sábado, 1 de septiembre de 2018

Ernesto Quesada

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XII N° 48 - Setiembre 2018 - Pag. 1 a 3  

 Ernesto Quesada

Por Norberto Jorge Chiviló


Juan Manuel de Rosas
Sintética biografía

El 1° de junio de 1858, hace ya 160 años, nacía en Buenos Aires, Ernesto Ángel Quesada –conocido como Ernesto Quesada– hijo del escritor y diplomático Vicente Gaspar Quesada, de quien recibió notable influencia en su amplia y rica formación intelectual, convirtiéndose así en uno de los más brillantes intelectuales de su época, la llamada generación del 80.

En 1872, su padre por entonces Director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires –antecesora de la Biblioteca Nacional– pidió licencia a fin de poder viajar a Europa con su hijo para ocuparse de su educación.

En este primer viaje al viejo continente, en los años 1873 y 1874, Ernesto estudió en un instituto en Sajonia, regresando a Buenos Aires en 1875 donde continuó su formación en el Colegio Nacional de Buenos Aires, recibiéndose de Bachiller.

En los años siguientes fue ayudante de bibliotecario en la biblioteca del cual su padre era director y participó en círculos literarios.

Siendo muy joven, en 1878 escribió su primer libro “La sociedad romana en el primer siglo de nuestra era” y en ese año ingresó en la Facultad de Humanidades y Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires.

Al año siguiente, suspendió sus estudios y volvió a Europa donde ingresó en las prestigiosas universidades de Leipzig, Berlín y París y a su regreso, continuó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, graduándose de abogado en 1882, con una tesis sobre el Régimen de Quiebras.

Al año siguiente se casó con Eleonora Pacheco Bunge, nieta del general Ángel Pacheco. 

Fue una persona de una vasta cultura habiendo escrito más de 600 libros, artículos, novelas, publicaciones periodísticas, que versan sobre distintos temas: sociales, políticos, jurídicos, históricos, entre otros. 

Fue abogado, Juez y Fiscal de la Cámara de Apelaciones de la Capital. En 1880 fue designado profesor de Literatura extranjera en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde dictó clases durante cuatro años.

Se desempeñó como profesor de Economía Política de la Universidad de la Plata, además de ser el iniciador de los cursos de la primera cátedra de sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, por lo que se lo considera como principal promotor y primer titular, siendo gran defensor de esta disciplina como ciencia autónoma, también fue presidente de la Academia de Filosofía y Letras; en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires fue profesor de Legislación y Tratados Internacionales, llegando a ser Decano e integrante del cuerpo Académico.

Fue cofundador de la Academia Argentina de la Lengua y miembro Correspondiente de la Real Academia Española.

Integró asimismo diversas Instituciones y Academias de historia, lengua,  jurídicas, de España, Chile, Brasil, Uruguay, Estados Unidos, Alemania.

También se desempeñó en la diplomacia en diversos cargos y destinos. Se destacó también como viajero incansable.

Fue intendente en el Partido de General Sarmiento.

En España recibió la Orden de Isabel la Católica, como así también distinciones en otros países.

Intervino en diversos Congresos que se desarrollaron en diversos países.

Desengañado, por la poca consideración que se le tenía en su propio país, decidió retirarse a Europa con su segunda esposa, una periodista y escritora alemana, radicándose en Suiza en 1928 o 1929, donde falleció el 7 de febrero de 1934.

Llegó a poseer una biblioteca de más de 60.000 volúmenes propios y heredados de su padre y cerca de 18.000 manuscritos. Después de ofrecer tan valioso material a la Universidad de Buenos Aires para que tomara a su cargo la “Biblioteca y el Museo Quesada” y no encontrando en las autoridades de nuestro país un real interés en todo ese rico material, decidió donarlo a la Universidad de Berlín, la que creó en 1930 el “Ibero-Amerikanische Institut”, para contener tan importante acervo cultural. Parte de esa colección se perdió durante la segunda guerra mundial.

Una revista muy importante de aquella época “Caras y Caretas”, en su edición N° 1846 del 17 de febrero de 1834, así recordaba a Ernesto Quesada, con motivo de su fallecimiento ocurrido pocos días antes: “Ha muerto el doctor Ernesto Quesada, una vida dedicada por entero a la pluma, al libro y a la cátedra. Hijo de don Vicente Quesada, heredó de su progenitor su amor por las letras y, después de la obtención del título de doctor en derecho y ciencias sociales, preocupóse en acrecentar el material de cultura que había recibido con orgullo de bibliófilo…

Entre nosotros su figura era bien conocida en los círculos universitarios e intelectuales, por su actividad incansable, y en las aulas estudiantiles y en los salones de conferencias, los más variados auditorios supieron estimar su erudición, su tenacidad laboriosa y su sentido crítico. Su biblioteca, que donara hace algunos años a Alemania, era la más rica de las particulares del país y la prueba más elocuente de su personalidad de estudioso y de escritor infatigable”.


Quesada y la historia

En su primer viaje a Europa, los Quesada tuvieron la oportunidad de visitar en su chacra en Swathling, cerca de Southampton a Juan Manuel de Rosas en febrero de 1873 y también a la hija de José de San Martín, radicada en París.

Vicente Quesada
Ernesto Quesada con su padre

En esa visita al exiliado exgobernante argentino, el joven Quesada contaba solo con 14 años y presenció la conversación que su padre mantuvo con el “tirano” Rosas, tomando apuntes sobre lo hablado, que años más tarde le permitió reconstruir todo lo allí dialogado y las interesantes opiniones de Rosas, sobre su persona y su actuación al frente de su gobierno (ER N° 44). Los Quesada provenían de familia unitaria, no obstante y por encontrarse cerca de donde residía Rosas decidieron visitarlo, aclarando también que éste en su exilio, recibía a todos aquellos que quisieran conocerlo, no haciendo distinción por su pertenencia política.

Años después, fallecido Rosas en el exilio el 14 de marzo de 1877, sus familiares anoticiados de ese deceso, quisieron hacerle un funeral en su memoria en Buenos Aires, el que fue prohibido por las autoridades de la ciudad, suscribiendo Vicente G. Quesada como ministro de gobierno, el decreto respectivo.

Diez años después de haber presenciado la charla entre Rosas y su padre, su casamiento en 1883 con la nieta del general Ángel Pacheco, personaje éste importantísimo en la historia, ya que fue oficial del ejército sanmartiniano y uno de los principales generales de la Confederación Argentina, le permitió a Quesada acceder a los archivos historiográficos atesorados por esa familia, que incluían no solo todo lo referente al ámbito familiar y al General Pacheco en lo que hacía a su actuación como militar, sino también los archivos de Juan Lavalle y Gregorio Aráoz de Lamadrid, que se les habían tomado a estos generales unitarios después de ser vencidos en las batallas de Quebracho Herrado y Rodeo del Medio respectivamente.

Aquella charla que había presenciado en su juventud y la documentación que llegó a sus manos a través de su esposa años después, evidentemente influyeron en el pensamiento de Ernesto Quesada, diferenciándose del que su padre tenía sobre el exgobernante porteño. El estudio de esa documentación fehaciente, le permitió tener una visión más objetiva de la historia pasada.

Así en el año 1898, publicó su libro “La época de Rosas: su verdadero carácter histórico”, que es considerada su obra más importante y reconocida como tal. Fue un libro revolucionario y también transgresor para la época. En ese momento era difícil defender y justificar la actuación y el gobierno de Rosas, pues era ir contra la corriente, por lo que se necesitaba mucha valentía y convicción para defender esa posición. Por ello, es considerado como uno de los padres de la corriente revisionista en la historia argentina y muchos intelectuales de aquella época lo consideraron un historiador “federal”. Su obra, producto de una tarea patriótica y de honestidad intelectual, tiene bases sólidas, sin embargo en su tiempo fue ignorado y dejado de lado por “rosista”.

En ella hizo un estudio de éste hombre público, del medio y de la época en la que le tocó gobernar, comparándola y haciendo un paralelo con la del rey francés Luis XI –artífice de la unidad de Francia y del fortalecimiento de la corona– y de Felipe II de España.

Para Quesada, la época y la sociedad lo hicieron a Rosas y también lo explicaron. Así, Rosas es el producto de la sociedad y de una época. El libro como años antes había sucedido con la obra publicada por Adolfo Saldías “Historia de Rozas y su época“, hirió la sensibilidad de gran parte –por no decir la casi totalidad– de la intelectualidad de aquél entonces que seguía considerando a Rosas como un tirano y opresor.

Años después la obra fue completada con cuatro monografías, la primera “Lamadrid y la Coalición del Norte” publicada en 1926 y las otras tres, “Lavalle y la batalla de Quebracho Herrado”, “Pacheco y la campaña de Cuyo” y “Acha y la batalla de Angaco”, al año siguiente.

Ernesto Quesada
La época de Rosas, edición de 1926

En 1923, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires lanzó, una edición jubilar de “La época de Rosas”, y así se decía en la misma: “El Instituto de investigaciones históricas, de la Facultad de filosofía y letras ha resuelto incorporar a la serie de sus publicaciones esta nueva edición –en el XXV aniversario de su aparición– del presente libro que fue considerado entonces (1898) como una verdadera herejía doctrinaria, pues iba en contra de la opinión consagrada en todas las esferas de la vida nacional, en los debates parlamentarios, en los actos de gobierno, en la organización de la enseñanza, en la prensa periódica, en los libros y folletos de los publicistas, en los textos escolares y aún en el consenso familiar, todo lo cual consideraba a la tiranía de Rosas como la encarnación de una época nefasta, víctima de un verdadero monstruo neurótico, y del cual mejor era callar, pues se le atribuían todos los excesos imaginables. De esa manera se borraba un cuarto de siglo de la historia nacional. Fue entonces cuando apareció este libro, fruto maduro de una larga serie de estudios monográficos y amplísimamente documentados, publicados en nuestras revistas más acreditadas, desde años atrás: tuvo por objeto trazar una síntesis de la época de Rosas y juzgarla objetivamente con arreglo al novísimo criterio histórico. El efecto singular producido en la opinión coetánea, nacional y extranjera, está en parte reflejado en la bibliografía crítica, reproducida en el apéndice de la presente edición; la cual viene a representar la celebración de las bodas de plata de la obra, y permite –después del cuarto de siglo transcurrido– darse cuenta de la honda transformación del criterio histórico para juzgar la época de Rosas. Hoy en las diversas formas de la opinión nacional, la orientación es visiblemente la del nuevo criterio, polo opuesto del esbozado antes como característico del momento en que se publicó el libro…”