De Obligado a Punta del Quebracho
Por
El Federal Apostólico
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El HMS Alecto,
remolcando tres goletas, es atacado en el Quebracho. Grabado de G. M. Gilbert
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Después del Combate de Vuelta de Obligado (20 de
noviembre de 1845), desarrollado sobre las costas del Paraná y cerca del pueblo
bonaerense de San Pedro, en el cual la escuadra anglofrancesa venció las
defensas argentinas y pudo liberar el paso del río obstaculizado por una
barrera formada por lanchones unidos entre sí por tres gruesas cadenas afirmadas
en la costa, algunas de las naves siguieron su navegación río arriba, otras
quedaron en el lugar cerca de 40 días para reparar las averías que les habían
causado la obstinada defensa de la artillería argentina, –algunos de los navíos
tenían 120 impactos en sus cascos– para después en enero de 1846, la mayoría de
ellas seguir rumbo a Corrientes y Asunción, mientras que otras regresaron a
Montevideo –si bien algunas de estas últimas volvieron posteriormente a internarse
nuevamente en el Paraná–.
Si bien el fiel de la victoria en ese encuentro se había inclinado a favor
de los invasores anglofranceses, estos no se la llevaron de arriba. Pero lo que
no esperaban era que los argentinos siguieran oponiéndoseles en toda ocasión,
como efectivamente sucedió.
Repuestas las fuerzas argentinas de la derrota sufrida, su misión fue hacer
frente a las fuerzas invasoras, allí donde fuere posible y con los medios que
se tuvieran a disposición, ya sea montando baterías sobre las costas o
simplemente atacándolas con descargas de fusilería –cuando las condiciones
geográficas lo permitieran–, a fin de hostilizarlas en todo momento y para
hacer efectiva la arenga del Gral. Mansilla, previo al Combate de Obligado,
cuando dijo que los intrusos no navegarían impunemente las aguas de nuestros
ríos.
Lo más importante era hacerles ver a los invasores de que no podrían
mancillar la soberanía nacional sin ninguna consecuencia para ellos y que los
ríos interiores argentinos ya tenían dueño y que no iba a ser nada fácil su
navegación.
Desde el 20 de noviembre de 1845, se sucedieron diversos hechos de armas,
algunos menores, por decirlo de alguna forma, y otros más importantes por el
empeño en la acción de mayores recursos de ambos contendientes. Las dos
acciones de mayor envergadura tuvieron lugar en San Lorenzo y Punta o Angostura
del Quebracho (actual Puerto San Martín), situadas ambas a muy poca distancia
una de la otra.
Durante los meses de diciembre (1845) y enero (1846), los anglofranceses
desembarcaron nuevamente en Obligado, donde fueron rechazados por tropas de
Mansilla, del Coronel Juan Bautista Thorne y del teniente Facundo Quiroga –hijo
del general del mismo nombre–.
El 9 de enero a la altura del puerto de Acevedo en la costa bonaerense, el
convoy de los invasores fue hostigados por el cañoneo de cuatro piezas de
artillería argentina de 4 libras, contestado por los buques enemigos, no
recibiendo ninguna de las partes daños de consideración.
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Coronel Santa Coloma
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La elección de San Lorenzo y Punta del Quebracho hecha por Lucio Norberto
Mansilla, comandante de las fuerzas argentinas, para instalar las baterías y
presentar batalla, lo fue por su geografía, ya que por ser lugares altos, los
hacía aptos para un buen ataque a los navíos enemigos y a su vez ponía a las
tropas argentinas prácticamente fuera del alcance de la poderosa y moderna
artillería de la escuadra invasora.
Sin perjuicio de estas posiciones principales, la artillería volante
argentina –de destacada actuación–, se adelantará y seguirá por la costa del
Paraná a la flota invasora y formará batería en diversos puntos de la costa
donde se les hará frente, para hostigarlos y no dejarlos navegar en paz.
Como se manifestó, uno de los puntos donde se hizo frente a los invasores
fue en San Lorenzo, allí en el mismo lugar donde el 3 de febrero de 1813, el
entonces Coronel José de San Martín, había dado su única batalla en el suelo de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, derrotando en aquella oportunidad a
los realistas españoles. Quienes hayan podido visitar el lugar habrán visto que
desde la costa del río Paraná, para arribar al memorable Convento San Carlos
Borromeo –llamado comúnmente como Convento de San Lorenzo– se deberá escalar
una empinada barranca de varios metros de altura, para llegar a una planicie
que frente al Convento se llama actualmente “Campo de la Gloria”. Esa empinada
barranca la debieron subir los realistas después de desembarcar para llegar al
campo donde fueron atacados por los Granaderos de San Martín, quienes en
heroica carga de caballería los empujaron barranca abajo causándoles numerosas
bajas. Hacemos este relato para que el lector, se haga una idea de cómo es ese
lugar.
Después de treinta y tres años de aquel glorioso bautismo de fuego de los
Granaderos a Caballo, en el mismo lugar, esta vez el 16 de enero de 1846, las
fuerzas de la Confederación Argentina, al mando de Lucio N. Mansilla se enfrentaban a otras
fuerzas invasoras: los anglofrancesas.
Allí en San Lorenzo, se desplegó la artillería de 8 cañones de 4 y 8
libras, con 350 hombres, sobre barrancas de más o menos 20 metros de altura.
Los cañones y los defensores se enmascararon entre los arbustos, para no ser
vistos desde los navíos enemigos.
Al mediodía, se presentaron en el lugar cerca de 60 navíos, 6 de los cuales
eran de guerra y los restantes mercantes. Antes de pasar, destacaron dos naves
para que efectuaran fuego de bala y metralla sobre el lugar para descubrir a
los defensores, quienes –de acuerdo a las ordenes recibidas– se mantuvieron
ocultos en sus puestos, sin dar señales de su existencia. Cuando el grueso de
la flota se encontraba en el lugar más angosto del río, Mansilla dio la orden
de fuego y los enemigos fueron atacados por las baterías comandadas por los tenientes coroneles José Cereso y
Santiago Maurice y el Ayudante Mayor de Marina Alvaro José de Alzogaray. A los
daños ocasionados a los mercantes por la artillería argentina, se sumaba la
ocasionada por los choques producidos entre estos navíos, debido a las
maniobras que se realizaban para evitarm el ataque. Con mucho trabajo pasaron
por el lugar y fueron nuevamente atacados en el Quebracho a poca distancia de
allí (aproximadamente 5 kilómetros). La acción duró 4 horas, sufriendo los
invasores cerca de 50 bajas, siendo por el contrario muy pocas las ocasionadas
entre los defensores. Sólo uno de los buques no “recibió un balazo” según
informó el contraalmirante Samuel Hood Inglefield a sus superiores.
El comandante británico del HMS Philomel, Bartholomew J. Sulivan describió
así el ataque: “Rosas había preparado todas sus fuerzas para atacar al convoy y
sabiendo ahora que unas baterías fijas no servirían dado que las localizaríamos
adoptó un plan mas astuto: utilizar artillería móvil. Tenía aproximadamente
doce cañones de campo de grueso calibre y cerca de dos mil hombres en los
acantilados de San Lorenzo los cuales tienen cerca de 4 millas de largo y
setenta pies de alto. Los barcos debían pasar dentro de un cuarto de milla de
los acantilados. El terreno era plano y no se podía ver nada desde el río salvo
el acantilado de forma tal que sus hombres estaban a salvo del fuego de
nuestras naves. Se aproximaron los sesenta navíos. El HMS Dolphin lideraba la
primera división del convoy, Key en el HMS Fanny en la siguiente división y
Hope cubriéndoles la retaguardia. Los cañones (argentinos) continuaban llegando
al acantilado mostrando solo sus bocas, disparaban y retrocedían, cargaban
nuevamente y reaparecían en un nuevo sitio. De esta forma cañonearon al convoy durante
tres horas impactando a cada navío varias veces. Uno de los bergantines
mercantes tuvo 34 impactos. El HMS Firebrand sufrió 22 impactos, cuatro a
través de su chimenea. Gracias a la Providencia no murió ninguno de los
tripulantes de los 60 barcos y en el HMS Firebrand solo hubieron dos heridos.
El enemigo manejó tan bien su artillería que fue prácticamente imposible
localizarlos con nuestro fuego. La boca de fuego de sus cañones se evidenciaba
solo un momento e inmediatamente se desplazaba de forma tal que antes de que
preparáramos nuestros cañones ellos ya habían disparado y desaparecido.
Nuestros disparos o daban en el acantilado o pasaban por sobre las cabezas de
las tropas. El HMS Dolphin y el HMS Fanny dispararon cincuenta tiros al igual
que la corbeta francesa Coquette pero no le causaron al enemigo ningún daño…El
enemigo disparó en forma admirable y manejaron sus cañones como la mejor
artillería del mundo… Si Rosas adopta a ese tipo de
guerra, puede ocasionarnos grandes problemas, y nosotros solo le podremos hace
poco daño…”
El 2 de febrero, nuevamente los enemigos intentaron un nuevo desembarco de
300 hombres en Obligado, pero fueron rechazadas por las tropas a cargo de
Thorne, obligándolos a reembarcarse. Algunas horas después, la artillería de
Thorne hizo frente a un convoy de aproximadamente 50 buques que dirigiéndose
hacia el norte, pasó por allí.
El día 10 de febrero dos buques de guerra ingleses bombardearon durante un
par de horas el Tonelero –cerca de Ramallo–, matando a algunos milicianos y
ocasionando algunos daños materiales. La acción fue contestada por milicianos y
la artillería a cargo del Mayor Manuel Virto.
El día 2 de abril la batería de Thorne hizo frente en el Quebracho al HMS
Philomel, que huyó aguas abajo y cuatro días después en el mismo lugar hizo
frente al vapor HMS Alecto que remolcaba tres goletas, ocasionándole algunas
bajas y daños importantes en el navío. El marino inglés Lauchlan Billingham
Mackinnon, tripulante de este buque diría en sus recuerdos “Claro es que el pobre
buque salió bastante averiado”.
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Comandante del HMS Philomel, Bartholomew J. Sulivan
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Merece destacarse que el día 19 de abril, Alvaro José de
Alzogaray en un ataque al abordaje capturó el ex navío argentino Federal que
había sido tomado por los anglofranceses poco después de Obligado –rebautizado
por estos como Obligado–, remitiendo a Buenos Aires a su comandante Charles G.
Fegen y la bandera inglesa conquistada.
El 21, Thorne tuvo otro
combate de dos horas con el HMS
Lizard, tirándole abajo el pabellón que flameaba en el palo mayor. El barco
quedó en malas condiciones ya que recibió 35 balas de cañón y metralla. Hubo
también numerosos muertos y heridos entre su tripulación.
Ese mismo día 21 nuestros enemigos intentaron sin éxito efectuar un
desembarco en la localidad bonaerense de Ensenada siendo rechazados por las
baterías comandadas por Prudencio Ortiz de Rozas –hermano del Restaurador–, no
sin antes penetrar en la bahía para apoderarse de barcos neutrales allí
fondeados e incendiaron varios de ellos con sus cargamentos. Cuatro días mas
tarde intentaron tomar el puerto de Atalaya, siendo rechazados por las fuerzas
locales.
A fines de abril y principios de mayo, cerca de Santa Fe, se fueron
juntando los navíos que de regreso hacia Montevideo, estaban llegado desde
Corrientes y el Paraguay, para formar convoy y bajar por el Paraná escoltados
por buques de guerra, para pasar por el Quebracho y San Lorenzo, ya que se
sabía –por las observaciones que habían realizado– que los argentinos habían
instalado allí sus baterías. El 9 de mayo fondearon a dos millas del Quebracho;
el 28 Mansilla trasladó a cincha de caballo por la costa dos piezas de
artillería, asestándoles algunas balas y obligándolos a subir río arriba.
La acción decisiva tuvo lugar el 4 de junio de 1846 en Angostura o Paso del
Quebracho a pocos kilómetros al norte de San Lorenzo, lugar donde el río se
angosta, donde los invasores fueron severamente derrotados.
Contrariamente a lo que había ocurrido con la acción de Obligado, donde era
efectivo el cierre del paso del río, porque los navíos navegaban río arriba
contra la corriente –con lo cual la navegación se hacía lenta y dificultosa–, y
se quería impedir su libre navegación, en el Quebracho la situación era
totalmente inversa, los navíos navegaban río abajo con la corriente a favor y
se retiraban hacia el sur, por ello no fue cerrado el paso del río, si bien se
les hizo frente en condición ventajosa para las armas argentinas.
En la noche anterior al combate, 6 baterías de cohetes a la Congreve,
desembarcadas del HMS Alecto, fueron ocultamente emplazadas en un islote
ubicado frente a las posiciones argentinas.
Ese día y con viento norte y a media mañana, 12 navíos de
guerra –vapores, goletas, bergantines, corbetas– que montaban 85 cañones
poderosos que iban desde el calibre 24 al 80 y 95 mercantes repletos de
mercaderías que no habían podido vender ni en Asunción ni en Corrientes,
trataron de pasar por el lugar. Las fuerzas de la Confederación, comandadas por
Mansilla, tenían 17 cañones, una batería al mando de Virto y dos al mando de
Thorne, con 750 soldados de infantería y carabineros, entre los que se
encontraban un batallón de San Nicolás, Patricios de Buenos Aires, 200 soldados
del regimiento santafesino Santa Coloma –al mando del teniente coronel Martín
Isidoro de Santa Coloma y Lezica–, hubo además otros
200 infantes de reserva.
A la vista de la flota enemiga, al grito de Mansilla de “¡Viva la soberana
independencia argentina!” se dio la orden de fuego. Las baterías argentinas,
por la altura de las barrancas, se encontraban prácticamente fuera del alcance
de la poderosa artillería enemiga. La confusión y el caos se apoderó de los
barcos enemigos en el intento de huir precipitadamente y a la mayor velocidad,
para evitar el fuego de la artillería argentina. Algunos se envistieron, otros
quedaron varados y fueron castigados por el fuego de los defensores. Los
enemigos tuvieron dos barcos mercantes hundidos y otros 4 que al quedar varados
fueron incendiados por ellos mismos para no caer en manos argentinas, –no
obstante lo cual una fue capturada por los hombres de Mansilla, al haberse
podido apagarse el fuego–. En medio del combate y para aligerar los navíos, se
echaron por la borda bultos con
mercaderías. Prácticamente todos los barcos recibieron impactos y algunos de
guerra fueron severamente dañados. Los anglofranceses tuvieron 60 bajas, mientras que los defensores
acusaron solamente un muerto y cuatro heridos, entre ellos el bravo Thorne,
–mal herido en su hombro–. La batalla había durado aproximadamente tres horas.
Da una idea del vivo y fiero combate, que de los 17 cañones argentinos,
quedaron desmontados 10, pero no por el fuego enemigo, sino por la intensidad
del fuego propio, que averió sus cureñas.
El capital del HMS Harpy, Charles Honthan, dirá en el parte a sus
superiores: “Fuimos perseguidos por artillería volante y considerable número de
tropas que nos hacían un vivo fuego de fusilería, el Harpy está bastante
destruido, los buques han sufrido mucho”
En la carta dirigida desde Quebracho por Mansilla al Coronel Vicente
González, el mismo día de la batalla, dice así:
“¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!
Al coronel don Vicente González.
Quebracho, junio 4 de 1846.
Mi estimado amigo:
Me es altamente grato comunicará V. el suceso de hoy, pues él ha sido
honroso a nuestras armas, y ha agregado un timbre más á las glorias de la
Confederación.
Los bárbaros alevosos anglofranceses y el convoy de piratas que hace días
esperaban un viento favorable para pasar por nuestro frente, se presentaron
hoy en este punto y empezó un reñido combate cerca de las 11, el cual ha durado
hasta más de las dos de la tarde.
La valiente división a mi mando ha sostenido con digno valor e inteligencia
los fuegos desproporcionados del enemigo, haciéndole presentar el denuedo y
bizarría de los verdaderos hijos de la patria. Los anglofranceses tan soberbios
en los mares, se han cubierto hoy de ignominia. No han conseguido ni la más
ligera ventaja. Algunos de sus buques de guerra fueron tan maltratados por
nuestra artillería, que se pusieron luego fuera de combate, y han arrojado al
agua más de 30 cadáveres.
El convoy de piratas llevó su merecido. Están aún ardiendo á nuestra vista
una barca, dos goletas y un pailebot con todo su cargamento. En medio de la
confusión producida por nuestros pequeños cañones, estos buques vararon en la
costa de enfrente, y los protectores del comercio del Paraná, los que
ha poco aseguraban a los salvajes unitarios de Montevideo, y a los ministros
Ouseley y Deffaudis que el Paraná estaba franco, no encontraron mejor medio que
incendiar los buques de sus protegidos por no arrostrar un rato más el fuego de
nuestras piezas. Esta vez se han mostrado muy cobardes los fanfarrones Hotham y
Trehouart. No tendrán que hacer sin duda tantas recomendaciones al
almirantazgo.
Preciso será que ellos y sus mandatarios se persuadan que el pecho de los
argentinos es una muralla invencible, cuando se trata de defender su cara
independencia y sus sagrados derechos.
Por tan honrosa jornada, en la que no tengo más pérdidas que la de un solo
hombre y cuatro heridos, por la visible protección de la Divina Providencia y
por los bienes que reportará á la Confederación Argentina tan dignamente
presidida por nuestro tan querido Rozas, felicita á V. su amigo y confederal.
LUCIO MANSILLA”.
El historiador Francisco Hipólito Uzal dirá: “El
encuentro del Quebracho, aparte de su enorme importancia militar y política,
fue el sello definitivo del desastre económico-comercial de una empresa de
injusta prepotencia, llevada a cabo por quienes, seguros de su enorme
superioridad material, y atropellando sin consideraciones humanas ni jurídicas
todos los derechos de la Confederación Argentina, se proponían un cuantioso
dividendo”.
Después de las pérdidas sufridas y al fracaso de la expedición, los
interventores no se animaron más a ingresar a nuestros ríos interiores.
Aclaraciones.
Artillería volante: Era la artillería que acompañaba a la caballería, por
lo cual también se la conoce como artillería a caballo o artillería montada o
artillería rodada o artillería ligera.
Batería: Se llama así a un conjunto de piezas de artillería dispuestas a
operar en forma conjunta.
Pailebot: Es un tipo de nave de guerra de la época de la navegación a vela.
Fuentes:
Capitán de Corbeta Médico (R) Eduardo C. Gerding,
“¡Recuerden la Vuelta de Obligado!” publicado en “Revista del Mar” Nº 164,
Diciembre de 2009.
Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina”.
Francisco H. Uzal, “Obligado, la batalla de la
Soberanía”.
Antonio Testa, “A 160 años de la lucha por la Soberanía:
Cronología de la Guerra del Paraná”, en “Revista del Instituto Nacional de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” Nº 66
Miguel Angel de Marco ”El conflicto continúa” en “Juan
Manuel de Rosas y los bloqueos al Río de la Plata de Francia e Inglaterra”