Diario Clarín del 12 de noviembre de 2024
El 12 de noviembre de 2024, en la página 2 del diario Clarín, en la columna "DEL EDITOR" se publicó el artículo "Cristina, Rosas y Perón, un solo corazón", cuyo autor fue el periodista Pablo Vaca.
Por no estar de acuerdo con algunos de los conceptos expresados, le remití al autor del artículo una carta a su correo electrónico pvaca@clarin.com
Hasta el momento no recibí ninguna contestación, no obstante que mi correo fue recibido por el destinatario, pues no fue devuelto, y en el caso de recibir alguna respuesta, la misma será publicado en este blog.
Aquí el texto del artículo:
Cristina, Rosas y Perón, un solo corazón
DEL EDITOR
Pablo Vaca - pvaca@clarin.com
Villa
Ballester, 20 de noviembre de 2024 –
Aniversario del Combate de Vuelta de Obligado
Señor Pablo
Vaca
De mi mayor
consideración.
Dirijo a Ud. la
presente con motivo de haber leído la columna “DEL EDITOR” publicada el día 12
ppdo. en el diario Clarín, titulada “Cristina, Rosas y Perón, un solo corazón”,
de su autoría.
Su artículo tuvo su origen en las desacertadas palabras y comparaciones realizadas por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien quiso igualar la situación actual de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner –en el momento de aparecer la nota a punto de confirmarse por parte del Tribunal de Casación Penal la pena que había sido dictada por el tribunal inferior– con las de otros personajes históricos: San Martín, Rosas, Yrigoyen, Frondizi y Perón.
Ninguna
comparación puede hacerse de la situación procesal de la expresidenta, con
aquellos protagonistas nombrado por el Sr. Kicillof.
Salvo Juan Manuel de Rosas, juzgado por tribunales ordinarios –a lo cual me voy a referir más abajo– y Juan D. Perón, juzgado por un Tribunal de Honor de las FFAA; ninguno de los otros tres personajes históricos afrontaron ningún tipo de juicio.
Además tampoco
puede compararse la actuación pública de estos cinco personajes, con el de la
expresidente, en cuyos dos mandatos, más el de su esposo Néstor Kirchner y el
de su “elegido” Alberto Fernández, los llamados “16 años K”, se cometieron los actos de
corrupción más graves y aberrantes de toda nuestra historia y que son el símbolo
de la corrupción desbocada, en el que se sobrepasaron todos los límites en el
saqueo sistemático del Estado, en beneficio propio y de sus amigotes.
Ni el Brigadier General de la Confederación Argentina, José de San Martín, ni el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, quien tenía el manejo de las RREE de la Confederación Argentina Juan Manuel de Rosas, ni los otros tres presidente argentinos mencionados –los cuales podrán tener sus luces y sus sombras, y nos podrán gustar o no– tuvieron actos de corrupción.
Solamente el
delirio del gobernador de la provincia, Kicillof, puede hacer tales
comparaciones.
Pero también me
ha llamado la atención, cuando Ud. se centra en la figura de Rosas, en estos
dos párrafos:
“Además,
cataloga como caso de ‘persecución político-judicial y proscripción’ a Juan
Manuel de Rosas, sobre quien se pueden discutir muchas cosas, pero no que
encabezó un gobierno autoritario que mandó al destierro a cuanto opositor pudo.
Y ni hablar de La Mazorca, su cuerpo parapolicial, responsable de crímenes que
hoy se considerarían terrorismo de estado”.
“Es cierto que
tras ser derrotado en Caseros debió marchar al exilio, pero poner a Rosas en la
categoría de perseguido sin recordar su rol de perseguidor demuestra una mirada
peculiar de la historia”.
Siempre que se
trae a colación a Rosas, no hay otra opción que hablar de terror, la mazorca,
perseguidor, etc., etc.
Por supuesto que fue un gobierno de mano dura y gracias a Dios que así lo fue, ya que le tocó actuar en época de anarquía, de desunión nacional, y enfrentado por un partido –el unitario– que no trepidó en aliarse con potencias extranjeras y promover la secesión del territorio nacional, con tal de lograr sus fines. De no haber sido por Rosas, nuestro país no comprendería a las provincias que lo forman, sino que posiblemente no hubiera sido más que lo que era la provincia de Buenos Aires.
Con un criterio actual algunos podrían catalogarlo como “autoritario”, como también lo fueron Dorrego, Lavalle, Viamonte, Balcarce, etc. (gobernadores de Buenos Aires) y Paz, Lamadrid y otros que también actuaron de la misma forma cuando se hicieron con el poder en las provincias que dominaban y ni que decir de algunos gobiernos constitucionales como los de Urquiza, Mitre, Sarmiento, que fueron más que “autoritarios” y bastantes violentos. Debemos decir en verdad que en todos sus gobiernos, Rosas fue un gobernante que no se hizo del poder por la fuerza, sino que su acceso fue legal y de acuerdo a las normas vigentes, incluso antes de asumir su segundo mandato en 1835, pidió se realizara un plebiscito popular, que fue el primer acto de elección en nuestro país de un gobernante por medio de elección democrática, como su mismo enemigo, Sarmiento, lo reconoció: “Rosas era un republicano. Era la expresión de la voluntad del pueblo y en verdad que las actas de elección así lo muestran. El gobernante se inclina ante la soberanía popular representada por la legislatura. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron, grandes y notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los profesores patentados de derecho. Verdadero entusiasmo era el de millares que lo proclamaban el Héroe del Desierto y el Gran Americano. Rosas era popular... Rosas era una manifestación social, una fórmula de una manera de ser de un pueblo. La suma del poder público le fue otorgada por aclamación y plebiscito, sometiendo al pueblo la cuestión”, ver Obras Completas, Tomo XXVII.
Durante todo el
tiempo que Rosas gobernó la provincia, contó con el apoyo de todas las clases
sociales, desde las más bajas hasta los más encumbrados, como lo hizo notar
Ricardo Rojas, autor del Santo de la
Espada, en su libro La literatura
argentina, quien afirmó sobre Rosas: “Representaba el sentimiento del país,
porque tuvo la adhesión de Buenos Aires, de las provincias, de los caudillos y
de los pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos,
de los negros libertos y de muchos blancos europeos… el sistema de Rosas es un
fruto de los dos sentimientos más fecundos creados por la revolución de Mayo:
el americanismo y la democracia”. Otros personajes históricos también lo
consideraron así.
El historiador polaco-estadounidense Miron Burgin en su obra The Economic Aspects of Argentine Federalism, que fue traducida y publicada en nuestro país en el año 1960 con el título Aspectos económicos del federalismo argentino, coincide con la apreciación de Ricardo Rojas en cuanto destaca la popularidad del gobernante porteño en todas las capas de la sociedad: “[En 1835]...Rosas halló en la provincia poca oposición. En realidad nunca había tenido la provincia un gobierno más popular que el que encabezaba Rosas. No sólo los terratenientes y los gauchos del campo, sino también los productores de carne, los artesanos y los pequeños comerciantes de la ciudad aclamaban a Rosas y a su gobierno como la única forma de restaurar la paz y el orden en la provincia destrozada por la guerra. Los elementos disidentes, exhaustos y desilusionados, eran impotentes frente al entusiasmo de la enorme mayoría”.
Además no hay que
perder de vista el contexto histórico en el que Rosas gobernó la provincia y
ejerció el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina,
siendo en la práctica el “presidente” de la Nación, como en alguna oportunidad José
de San Martín, se refirió a él.
Por supuesto que es necesario aclarar, como decía Winston Churchill en el libro La crisis mundial 1911-1918 “Todos los acontecimientos tienen que ser juzgados en una justa relación con las circunstancias del momento y solo desde ese punto de vista”, esa es también la opinión de muchos historiadores. Aplicar criterios actuales para “juzgar” hechos acaecidos casi dos siglos después, es irracional y no es serio, como tampoco aplicar términos como el de “autoritario” y “terrorismo de estado”.
En el mismo
sentido que Churchill, Alfredo L. Palacios, destacado político socialista, en
la sesión del 21 de noviembre de 1914 en la Cámara de Diputados, en la
discusiones sobre el presupuesto nacional, refiriéndose a Rosas, manifestó
“Cuando estudiemos el pasado, no juzguemos a los hombres, desvinculados de su
época…” y en 1933, en la revista Caras y
Caretas del 23 de diciembre, preguntado sobre su posición sobre la
repatriación de los restos de Rosas, dijo que se debe “considerar a Rosas,
históricamente sin separarlo de su época…”
En su columna,
justamente Ud. separa a Rosas de su época y de las críticas circunstancias en
las que le tocó gobernar. Como si Rosas hubiera caído del cielo en medio de un
país en paz, cuando fue todo lo contrario.
Rosas accedió a
la gobernación de la provincia, como consecuencia del amotinamiento de Lavalle
contra el legítimo gobernador Manuel Dorrego, a quien mandó asesinar bajo la
forma de “fusilamiento”, sin juicio alguno y por su sola voluntad, azuzado por
conspicuos miembros del partido unitario –a los cuales Ud. seguramente no
osaría en criticar– quienes lo apoyaron e incitaron en ese delirio. La
represión desatada por el partido unitario, mediante el empleo de las fuerza
militares sublevadas contra el pueblo federal, que son detalladamente contadas
por Juan Manuel Beruti, un observador de aquella época, que periódicamente anotaba
todo lo que ocurría en Buenos Aires y que después esas crónicas fueron
compiladas en un libro que se llama Memorias
curiosas, que le aconsejo leer para analizar el porqué de la Legislatura
provincial le otorgó el poder a Rosas y las facultades extraordinarias.
Asimismo el general Iriarte en sus Memorias,
se refiere de igual forma al actuar salvaje de los ejércitos unitarios.
Ud. tendría que leer esos libros para ver las salvajadas cometidas por las tropas unitarias, contra la población civil y el comportamiento correcto de las tropas federales a cargo del Comandante de Campaña, Rosas, –lo que ya había ocurrido en octubre de 1820 en la época que en la historia se conoce como “Anarquía del año XX”–.
Aunque a mí no me gusta calificar hechos del pasado con definiciones actuales –como más arriba lo señalé– de acuerdo al criterio usado por Ud., sí podría catalogarse a la actuación de las fuerzas militares unitarias como “terrorismo de estado”.
Ud. dice que Kicillof tiene una “mirada peculiar de la historia” –con lo que coincido–, pero ello le es aplicable también a Ud. quien no solo tiene una mirada peculiar de la historia, sino también sesgada. Se ha quedado con la gran historieta armada por la llamada Historia Oficial, alejada de la verdad histórica, llena de inventos y mentiras contra el “tirano”, “el Calígula del Plata”, “el degollador”, etc.
Ud. se quedó con
lo que le enseñaron de chico sobre Rosas y la Mazorca, que por la calle se
mataba a la gente, que en el mercado junto a los duraznos se exponían las
cabezas cortadas de los unitarios y todos esos cuentos que no tiene ningún
asidero de veracidad, sino que fueron inventos para promover el derrocamiento de
un gobierno apoyado por el total de la población y que personeros del
unitarismo se encargaron de desparramar por toda Europa y América, para lograr
la intervención de potencia extranjeras en nuestro suelo patrio, cosa que
lograron.
Ud. afirma que
Rosas “mandó al destierro a cuanto opositor pudo”. Ello no es cierto, uno de
sus mayores opositores, Juan Bautista Alberdi, afirmó en 1847 en su libro La República Argentina 37 años después de la
Revolución de Mayo: “En el suelo extranjero en que resido, no como
proscripto, pues he salido de mi patria según sus leyes, por franca y libre
elección, como un inglés o un francés de su país por conveniencia propia”.
Si Ud. pondría como ejemplo que después de la mal llamada Revolución de los “Libres de Sur” –más adecuado debería llamarse de los “hacendados del sur”– en octubre y noviembre de 1839, muchos complotados debieron exiliarse por considerarse perseguidos,… y sí… pero debemos tener en cuenta que en esos momentos nuestro país estaba siendo agredido por Francia y que esa Revolución se había hecho en combinación con Lavalle, quien mandaba el “Ejército Libertador”, que era un ejército auxiliar de los franceses. Las leyes de la época, y diría que de cualquier época, quien teje alianza con un país enemigo de su Patria y con el cual se encuentra en guerra, es reo de lesa patria y por lo tanto le cabe la pena de fusilamiento. Rosas en la ocasión fue más que benigno, pues no hizo fusilar a quienes sí debieron serlo y muchos de ellos se refugiaron en Montevideo, donde gobernaban el partido unitario, aliados al gobernante partido colorado, enemigo de nuestra patria cuyo “presidente” era el “Pardejón”, como llamaba Rosas a Fructuoso Rivera. Inclusive un hermano del Restaurador, Gervasio Rozas, quien estaba en contacto con los complotados, debió cruzar el “charco”, ya que para el Gobernador Rosas, en cuestiones de traiciones a la independencia nacional, no valían ni el parentesco, ni la pertenencia al partido federal.
En cuando a la
“despiadada violencia de la Mazorca”, le aclaro que mientras el ciudadano
cumpliera con la ley no era molestado, no importaba su preferencia política. Y
es más, Rosas era más riguroso con los federales que quebraban la ley que con los
unitarios, le pongo el ejemplo del exaltado federal Rivera Indarte, autor de
himnos a Rosas, pero que cuando cometió delitos, su filiación política no lo
salvó ir a la cárcel. Debido a ello y recobrada la libertad, vengativo, se
convirtió en un exaltado unitario y opositor al gobernador, pasado a
Montevideo, donde escribió las famosas Tablas
de Sangre, llena de mentiras pero que algunos grandulotes todavía lo tienen
como libro de cabecera. Indarte cobró de los interventores ingleses una suma
por cada muerto nombrado en su libro, por lo cual los muertos se
multiplicaron para lograr una mayor
ganancia.
Los unitarios
residentes en Buenos Aires, que cumplían con la ley, no fueron molestados y
algunos personajes como Vélez Sarsfield, inclusive eran asiduos concurrentes a
las tertulias que organizaba Manuelita Rosas en la residencia de su padre en
Palermo.
Incluso muchos
emigrados a Montevideo, cuando años después regresaron a nuestro país, no
fueron ni siquiera molestados.
La Sociedad
Popular Restauradora, llamada la “Mazorca” o “Mas horca”, según los unitarios,
no era un grupo armado, sino de apoyo al gobierno, formado por las personas más
respetables de Buenos Aires. Los llamados “mazorqueros” por los unitarios, formaban
el cuerpo de Policía y serenos, siendo los primeros quienes usaban uniforme y
fueron los encargados durante la agresión francesa de controlar a aquellos
grupos relacionados con los agresores enemigos, como correspondía, o según Ud.
tendrían que haberlos dejado complotar libremente?.
Burgin en su libro también señala todas las dificultades por las que debió atravesar el gobierno de Rosas por rebeliones internas y guerras internacionales y sus consecuencias. “El resultado que la rebelión y las guerras con otros países continuaron intermitentemente durante todo el gobierno de Rosas. El conflicto con Francia, la revolución del sur de la provincia, la guerra con Santa Cruz, el dictador de Bolivia, la intervención en el Uruguay y el bloqueo anglofrancés, fueron conflictos que impusieron pesadas cargas a la Tesorería provincial. Rosas se vio obligado a mantener un ejército permanente bastante grande, para defender el régimen contra los ataques, directos e indirectos, de los unitarios, y a enviar ayuda, en hombres, dinero y materiales a sus aliados de las otras provincias y del exterior”. Le pregunto, Sr. Vaca: Según su criterio ¿Qué actitud debió tomar Rosas ante las alianzas espúreas con los extranjeros por parte de los unitarios?, ¿Debió dejarlos actuar libremente o reprimir tales traiciones de lesa nación?
Es muy esclarecedor el juicio de San Martín, cuando en una carta enviada el 10 de junio del 39 dirigida a Rosas, en juicio lapidario contra los unitarios que se han aliado a Francia le dice: “...pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Analice Ud. “una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”, es decir que ni la muerte puede hacer desaparecer tal traición. Fuerte… no?
El escritor
mejicano Carlos Pereyra, en su obra Rosas
y Thiers, la diplomacia europea en el Río de la Plata, 1838-1850, se
pregunta: “Justamente lo que convendría averiguar es quién derramó la sangre de
que se hace responsable personal a Rosas, y estudiar no solamente la que él
derramó, sino la que derramaron sus enemigos”.
Quien también la vio claro fue el historiador brasilero João Pandiá Calógeras , quien en Formação histórica do Brasil, escribió lo siguiente: “La campaña de panfletos, artículos de diarios, revistas, libros, inundó América y Europa, y consiguió colocar a la Argentina, a sus autoridades, y principalmente a su dictador bajo la apariencia de una tierra de monstruos inauditos. Contra esto protestaban los ministros diplomáticos, tanto europeos como americanos, mostrando las mentiras de las acusaciones y demostrando que numerosos compatriotas suyos vivían y prosperaban en la paz y el progreso. Estadísticas eran publicadas probando el rumbo creciente de la riqueza del país. Documentos eran divulgados evidenciando que, en los guarismos de las terribles hecatombes que se decían efectuadas por el rosismo, figuraban las bajas de los combates entre las parcialidades contendoras, y estas mismas muy aumentadas; que muchas personas indicadas como asesinadas, estaban perfectamente vivas y en absoluta salud y tranquilidad. Nada de eso valió para detener la calumnia, y hasta el día de hoy Rosas es tenido como el más vil de los degolladores”.
“ 'La Sociedad Restauradora' contaba en su seno ciudadanos prominentes de la capital. Es posible y natural que incluyese algunos facinerosos y fanáticos. En momentos de exaltación pública y de despiadada exacerbación de pasiones, hay siempre una turba de criminales y de malhechores que emerge de los 'bas-fond' de la sociedad, prontos a los peores excesos, sin que para tal cosa necesiten incitaciones, órdenes o instrucciones de los jefes autorizados de los movimientos políticos”.
“La honra de la Historia exige que sean revistos tales juicios difamatorios. Sin duda el período era de crueldad y de ausencia de piedad; mas ocurrían tales crímenes en ambos grupos partidarios, y en cuanto a Rosas, parece haber tenido uno de los corazones menos caldeados en la práctica de tales horrores, de los más propensos a evitar el sufrimiento humano. La base de las acusaciones, de las mentiras y exageraciones se encuentra en el odio de partido, en el 'o’te-toi de lá que je móy mette', el venenoso rencor de enemigos de espíritu mezquino incapaces de hacer lo que él realizó”.
“Ciertamente que no era un jefe blando o de manos leves: poseía un genio voluntarioso, un carácter incapaz de doblegarse; era cruel como todos sus semejantes en esa época en la Argentina. Pero era también un estadista, un hombre de ideales y de ejecución, cualidades que no se encuentran tan frecuentemente como sería de desear”.
“Los principales autores de ese ambiente de exageraciones y calumnias fueron los miembros de la 'Comisión Argentina' unitaria, de Montevideo. Entre ellos se hallaban hombres de alto valer por su cultura, talento y coraje. Cegábalos empero la pasión partidaria. Es posible probar que traicionaron a su patria, apelando a la invasión extranjera y al oro francés para vencer a su propia tierra natal, con el solo propósito de cumplir sus miras egoístas de militantes de un grupo político. Rosas entre tanto, defendió la libertad e independencia y el respeto propio de la Confederación”.
En la Causa criminal seguida contra el ex-gobernador Juan Manuel de Rosas ante los Tribunales Ordinarios de Buenos Aires que se le siguió a Rosas en 1857 por el secesionado Estado de Buenos Aires, que dicho sea de paso se tramitó en ausencia del imputado que se encontraba en Southampton, sin darle posibilidad de defenderse, ni nombrar abogado defensor, ni siquiera representado por el defensor oficial, violándose todas las garantías constitucionales de la provincia. En un apartado “Degüellos de 1840 y 1842” de esa causa, se menciona el nombre de 20 “degollados”, la mayoría de ellos correspondientes a octubre de 1840 y otros a marzo de 1842. Debemos tener en cuenta que en esos momentos Francia era agresora de la República y los unitarios apoyaban a la potencia agresora, eran considerados –como por ley correspondía– como traidores, pero algunas otras fueron muertas debido a cuestiones personales o por venganza y ajenas a la política, como suele ocurrir en estos casos. Note Ud. que en ese apartado se hace referencia a los “degüellos” producidos en dos meses concretos y no hay hechos mencionados con anterioridad ni posteriormente a los mismos, prueba de que la violencia fue bastante limitada.
El historiador
canadiense, H.S.Ferns en su libro Gran
Bretaña y Argentina en el Siglo XIX, dice con referencia a Dorrego y los
unitarios: “…estaba dispuesto a
acordarles (a los gauchos) un lugar en el cuerpo político. El conocimiento y
simpatía que tenía de la barbarie gaucha era la clave de su realismo como
político. La única falla de este realismo, como hubo de probarlo su cruel
muerte, consistía en que no supo apreciar en toda su magnitud el salvajismo y
la pasión de poder que alentaba en los hombres que se llamaban amigos de la
civilización, de la ilustración y del progreso…” ¡Qué bien que catalogó Ferns a
los unitarios!
François Théogène Page, quien en 1840 con el grado de capitán de fragata, formó parte de la Flota Francesa de Operaciones en el Río de la Plata, bajo el comando del Vicealmirante Mackau, de quien fue edecán, estuvo encargado de redactar un informe reservado para su gobierno, con todas las alternativas de la guerra que había involucrado a argentinos y franceses. Un extracto del mismo fue publicado en París en la importante publicación fundada en 1829 y que todavía hoy se sigue editando Revue de deux mondes –Revista de ambos mundos– en su edición del 1° de febrero de 1841, con el título Affaires de Buénos Ayres - Expéditions de la France contre la République Argentine, ese artículo fue editado como, Guerra colonialista Franco-Argentina 1838-1840, con estudio preliminar de Juan Pablo Oliver, Por Théogène Page (EUDEBA, Buenos Aires, 1973).
Ese artículo es
prueba irrefutable sobre la injusta agresión que nuestra nación recibió de la
Francia y contiene varias opiniones sobre Rosas, su gobierno y el ascendiente
que éste tenía sobre la población.
Dice Page “...se presentaba a Rosas como un tirano demente, como un jefe desacreditado sin influencias en su país, y a quien una simple amenaza de Francia podía llevar al arrepentimiento o derribar infaliblemente... Se cometía un extraño error en la apreciación de los recursos del general Rosas...” Casi al final del informe, afirma: “...[Rosas] era poderoso en el momento de la declaración del bloqueo y es aún poderoso en medio de su pueblo: tres años de guerra no lo han quebrantado”.
“...se presentó al general Rosas como un tirano execrado universalmente, como un loco furioso maldecido por sus compatriotas y que sólo conservaba una apariencia de autoridad valiéndose del terror y de las más atroces ruindades. Se decía que eran tan unánimes los votos por la caída de ese monstruo, que bastaría con ofrecer un punto de apoyo a ese pueblo sacrificado para que la nación entera se levantara como un solo hombre y pidiera a su verdugo cuenta de todos sus crímenes. Con sólo enviar Francia un batallón de sus soldados a suelo argentino y levantar una bandera a cuya sombra pudieran cobijarse cuantos se manifestasen contrarios a Rosas, Buenos Aires sería nuestra: ciudad y campaña, liberadas del sangriento yugo, saludarían a Francia como a su libertadora, y el tirano, abandonado por todos, no encontraría refugio sino a bordo de las naves de Inglaterra”.
“En medio de ese concierto de repudio contra Rosas, donde ninguna voz se alzaba para moderar la exaltación general, nuestros representantes, llevados por el ímpetu de sus propios anhelos, se dejaban mecer por la halagadora idea de que su cólera personal era la expresión del voto unánime, y. que el destino los designaba para romper el yugo de un hombre odiado por todos. Esta opinión les pareció irrefutable, y fue así como, creyendo perseguir a un tirano detestado, en nombre de todas las relaciones sociales, de la civilización, de la humanidad, encendieron la guerra civil en el seno de las provincias argentinas... cuando tomamos partido en los intereses locales... nuestros esfuerzos no tuvieron ya por objetivo principal obtener las satisfacciones debidas a la Francia, sino voltear a Rosas”.
En este informe, y con referencia a la ayuda que le fue prestada con todo tipo de recursos al general Lavalle, en su lucha contra Rosas y que el objetivo era el ya enunciado: el derrocamiento de gobernante argentino, así lo expresa: “El general Lavalle y sus argentinos, tenían por único objetivo el regresar a Buenos Aires y el derrocamiento de Rosas; esa era también nuestra meta”.
Page, reconoció que “...los hombres que todavía aman a su patria se unen en torno al general Rosas, cuyo nombre es poderoso ante el pueblo cuya voluntad nunca es menospreciada en vano, que dispone del ejército y que es el único que puede salvar todavía la república...” y también que “Desde hace muchos años Francia no conoce acerca de ese hombre extraordinario más que lo que le transmiten las informaciones de los proscriptos enemigos, sus furiosos enemigos... Este hombre que fundó su poder en el afecto del pueblo.. [y que] nunca se ha destacado por algún famoso hecho de armas, nadie le niega coraje”.
Page reflexiona: “¿Cómo explicar, si Rosas fuera solamente un bárbaro, la consagración absoluta de sus partidarios, la confianza ilimitada en su palabra? ¿Acaso alguno de sus oficiales ha traicionado espontáneamente su causa?... ¡Que se cite el número de sus soldados que se pasaron al enemigo!”
En otra parte de su informe cuenta la visita que hicieron los residentes franceses en Buenos Aires, al Vicealmirante Mackau, cuando este se encontraba en Buenos Aires: “¿Nuestros compatriotas en Buenos Aires, eran maltratados?. Escuchó sorprendido los informes de los propios franceses, quienes le dijeron que, a pesar de las convulsiones de la república, nunca habían gozado de mayor seguridad. De modo que todos aquellos asesinatos, aquellos atentados contra la población francesa, de los que se daban tan atroces detalles, ¡no eran más que simples inventos!”.
Por último y para ir cerrando esta carta, voy a citar las palabras del general San Martín, en su última carta remitida a Rosas fechada el 6 de mayo de 1850, y que también es un mandato moral para todo argentino, cuando le dijo: “...como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino,...”
Sr. Vaca, avívese
de cómo viene la historia, la verdadera, no la mentirosa de la llamada
“Historia oficial”, que de historia no tiene nada.
Antes de
despedirme y saludarlo le comento que esta carta la publicaré en mi Blog
“periódico El Restaurador”, como así también publicaré su artículo mencionado y
su contestación a esta carta en caso de que Ud. lo hiciera, lo cual espero,
porque cada uno debe hacerse responsable de sus dichos, sobre todo cuando es
vertido en un medio público, como es su caso.
Sin más, lo
saludo con la mayor atención.