viernes, 1 de marzo de 2019

Guerra de Malvinas - Augusto Esteban Vilgré La Madrid

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 50 - Marzo 2019 - Pags. 12 a 16 

Un subteniente "en Comisión", nos relata su experiencia como jefe de pelotón en Malvinas


Guerra de Malvinas
Vilgré La Madrid en Mte. Dos Hermanas
Augusto Esteban Vilgré La Madrid, nació en la ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires el 15 de junio de 1960. Su vocación militar lo llevó a estudiar en el Colegio Militar de la Nación, de donde egresó con el grado de subteniente “en comisión”, al inicio de la guerra de Malvinas, en la cual participó activamente en uno de los combates más sangrientos y por su actuación recibió la medalla del Ejército “Al esfuerzo y la abnegación”. Su valor en combate, ha sido destacado en los libros de dos autores ingleses: Mike Seear y Martin Middlebrook y el combate y resistencia de su pelotón se utiliza en la cátedra de “Liderazgo” en la Academia Militar de Sandhurst y en la formación del Batallón de Guardias Escoceses (Gran Bretaña). 

Terminado el conflicto continuó con su carrera militar, participando además en misiones de paz en Irak y la ex Yugoslavia, también en la recuperación de los cuarteles de La Tablada en 1989. Actualmente tiene el grado de Coronel y se desempeñó hasta hace poco tiempo como Director del Centro de Salud de las Fuerzas Armadas, dedicado a tratar y curar las heridas del alma del veterano de guerra, pasando a la Comisión Nacional de Veteranos de Guerra del Ministerio del Interior en calidad de vocal del Ministerio de Defensa. 

En este reportaje que le hice el día 25 de octubre de 2018, nos cuenta todas sus valiosas experiencias en aquel conflicto.

                                                                                                            El Director


El Restaurador: Coronel Vilgré La Madrid, ¿es descendiente del general Gregorio Aráoz de Lamadrid?.

Vilgré La Madrid: El general Lamadrid, actualmente no tiene descendientes directos. Sí, soy descendiente de la familia a la cual él perteneció. 

ER: ¿Cómo era su vida en los días previos a la recuperación de las Islas Malvinas?

VLM: Yo era cadete de 4to. año del Colegio Militar de la Nación y a fines de 1982 debía egresar con el grado de subteniente del Ejército. En los últimos días de febrero y principios de marzo del 82 hicimos exclusivamente instrucción militar y parte de marzo también recibimos la enseñanza académica, intercalada con la instrucción militar. Estaba programado que los primeros días de abril teníamos que rendir exámenes parciales.

ER: ¿Cómo fue el 2 de abril?

VLM: El día 2 de abril al despertarnos con la diana, escuchamos la algarabía de otros cadetes, lo cual nos pareció un poco raro y desacostumbrado, y fue porque ellos ya se habían enterado de la recuperación de las Islas y prontamente el rumor corrió por todos lados. Cuando se presentó ante nosotros el Oficial de Semana, nos confirmó el hecho ocurrido horas antes, pero no nos dio mayores precisiones, porque él tampoco las tenía. Con el paso de las horas fuimos informados con mayor precisión de lo que estaba ocurriendo, lo cual nos puso muy contentos.

Dos días más tarde se comentó que nos promoverían a oficiales, con el cargo de subtenientes “en comisión” por lo cual egresaríamos antes de cursar todo el resto del año. Nos proveyeron de uniforme de combate nuevo, casco, pistola reglamentaria, correaje de oficial y el día 6 se produjo el egreso en un acto celebrado en el Colegio, pero sin la presencia de nuestros familiares y público, como eran los actos de egresados normales, pero sí participó la banda militar.

ER: ¿Por qué los promovieron antes de finalizar el año de estudios?

VLM: Había una necesidad de completar las vacantes que existían en las distintas unidades de combate, a fin de que sus cuadros de organización estuviesen completos. Como Ud. se imaginará nuestro entusiasmo era general, con el deseo de prestar servicios lo antes posible y ser remitidos a alguna unidad destinada a Malvinas. El día 7 fueron destinados al sur, los más antiguos y de mayor mérito. No sabía si también iba a ser elegido para integrarme a alguna unidad y enviado a las islas, y meditaba: ¿Por qué no habré estudiado más para tener mejor promedio que me permitiera estar entre los elegidos?; pero al día siguiente con otros camaradas estábamos saliendo de franco del Colegio y cuando estábamos por traspasar la salida, a un compañero y a mí nos dijeron que debíamos presentarnos a un superior el que nos informó que se nos había destinado para servir en el Regimiento de Infantería 6 Gral. Viamonte que tenía su acantonamiento en la ciudad de Mercedes en la provincia de Buenos Aires, a pocos kilómetros del Colegio. Con todo nuestro equipo completo nos llevaron en una camioneta a la estación de tren y a las ocho y media de la noche más o menos, llegamos a nuestro destino. En ese momento yo ya tenía 21 años, mientras que mi compañero todavía no los había cumplido. Al día siguiente me destinaron a la 3ra. Sección de Compañía B “Peribebuy” del Regimiento, compuesta por 5 suboficiales y 41 soldados y tres días después nos llevaron al Aeropuerto Militar El Palomar, donde en avión nos trasladaron al Aeropuerto de Río Gallegos. Cuando llegamos, todas las luces de ese aeródromo, por cuestiones de seguridad, estaban apagadas, solo se veía el fuego de las cocinas de campaña. Más tarde y después de tomar un rico mate cocido y algún alimento, subimos a un Fokker de la Fuerza Aérea, que no tenía asientos, ya que se los habían sacado para que hubiera más capacidad de transporte.

Llegamos al Aeropuerto de Puerto Argentino el día 13 muy temprano. Como Ud. sabe el Aeropuerto y la Ciudad se encontraban en la Isla Soledad, una de las dos islas más grandes que forman el archipiélago de Malvinas, la otra es la Isla Gran Malvina, separadas ambas por el estrecho de San Carlos. 

El aterrizaje fue un poco accidentado ya que por las características de la pista, que era muy corta, y debido a que por la carencia de asientos íbamos sentados en el suelo, sin ningún elemento de seguridad, ni algo para poder agarrarnos, ocasionó que algunos sufrieron golpes o contusiones, pero por suerte sin consecuencias de gravedad o importancia.

ER: Ya en Malvinas, en la isla Soledad, ¿dónde se establecieron?

VLM: Ya desembarcados del avión fuimos caminando a una zona intermedia entre el Aeropuerto y la Ciudad, o sea entre la Bahía de Puerto Argentino y el camino que conecta al aeropuerto con la ciudad. En ese lugar levantamos unas carpas y estuvimos unos días y de allí nos dieron la responsabilidad de dar seguridad al lado oeste entre Bahía Agradable y Fitz Roy, donde estuvimos también pocas jornadas. La Compañía B a la cual yo pertenecía fue separada del resto del Regimiento para formar una Reserva Helitransportada, esto quiere decir que debíamos ser una fuerza transportable en helicópteros, para desplazarnos lo más rápido posible al lugar que se nos necesitara en la Guarnición de Puerto Argentino que estaba al comando del General de Brigada Jofré. Nos establecimos en el que había sido cuartel de los Marines británicos en Moody Brook (Arroyo Caprichoso), donde funcionaba también la central de comunicaciones; era un lugar muy importante en el dispositivo de defensa. Allí hicimos instrucción con los helicópteros, reparábamos material de guerra y otras actividades, guardias y patrullas que nos mantuvieron ocupados durante ese tiempo.

Guerra de Malvinas
El 13 de abril, la sección del subteniente Vilgré La Madrid, marcha con su equipo
desde el aeropuerto hasta la primera posición asignada en la Bahía.

Más tarde fuimos trasladados al Monte Dos Hermanas (Two Sisters) para que estuviéramos cerca de los helicópteros y más cubiertos de la acción de la aviación enemiga. Los helicópteros que estaban en Monte Kent, fueron trasladados luego a Puerto Argentino para evitar el ataque de los Harriers británicos, ya que allí había más defensa antiaérea y la proximidad de la población civil, hacía que la zona no sufriera tantos ataques y bombardeos de nuestros enemigos.

ER: ¿Que hicieron una vez instalados en ese lugar?

VLM: Se trató de convertir la zona en una fortaleza. Si bien había estimaciones de que los británicos podían intentar un desembarco en la playa de la bahía frente a Puerto Argentino, pero debido a las defensas que fueron instaladas, incluidos las minas que se sembraron, como por la cantidad de efectivos nuestros que guarnecían la zona, hicieron que los ingleses consideraran que realizar el desembarco en ese lugar no les garantizaba el éxito y además existía la posibilidad más que probable que hubieran tenido muchísimas bajas, por lo cual se decidieron por realizar el desembarco en otro lugar alejado y desde allí por tierra llegar a la ciudad. Nuestros mandos también consideraron muy posible esta última posibilidad y por ello se dispuso reforzar esta zona y establecer un cordón defensivo que pasara desde el Monte Longdon, siguiera por los Montes Dos Hermanas, Harriet y Tumbledown, estableciéndose puestos de escucha, vigilancia y observación en los Montes Kent, Challenger y Wall. Todas las armas fueron puestas a punto y regladas y las “zonas muertas” cubiertas bajo el fuego de morteros y ametralladora. Las avenidas de aproximación del enemigo fueron puestas bajo la protección de “trampas explosivas”, colocadas por el Jefe de la Compañía y la retaguardia protegida con fajas de minas instaladas por la Infantería de Marina. También se disponía de coheteras, un Observador Adelantado de Artillería, equipos de comunicaciones, Misiles SAM 7 y Blow Pipe, que fueron utilizados sin éxito contra los aviones británicos, además de munición y una reserva de raciones de combate reforzadas que fueron vitales en los dos últimos días de la batalla que se avecinaba.

Guerra de Malvinas
Los soldados Uboldi y Strizzi, junto a Vilgré La Madrid,
principios de mayo

ER: Evidentemente los británicos considerando la imposibilidad de desembarcar frente a la Ciudad, lo hicieron en la zona de Darwin.

VLM: Así es. El 21 de mayo se produjo el desembarco británico en la bahía del estrecho de San Carlos. Este estrecho separa las dos islas más grandes del archipiélago como ya le manifesté. La fuerza de desembarco fue impresionante. Fueron enfrentados por el Regimiento 25 de Infantería, que había sido bombardeado desde el mar y luego con morteros. Nuestras fuerzas derribaron dos helicópteros Gazelles y ocasionaron bajas a los enemigos y a su vez sufrieron la baja de doce hombres entre muertos y heridos y nueve que cayeron prisioneros y diverso material bélico como un par de helicópteros. Durante 8 días se dio una intensa batalla aeronaval en el estrecho, alcanzando su pico el día de nuestra fecha patria del 25 de mayo. Nuestros aviadores de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval se batieron con valentía, coraje y honor, poniendo en alto riesgo su vida en cada incursión, ocasionando hundimientos y daños considerables a la flota inglesa, ya que por lo menos hubieron once barcos entre hundidos y averiados, como no se había visto desde la segunda guerra mundial, sufriendo los nuestros a su vez graves pérdidas de pilotos y aviones. La valentía y pericia de nuestros aviadores fue reconocido por todo el mundo, incluso por nuestros enemigos.

Con el desembarco británico, en nuestro sector, se incrementaron las incursiones de patrullas de ambos lados, tratando cada una de ellas de levantar información sobre “su” enemigo, para detectar su ubicación y las armas que poseían, pero no hubo por esos días contacto directo de importancia. Cuando cayó Darwin en poder de los ingleses, se incrementaron los enfrentamientos y ellos adelantaron la artillería al Monte Kent. A fines de mayo y principios de junio había escaramuzas en la “zona de nadie” en el río Murrel Bridge, que era bastante caudaloso y peligroso de cruzar si no se lo hacía por un puente que existía en el lugar y que era utilizado por ambas fuerzas y en la base del Monte Kent. A principios de junio nos tuvimos que replegar. Los puestos de observación y escucha ya habían cumplido su misión, porque ya se había descubierto la presencia enemiga. Comenzamos a reforzarnos para el combate en la zona del Monte Dos Hermanas norte.

ER: Prácticamente ya estaba por producirse la batalla decisiva que determinaría el curso de la guerra, ¿es así?.

VLM: Sí, efectivamente. Estábamos ya finalizando el otoño, los días se acortaban, el clima era cada vez más frío, los bombardeos terrestres y navales enemigos se incrementaban, como también sucedía con la actividad de su aviación. La actividad bélica del enemigo día a día aumentaba, lo que presagiaba que el combate se aproximaba. Con cada día que pasaba, ellos se hacían más fuertes.

ER: En esas circunstancias, ¿cómo era el ánimo de la tropa? y la pregunta se la hago teniendo en cuenta que se trataba de conscriptos, es decir soldados no profesionales, que habían cumplido instrucción sólo durante su servicio militar.

VLM: El ánimo de nuestra tropa era muy bueno, más… diría “excelente” sin riesgo a equivocarme. Ya eran parte de la turba y sabían cómo obtener todo de ella: llamas de las ramas húmedas; agua del hielo; guardar comida de reserva; fabricar velas con cordón y grasa de oveja; armar cigarros con papel y yerba o hasta usar de mate el casco de una granada con un bolígrafo Bic y Virulana como bombilla!!!, hasta habían fabricado una radio con restos de un vehículo destruido o construían posiciones a las que no les llegaba ni el agua ni el frío y esto, sin el auxilio de zapadores como lo hacen otros ejércitos… Se veían a sí mismos invencibles, su ánimo no se quebraba y en las largas noches de guardia en la posición “al 50 %”, que significa que uno duerme y el otro vigila, y otras actitudes como el de presentarse varios como voluntarios para una misión, el delicado cuidado de las armas, el cumplimiento de las órdenes y muchos otros hechos que fueron prueba de una actitud positiva y un estado de ánimo excelente.

 Formaban una fracción lista para el combate, con el espíritu templado y sus armas listas, pensando en la justicia de la causa que defendían. Lejos estaban el Comando 42 de los “Blues and Royals” o los Guardias Escoceses y Galeses británicos de imaginarse que esos soldados conscriptos los enfrentarían como en la realidad lo hicieron y que les ocasionarían numerosas bajas. Esto honra aún más a nuestros hombres, no era cualquier Infantería la que enfrentaban, era “LA” infantería moderna por excelencia; el soldado británico es muy profesional y eficiente, entrenado bajo las estrictas reglas del arma y forjado en los más diversos frentes de batalla del mundo… un rival digno de ser enfrentado y envidiado por cualquier combatiente. Y pensar que al volver nuestros conscriptos fueron humillados por algunos con el apodo despectivo de “los chicos de la guerra”, cuando en realidad se comportaron como verdaderos hombres, como lo eran. Debo decir que la ansiedad que se vivía en las posiciones por la proximidad de la lucha era calmada con el rezo diario de Santo Rosario, el que no se suspendía por ningún motivo. Ello nos daba más fuerza y cohesión. El deseo de medir fuerzas, “que vengan de una vez” era la frase más escuchada por ese entonces. Cuando yo rezaba pedía que si me tocaba morir que fuera rápido, porque el mayor miedo que teníamos era quedarnos heridos y morir desangrados. En esos posibles casos, terminabamos viendo a la muerte como un alivio.

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Vilgré La Madrid (x) con algunos integrantes de su sección en Mte. Dos Hermanas,
fines de mayo

ER: Según leí, lo ingleses, por lo general atacaban de noche, ¿es cierto?

VLM: Después de Darwin, donde tuvieron muchísimas bajas, decidieron atacar de noche.

ER: ¿Cómo se desarrolló luego el combate?

VLM: El mes de junio había comenzado con un incremento de los combates que arrojaron como resultado un cerco a Puerto Argentino y una intensa lluvia de proyectiles sobre nuestras posiciones, buscando quebrar nuestro espíritu de lucha. Entre el 9 y 10 de junio el contacto de ambas fuerzas ya era permanente y por nuestra parte nos dábamos cuenta que ya estábamos en los prolegómenos del combate final. En las noches de los dos días siguientes, nuestros puestos adelantados que contaban con visores nocturnos, nos avisaron de un incremento de movimiento enemigo con aprestos en el Monte Kent, por lo cual preparamos nuestras ametralladoras, a la vez que comenzaba el endemoniado bombardeo. Con bengalas comenzaron a iluminar la zona del Monte Longdon, que estaba defendido por las posiciones del Regimiento 7 de Infantería y también comenzamos a sentir el combate detrás nuestro, donde estaba posicionado el Regimiento de Infantería 4 en Dos Hermanas y Harriet.

A la derecha, a 200 o 300 mts. estaban las fuerzas del Regimiento 7 y atrás las del 4, en ambos ya se combatía intensamente. Estábamos convencidos de que esa era “la noche”.

Al ataque contestamos con fuego de ametralladoras, que provocaron que una sección británica con un mortero chico y ametralladoras tuvieran que cambiar de posición. Cada vez se combatía más cerca nuestro, se escuchaban los gritos y puteadas de argentinos e ingleses y también recibíamos fuego desde arriba. En un momento recibimos orden de replegarnos a un lugar donde teníamos más raciones y munición, ese repliegue lo hicimos bajo fuego. Era una noche de mucho frío, agravado por la caída de nevisca.

ER: Cómo era el uniforme que llevaban, ¿era el adecuado para soportar esas temperaturas?, ya que mucho se habló sobre el tema, que los soldados no estaban con el uniforme correcto y otras cuestiones.

VLM: Teníamos ropa adecuada, los equipos eran buenos, como también el armamento. Hay mucho mito y leyenda en todo ello. También debemos considerar que en esas noches de tanto frío con temperaturas bajo cero toda ropa es insuficiente. Las raciones alimenticias también fueron adecuadas, salvo en momentos de bombardeo y combate, donde no pueden llegar el abastecimiento al frente de batalla. Lo que les dio superioridad a nuestros enemigos, fue el poder de fuego de su artillería naval, que no se podía neutralizar, como así también su superioridad aérea, pese a la pericia y bravura de nuestros aviadores y la cantidad del material bélico de que disponían. Tenga en cuenta que el Reino Unido, era después de Estados Unidos la potencia más importante de la OTAN y en ese momento eran la tercera potencia mundial detrás de los EEUU y la URSS. Quienes sí tuvieron más problemas con las raciones, fueron las fuerzas de la Compañía de Ingenieros 9 y los Regimientos de Infantería 5 y 8 que estaban destacados en la Isla Gran Malvina, ya que si bien no combatieron porque los británicos no los atacaron, sí los aislaron, por lo cual salvo excepciones en que se les hizo llegar suministros mediante helicópteros, la superioridad aérea enemiga, impidió que ello se hiciera frecuente.

ER: Siga con el relato sobre los combates.

VLM: Los soldados del 4 se estaban replegando hacia Puerto Argentino. Nos dieron la orden de cruzar por el valle hacia el sector del Monte Tumbledown que era el sector defendido por el Batallón de Infantería de Marina N° 5.

Las artillerías de ambas fuerzas enfrentadas disparaban una contra otra, fue lo que los militares llamamos un “duelo de artillería”.

En realidad con mis soldados entramos en combate entre el día 11 y 12, fue en Monte Dos Hermanas, cuando los ingleses abrieron fuego a una distancia de 80 metros. Los gritos nuestros y los de los ingleses, tanto de aliento, como de dolor y los insultos entre ambos bandos, se mezclaban con el fragor del combate. Allí tuve el primer muerto. Fue cuando una granada de artillería explotó mientras avanzábamos alcanzando sus esquirlas a los soldados Horacio Guanes y Carlos Todde y en mi caso, si bien no fuí alcanzado por las esquirlas, la onda expansiva prácticamente me levantó en el aire, me arrancó el casco y el fusil y me tiró sobre unas piedras. Quedé un poco atontado o aturdido y con los oídos zumbando y escucho que Guanes me grita “¡Estoy herido, mi subteniente, ayúdeme!”, cuando me acerco veo que estaba herido gravemente y tratamos de llevarlo con nosotros, que era lo que normalmente se hacía con los heridos en combate, pero como perdía mucha sangre y seguramente moriría en el camino, ya que nos dirigíamos a un lugar incierto, nuestro enfermero consideró que lo mejor era darle morfina y hacerle un torniquete para evitar su sufrimiento y dejarlo en el lugar, atando a su lado un paño de señalamiento blanco, a fin de que los británicos que estaban muy cerca nuestro, lo vieran y le dieran atención médica. Al otro soldado que no estaba tan herido pudimos llevarlo con nosotros. Después de finalizados los combates y ya estando prisioneros, nos enteramos que Guanes, lamentablemente había muerto a la llegada de los británicos. Pocos días antes de lo que acabo de relatarle, recibí un telegrama que me mandó mi padre, que decía “Querido hijo, se acercan momentos difíciles, se por lo que estás pasando, cuídate mucho, cuida a tus soldados, que Dios te bendiga y te bendice tu padre. Augusto”. Un amigo militar lo había alertado sobre el peligro que corríamos y por eso me mandó el telegrama con esas palabras que me hicieron muy bien y me dieron una fuerza extra: el honor. Si mi propio padre me decía que podía morir por la Nación, yo no podía defraudarlo.

ER: Coronel, escuchar las palabras que le transmitió su padre, a mí también me emocionan, pensando en un Ud. y todo lo que estaba viviendo y me imagino la emoción suya en esos momentos. Algo que me quedó en el tintero con respecto a lo que me contó del soldado Guanes y quiero que me lo aclare: en esas circunstancias ¿de dónde sacaron ese paño blanco?.

VLM: Ese paño lo llevaba yo y cumplía una función. Cuando estábamos establecidos en el terreno y atacaba nuestra fuerza aérea, lo desplegábamos delante de nuestra posiciones, con lo cual el piloto sabía que todo lo que estaba “más allá” del paño de señalamiento era enemigo y por tanto podía ser bombardeado, a la vez evitábamos ser atacados por error por nuestros propios aviones. No sé si está clara la explicación.

ER: Sí. Es algo que no sabía y la duda que me surgió, seguramente también la tendrían quienes lean este reportaje. Siga con el relato de las acciones.

VLM: En la mañana del 12 y después del combate en Dos Hermanas, con mi Compañía nos replegamos a la primera línea defensiva en Monte Tumbledown, donde entre el 13 y 14 de junio se desarrolló el combate final y decisivo, que fue uno de los más duros y sangrientos de la guerra. Allí nos ordenaron ocupar una posición, cubriendo el sector oeste del Monte que estaba libre para evitar una posible penetración. Nos bombardeaban todo el tiempo de día y por la noche; el clima era inhóspito, mucho frío, viento y nieve.

El 13 por la noche tuve una última reunión con mis suboficiales. En ese momento los arengué y les dije: "Tal vez cuando nos volvamos a ver, muchos de nosotros estaremos muertos. Nos queda el honor, no podemos volver como cobardes al continente, conduzcan lo mejor que puedan a sus soldados. Yo también tengo miedo pero pongan huevos. Tratemos de que los que muramos sea heroicamente en combate y no por cagones". Y les di un abrazo. Horas después, en la madrugada del 14, tuvimos el combate cuerpo a cuerpo, a matar o morir. A las 6 de la mañana tiro una granada de fusil y sentí ruido de gente que caía, gritos de dolor. Los ingleses empezaron a tirar. El combate se extendió hasta el amanecer y el batallón de los Guardias Escoceses no podía avanzar. El combate llegó a ser cuerpo a cuerpo, con bayonetas. Mis dos últimos muertos fueron los soldados Echave y Balvidares.

Nuestros enemigos atacan en Monte Tumbledown que estaba defendida por la Compañía Nacar de la Infantería de Marina, como así también atacan las posiciones de Tte. Carlos Vázquez que cubría el camino que venía de Fitz Roy. Los Guardias escoceses hicieron un primer ataque cerca de las 10 de la noche y horas más tarde hicieron otro. En la madrugada me ordenaron que con mi Sección reforzara a los efectivos de Vázquez y bloqueara la penetración británica. Las fuerzas de Vázquez ya estaban por rendirse. En esos momentos se produjo una gran confusión, ya que el fuego de armas automáticas provenía de todos lados y no podíamos distinguir si era amigo o inglés. En el combate les ocasionamos considerables bajas a nuestros enemigos. La superioridad de ellos era abismal, nos quedamos sin cohetes y comenzó a escasear la munición y fueron muertos los soldados Horisberger, Rodríguez, Bordón, Luna y Becerra y otros 10 resultaron heridos. Llegamos a la base de los Montes Tumbledown y Sapper Hill y nos ordenaron ocupar una posición para abrir fuego sobre el Monte Wireless Ridge, ocupado por paracaidistas británicos quienes estaban haciendo fuego contra los soldados de los Regimientos 3, 7 y 25 de Infantería que estaban replegándose; allí mueren mis dos últimos hombres: Echave y Balvidares. Llegué ahí con 13 de los 45 hombres que había tenido inicialmente a mi cargo. Debido a la superioridad británica y para no quedar encerrados tuvimos que replegarnos hacia Puerto Argentino y cuando entramos en la ciudad el cese de fuego ya era total y nos dimos cuenta que el combate ya había terminado. La mayor tristeza al entrar en Puerto Argentino fue el silencio que encontramos y el recuerdo como jefe de los subalternos muertos, mientras yo seguía vivo. En lo personal y profesional, me sentí un fracasado.

Guerra de Malvinas

Toma efectuada por el fotógrafo Eduardo Rotondo, donde se ve a Vilgré La Madrid entrando a Puerto Argentino el 14 de junio al mediodía, seguido por el sargento Echeverría y el soldado Disciulo

Ese mismo día, 14 de junio, los británicos después de tomarnos prisioneros nos trasladaron al mismo lugar donde habíamos armado nuestras carpas al arribo a la isla. En la bahía había un bunker abandonado que en 2da. Guerra Mundial había sido utilizado como depósito de municiones, donde nos acomodamos como pudimos. Cada uno ocupó un lugar, nadie hablaba, ni había comentarios, todos estábamos amargados y apenados por el desenlace del combate y abstraídos con nuestros propios pensamientos hacia nuestra familia y los camaradas que habían muerto o resultado heridos o no habíamos sabido más del destino de algunos otros. A la medianoche y ya 15 de junio, se acercaron mis soldados a donde yo estaba para saludarme, porque ese era el día de mi cumpleaños número 22. Ese gesto me quebró y sumado a todo lo que había sucedido en esos días, hizo que llorara, unidos los sentimientos de agradecimiento hacia mis soldados y también de impotencia, por cómo había culminado el conflicto. Pero ese saludo que recibí me emocionó, fue un momento grato en aquellos momentos muy tristes. Fue la única vez que lloré durante el conflicto y al verme así mis soldados no dudaron en abrazarme y contenerme.

Ese día por la mañana nos trasladaron a unos galpones que habían sido de la Falkland Islands Company y estaban cerca del puerto, donde pasamos unos días, trasladándonos después al puerto, donde nos pusieron en fila para interrogarnos, nos revisaron y nos sacaron algunas pertenencias como las cartas que habíamos recibido desde el continente, de familiares, amigos o personas que desconocíamos, donde pudiera haber información de algún tipo.

ER: ¿Cómo fue esa revisación?

VLM: Esa revisación fue muy superficial, no nos hicieron sacar nuestros uniformes ni nada parecido, tanto es así que yo pude pasar un rollo de fotografías y alguna que otra pertenencia personal más.

ER: ¿Cómo volvieron al continente?.

VLM: Después de lo que acabo de relatarle, nos subieron a unas barcazas. En esos momentos no sabíamos cuál iba a ser nuestro destino, si nos llevarían a Gran Bretaña o a otro lugar para mantenernos como prisioneros, pero no… nos llevaron al buque argentino ARA Bahía Paraíso a cargo de la Cruz Roja, donde un funcionario de esa organización internacional nos dio la bienvenida y tomó nuestros datos personales. Allí nos reencontramos con algunos camaradas que creímos que habían muerto o sufrido heridas y ello fue un motivo de alegría, que se mezcló con la tristeza al saber del fallecimiento de otros. Tres días después el buque amarró en un pequeño puerto de la Armada, en Santa Cruz, llamado Punta Quilla. En camiones y micros fuimos trasladados al Aeropuerto de Santa Cruz y en avión, trasladados a El Palomar y de allí en camiones fuimos a la Escuela de Suboficiales Gral. Lemos, en Campo de Mayo, donde permanecimos tres días. Por último, en micros nos llevaron a nuestro regimiento en Mercedes. Durante todo el trayecto, la gente que se enteraba de nuestra paso nos saludaba con cariño y nos aplaudía, lo cual fue muy grato para todos nosotros recibir esas muestras de aprecio y reconocimiento de la población, no hubo reproches, sino todo lo contrario, solo recibimos muestras de agradecimiento por lo que habíamos hecho pese a la derrota. Ya en Mercedes y dentro del Regimiento, estaba todo el pueblo y allí pudimos reencontrarnos también con nuestros familiares.

Por último quiero recordar a mis soldados conscriptos, camaradas de armas que tuve el honor de comandar y que fallecieron en el conflicto, ellos son quienes escribieron mi historia en la guerra no yo: Horacio Balvidares, Walter Ignacio Becerra, Luis Jorge Bordón, Horacio José Echave, Héctor Antonio Guanes, Juan Domingo Horisberger, Ricardo José Luna y Juan Domingo Rodríguez.

ER: Le agradezco su buena predisposición para este reportaje y los datos que transmitió.

VLM: Podría haberle contado muchas cosas más, algunas de ellas técnicas, pero creo que lo que le conté es lo esencial y puede ser de interés para los lectores de este periódico.

ER: En otra oportunidad me interesaría hacerle un reportaje acerca de su pasada actividad como Director del Centro de Salud de las Fuerzas Armadas y de las funciones que ese centro cumple en favor de los veteranos de guerra.

VLM: Sí, como no… sería interesante que sus lectores conocieran toda la actividad que realiza el Centro y cuando guste nos reunimos para charlar sobre ese tema.