Valido de la suma de poderes, Rosas confisca el Banco Nacional (que, no obstante su nombre y su capital era dirigido por particulares y dependiente de la voluntad del ministro inglés) detentador de la enorme atribución de emitir papel moneda y, por lo tanto, reglar la economía. Lo transforma en una institución fiscal: la Casa de Moneda o Banco de la Provincia. Y el 18 de diciembre de 1835 dicta la ley de Aduana, reemplazando el librecambio impuesto por Inglaterra en 1809 por un sistema proteccionista de las manufacturas artesanales argentinas y las harinas, vino, azúcar y tabaco, de que el país podía abastecerse. La Ley de Aduana consolida la unidad nacional al significar el renacimiento de la artesanía del interior. Los recelos de las provincias contra el "puerto" enriquecido por el librecambio, desaparecen con la prosperidad de los tejidos de Córdoba y Catamarca, azúcar de Tucumán, alcoholes de Cuyo, embarcaciones y manufacturas del litoral, tabacos y aguardientes del Norte.
El orden y la prosperidad se traducen en buenos salarios. Llega la primera inmigración masiva a Buenos Aires: vascos que vienen a trabajar en los saladeros, genoveses entregados al cabotaje fluvial, infinidad de artesanos italianos, franceses, españoles, alemanes, que abren talleres remunerativos amparados en la protección industrial.
Con el poderoso Restaurador prospera la nación entera. Tras sus decretos de gobierno se adivina la voluntad de la población en masa. El caudillo es la multitud misma hecha símbolo y acción; justamente por identificarse con su pueblo es que ha logrado ese ascendiente. Por su boca y su gesto habla y se expresa la Argentina; es un verdadero "socialismo" el gobierno del dictador. Así lo llama el autor del himno:
"Testigo de las conmociones sin término que agitaron mi patria desde 1810 a 1819 -le escribe Vicente López el 15-3-51- testigo de la firmeza del gobierno de V. E. desde la última época hasta el presente, período de más de veinte años, he aprendido a distinguir las efímeras autoridades que daba la época del individualismo, a la firme y duradera que da la época del socialismo o de la población en masa".
El "Sistema Americano"
De 1835 en adelante la Confederación Argentina toma aspecto y conciencia de nación. Las Provincias Unidas de 1816 o la República Argentina de 1826 habían sido un caos de guerras internas, ensayos constitucionales, fracasos exteriores, sometimiento económico, pobreza interior, que llevaron a la disgregación de la patria de 1810. En 1831, las catorce provincias que agrupa Rosas en el Pacto Federal fundan el instrumento de la nacionalidad. Desde 1835 la férrea mano del Restaurador construye a la nación: la unidad que será firme pese a muchas cosas que vendrán, la independencia económica, la riqueza equilibrada, la posición internacional respetada, el anhelo de lograr la unidad de América latina.
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PLAZA DE LA VICTORIA CON LA PIRÁMIDE DURANTE LA ÉPOCA DE ROSAS |
Había que llevarse por delante muchas cosas, pero Rosas estaba dispuesto a todo. La independencia económica de la Ley de Aduana y el apoderamiento del Banco Nacional herían los intereses comerciales ingleses. Era presumible que una escuadra inglesa no tardaría en presentarse a cobrarse con la aduana, la tierra y demás garantías, los créditos impagos del empréstito a Rivadavia; y de paso exigir en nombre de la libertad el ingreso libre de sus mercaderías. Si Rosas no se allanaba auxiliaría a sus opositores a sacar del gobierno a un hombre que osaba darle a su pequeño país una política nacional.
No fue una escuadra inglesa la que llegó al Plata; fue una francesa. En 1838, la entente cordiale de Gran Bretaña con Francia era la política que regía al mundo; en marzo se presentó el almirante Leblanc frente a Buenos Aires a exigir, "en nombre del honor de Francia", se derogara para los franceses la ley obligatoria para los extranjeros afincados de prestar servicios de milicias. No era hombre Rosas de aceptar imposiciones.
Empezó el grave conflicto con Francia. Queda bloqueado el puerto de Buenos Aires y el litoral argentino; hay bombardeos a Martín García, cambios de gobierno en el Estado Oriental, los unitarios preparan su ejército libertador en Martín García bajo la bandera francesa, con dinero francés, armas y transportes franceses. Rivera, gobernante impuesto por los interventores al Estado Oriental, declara la guerra a la Argentina cumpliendo indicaciones del cónsul Roger; viajeros misteriosos franceses recorren las provincias distribuyendo oro y complotando la eliminación de los gobernadores federales. Algunos intentan segregarse de la Confederación bajo estas influencias.
Más de diez millones de francos oro fueron invertidos por Francia para intentar la caída de Rosas. ¿Qué interés real tenía en ello? ¿Qué ganaba de tangible con la eliminación de los federales argentinos y el regreso de los unitarios? La simpatía espiritual hacia los afrancesados criollos no podía llegar a tanto.
Es posible que el almirante Leblanc no iniciara la aventura cumpliendo órdenes inglesas; es posible que el suyo de marzo de 1838 fuera uno de los tantos arrestos de prepotencia de los marinos de Luis Felipe en América y en Africa. Después de la negativa de Rosas, no pudo decorosamente volver atrás. Pero ni el bloqueo de Buenos Aires, ni la intervención abierta en los asuntos orientales, ni la dirección, armamento y financiación de la guerra civil unitaria hubiera sido posible sin contarse con la anuencia inglesa.
Rosas lo suponía y daba un valor entendido a las protestas de adhesión del ministro inglés MandevilIe. Como supo también, al quebrarse en Egipto en 1840 la entente cordiale, que, pese a las enfáticas declaraciones de Thiers -primer ministro francés- y al envío de una expedición de desembarco "para terminar gloriosamente la cuestión", el almirante jefe de esa escuadra haría necesariamente la paz. Sin el apoyo de Inglaterra, Francia se alejaría del Plata pese "al honor de la tricolor". El almirante Mackau, inesperadamente para sus "auxiliares" unitarios trató con Rosas en octubre de 1840 el retiro de la intervención. Primera victoria internacional del que empezaba a ser llamado el Gran Americano.
Desde esa primera defensa contra la agresión extranjera data la política del "americanismo" de Rosas. Por defender la neutralidad oriental en el conflicto, el presidente Oribe había sido obligado por los franceses a abandonar Montevideo. Rosas y Oribe tienen que luchar juntos contra los europeos y sus auxiliares, y en ese hecho quedan entrelazados los pueblos argentino y oriental. Al frente de un ejército común irá Oribe a expulsar de Montevideo a los gobernantes impuestos por Francia en 1838. El hecho es grave para los europeos, pues el prestigio de Rosas se ha afirmado con la victoria contra Francia, e Inglaterra cree que debe presentarse de frente para frenarlo. La entente cordiale se ha reanudado. En diciembre de 1842 los ministros de Inglaterra y Francia -Mandeville y De Lurde- notifican a Rosas la prohibición de sus países a la invasión del ejército de Oribe al Estado Oriental. Rosas da la callada por respuesta, y el ejército cruza el Uruguay.
¿Qué se proponía el "americanismo" de Rosas? Sus enemigos le atribuyeron el propósito de reconstruir el virreinato. Es posible que acariciara el proyecto de volver a la unidad del Plata, disgregada por influencias extranjeras que no por voluntad de los platinos. Si tal fue su propósito debe reconocerse que obró con tino y diplomacia y dejando que las cosas fueran por sí mismas una vez libre de presiones exteriores. Llegaría la unidad del Plata, como llegó la unidad de la Confederación Argentina: sin prepotencias de Buenos Aires, sin herir susceptibilidades, por propia y decidida voluntad de los segregados.
En los hechos su política fue más allá de la reconstrucción de la antigua unidad administrativa española. El "sistema americano" que propagaba por el continente significaba la defensa de los pequeños países de origen español ante la ingerencia de las grandes potencias comerciales. Esa solidaridad hispanoamericana podía conducir a una unión efectiva de toda América española: la idea de Bolívar, de San Martín, de Artigas.
Esa lucha tenía dos aspectos: el externo de rechazar las imposiciones de Europa, especialmente de Inglaterra; el interno, para acabar con las oligarquías criollas divorciadas del medio donde convivían. Sólo con gobiernos populares en América podrían volver a reunirse los Estados desunidos del Sur de América. Alguna vez se dijo en la junta de representantes de Buenos Aires que un Brasil democrático y republicano tendría títulos para integrar la Federación de América latina. En parecida forma se expresaba el brasileño Hollanda Cavalcanti de Albuquerque, recelando no obstante del prestigio de Rosas, pues quería para su patria el puesto rector en la Federación Democrática Americana.
El solitario
El drama argentino fue carecer de una clase dirigente. Un gran jefe y un gran pueblo no bastan para cumplir un destino. Solamente con una categoría de hombres capaces, consagrados y plenamente identificados con su patria, puede cristalizar una gran política.
En 1834 Rosas se negaba a aceptar el gobierno "porque la administración es unitaria, y los federales no tienen aptitudes para la función pública": un partido de gentes muy altas o muy bajas no daba colaboradores eficientes, y a la burguesía le faltaba la primera virtud -el patriotismo- para usarla en beneficio del país. De allí, tal vez, la omnipresencia de Rosas en todos los actos de gobierno. Sus ministros eran amanuenses y no tuvieron gravitación mayor en su obra, estrictamente personal. Muerto Tomás de Anchorena en 1847 -su pariente y consejero escuchado- la soledad de Rosas sería completa.
Sin embargo lograría formar la mejor representación diplomática tenida jamás por la Argentina: Guido en Río de Janeiro, Sarratea en París, Manuel Moreno en Londres, Alvear en Washington. Tuvo excelentes diputados en la junta de representantes (Lorenzo Torres, Baldomero García) y jueces íntegros en la cámara de justicia (Vicente López, Roque Sáenz Peña). Pero le faltaron colaboradores eficientes en las tareas administrativas que interpretaran y comprendieran su pensamiento político. Manuel Insiarte o Felipe Arana no siempre acertaban que el móvil de la política es algo más que detentar el poder. La verdad es que la poderosa personalidad de Rosas y su enorme capacidad de trabajo eran toda la administración en la casona de la calle de San Francisco o en la quinta de Palermo. De Angelis lo advertía a Guido con excesiva sinceridad el 12 de abril de 1849:
"El señor gobernador tiene sobrados motivos para mandarnos a todos a la p... que nos parió. Es el único hombre puro, patriota y de buena voluntad que tenemos. Si él falta, todo se lo lleva la trampa, y no es posible que él lo desconozca. ¿Qué sería del país?"
Un hombre solo por grande que sea, su laboriosidad, inteligencia o penetración de los negocios públicos, no puede sustituir a la labor coordinada, metódica, dedicada, de un equipo de hombres capaces y patriotas. Carece de su eficiencia y es incentivo para los ambiciosos que quieran heredarlo. Esa fue la ventaja de la aristocracia de Brasil, categoría de hombres movidos por su amor al Imperio y defensa de su posición social y económica.
Descansaba sobre el jefe todo el trabajo administrativo, pero no era posible otra forma de gobernar. Angelis escribe a Guido el 27-1-50, comentando la renuncia de Rosas de ese año:
"El general Rosas no puede sustraerse al peso que lo oprime. Este es su destino, y por más duro que sea, tiene que cumplirlo. Lo que él dice es cierto: su salud desfallece y su vida misma está amenazada. Todo el peso de la administración, en sus pequeños y grandes detalles, descansa sobre sus hombros y, lo que es más, sobre su responsabilidad. Las faltas de los empleados, los abusos que cometen, su misma ineducación, todo se pone en cuenta del gobierno y se atribuye a su descuido, y hasta a su connivencia."
Su sistema de trabajo era agotador. Laboraba desde mediodía hasta las tres de la mañana sin pausas ni descanso; fatigaba tres turnos de cuatro escribientes cada uno en un dictado continuo, interrumpido por la lectura de la correspondencia o los expedientes. Todo pasaba por sus manos: la correspondencia diplomática, notas de los gobernadores, pruebas de los artículos de periódicos, resoluciones administrativas, consultas de la aduana, la policía o el jefe del puerto, trámites militares, servicio de postas, peticiones particulares. Quince horas de jornada continuas, pues su hija Manuela atendía a las audiencias en su nombre, y a los Ministros solamente de tarde en tarde los veía, entendiéndose con ellos por escrito. Era un recluso el hombre que hacía estremecer el continente. Veinte años de esa labor le perjudicaron física y mentalmente pero no tanto como decía él mismo y repetían con fruición sus enemigos."
En el Restaurador laborioso, leal, arrogante, temerario y justiciero se plasmaron las mejores posibilidades de la raza. Pero también los mayores defectos de los argentinos: el personalismo, que lo hacía asumir toda la tarea; la obstinación, que le impedía "retroceder un tranco de pollo" según su conocida frase; y la pasión por el azar que le hacía "jugarse entero" (también frase suya) en cada oportunidad.
Nunca "retrocedió un tranco de pollo", nunca dejó de "jugarse entero" contra los enemigos más poderosos. Y en todo momento se cortó solo, obstinadamente. Pudo triunfar contra Francia e Inglaterra, pero no pudo vencer a un grupo de brasileños, inteligentes, patriotas y coordinados dispuestos a echar mano de la falta de conciencia patriótica de muchos argentinos para salvar a su Imperio de un enemigo peligroso. Vuelvo a repetirlo: un gran pueblo y un gran jefe no bastan para consolidar una gran política. Pero Rosas no podía sacar de la nada una clase dirigente. Sin ella la Argentina no podía cumplir su destino. No lo podrá mientras no cree y eduque una clase directora con conciencia de su posición; los hombres providenciales serán siempre relámpagos en su noche.
Por la Confederación, por el pueblo federal, por el sistema americano, jugó Rosas su fama, fortuna y honra. La perdió, como necesariamente tenía que ocurrir: "Creo haber llenado mi deber -escribiría la tarde de Caseros con tranquilidad de conciencia-; si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es que más no hemos podido." Y dolido por su Argentina ya sin gravitación internacional y presa de la voracidad. extranjera, dolido por su pueblo castigado, por la quiebra del sistema americano, por las hecatombes que siguieron a Pavón y la injusticia de la guerra del Paraguay, moriría calumniado y pobre en su exilio de Southampton el 14 de marzo de 1877, pidiendo que sus restos descansaran en la pampa nativa "cuando el gobierno argentino reconozca mis servicios".