viernes, 1 de marzo de 2019

Litografías de Bacle - El Encendedor de faroles

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 50 - Marzo 2019 - Pag. 10 

Litografías de Bacle – El Encendedor de faroles

Por Norberto Jorge Chiviló

El Encendedor de faroles


En este número nos vamos a referir a la litografía N° 3 del Cuaderno 1, de “Trages y costumbres de la Provincia de Buenos Aires”, de César H. Bacle, que corresponde a “El Encendedor de faroles”.

En esta ilustración podemos observar que el personaje a quien popularmente se lo llamaba “farolero”, como en muchas de las litografías de Bacle, es de raza negra. Porta una escalera, que apoya sobre su hombro y la sostiene con su mano izquierda y en su otra mano lleva una antorcha, elementos ambos para poder realizar su trabajo. Viste prendas sencillas propias de su condición social. 

Los primeros datos que se tienen sobre la iluminación  de las calles en la ciudad de Buenos Aires, datan de 1744 cuando el gobernador Domingo Ortiz de Rozas dictó un bando que disponía que tiendas y pulperías debían colocar faroles, los que tenían que estar encendidos desde la hora de la oración hasta las 9 en invierno o las 10 en verano para “evitar ofensas contra Dios”.

Años después, el virrey Juan José de Vértiz en 1777, otorgó una concesión a un empresario para instalar faroles a vela en las calles de la ciudad “a ejemplo de otras ciudades de Europa”, para “evitar robos, muertes y otros excesos”. El farol protegía la llama del viento y la lluvia. Evidentemente era un sistema muy precario. El concesionario cobraba por el servicio prestado, dos reales por puerta.

Las velas que se colocaban en el medio de estos faroles eran de sebo y ennegrecían de inmediato los vidrios, por lo que la iluminación se atenuaba, por eso la tarea del farolero que diariamente estaba encargado de encenderlos también comprendía la de mantener limpios los vidrios.

Ya por la década de 1840 también hubo faroles de iluminación al aceite -vegetal o de potro-, coexistiendo los dos sistemas de iluminación.

En 1851 se ensayó en la Plaza de la Victoria la iluminación a gas de carbón. Un gran letrero que decía “Viva Rosas” y dos faroles se encendieron con un buen resultado.

Uno de los pregones más comunes que decían los faroleros, era: 

Los faroles de las calles yo me encargo de encender / para que usted mi negrita no se vaya a caer.

A mediados de la década de 1850 aparecieron los faroles a gas y más o menos veinticinco años más tarde con la aparición de las lámparas incandescentes, la ocupación de los faroleros, desapareció.

Época de Rosas
Recibo de pago del alumbrado público