, en carta desde Southampton a su yerno Máximo Terrero: “Ninguna persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman, ni persona alguna me habló ni escribió en su favor. Por el contrario, todas las personas del Clero me hablaron o escribieron sobre el atrevido crimen y la urgente necesidad de un castigo ejemplar, para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo y siendo mía la responsabilidad, ordené la ejecución. Durante presidí el Gobierno de Buenos Aires y fui encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia; soy pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores y de mis aciertos. Las circunstancias durante mi actuación fueron siempre extraordinarias, y no es justo que durante ellas se me juzgue como en tiempos tranquilos”. Juan Manuel de Rosas.

En Las Mujeres de Rosas de María Sáenz Quesada también leemos algunos hechos ya comentados, como la carta de Antonino Reyes a Manuelita; o el párrafo correspondiente a Josefa “Pepita” Gómez donde dice que ella “…tendría el rol de hacerle a Rosas una suerte de gran reportaje para la historia. Como una periodista avant la lettre ella contribuyó a escribir la biografía del Restaurador. Y transcribe parte de la carta anterior que es casi facsimilar de la que Rosas envió a su amiga Josefa “Pepita” Gómez en respuesta a un requerimiento de ella en 1869, con la intención de librar de responsabilidad en el hecho a Dalmacio Velez Sarsfield el encumbrado y sabio amigo de Pepita que –recordemos era uno de los jurisconsultos que informaron de las disposiciones de las leyes que prescribían, en este caso, la pena de muerte. (Pág. 279)

Si incurro en repeticiones es con el objeto de señalar hechos, actitudes, descriptos por distintos historiadores, algunos de los cuales fueron opositores al gobierno de Rosas como era el caso de José María Ramos Mejía, que escribió lo siguiente: Todavía vibra en nuestro oído aquella carta fechada en Southampton el 22 de septiembre de 1869, en que rechazaba el disimulado propósito de distribuir entre muchos la responsabilidad de la ejecución de Camila… Aquella hermosa figura de anciano… levantábase airada y soberbia para castigar con su brutal franqueza la cobardía de los espíritus meticulosos “¡NO!, -dijo durante presidí el gobierno provincial bonaerense, encargado de las Relaciones Exteriores y con la suma del poder por la ley, goberné puramente según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores y de mis aciertos”.  (“Rosas y su Tiempo”. José Mª Ramos Mejía, Ediciones Jackson, 2da. Edición, Bs. As., 1946. Pág. 303 y 304)

CAMILA EN EL CINE. Blanca Podestá interpretó a Camila en 1909, en la película muda de Mario Gallo. En 1984 María Luisa Bemberg la lleva nuevamente al cine con gran éxito de público y crítica (la vieron más de 2 millones de espectadores) y llegó a ser nominada para el Oscar como Mejor Película Extranjera. El elenco incluía a Susú Pecoraro en el papel de Camila, Imanol Arias como el cura Gutiérrez, y Héctor Alterio como Adolfo O’Gorman, Mona Maris en el papel de “la Perichona”. 


BIBLIOGRAFIA. Lectura recomendada

“Memorias del Edecán de Rosas don Antonino Reyes”, por Manuel Bilbao

“La Época de Rosas”, de José María Ramos Mejía, Ed. Jackson, 2ª Edición, 4 tomos, 1944, Tomo III

“Mujeres de Rosas”, de María Sáenz Quesada, Ed. Sudamericana, 1ª Edición, 2012, Bs. As. pág. 153 y 279.

“Una sombra donde sueña Camila O’Gorman”, de Enrique Molina, Seix Barral, Biblioteca Breve, Buenos Aires.

“Todo es Historia”, nº 281, noviembre de 1990, pág. 6 a 31.

“Historia Política Argentina”, Fascículo del Diario La Razón, 25 de Mayo de 1960, pág. 24 y 25. 

“Cancionero del tiempo de Rosas”, Colección Buen Aire, EMECÉ Editores, Bs. As. 1941, p. 60-61

“Clarín”. Con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo en 2010 editó 20 fascículos cada uno de los cuales abarcaba una década; el que nos ocupa es de la década 1840-1849.

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“La guitarrera de San Nicolás” es un poema de Héctor Blomberg con música de Enrique Maciel, que Ignacio Corsini llevó al disco para Odeón el 8 de marzo de 1930. En él se compara la historia de amor de la guitarrera con la de Camila. La Capilla de San Nicolás estaba en la esquina de las calles Carlos Pellegrini y Corrientes, pero desapareció bajo la piqueta con el ensanche de ésta última; en su sitio está el Obelisco, que la recuerda con una inscripción en uno de sus lados. Pueden escuchar a Corsini: 

https://www.youtube.com/watch?v=xl5754hlD9U