Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 1 - Diciembre 2006 - Pag. 10
Anécdotas
ROSAS Y MITRE
ROSAS Y MITRE
El día 19 de enero de 2006 se cumplieron cien años del fallecimiento del Gral. Bartolomé Mitre, enemigo acérrimo del Restaurador de las Leyes. Mario César Grass en su obra “Rosas y Urquiza - Sus relaciones después de Caseros” –Bs. As. 1948–, contó la siguiente anécdota que se refiere a ambos personajes:
“…Sin embargo, el general Mitre, debía su vida al general Rosas. El episodio fue referido por el propio Mitre al doctor Juan Angel Fariní, médico de su hijo Emilio. Fariní lo narró al doctor Juan Ortiz de Rosas, de cuyos venerables labios escuché, poco antes de su muerte, la versión siguiente:En cierta ocasión en que Fariní había concurrido a la casa de la calle San Martín para visitar como médico al ingeniero Emilio Mitre que se encontraba delicado, encontró al general, como era frecuente, al lado del lecho del hijo enfermo. Terminada la visita, el general le acompañó a descender la escalera, invitándolo luego, a charlar en su escritorio (la pieza que cuadra el patio de la planta baja).
“…Sin embargo, el general Mitre, debía su vida al general Rosas. El episodio fue referido por el propio Mitre al doctor Juan Angel Fariní, médico de su hijo Emilio. Fariní lo narró al doctor Juan Ortiz de Rosas, de cuyos venerables labios escuché, poco antes de su muerte, la versión siguiente:En cierta ocasión en que Fariní había concurrido a la casa de la calle San Martín para visitar como médico al ingeniero Emilio Mitre que se encontraba delicado, encontró al general, como era frecuente, al lado del lecho del hijo enfermo. Terminada la visita, el general le acompañó a descender la escalera, invitándolo luego, a charlar en su escritorio (la pieza que cuadra el patio de la planta baja).
Allí continuaron la plática, paseándose a lo largo de la habitación, que se encuentra amueblada tal como entonces.
En cierto momento, el huésped advirtió una preciosa miniatura con el retrato de Rosas, colocado sobre un mueble en sitio preferente y muy cerca de la mesa de trabajo del general (la miniatura se encuentra actualmente en el mismo sitio).
–¿Y esta miniatura? –exclamó Fariní, sorprendido, acercándose a ella.
–¡Don Juan Manuel! –explicó Mitre que se había detenido y agregó sonriendo, halagado por la curiosidad del visitante–: ¿Le extraña?
–No es para menos. ¡Un retrato de Rosas en su casa! –replicó Fariní, sin salir de su estupor.
–¿No sabe V. que yo debo la vida a don Juan Manuel? –añadió entonces Mitre, con amable ironía.
–¿Cómo así? –preguntó Fariní, cada vez más perplejo.
–Le explicaré –agregó el dueño de casa–. Cuando yo era niño y vivía en la estancia de Gervasio Rozas, a cuyo lado me crié, éste me envió, cierta vez, por alguna diligencia a una estancia vecina ubicada en la margen opuesta del Salado. Había llovido bastante y el río estaba algo crecido. Yo no era baqueano en los pasos y buscaba el más aparente para vadearlo y ya iba a intentarlo por donde mejor me pareció, cuando surgió de improviso un jinete muy apuesto y muy bien aperado que me gritó:
–Chiquilín, ¿qué vas a hacer?
–Voy a pasar el río, señor. . .
–Por ahí no, criatura; te vas a ahogar –y agregó imperativo, dando espuelas a su caballo–: ¡Sígueme!
–Yo le obedecí y anduvimos silenciosamente varias cuadras, costeando el río hasta que, deteniéndose en determinado paraje, me dijo:
–Este es el vado más seguro. Agárrate bien de las crines de tu caballo y andá tranquilo, pero fíjate bien para no errarle en el regreso.
-Gracias, señor –le respondí.
–¿Y como te llamas? –me preguntó entonces el providencial personaje.
–Bartolomé Mitre, señor –repliqué.
–¿De dónde eres?
–De lo de don Gervasio Rozas, señor.
–Ah, ja. Decile a Gervasio que dice su hermano Juan Manuel que no sea bárbaro, que no se envía una criatura como vós a cruzar el Salado crecido sin mandarlo a la muerte. ¡Y dále recuerdos míos!
–Con este antecedente, imagínese, mi querido Fariní –terminó Mitre–, que tengo razón para tener la efigie de Rosas en mi escritorio, debiendo advertirle que esa ha sido la única vez que he visto personalmente al terrible don Juan Manuel, contra quien debí escribir tanto después.
Río Salado
Este río discurre de oeste a este por el centro norte de la provincia de Buenos Aires, nace en la laguna "El Chañar", en el límite de la prov. de Santa Fé, a 40 mts sobre el nivel del mar, con típico fluir de río de llanura, para desembocar en el sudeste, a 640 kms. en el Mar Argentino, bahía de Samborombón.
Es el río más importante de la provincia. La cuenca cubre 170.000 km2 -más de la mitad del área provincial-. Se producen frecuentes inundaciones y sequías en su área de influencia: la Depresión del Salado.
Este río pasa por las ciudades de Junín, Roque Pérez, Gral. Belgrano, y por un gran número de pantanos y lagunas.
Durante gran parte del S. XIX este río era el límite natural en el sur de la provincia.
Debido a que en el norte del país hay otro importante río con el mismo nombre, al de nuestra provincia suele denominárselo como "Salado del Sur"