REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
20
Recuerdo cuando en mi juventud luego de
participar los 20 de noviembre de los actos conmemorativos de la Batalla de
Obligado y una vez que serenada la autoría y el fervor que despertaban los
mismos llegaba el tiempo de la reflexión más serena solía quedarme pensando que
aquellos actos heroicos que conmemorábamos pertenecían a la vieja Argentina que
ya no era y que en realidad era poco menos que ridículo suponer que la
Argentina actual, desarraigada de sus tradiciones fuera capaz de producir un
hecho heroico que reviviera las glorias del pasado que nos convirtieron en una
Nación orgullosa de su prosapia Hispano Católica..
Pero llegó el 2 de Abril de 1982 y entonces
la esperanza resurgió. Los valores eternos de la antigua Argentina renacieron
en la nueva Argentina. La sangre gringa de los inmigrantes que conformaron la
nueva cara de la Argentina de fines del siglo XIX floreció en esta tierra
gaucha y volvieron a nacer criollos de ley y es así como en el asalto final a
la casa del gobernador usurpador confluyeron el primer héroe de esta nueva
Argentina Capitán de Corbeta de Infantería de Marina (comando anfibio) don
Pedro Edgardo Giachino (muerto en la acción) y el Teniente de Fragata (buzo
táctico) Diego Fernando García Quiroga (herido en la acción). Que símbolo de la
unidad de la nueva Argentina que se ponía de pie para decirle al mundo que los
sacrificios realizados en 1806-1807, en 1810, en toda la guerra de la independencia
y en los años de la Confederación no habían sido en vano. La patria volvía por
sus fueros. Y entonces en una gran unidad histórica se entrelazaron los
fundadores del honor nacional con sus restauradores. La Argentina volvió a
tener HEROES.
Y fue así que aquel 2 de abril se cumplió una
jornada heroica en la que en un hecho inédito en la historia militar un grupo
de guerreros marcharon con la misión de recuperar suelo patrio usurpado con la
orden de no derramar sangre de los enemigos. Y así lo hicieron, con pericia,
coraje, honor, aún a costa de la vida del Capitán Giachino, y respeto de la
dignidad de las tropas enemigas y de todos los habitantes que estaban usurpando
nuestras islas. Creo que debe quedar bien claro para todos que la Argentina no
empezó la guerra, ni quiso la guerra, sólo pretendió cambiar el plano de las
negociaciones por la soberanía territorial en las islas. La guerra la propició
desesperada y arteramente Gran Bretaña.
Y la lucha empezó y vino la batalla de Puerto
Argentino, y en esos 74 días el horror de la guerra engendró muchos nuevos
héroes argentinos. Porque HEROES y no otra cosa son nuestros soldados,
suboficiales y oficiales que dejaron su vida en las islas y también los que
volvieron soportando el peso de la derrota y mas aún de la ingratitud.
Derrota de la que no fueron culpables e
ingratitud que por supuesto no merecieron.
Porque en Puerto Argentino el 14 de Junio de
1982 se perdió una batalla, pero no la guerra. La guerra se perdió en los
despachos oficiales ocupados por funcionarios ( ya sean uniformados o no, del
gobierno militar o de los sucesivos gobiernos civiles) que no tuvieron el
interés ni la capacidad de convertir una derrota militar en una gran victoria
diplomática no sólo de Argentina sino de casi toda Latino América..
Al igual que en la Vuelta de Obligado se
perdió una batalla ante la conjunción de fuerzas militares y económicas mas
importante de las respectivas épocas (en 1845 fueron Inglaterra y Francia y en
1982 fueron Inglaterra y la OTAN). Pero la gran diferencia radica en que en
1845 dirigía los destinos de la Patria un gobernante patriota, lúcido,
valeroso, altivo que no se guiaba por mezquinos intereses personales, que sabía
cabalmente que mientras fuera capaz de mantener en alto las banderas de la tradición
hispano criolla su pueblo lo acompañaría en todos los sacrificios que fuera
menester afrontar y así logró el resonante triunfo de la guerra del Paraná que
culminó con sendos tratados en los que cada una de las potencias extranjeras
reconocieron y aceptaron todos y cada uno de los puntos impuestos por la
Confederación Argentina y se retiraron desagraviando el pabellón nacional. En
cambio durante la guerra del Atlántico Sur la República Argentina estaba
gobernada por militares burócratas (que no guerreros y ni siquiera estadistas)
que ante la primer derrota en una batalla decidieron dar ignominiosamente por
perdida la guerra, se rindieron incondicionalmente no sólo militar sino también
diplomáticamente y no sólo ante el enemigo externo sino también ante la oposición
interna que celebró la derrota porque era el camino mas corto para recuperar el
poder y con el todos sus privilegios manejando a su antojo esta vil parodia de
democracia que sufrimos desde aquel entonces y que en sus diversas etapas se
preocuparon por profundizar la “desmalvinización” que inició la misma
burocracia militar ocultan-do a los veteranos desde el mismo momento de su
regreso al continente.
Pero a pesar de tanto intento por
desmalvinizar la llama de la causa de Malvinas sigue viva en el espíritu
nacional porque como tan claramente lo expresó el profesor Antonio Caponetto al
prologar el “ROMANCERO DE LA GUERRA DEL ATLÁNTICO SUR”
“Una prédica tan hábil como funesta, ha ido
creando en los argentinos un sentimiento de inferioridad y de culpa y hasta la
conciencia del castigo necesario en la derrota, por haber desafiado la cordura
pacifista y el proverbial amilanamiento ante los poderosos... El mundo moderno con
su horror por todo lo que sea magnanimidad y epopeya ha impuesto su espíritu
decadente y sombrío... Mientras los enemigos celebran su usurpación y latrocinio,
aquí ni quiere oírse hablar de RECONQUISTA... pero es de esperar que se
entrevea el sentido exacto de la Guerra Justa por el Atlántico Sur y el
sinsentido trágico de esta Argentina apoltronada y vacía, afrentada e incapaz
de reaccionar... Las plegarías de los veteranos no serán desoídas si en vez de
lamentos y quejas son un canto de afirmación y un juramento de triunfo:
No me digan que estuve inútilmente, / No
lamenten mi viaje y mis heridas; / Que me digan, Señor, voces amigas / Que hay
que volver porque quedó pendiente.
Quedó pendiente desafiar la gloria / Y el
rezo ante la tumba del caído, / Del camarada que luchó conmigo, / Y al que le
juré llevarle la Victoria.
Que no me ofrezcan lo que nunca tuve / Por
compensar lo que nos han quitado, / El honor de decir: donde yo estuve, / Flamea
un estandarte soberano.
Señor de las Milicias Imbatibles, / Comandante
de todo lo que vemos: / Dame el jefe seguro e inflexible / Ordenando ¡a la
carga, venceremos!
Seguramente venceremos si somos capaces de transmitir a las nuevas generaciones, que no vivieron el 2 de Abril de 1982, los valores espirituales que cargaron nuestros héroes al emprender la marcha de la reconquista de aquel lejano rincón de la Patria.