Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XII N° 48 - Setiembre 2018 - Pag. 4 y 5
La línea de frontera y los indios
Por el Dr. Jorge Oscar Sulé
Indios Pampas, litografía de Carlos Morel |
Durante muchos años la frontera sur del Virreinato del Río de la Plata y posteriormente de las Provincias Unidas con respecto a distintas parcialidades indígenas, estaba determinada por el Río Salado que corre en la Provincia de Buenos Aires de noroeste a sudeste naciendo de la laguna El Chañar (sur de Santa Fe) y desembocando en la bahía de Samborombón (Buenos Aires).
Más allá, en forma trashumante y con períodos de asentamiento más o menos permanentes pero diseminados, se encontraban distintos grupos indígenas que por diferentes razones históricas, étnicas, económicas, políticas, etc., carecieron de unidad de acción (malones o guerras) salvo raras excepciones, incluso estuvieron separadas por fuertes antagonismos.
Los fuertes -poblaciones fortificadas- que jalonaban la frontera por dentro de la línea del Salado, fueron de sur en dirección noroeste: San Juan Bautista de Chascomús, Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos, San Miguel del Monte, San José de Luján (Mercedes), San Antonio del Salto, San Francisco de Rojas. En calidad de fortines, un poco más pequeños que los fuertes: San Pedro de los Lobos, San Lorenzo de Navarro, San Claudio de Areco, Nuestra Señora de Mercedes (Colón) y nuestra Señora del Rosario de Melincué.
Los fuertes estaban defendidos por una compañía de blandengues y los fortines por milicianos y a veces por ambos.
Al abrigo de cada reducto se fueron formando centros poblados de blandengues y milicianos con sus familias, paisanos solteros, vagabundos, pulperos, algún idóneo enfermero, algún cura castrense y peones de temporada de estancias y chacras.
La vigilancia quedaba en manos de patrullas exploradoras formadas por ocho blandengues o milicianos que salían semanalmente alejándose diez o más leguas al sur durante ocho días a la intemperie, alimentándose de lo que le podía proporcionar el campo.
El fuerte Carmen de Patagones, en la desembocadura del Río Negro, era una comandancia militar aislada que solo se comunicaba por mar con Buenos Aires.
FRONTERA DE CÓRDOBA
Para contener las invasiones, especialmente de ranqueles, se levantaron los fuertes del Sauce y a una distancia de veinte leguas los fuertes de Santa Catalina, Las Tunas, Saladillo y Concepción de Río Cuarto. La defensa estaba a cargo exclusivamente de las milicias de caballería formada obligatoriamente por campesinos del lugar que se turnaban periódicamente en la vigilancia.
FRONTERA DE SAN LUIS
Al sudoeste de la ciudad de San Luis encontramos el fortín de San Carlos, diez leguas al sur, el fortín del Chañar y al sur de la laguna El Bebedero, el fortín del mismo nombre.
La misión de estos fortines no tenían como única finalidad defender las haciendas, sino fundamentalmente proteger el camino Real que unía Buenos Aires con Mendoza y Chile.
FRONTERA DE MENDOZA
Para parar las invasiones pehuenches y ranqueles en el sur de Mendoza, se hizo necesario un acantonamiento fortificado con el nombre de Real de San Carlos, a la entrada del Valle de Uco, y a orillas del Río Diamante, se construyó el fortín San Rafael.
Estos sufridos y riesgosos atalayas del desierto contribuyeron decididamente en la formación de la patria.
UBICACIÓN Y DINÁMICA DE LAS DISTINTAS PARCIALIDADES INDIAS
Los que encontró Mendoza que fueron llamados por Ulrico Schmidl “querandíes” y posteriormente ”pampas”, estuvieron ubicados en las cercanías de la actual Buenos Aires, replegándose posteriormente al sur del Río Salado y en las llanuras de Tapalqué, Azul, Olavarría, Sierra de la Ventana.
Recibieron la visita por infiltración pacífica o invasión violenta de grupos del oeste, precedentes del otro lado de la cordillera, algunos llamados “mapuches”, -nosotros diremos “araucanos”- dejando su influencia importante, por ejemplo su propio lenguaje.
Otra mestización verificable, fue la producida por la penetración del tehuelche septentrional-norte de la Patagonia (regiones del Chubut y de los ríos Negro y Colorado) que los filólogos y etimologistas llaman gününa küne o guenaken que penetraron en la actual provincia de Buenos Aires y en otras provincias en un proceso que los estudiosos llamaron la “tehuelchización de la Pampa”.
Entre los caciques pampas más nombrados pero ya, circa 1817 en adelante, se mencionan a Catriel, Cachul, Pichilonkoy, Ancafilú, Chañil, Nicasio.
Los indios ancianos de este grupo, conservaban y hablaban entre ellos un lenguaje ya en desuso, que no era el pampa y que nos habla de distintas presencias pretéritas que se conjugaron en el devenir indígena.
Estos desplazamientos étnicos, pacíficos o violentos lo demuestran también ciertas hostilidades perdurables entre ciertos grupos indígenas, por ejemplo los pampas bonaerenses nombrados y sus prevenciones contra borogas (también llamados vorogas), de estirpe mapuche o araucanos, recién instalados circa 1819 en el oeste y sur de la provincia de Buenos Aires, límite con la provincia de La Pampa (Guaminí, Carhué, Puan)
Los caciques más importantes de este grupo (borogano) fueron Ignacio Cañuquir, Francisco y Mariano Cañulan, Mariano Rondeau, Álvarez Alón, Alonso Guaiquimil.
Capitanejo Pampa. Pintura de Carlos Montefusco |
Otra prueba de esas interacciones étnicas que supone la presencia de dominaciones alternativas, lo constituye el estudio etimológico y toponimia de los nombres de algunas ciudades de la provincia de Buenos Aires, nombre de raíz indudablemente indígena:
● Chapadmalal: su etimología indica que es araucano.
● Chascomús: tehuelche septentrional, o sea günuna küne (a partir de acá preferimos utilizar la designación de tehuelches septentrionales por ser la más popularizada)
● Tandil: araucano
● Tapalqué: tehuelche septentrional
● Salliqueló: araucano
● Sierra de la Ventana, llamada Casuati por los indios: tehuelche septentrional
● y muchas más.
Otro tanto se advierte en la etiología de los nombres de los accidentes geográficos.
Los ranqueles, se ubicaron al sur de Córdoba, San Luis, centro y norte de la actual La Pampa y zona cercanas al Río Chadileuvú o Desaguadero. Inmigración tardía (circa 1770) proceden de la región pehuenche del norte de Neuquén en el río Agrio Superior, entre las actuales localidades de El Cholar y Ñorquin.
El nombre de ranquel, o rankulches deviene del territorio que ocupaban llamado Ranquil Lon, en la que crecían ciertos vegetales de cañaveral de carrizo que crece en ciertas partes de la cordillera.
Por lo tanto los ranqueles, originariamente, fueron pehuenches de origen andino, no patagónico, ni mapuche o araucano, que después de interminables luchas intertribales con huiliches y otros decidieron abandonar su territorio y se trasladaron hacia nuestra pampa central en donde el caldén, el piquillín y el algarrobo, son dueños de la escena vegetal, sin abandonar su nombre ranquel, que procede del cañaveral de carrizo.
Los principales caciques que se nombran en la época que tratamos fueron Yanquetrur o Yanquetruz, Painé, Pichuín, Guichan y otros.
DESESTABILIZACIÓN DE LA FRONTERA
Hasta 1817 aproximadamente la situación de la campaña fue de relativa tranquilidad aunque siempre hubo incursiones de pillaje o maloqueos de cuatrerismo sin registrarse malones sangrientos.
A este equilibrio contribuyeron, los buenos oficios del Coronel Pedro Andrés García, baqueano en sus viajes a Las Salinas, con buen trato con los indios pampas; un buen Comandante de Campaña como lo fue don Francisco Pico y un grupo de estancieros con buenas relaciones con los indios como Don Francisco Ramos Mejía, Antonio Villanueva y un joven estanciero llamado Juan Manuel de Rosas que entre sus peones se encontraban muchos indios de las inmediaciones.
Pero en otras latitudes se suceden hechos trascendentes. San Martín después de sus proezas de los Andes y sus triunfos especialmente el de Maipú libera a Chile de los realistas. Esto origina enormes guerras intertribales: tribus que seguían defendiendo el orden realista contra tribus que apoyaron a los ejércitos patriotas, desencadenaron en el mundo indígena chileno un enfrentamiento de tal magnitud, que un capítulo de la historia del país hermano, se describe con el nombre de “Guerra a Muerte”.
Derrotados en esta beligerancia sangrienta, grupos voroganos “realistas” decidieron cruzar la Cordillera de los Andes asentándose en Las Salinas Grandes de La Pampa límite con la Provincia de Buenos Aires y zonas aledañas que ya hemos puntualizado con los caciques que citamos también anteriormente. Para colmo el chileno José Miguel Carrera, como consecuencia de la perdidosa batalla de Rancagua, también se había pasado a la Argentina, enredándose en la política y para poder regresar a Chile, estimulaba permanentemente en borogas y ranqueles alzamientos y malones contra poblaciones de Buenos Aires y Córdoba. Tal fue el malón a Lobos que produjo más de cien víctimas y cautivos y el 2 de diciembre de 1820, otro gran malón al poblado de Salto donde se hacen muchas víctimas: 250 mujeres cautivas, gran número de criaturas, además del consiguiente saqueo a todo el rancherío de la población.
La frontera toda se estremeció y pidió mayor seguridad y represión.
Martín Rodríguez, gobernador entonces, pero que no sabía nada de indios y que para él todos eran iguales, ordenó vengar en los pampas del sur los desmanes y matanzas efectuados por ranqueles y borogas.
Juan Manuel de Rosas le advirtió del grave error que se iba a cometer y sus consecuencias. Pero el Gobernador no lo escuchó, por lo que el joven estanciero se distanció de él.
Pero aquí comienza otra historia...
Bibliografía
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