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Cómo gestionó
José de San Martín la pandemia en tiempos de la Independencia
José de San Martín y la campaña de vacunación en tiempos de la Independencia. Cuando la epidemia causaba más muertes que la guerra.
Por Gustavo Capone
Hacer lo que corresponde
La humanidad actualmente no enfrenta
la primera pandemia. Miles de años de historia así lo reflejarán. Y
seguramente, problemas con las vacunas (cuando estas aparecieron a finales del
siglo XVIII), y dificultades para congeniar los planes de vacunación debieron
existir siempre. Ahora, la forma de gestionar esa crisis demostrará claramente y
comparativamente el perfil de los gobiernos.
El ejemplo histórico vuelve a centrar la mirada
en José de San Martín. Fue en Mendoza. Hace más de 200 años, cuando la
otra batalla por librar (paralelo a una guerra por la independencia contra uno
de los imperios más poderosos del mundo) era ponderar la responsabilidad y la
ética ciudadana contra los privilegios y los lógicos temores.
¿Cómo movilizar un pueblo en tiempos
de guerra? Haciendo
lo que corresponde para generar la suficiente autoridad que nutrirá de
confianza y legitimidad la conducción. Eran tiempos "bravos" y había
que dar el ejemplo para infundir patriotismo.
Consideremos además que por ese entonces
los pocos médicos que ejercían en Mendoza y San Juan no comulgaban con la causa
americana por su filiación imperial española, y que solo existían por ese
entonces (1815) "dos hospitales en Cuyo: el Hospital Betlemítico (de San Antonio) en Mendoza y
el Hospital
de San Juan de Dios, en San Juan. San Luis no tenía hospitales. Peor aún: no tenía
médicos". (Dr. Abel Luis Agüero)
Azotaba aquella pandemia de viruela
La viruela era un flagelo mundial.
Mataba a la quinta parte de los contagiados. Un inglés, Edward Jenner, observó que
los tamberos que ordeñaban sus vacas, adquirían una enfermedad inocua. Percibió
simultáneamente que esos ordeñadores tenían granos en las manos (una especie de
"callos" producidos por los años del rutinario trabajo) y que no se
contagiaban de la viruela. Esa experiencia le sirvió para comprobar
empíricamente que frotando las manos de los ordeñadores de vacas con las manos
de otras personas hacía que la emanación de pus de los granitos de las manos de
los tamberos generara inmunidad contra la viruela. Y así, de la vaca nació la
vacuna gracias al genio de Jenner en 1796.
El plan sanitario mendocino contra la
epidemia
La lucha por la independencia tenía
varios adversarios. No solo en el frente de guerra. Las contantes enfermedades,
pestes, epidemias y plagas eran un adversario que atentaba continuamente a la
población en general y al ejército particularmente. "Las epidemias abrían sepulcros que no había abierto
la guerra" (José Pacífico Otero).
En tiempos del Segundo Triunvirato
(1812 / 1814) se encaró una incipiente campaña de vacunación contra la viruela.
La repercusión y aceptación de la campaña fue prácticamente nula en Buenos
Aires. El temor a lo desconocido, los prejuicios de la época sobre los nuevos
tratamientos médicos y las distintas interpretaciones religiosas, hacían que la
sociedad no quisiera vacunarse.
Mientras tanto en
Mendoza, San Martín abordará un plan sanitario extenso. Ya Manuel
Belgrano se había preocupado de la problemática de las epidemias y
había producido documentos priorizando la salud de la población.
El plan de salud de San Martín será
contundente, y cubrirá a todos. Impondrá a través de una norma del Cabildo de
Mendoza la obligatoriedad de la vacunación contra la viruela para todo Cuyo.
Don José pagará de su sueldo a los
médicos y enfermeros venidos desde Buenos Aires para vacunar a los mendocinos y
a todos los integrantes del ejército. Desde los soldados de la infantería hasta
los prisioneros de guerra. A los niños, ancianos y mujeres. Pero también, además de
devolver la libertad a los "esclavos", estos fueron vacunados sin
distinción étnica ni condición social.
Pondrá a disposición de los
sanitaristas contratados en Buenos Aires a 8 monjes betlemitas, quienes fueron
"entrenados" para llevar adelante toda la tarea. Ellos serán
exclusivamente los encargados de controlar todo el plan de vacunación, creando
la "Comisión de la Vacuna". Estarán supervisados por los doctores Juan
Zapata (el único médico "fiel", aunque empírico, que residía
en Mendoza) y Anacleto García. Posteriormente se incorporarán al
comando general: Paroissien y Candía.
Para organizar la vacunación masiva se
crearon centros de salud y "juntas sanitarias y hospitalarias". Se
abrieron simultáneamente hospitales militares y farmacias en Mendoza y San
Juan. Nosocomios pensados para la vacunación, que sirvieron paralelamente para
controlar las enfermedades venéreas (muy frecuentes en dicho tiempo).
Las Juntas Hospitalarias ejercían
función de Dirección Sanitaria. Dirigían e inspeccionaban los hospitales y
controlaban la inversión de los fondos para estos. (la totalidad de los
impuestos y contribuciones eran destinados al ejército, salud, educación y
saneamiento). En simultáneo preparó un "cuerpo especial de montaña" para pasar la
cordillera con un hospital de campaña móvil montado sobre 75 mulas y
atendido por 47 hombres.
Pero volviendo al plan de vacunación,
realizó una lista en la que se detallaba el estado de salud de los vacunados y
sus datos personales. La administración de la vacuna se realizaba los días
miércoles de 17 a 19 horas. La encuesta de salud personal contemplaba
3 aspectos: a) valoración general del estado de salud, b) protección
nutricional y c) protección frente a los factores climáticos. Una verdadera
revolución de lo sencillo.
Según el Censo de 1812,
Mendoza contaba con 13.318 habitantes (J. Comadrán Ruíz). La
vacunación empezó a fines de 1815. Cuando el ejército libertador partió (enero de 1817),
prácticamente la totalidad de la población estaba vacunada contra la viruela.
El compromiso ciudadano
Eran tiempos de guerra. A los objetivos
prioritarios de luchar por la independencia se sumaban los problemas de salud
pública. Imposible pensar en la libertad si no se cuida a la sociedad
integralmente.
Otras acciones paralelas del plan de
salud sanmartiniano fue crear comisiones vecinales para extraer de los
estanques cercanos a los ríos y lagunas provinciales, la mayor cantidad de piedra
pómez para la limpieza y pulido de metales y el aseo personal. La
comisión tenía a su vez la tarea de recolectar la mayor cantidad de derivados
de productos de las aves del lugar con asiento en torno a los ríos, por
ejemplo: huevos para la alimentación y plumas para la confección de los
abrigos.
Pero a su vez estas comisiones
barriales (diríamos hoy) debían de cuidar los causes de las acequias y hacer cumplir
una ordenanza del Cabildo que consistía en advertir a los vecinos de la
importancia de encerrar o atar los canes para evitar otro flagelo, como era la
hidrofobia (otro causante de muerte grave de la época).
También San Martín fue el pionero en
iniciar una
cruzada contra "el mal de Chagas", aconsejando el
blanqueo de los frentes y paredes de las casas y bodegones para
distinguir el color negruzco de la vinchuca y así generar un contraste con el blanco
pintado en la pared. Como también elaboró una cartilla donde
"aconsejaba" dormir en las noches con una vela prendida, pues la luz
alejaba a las vinchucas, como prevención ante la posible picadura de las
"chinches negras". Mientras que los vecinos recibían periódicamente
una caja con piedras pómez, velas, jabones, alcohol y distintos tipos de
hierbas para cuidar la salud familiar. La viruela, "la rabia", las
vinchucas, las ratas, las víboras, las langostas, las arañas, "la
cuncuna", el bicho del cesto, también eran los enemigos que debían vencer.
Salud: profesionalismo, ética y
voluntad política
Reitero; otro buen ejemplo
sanmartiniano y mendocino. Para él, la salud de sus soldados y sus familias era
"la poderosa máquina que, bien dirigida, nos dará el triunfo". No se
equivocó.
Estaba convencido. Honró su palabra.
Vitalizó la confianza. Tuvo gestión. Atributos
ineludibles en cualquier plan.
He aquí, una pequeñísima síntesis del
plan de salud de San Martín. El programa que fue sustancial para lograr la
libertad. Un
buen espejo donde mirarnos hoy.