Portal INFOBAE del 8 de Diciembre de 2024
Notre Dame: la maravilla arquitectónica que desmiente el
cliché del oscurantismo medieval
“Ni que estuviéramos en la Edad Media”. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esta frase en alusión a lo retrógrado, anticuado, opuesto a la libertad, etc. Pero la asociación de ese largo período con el inmovilismo, la violencia y la oscuridad es una “construcción”, como les gusta decir a los autopercibidos modernos. Por Claudia Peiró
![]() |
La construcción de la catedral de París comenzó en 1163 |
Siempre me llamó la atención que un período de la historia cuyo nombre convencional -Edad Media- remite a una transición tuviese una duración ni más ni menos que de diez siglos. Diez siglos de intervalo.
Un milenio durante el cual, según la imagen más difundida y
popularizada, no pasó gran cosa, salvo la servidumbre y las guerras. A nivel
cultural, un estancamiento o solo arte sacro -y esto presentado como algo muy
negativo por supuesto-; a nivel social, inmovilismo, una inmensa mayoría
explotada por algunos pocos señores y obispos, y atada a la tierra de por vida,
etc. etc. Ni hablar de las mujeres, no existían.
Hasta que llegó el Renacimiento italiano para rescatar a la humanidad de este pantano de mediocridad.
Un milenio entero en el que, en Occidente, no pasó casi
nada.
Este sábado 7 de diciembre se reabrieron las puertas de de
Notre-Dame de París, la catedral que domina el centro de la Capital francesa y
probablemente su mayor ícono.
¿Sentirán los millones de visitantes de esa iglesia -muchos
de ellos imbuidos de esos preconceptos sobre el pasado, enseñadas hasta hoy en
muchos manuales- alguna contradicción con ese relato cuando se detienen a
admirar la hermosa fachada, ejemplo del mejor arte y de un impactante equilibrio
estético?
Notre-Dame se empezó a construir en 1163, se concluyó en
1345, del siglo XII al XIV. No es la única joya de esos tiempos. “Los vestigios
de la época medieval son más numerosos que los de todas las otras épocas
juntas”, escribió la historiadora Régine Pernoud, en Pour en finir avec le
Moyen Age (Seuil, 1977. Para terminar con la Edad Media).
El monasterio del Mont Saint-Michel en Normandía o el
castillo de Haut-Koenisbourg, en Alsacia, son otras dos maravillas de la
arquitectura medieval. Y en la misma capital francesa, los sitios más mágicos
son precisamente el conjunto que forman la Conciergerie y la Sainte Chappelle,
muy cercanos a Notre-Dame; pero también la abadía de Saint-Germain des Prés, en
pleno barrio latino, o el Hôtel des archevêques de Sens, en el Marais, por
citar sólo algunos.
Pero la Edad Media es denostada del mismo modo que la religión católica a la que está asociada. El relato histórico deformado de ese período se solapa totalmente con la permanente campaña contra la Iglesia. Son dos caras de la misma moneda.
El catolicismo es el blanco preferido de las críticas de los
anticlericales, de todo el arco político. En Francia además arden las iglesias
como fósforos. Sea por intención o por descuido, en ambos casos está detrás el
desinterés por cuidarlas. Como si ese patrimonio no fuese común, como si el
cristianismo, se sea o no creyente, no hubiese formateado toda la cultura
occidental.
“La civilización occidental y cristiana se detesta a sí
misma”, como dijo a Infobae el historiador francés Jean Sévillia.
“Medieval”, dice Jacques Heers, autor de Le Moyen Age une
imposture (traducido al castellano como La invención de la Edad Media), es un
condimento que va bien con todas las salsas “cuando se trata de caracterizar un
retraso o un bloqueo”.
Habrán notado ustedes que, en el debate público, se hace
muchas veces referencia a la historia, por lo general de modo esquemático,
apelando a lugares comunes y haciéndose voceros de preconceptos, fake news y
“constructos”, según la horrible palabra de moda.
Ni que estuviéramos en la Edad Media…” ¿Quién no escuchó esa
frase alguna vez? Oscurantista y medieval son sinónimos.
“¿Un intermedio de 1000 años? -se pregunta Jean Sévillia en
Historiquement correct (Perrin, 2003)- En Occidente, la civilización habría
pasado directamente de la Antigüedad al Renacimiento, padeciendo un eclipse de
un milenio? ¿Quién puede creerlo?”
Y sin embargo….
El periodista y escritor Rémy de Gourmont (1858-1915) decía: “Un error que pasa al dominio público no sale de allí jamás; las opiniones se transmiten hereditariamente. Eso termina haciendo la Historia” (citado por Heers en el libro mencionado).
Jacques Heers explica que por esta tendencia a juzgar el
pasado con categorías polarizantes -el bien y el mal-, buscar chivos emisarios
y etiquetar de modo esquemático, “generaciones de pedagogos aplicados, autores
de manuales de un lastimoso conformismo, así como de novelistas, retoman
indefinidamente los mismos clichés trillados, las mismas clasificaciones
maniqueas, sin volver a las fuentes”.
En contraste con la denigración de lo medieval, está la
exaltación de la “democracia” ateniense, que reservaba la ciudadanía para un
pequeño grupo y condenaba al resto a la esclavitud.
Decir que el Renacimiento redescubrió a los antiguos
equivale a decir que los hombres de la Edad Media los ignoraban. Esto último,
señala Heers, “es hacer gala de ideas preconcebidas y de una grave falta de
lecturas; ambas cosas suelen ir de la mano, porque naturalmente es más cómodo
soltar grandes verdades a la sombra de la ignorancia que provisto de ejemplos
que matizan y contradicen”.
Y agrega: “Que el cristianismo, las gestas de sus mártires,
luego la caballería, sus colectas, sus combates o sus juegos, hayan enriquecido
el bagaje cultural de Occidente y le hayan dado otro color, es algo que se
impone como una evidencia. Pero este enriquecimiento no implicaba hacer tabla
rasa de una herencia que por el contrario era cultivada con una viva reverencia
y a veces con pasión”.
![]() |
La Edad Media es denostada, entre otras cosas, por la hegemonía intelectual de la Iglesia en ese período.
La asociación de Edad Media con superstición, ignorancia y atraso y con un dominio total por hombres de Iglesia que reprimían el pensamiento es la imagen que Heers se aplica a desmontar en su libro. Porque “se ha impuesto en nuestros manuales, y más aún en nuestra literatura chatarra, la idea de una Edad Media ignorante y estrecha de miras, que imaginaba la tierra chata como una galleta, rodeada de horribles precipicios”.
Hago una paréntesis para decir que es curioso que quienes
atribuyen terraplanismo a sus adversarios ideológicos son por lo general los
mismos que cultivan el terraplanismo de género; como algunos negaban la
redondez de la tierra, ellos niegan el binarismo sexual y creen que el humano
nace como una tabla rasa de género sobre la cual se puede “construir” cualquier
cosa.
Volviendo a Heers y la superstición de la tierra plana, éste
afirma que en la Edad Media, Ptolomeo era leído y releído. Desde el 1300 por lo
menos, en Francia las representaciones de la tierra eran esféricas y ya
existían manuales de astronomía y matemática. El debate entre Colón y los
sabios de Salamanca no fue por la redondez del planeta sino por los cálculos
demasiado optimistas del genovés sobre la distancia que separaba a Europa de
Catay y Cipango (China y Japón). Tenían razón los de Salamanca; sólo que ni
ellos ni Colón sabían que en el medio había otro continente.
Hagan la prueba de buscar en Internet “Edad Media” y verán
brotar todos esos clichés: “La Edad Media fue un período de guerras, epidemias
y nuevas formas políticas”; “el arte medieval ilustraba historias bíblicas y
afirmaba el poder de la Iglesia”; “la iglesia tenía privilegios y autoridad
sobre la educación en el Medioevo”, etc. etc. Es curioso que el siglo XX, que
vivió dos conflagraciones mundiales mucho más devastadoras que las del
medioevo, califique a éste como violento.
Según la leyenda, elaborada en el siglo XVI, hubo dos épocas de esplendor cultural y artístico, la Antigüedad y el Renacimiento. Entre ambos, un intermedio oscuro. “El simple sentido común bastaría para comprender que el Renacimiento no hubiera podido producirse si los textos antiguos no hubieran sido conservados” en los tiempos medievales, dice Pernoud.
¿Cómo considerar bárbara a una época que construyó algunas
de las más imponentes catedrales y creó las universidades?
A fines de 1972, adelantándose o promoviendo futuras
tendencias, la ONU declaró que 1975 sería el Año Internacional de la Mujer.
Esto dio lugar obviamente a coloquios, simposios, congresos, conferencias. Y
mucho verso, como suele pasar. La mujer en la Edad Media fue el blanco fácil de
todos estos cónclaves.
Sin embargo, como explica Pernoud, en tiempos medievales, la Reina era coronada a la par del Rey, y las reinas dejan el primer plano recién en el siglo XVII.
“Mientras que una Leonor de Aquitania y una Blanca de Castilla dominan realmente su siglo, ejercen el poder sin ser objetadas en caso de ausencia, enfermedad o muerte del rey, tienen su cancillería, su aduana, su campo de actividad personal (lo que podría ser reivindicado como un ejemplo fecundo por los movimientos más feministas del presente), la mujer de los tiempos clásicos es relegada a un segundo plano; sólo ejerce influencia de modo clandestino y se encuentra excluida de toda función política o administrativa”, además de ser considerada “incapaz de reinar, de heredar el feudo o dominio, y finalmente, según nuestro código, de ejercer cualquier derecho sobre sus bienes personales”.
La influencia de la mujer disminuye en paralelo con el
ascenso del derecho romano, que no es favorable a la mujer, y sólo reconoce al
pater familia. Por caso, el uso obligatorio del apellido del esposo por parte
de la mujer, data del siglo XVII. En cambio, dice Sévillia, “entre los siglos V
y X la Iglesia lucha por limitar los casos de anulación (matrimonial) y por
prohibir el repudio (de la mujer por el marido) -costumbre romana y germánica”.
Lo que con el correr de los siglos pudo ser visto como un corsé -el matrimonio
indisoluble- era en realidad en los primeros tiempos una protección para la
mujer.
Pero, parafraseando a Heers, es más fácil hacer feminismo a
la sombra de la ignorancia.
La hegemonía de la Iglesia en lo político, cultural y social
en la Edad Media es algo natural, fruto de la historia, no es un artificio ni
una imposición. Luego de la descomposición del Imperio Romano, los obispos
asumieron la defensa de las ciudades ante los embates de los bárbaros. Los
obispos de esos tiempos eran verdaderos hombres de Estado. Y en casi toda
Europa, la iglesia fue anterior a las naciones.
“Entre los siglos V y VIII, rezando, predicando y
construyendo, los monjes evangelizan Europa occidental: Irlanda, Gales,
Escocia, Bretaña, Inglaterra -dice Sévillia-. Antes de que se dibujen las
fronteras nacionales, Europa ya es cristiana”.
De a poco, los historiadores están dando vuelta esta imagen
de la Edad Media -y especialmente en Francia, con los trabajos de Jacques Le
Goff, Georges Duby y los ya citados Pernoud y Heers, entre otros-.
Pero entonces, a medida que surge una imagen más real y
positiva del medioevo, los anticlericales de todas las tendencias buscan ahora
relativizar la influencia de la Iglesia en ese período. Así como antes la
señalaban por el oscurantismo, ahora pretenden negarle todo rol en la
brillantez.
En el año 2001, se organizó en Francia un coloquio, cuya
frase disparadora era: “¿La Edad Media fue cristiana?” La fundamentación para
esta pregunta era que “las fuentes medievales estarían dando una visión de la
Edad Media más religiosa que la real”.
No sólo quieren descristianizar la Navidad, también
pretenden hacerlo con la Edad Media.
No sin ironía, Sévillia decía: “Les deseamos buena suerte a
los historiadores que salen a la búsqueda de una Edad Media no religiosa; no
existe tal cosa. La época medieval creía en Dios, no son solo los archivos los
que lo atestiguan, son los humildes oratorios o las macizas catedrales, son los
millares de pueblos que llevan el nombre de un santo patrono. Y las cruzadas”.
![]() |
Las cruzadas de la Edad Media |
Ya en junio de 2019, poco después del incendio,
Jean-Philippe Hubsch, gran maestro de la principal logia masónica de Francia,
el Grand Orient, dijo que Notre Dame, “ese monumento histórico nacional, es un
sitio de cultura” y “no de culto”.
Karine Dalle, directora de comunicación de la diócesis de
París replicó que la catedral “es y seguirá siendo un lugar de culto, de fe, un
lugar de acogida, de generosidad, de gratuidad”. Y remató: “De todo, salvo de
lo que es la francmasonería”.
En este coro de iconoclastas, no podía faltar Jean-Luc
Mélenchon, el referente de la extrema izquierda francesa, para quien “por
supuesto que Notre-Dame acoge a todo el mundo, y la fe católica la anima, pero
ella no pertenece a nadie o bien a todo el mundo, como las pirámides de Gizeh”.
Como si el carácter católico del edificio fuera fruto de la
casualidad, un detalle menor. Pero allí está el monumento medieval con su rica
fachada, que representa las escenas del Evangelio para que todos los fieles
pudieran “leerlo”, para desmentir esto.
Quizás por falta de lectura, como diría Heers, o sin temor a
las contradicciones, Mélenchon agregaba: “Que el edificio sea religioso no
impide que sea la encarnación de la victoria de nuestros antepasados contra el
oscurantismo”.
![]() |
Representación de cómo sería Notre Dame en el 1200, bajo el reino de Philippe Auguste. Realizado por Jacques van Merlen (c.1640) |
Varias veces desde el incendio, el entonces arzobispo de París, monseñor Michel Aupetit, tuvo que salir a aclarar que Notre-Dame es y sigue siendo un sitio de culto: “¿Se puede realmente, por ignorancia o ideología, separar la cultura y el culto? Lo digo con fuerza: una cultura sin culto se vuelve incultura. Basta ver la ignorancia religiosa abismal de nuestros contemporáneos en la exclusión de la noción divina y del mismo nombre de Dios en la esfera pública invocando una laicidad que excluye toda dimensión espiritual visible. Como todo edificio, la catedral comprende una piedra angular que sostiene el conjunto. Esa piedra angular es Cristo”.