Publicado en el Periódico El Restaurador - Año I N° 1 - Diciembre 2006 - Pág. 2
Corneta de los Colorados del Monte |
--------
--------
"Compatriotas: el gobierno me concede que os hable: yo voy a hacerlo con el honor que he procurado merecer: escuchadme sin prevención.
"Fatigado mi espíritu con las zozobras e inquietudes con que los verdaderos filántropos miran la repetición de actos anárquicos, lamentaba en silencio la disolución de todos los vínculos, que ligan al ciudadano con la autoridad. Veía por instantes sobrevenir los efectos de la inseguridad pública, y en uno de ellos hice un esfuerzo superior a la obscuridad de mi destino.
"Consideré que podría ser útil a la provincia y a su capital afligida, con los vencedores en la Cañada de la Cruz. El mando del escuadrón 1° del 5° regimiento me había sido confiado interinamente. Hablo a los sirvientes de la estancia en que resido en la frontera del Monte: se presentan a seguirme: con ellos y con algunos milicianos del escuadrón marcho en auxilio de esta muy digna capital, que con urgencia veloz reclamaba este deber. Mis marchas fueron hasta el pueblo del Rosario, territorio de Santa Fe. En ella me lisonjeo que acredité ¡cuánta es la superioridad que en mí reconocen el orden y la subordinación! Los que dependían de mis inmediatas órdenes acreditaron en los triunfos de San Nicolás y Pavón que íbamos a salvar, no a destruir; ¡tanto es el influjo que comunica la justa severidad, y el religioso ejemplo! En la retirada hasta el seno de nuestras familias, los propietarios, los vecinos, fueron testigos intachables de que respetábamos al hombre y a sus derechos; ¡tan expresivamente se significaron mis votos que se identificaron los de mis compañeros!
"La comandancia del 5° regimiento me fué dada por el gobernador y capitán general en campaña; y en los momentos de ser reconocidos sucede el contraste del 2 de septiembre anterior. Se me ordena salir a campaña con parte de la fuerza del regimiento. Tomo las medidas, dispongo la marcha, y poco menos que a pie la rompo el 19. El 23 y 24 estuve reunido con todos los piquetes, y el 28 proclamé a la división del sur en el lenguaje propio de un jefe subordinado.
"El 2 del corriente sobre el sur del Puente de Márquez, recibí comunicaciones repetidas, dictadas unas por el Excmo. Cabildo, según la significaban, y otras por el gobernador y capitán general interino, que había nombrado la representación suprema de la provincia. Aquéllas me prevenían continuara al ejército al mando del general, el señor coronel don Manuel Dorrego; y éstas me ordenaban que en el momento retrogradara a marchas redobladas.
"Pude deliberar; mas para hacerlo di el paso previo de oír a los cinco jefes de escuadrón, poniendo ante todos las comunicaciones originales. En un idioma semejante, justamente indignados, exclamaron: ¿Hasta cuándo vagaremos de revolución en revolución? ¿Hasta cuándo el crimen será halagado con la impunidad? ¿Cuándo será el día en que los juramentos tengan algo de sagrado? ¿Cuándo el en que las leyes sean respetadas? ¿Que aun no son bastante lecciones las lágrimas que lloramos? ¿Aun no son suficientes las vejaciones, las ignominias, las escenas de horror que hemos sufrido? Y concluyeron los comandantes don Pedro N. López, don Juan Genaro Chaves, don Juan Evangelista del Arca, don José Hilario Castro y don Hilario Yrasogui: Obediencia, fidelidad, firmeza son nuestros pareceres.
"En el instante tomo las disposiciones para retrogradar, marcando con la fidelidad la jornada que empeñó mi subordinación. Religioso observador de juramentos, los he cumplido y he hecho cumplir.
"Los insubordinados, los seductores, los diseminadores del funesto germen de la rivalidad, alucinando a unos pocos, imprimiendo en los mismos el furor del encono que os juro no hubo en nosotros, mandaron a las armas el éxito que se decidió por las autoridades constituídas. Sin más, compatriotas, la división del sur, así como fué brava para sostenerlas, la habéis visto humilde, subordinada y ejemplar, después de vencedora. Vino a proteger no a ofender. Ha protegido los derechos de la autoridad, pero sin ofender ni insultar aún a los perversos seductores. Ha peleado contra el crimen, al mismo tiempo que ha compadecido los desvíos de unos hermanos nuestros tan íntimos como dignos de nuestra consideración.
"La representación de la provincia queda ya en el libre ejercicio de sus funciones: el gobierno legítimo reconocido y sostenido, y, por consiguiente, la división del sur sin objeto en este pueblo admirable por sus virtudes. Parte, por lo tanto, a seguir su primer destino teniendo mucho que agradeceros, habitantes de la capital, mucho porque amaros, y más porque reiteraros los juramentos de fidelidad y de subordinación; ¡ojalá que la sangre vertida sirva para restituirnos el bien que nos han arrebatado las pasiones!
"La unión, mis compatriotas, la santa unión. La patria nos la pide. La patria exige de nosotros este corto sacrificio; la patria agonizante clama que no la abandonemos, por preferir a su existencia la de los odios y la de la anarquía. Sed generosos los que abrigáis algún resentimiento. Sin unión no hay patria; sin unión todo es desgracia; todo fatalidades, miserias. Ahora es la ocasión de que un acto del heroísmo pese más en los resentidos, que el muy bajo de las rivalidades, con injuria de la patria. Ahora es tiempo, antes que, cubierto con los escombros del edificio consagrado a la libertad y la independencia, vengamos a ser presa del que nos divide, halaga con política siniestra, y tiende sus redes para dominarnos.
"Sed precavidos, mis compatriotas; pero más que todo sedlo con los innovadores, tumultuarios y enemigos de la autoridad. Sed juiciosos para reclamar; sed sumisos a la ley, no confundiendo al gobierno con las personas, y a la representación suprema con los representantes.
"El triste cuadro del 5 de octubre enséñenos a conocer que los innovadores sólo quieren víctimas, poniéndose ellos a salvo después de haberlas ofrecido a su despecho y furor.
"Me despido, compatriotas. El 5° regimiento del sur de todos es amigo, de todos es hermano. Primero, segundo y tercero tercios cívicos; ciudadanos todos, y cada uno, recibid los votos que os hago presente a nombre de la división que comando. ¡Odio eterno a los tumultos!, ¡amor al orden!, ¡fidelidad a los juramentos!, ¡obediencia a las autoridades constituídas! Recibid a su nombre, os repito, la confesión de sus sanos sentimientos, este desahogo de unas almas patriotas, y esta expresión de unos hermanos agradecidos. Creedme que toda su satisfacción consiste en haber procurado ser virtuosos, y la mía muy particularmente en haber obedecido, sirviendo al pueblo en que nací y a la provincia a que pertenezco.
"Buenos Aires, 10 de octubre de 1820.
JUAN MANUEL DE ROSAS".