Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 18 - Marzo 2011 - Pags. 14 y 15
Cara y ceca de Obligado
Vuelta de Obligado *
Por Omar
López Mato
“A la gente sin conocimientos de historia, el nacionalismo los atonta y
convierte en virulentos…”
Esta es la opinión de Fernando Savater sobre este mal que aqueja a la humanidad. El desconocimiento de ciertas circunstancias crea una ilusión de grandeza que se desdibuja ante algunos detalles molestos. Es bueno para todos conocerlos.
Defendiendo los intereses porteños y la inconfesable intensión de aumentar la
recaudación aduanera, Rosas sostenía la tesis de limitar la navegabilidad de
los ríos, a fin de que todos los barcos que deseasen llegar a Corrientes o
Paraguay, oblasen derechos en Buenos Aires. No sin razón, la provincia de
Corrientes fue protagonista de periódicos alzamientos contra Buenos Aires
encabezados por Ferrer y Madariaga y reprimidos prolija y despiadadamente por
Echagüe y Urquiza.
Cuando Francia e Inglaterra quisieron aumentar su capacidad comercial en América, tropezaron con esta doble imposición. Entonces alzaron las banderas del libre comercio y propiciaron la libre navegabilidad de los ríos. Es verdad que Inglaterra en condiciones semejantes no permitía navegar el Yang Tse en China ni el Río San Lorenzo, entre los EE. UU. y Canadá, pero también es verdad que la protesta de los ingleses y franceses surgía por la intromisión de Rosas en los asuntos internos del Uruguay, apoyando a su amigo Oribe, que ya había sido general del ejército en Argentina, (quebrando el pacto del Cuadrilátero).
Pero por otro lado, Inglaterra y Francia contaban con el apoyo de Corrientes y Paraguay, que veían cercenada su actividad comercial y todos los disidentes argentinos que vivían en la sitiada Montevideo.
Las dos potencias mundiales pretendieron forzar los acontecimientos y franquear las débiles (diría, muy débiles) defensas ofrecidas por Rosas. Las 20 naves de guerra europeas, que escoltaban los 90 buques mercantes, no solo ingleses y franceses sino daneses, alemanes, sardos y de Norteamérica, contaban con 480 cañones.
Ante ellas, Rosas opuso ¡21 cañones! obsoletos y de distintos calibres, con 220 artilleros y 2.000 fusileros –la mayoría soldados sin experiencia reclutados entre los paisanos de la zona, a fin de proteger las tres cadenas que dificultaban el paso de las naves. (Vale aclarar, que las cadenas estaban defectuosamente ancladas).
¿En toda la nación solo pudo conseguir 21 cañones y aprestar tropas sin experiencia, para enfrentar a los dos Imperios más grandes del planeta? Cinco años antes, cuando Lavalle y Lamadrid estaban amenazando su poder, el Restaurador se agenció 6.500 hombres para pelear en Quebracho Herrado.
El aporte de Rosas había sido muy inferior durante la confrontación con
Bolivia, cuando don Juan Manuel literalmente dejó librado a su suerte al
coronel Heredia, enviando material de guerra obsoleto y escasos refuerzos. De
esta forma perdimos una parte importante de la herencia virreinal.
En Obligado los ojos del mundo se
dirigían a este espacio geográfico al que generosamente se llamaba nación, una
llanura despoblada y sumida en el atraso, laxamente unida por pactos que nadie
se esforzaba en cumplir, comenzando por el llamado Restaurador de las Leyes.
La escasa, aunque heroica resistencia
ofrecida por los porteños (poco aportaron las demás provincias a la gesta) no
pudo impedir lo inevitable. Ese día murieron 250 argentinos y 400 resultaron
heridos. La flota europea contó con 26 bajas y 86 heridos.
A pesar del triunfo de los europeos, ésta resultó ser una victoria pírrica, no por las bajas sino por el balance comercial. Poco o nada le vendieron a los correntinos, bastante escasos de dinero y aterrorizados por Urquiza, que había tomado preso al general Madariaga, hermano del gobernador.
El pragmatismo sajón prefirió esperar mejores tiempos y a fin de no perder las
prerrogativas ganadas gracias a la simpatía que Rosas sentía por el león
británico, éste decidió desagraviar la enseña patria después de largas
deliberaciones que tomaron dos años.
Borrón y cuenta nueva, todos amigos
una vez más, y a pagar la deuda de
Mientras tanto por poco se le retoba
Urquiza, que andaba tramando con Madariaga hacer una república mesopotámica, el
viejo sueño de Ramírez, el supremo entrerriano. Rosas lo increpó a don Justo y
por más que el entrerriano le dio largas al asunto, no se le atrevió. Esperaría
aún cinco años para alzarse contra el porteño.
Los franceses perseveraron y enviaron
a su estrella diplomática, el conde Waleska, hijo natural de Napoleón I, pero
poco pudo hacer después de la caída de Luís Felipe y
De no haber estallado Europa como un
polvorín en 1848 y si Urquiza hubiese tenido el coraje de separarse de
Pocos años más tarde, después de que Rosas buscara refugio en Inglaterra, habiendo sido derrotado en una batalla en que pudo agenciarse de 22.000 soldados y ¡más de 60 cañones!, la norma reguladora de la navegabilidad fue derogada, como persiste hasta la fecha, sin lesionar nuestra integridad nacional, pero aumentando nuestra capacidad comercial.
San Martín desde Europa, quizás alejado de los detalles o informado por su
yerno, funcionario rosista al fin, cedió su sable corvo al gestor de la débil
defensa del Río Paraná.
A los nacionalistas les encanta este
desigual enfrentamiento al que describen con poemas épicos, dignos de
La exaltación de lo propio, más cuando se desconocen otras opciones (Cela decía
que el nacionalismo se cura viajando) ofrece un terreno propicio para alzar
banderas convocantes, más cuando se carece de otros asunto de mayor jerarquía.
En el mundo decimonónico, de mano del romanticismo, se exaltó el espíritu
nacional, ligado a tradiciones, cantos épicos y la alabanza folklórica como la
“esencia patria”. Cada nación, imbuida de ese “espíritu nacional”, se enfrascaba
en largos conflictos con sus vecinos, nacidos del instinto de territorialidad
heredado de nuestros predecesores en la escala zoológica.
¿Cómo pudo Europa superar siglos de
conflagraciones? Mediante el comercio.
Las barreras entre naciones y las
fronteras caen ante el encanto de las mutuas ganancias. Las limitaciones al
comercio solo imponen guerras y enfrentamientos.
De haber sido la expedición europea un
éxito comercial, otra hubiese sido la historia. Como decía Orwell, el
nacionalismo es hambre de poder atemperado por el autoengaño.
En fin, deberemos esperar la madurez
como país para salvarnos del nacionalismo, que en última instancia es, como
decía Einstein, una enfermedad de la infancia.
Vale aclarar que exalto el valor de los combatientes, Thorne, Mansilla, Alzogaray y Rodríguez fueron verdaderos héroes que enfrentaron a un ejército muy superior por capricho, improvisación o vaya a saber que maquiavélicas tribulaciones del tirano, que especulaba con la derrota para tomar el papel de víctima ante los ojos del mundo. Una reedición del David y Goliat, pero con menos suerte para el jovencito.
Como dijo Lord Palmerson en su momento, no tenía sentido seguir insistiendo en
un negocio perdidoso, mejor era cobrar los bonos de
El 23 tendremos otro día sin trabajar (avisado con poca anticipación). Otro día más sin producir. ¿Acaso lo descontaremos de impuestos? ¿Por qué se impone una celebración ajena al espíritu de muchos argentinos? ¿Por qué debe Corrientes adherir a una fecha como esta, lesiva a sus intereses? ¿No cabe la posibilidad de optar o todos debemos opinar lo mismo? “Promueve el turismo” Responden… si, pero con una aerolínea de bandera atascada en la improvisación y con un déficit asfixiante, sospecho que tendremos un accidentado fin de semana.
Era natural que este gobierno instituyese este feriado y los nacionalistas –gallos jactanciosos en su propio corral– festejasen la ocasión, y honrasen la memoria de Rosas, tan irrespetuoso de la autonomía provincial como el kirchnerismo.
El kirchnerismo como en su momento lo
hizo el rosismo se ha vestido de federal para ejercer el más fragante
unitarismo.
Sé que a muchos lectores este escrito
les ha de resultar indigesto, pero no podía dejar pasar la ocasión para
explayarme sobre el tema, típica manipulación de la historia con fines
políticos, no del todo inocentes.
A ellos, que seguramente se desgarran
las vestiduras al grito de cipayo o vendepatria, les respondo como lo hacia
Camus. “Amo demasiado a mi
país para ser nacionalista”.
omarlopezmato@gmail.com
* Publicado en www.notiar.com.ar