viernes, 1 de marzo de 2019

La correspondencia entre San Martín y Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 50 - Marzo 2019 - Pags. 1 a 7 

  LA CORRESPONDENCIA ENTRE SAN MARTIN Y ROSAS (1ra. parte)

                                                                                                  Por  Norberto Jorge Chiviló

Juan Manuel de Rosas
Litografía coloreada. Circa 1835


En el número anterior de este periódico, en el artículo de tapa “Una carta de San Martín”, me referí a la carta inédita que nuestro Libertador remitió en 1820 al Cabildo de San Juan, antes de su partida hacia Chile.

El presente artículo, tiene por objetivo hacer conocer en varias entregas, la correspondencia que en casi doce años intercambiaron José de San Martín y Juan Manuel de Rosas.

Durante muchísimo tiempo, esto fue ocultado por la llamada historia oficial y aún hoy es desconocido por la gran mayoría de la población y pocas veces nombrada –cuando no ocultada– por los historiadores afectos a dicha línea historiográfica. Estas cartas comenzaron a ser divulgadas por Adolfo Saldías a fines del siglo XIX, y en el siglo pasado los historiadores Ricardo Font Ezcurra y Julio César Gras, entre otros, se ocuparon de ellas. 

Considero que todo argentino, tiene que saber de su existencia ya que a través de ellas, estos dos personajes históricos fundamentales en la historia de nuestra Patria y creadores de nuestra nacionalidad, forjaron una sólida amistad –que se extendería durante 12 años y hasta la muerte del Libertador–, basada en el respeto y admiración mutua, y el reconocimiento que cada uno de ellos hizo de los méritos del otro, tanto en la lucha por la Independencia del primero, como en la defensa de la misma por el segundo.

Si bien en las páginas de este periódico siempre tratamos de hacer referencia a estas misivas, ahora las difundiremos en su totalidad en varias entregas, porque son fundamentales para comprender la historia de nuestro país de aquellos años.

Ellas son una prueba cabal e irrefutable del pensamiento y actuación de San Martín, durante el gobierno de Rosas, que demuestran una vez más el desinteresado patriotismo que animaba al Libertador y el apoyo que siempre dio a su amigo Juan Manuel. Prueban también que el Libertador, siempre estuvo en conocimiento de lo ocurría en nuestra Patria y de los problemas fundamentales de la Confederación Argentina y de toda América, no obstante vivir en Europa, fruto todo ello de su correspondencia también mantenida con otros personajes de la época.

Juan Manuel de Rosas
Plaza de la Victoria en la época de Rosas. Aguada de Leoni Matthis

El inicio del intercambio epistolar

La primera carta que San Martín le envió al gobernador de la provincia de Buenos Aires, que a su vez era encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, lo motivó el conflicto franco-argentino, iniciado por el contralmirante Louis Leblanc al decretar el 28 de marzo de 1838 el bloqueo al “puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río perteneciente a la República Argentina”. (ver ER N° 6)

Ese bloqueo iba en consonancia con la política expansionista iniciada por el monarca galo Juan Felipe de Orleans.

En ese entonces el Libertador se encontraba en su exilio voluntario, residiendo en su casa de Grand Bourg, cercano a París, y cuando leyó en los periódicos franceses sobre el injusto bloqueo que significaba una agresión a la Argentina, se decidió a remitirle al gobernante argentino la primera de sus cartas, que estaba redactada en estos términos: 


Grand Bourg, cerca de París, 5 de agosto de 1838

Exmo. Sr. Capitán General D. Juan Manuel de Rosas. 

Muy señor mío y respetable general:

Separado voluntariamente de todo mando público el año 23 y retirado en mi chacra de Mendoza, siguiendo por inclinación una vida retirada, creía que este sistema, y más que todo mi vida pública en el espacio de diez años, me pondrían a cubier­to con mis compatriotas de toda idea de ambición a ninguna especie de mando; me equivoqué en mi cálculo –a los dos meses de mi llegada a Mendoza, el gobierno que, en aquella época, mandaba en Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de hacerme sospechoso a los demás gobiernos de las provincias; por otra parte, los de la oposición, hombres a quienes en general no conocía ni aun de vista, hacían circular la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía otro objeto que el de derribar a la administración de Buenos Aires, y para corroborar esta idea mostraban (con una Imprudencia poco común) cartas que ellos suponían les escribía. Lo que dejo expuesto me hizo conocer que mi posición era falsa y que, por desgracia mía, yo había figurado demasiado en la guerra de la independencia, para esperar gozar en mi patria, por entonces, la tranquilidad que tanto apetecía. En estas circunstan­cias, resolví venir a Europa, esperando que mi país ofreciese garantías de orden para regresar a él; la época la creí oportuna en el año 29: a mi llegada a Buenos Aires me encontré con la guerra civil; preferí un nuevo ostracismo a tomar ninguna parte en sus disensiones, pero siempre con la esperanza de morir en su seno.

Desde aquella época, seis años de males no interrumpidos han deteriorado mi constitución, pero no mi moral ni los deseos de ser útil a nuestra patria; me explicaré: 

He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me su­pongo un hombre necesario, hacen, por un exceso de delicadeza que usted sabrá valorar, si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine. Concluida la guerra, me retiraré a un rincón –esto es si mi país me ofrece seguridad y orden; de lo contrario, regresaré a Europa con el sentimiento de no poder dejar mis huesos en la patria que me vio nacer–. He aquí, general, el objeto de esta carta. En cualquiera de los dos casos –es decir, que mis servicios sean o no aceptados–, yo tendré siempre una completa satisfacción en que usted me crea sinceramente su apasionado servidor y compatriota, que besa su mano”

José de San Martín


En esta primera carta, San Martín comenzaba contándole a su futuro amigo, las vicisitudes que le tocaron vivir cuando después de su campaña libertadora y retirado a su chacra en Mendoza, en el año 1823 el gobierno de Buenos Aires de aquél momento a cargo de Martín Rodríguez, con su ministro Bernardino Rivadavia, lo hostilizó de todas formas con persecuciones y ofensas, lo que siempre fue recordado con sabor amargo por San Martín y puesto de manifiesto en mucha de la correspondencia que remitió a sus amigos a través de los años. Ese malestar contra Rivadavia, lo tuvo durante toda su vida. 

De la misma manera se refirió a su llegada al Plata a principios del año 1829, esperanzado que en nuestro país hubiera “garantías de orden”, para residir en el mismo y pasar sus últimos años de su vida, pero por el contrario se encontró con la guerra civil que se había reiniciado con motivo del motín del 1° de diciembre del 28, promovido por un exsubalterno suyo en la campaña libertadora, el general Lavalle, quien después de derrocar al legítimo gobernador Dorrego, instaló un gobierno de facto en Buenos Aires. Ese fue el motivo que impulsó a San Martín a preferir “un nuevo ostracismo” a intervenir en la guerra civil desatada y por ello ni siquiera desembarcó en Buenos Aires y luego de una breve estadía en Montevideo, regresó a Europa. (Ver ER N° 49)

En la misma no obstante manifestar encontrase con su salud deteriorada, ponía de manifiesto que su moral y “los deseos de ser útil a nuestra patria”, y como un deber “de americano”, ofrecía su persona a disposición del Gobernador de Buenos Aires, “si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine”. En ese ofrecimiento San Martín, no ponía ningún condicionamiento, ni pretendía cargos ni honores, cuando dice “en cualquier clase que se me destine”. Cualquier destino, con tal de servir a su Patria, bastaba a San Martín.

Ante la confrontación con Francia, él no dudó en poner su espada a disposición del gobierno que hacía frente a esa agresión, levantando la bandera nacional, contrariamente a lo que ocurría con otros “argentinos”, que pondrían no solo sus personas y armas a disposición del país agresor de su propia Patria, sino que también alentaban esa intervención extranjera.


La recepción de la carta por Rosas y su contestación

Como bien dice Mario César Gras “Es de imaginar el efecto que habrá hecho en Rosas el ofrecimiento de San Martín. Es el más grande hombre de América, el fundador de la independencia de la Argentina, Chile y Perú, el que espontáneamente se brinda a colaborar en la defensa del continente que él ha emprendido con tanto denuedo. Ya no está solo en la demanda. Su causa está ahora respaldada, nada menos, que por el Padre de la Patria. ¿Qué son los enlevitados personajones unitarios frente al ilustre Capitán de los Andes?”

La contestación del Restaurador, decía:


Buenos Aires, enero 24 de 1839.

Señor brigadier general D. José de San Martín

Apreciable general y distinguido compatriota:

Al leer su muy estimable, fecha 5 de Agosto último, he tenido el mayor placer, considerando por todo su contexto los nobles y generosos sentimientos de que se halla V. animado por la libertad y gloria de nuestra patria. Mi satisfacción habría sido completa, si me hubiese sido posible excusar el recuerdo de los funestos sucesos que lo obligaron a retirarse de este país, y que nos ha privado, por tanto tiempo, de sus importantes servicios; pero ¡quién sabe si esto mismo, desmintiendo la maledicencia de sus enemigos, ha mejorado su posición, para que sean más estimables los que haga a esta República en lo sucesivo!

Con efecto; el tiempo y los acontecimientos, considerados en su origen, relaciones y consecuencias, suelen ser la mejor antorcha contra las falsas ilusiones que producen la ignorancia, la preocupación y las pasiones. Felicito a V. por el acierto con que ha sabido hacer conocer la injusticia de sus perseguidores, y le doy lleno de contento las más expresivas gracias por la noble y generosa oferta que se sirve hacerme de sus servicios a nuestra patria en la guerra contra los franceses; pero aceptándola con el mayor gusto, como desde luego la acepto, para el caso de que sean necesarios, debo manifestarle que por ahora no tengo recelo de que suceda tal guerra, según lo espero por la mediación de la Inglaterra, y notorios perjuicios a las demás potencias neutrales; y, por lo mismo, al paso que me sería grato que V. se restituyese a su patria, por tener el gusto de concluir en ella los últimos días de su vida, me sería muy sensible que se molestase en hacerlo, sufriendo las incomodidades y peligros de la navegación, por solo el motivo de una guerra que, probablemente, no sea verificada; y mucho más cuando concibo que permaneciendo V. en Europa, podrá prestar en lo sucesivo a esta República sus buenos servicios en Inglaterra o Francia.

Al hacer a V. esta franca manifestación, solo me propongo darle una prueba del alto aprecio que me merece la importancia de su persona, recordando lo mucho que debe a sus afanes y desvelos la independencia de la República, como también las de Chile y Perú; mas no exigir a V. ninguna clase de sacrificio que le sea penoso, ni menos que se prive del placer que podrá tener en volver cuanto antes a esta su patria, en donde su presencia nos sería muy grata a todos los patriotas federales.

Los adjuntos cuadernos impresos darán a V. una idea de los sucesos de este país en 1838.

Que Dios conceda a V. la mejor salud y ventura, es el voto constante de su muy atento servidor y compatriota.

Juan Manuel de Rosas


En esta contestación, Rosas manifestaba su satisfacción y “el mayor placer, considerando por todo su contexto los nobles y generosos sentimientos de que se halla V. animado por la libertad y gloria de nuestra patria” y a la vez le agradecía “la noble y generosa oferta que se sirve hacerme de sus servicios a nuestra patria en la guerra contra los franceses”. Recordaba asimismo los servicios que el Gran Hombre le había prestado a la independencia de nuestro país y a las de Chile y Perú. Además de apreciar el ofrecimiento, lo aceptaba en caso que fuera necesario, pero considerando en ese momento que por las tratativas iniciadas por Inglaterra para evitar la lucha armada y seguramente considerando también –y esto corre por mi exclusiva cuenta– la edad que en esos momentos contaba San Martín –60 años, la que era bastante avanzada en aquella época, teniendo en cuenta que el promedio de vida en el siglo XIX no llegaba a los 50 años– y su salud quebrantada, según él mismo lo había referido en su primera carta cuando manifestaba que “seis años de males no interrumpidos han deteriorado mi constitución”, hicieron que Rosas con total delicadeza, considerando todas esas circunstancias, aunado ello que para una persona anciana, no era fácil encarar un viaje desde el viejo mundo al Río de la Plata, “sufriendo las incomodidades y peligros de la navegación”, por lo que le manifestó que allí en Europa “podrá prestar en lo sucesivo a esta República sus buenos servicios en Inglaterra o Francia”. Además le hacía llegar impresos con todos los antecedentes relativos al conflicto, para ponerlo al tanto de los pormenores de ese injusto bloqueo.

Debo mencionar también que en el año 1822, Rosas junto a sus socios Luis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero, adquirieron una estancia (cuyo casco se encuentra ubicado en el actual Partido de la Matanza, localidad de Virrey del Pino, donde se ubica el Museo Histórico de la Matanza Juan Manuel de Rosas) a la cual él llamó San Martín, por la admiración que el nombre del Libertador le producía y como un homenaje al prócer (ver ER 31).

Juan Manuel de Rosas
Tapa del periódico "El Mosquito" del 21 de agosto de 1892

San Martín acusa recibo de la contestación de Rosas y en una nueva misiva efectúa un lapidario juicio contra los unitarios

En esta segunda carta de San Martín, en la que acusaba recibo de la contestación enviada por Rosas, le hacía saber a su interlocutor que los impresos que le fueron remitidos le habían permitido ponerse al tanto de los motivos de las desavenencias con el gobierno francés, y de la sinrazón “para proceder de un modo tan violento como injusto” de aquella potencia para con nuestro país.

A continuación el Padre de la Patria manifestaba su repulsa contra el partido unitario, cuyos miembros se habían aliado a los enemigos de la patria y emitió un lapidario juicio contra ellos: “…lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Los acusaba sencillamente, ni más ni menos que del peor delito, el de lesa Patria o traición (Ver ER N° 49)

También y con total humildad –característica esta, siempre presente en San Martín–, no creía contar con las cualidades necesarias para desarrollar una actividad o misión en Europa “de cuyo éxito puede depender la felicidad de nuestro país”.


Gran Bourg, 7 leguas de París

10 de junio de 1839

Exmo. Sr. capitán general D. Juan Manuel de Rosas

Respetable general y señor:

Es con verdadera satisfacción que he recibido su apreciable del 24 de enero del corriente año; ella me hace más honor de lo que mis servicios merecen; de todos modos, la aprobación de estos por los hombres de bien es la recompensa más satisfactoria que uno puede recibir.

Los impresos que usted ha tenido la bondad de remitirme, me han puesto al corriente de las causas que han dado margen a nuestra desavenencia con el gobierno francés; confieso a usted, apreciable general, que es menester no tener el menor sentimientos de justicia, para mirar con indiferencia un tal abuso de poder; por otra parte, la conducta de los agentes de este gobierno, tanto en este país como en la Banda Oriental, no puede calificarse sino dándosele el nombre de verdaderos revolucionarios; ella no pertenece a un gobierno fuerte y civilizado; pero es que ni en la Cámara de los Pares, ni en la de los Representantes no ha habido un solo individuo que haya exigido del ministerio la correspondencia que ha mediado con nuestro gobierno, para proceder de un modo tan violento como injusto: esta conducta puede atribuirse a un orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra un estado débil o a la falta de experiencia en el gobierno representativo y a la ligereza proverbial de esta nación; pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer.

Me dice en su apreciable, que mis servicios pueden ser de utilidad a nuestra patria en Europa; yo estoy pronto a rendírselos con la mayor satisfacción; pero, y faltaría a la confianza con que usted me honra, si no le manifestase, que destinado a las armas desde mis primeros años, ni mi educación, ilustración ni talentos no son propios para desempeñar una comisión de cuyo éxito puede depender la felicidad de nuestro país; si un sincero deseo del acierto y una buena voluntad fuesen suficiente para corresponder a la tal confianza, usted puede contar con ambas con toda seguridad, pero estos deseos son nulos si no los acompañan otras cualidades.

Deseo a usted acierto en todo y una salud cumplida, igualmente el que me crea sinceramente su afecto servidor y compatriota.

José de San Martín


Designación de San Martín como Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno del Perú

En la época en que fueron escritas estas cartas transcriptas precedentemente, la Confederación Argentina, aliada a la República de Chile, estaba en guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, a cuyo frente se encontraba el Mariscal Andrés de Santa Cruz, quien contaba con el apoyo de Francia. Debido a la ambición de Santa Cruz de incorporar a su Confederación, territorios que pertenecían a Chile y Argentina, fue la causa por la cual estos dos países le habían declarado la guerra.

La victoria de los chilenos en la batalla de Yungay, ocurrida el 20 de enero de 1839, significó la terminación de la guerra y el fin de la Confederación Perú-Boliviana y como consecuencia, Bolivia y Perú se separaron.

Así por Decreto (1310) del 23 de marzo de 1839, Rosas designó al General Tomás Guido, en ese entonces Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de Chile, como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante el Gobierno de la República de Bolivia y casi cuatro meses después y como prueba de gratitud hacia San Martín, por otro decreto lo designó Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina ante el Gobierno del Perú.


“(1334)

¡Viva la Federación!

Departamento de R.E.

Buenos Aires, julio 17 de 1839.

Año 30 de la Libertad, 24 de la Independencia, y 10 de la Confederación Argentina.

El Gobierno, Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, ha acordado y decreta.

Art. 1° Queda nombrado Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina cerca de Exmo. Gobierno de la República del Perú, el Brigadier General D. José de San Martín, con la asignación que determina el presupuesto del presente año, aprobado por la Honorable Junta de Representantes.

2. Expídansele las credenciales correspondientes, comuníquese, publíquese, e insértese en el Registro Oficial.

Rosas. Felipe Arana”.


El Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Arana, le escribió dos días después una nota oficial, haciéndole saber ese nombramiento y enviándole las credenciales pertinentes


¡Viva la Federación!

El ministro de relaciones exteriores de Buenos Aires encargado de las que corresponden a la Confederación Argentina.

Buenos Aires, 18 de julio de 1839, año 30 de la Libertad, 24 de la Independencia y 10 de la Confederación Argentina.

Al señor brigadier general don José de San Martín.

El infrascripto tiene la satisfacción de incluir a V.S. de orden superior, copia del decreto expedido el 17 del corriente por el excelentísimo encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina nombrando a V.S. ministro plenipotenciario cerca del gobierno de la república del Perú.

S.E. al dispensar a V.S. este honor y señalada confianza, ha tenido presente, que no obstante haberse ausentado de la América, después de haber hecho por su libertad y especialmente por la de su patria, los más eminentes servicios, ha conservado inalterablemente el más vivo interés por los sacrosantos derechos que ayudó a conquistar, mostrando en los conflictos de su país los sentimientos dignos de un americano argentino.

A esta consideración poderosa se ha unido también la convicción de S.E. de que la legación a que se le destina se concilia quizá con el estado de salud, dando asimismo al Perú con esta elección, que no puede dejar de serle grata, no solamente una prueba inequívoca de los deseos de la  Confederación de estrechar con él relaciones de confraternidad y amistad sincera en el sentido de los intereses generales del nuevo mundo, sino que al mismo tiempo hace la noble ostentación de elegir a tal alto objeto a un veterano de la independencia, cuyos títulos sabrán valorar los pueblos peruanos y su ilustrada administración.

S.E. espera que V.S. no excusará a su patria este nuevo servicio sobre los muy importantes que le tiene rendidos. Y si V.S. admite el nombramiento en virtud del cual se ha extendido el adjunto diploma, espera S.E. se ponga V.S. en marcha a esta ciudad avisándolo a este ministerio, y librando a su cargo el importe de su transporte para satisfacerlo, y a fin de que se extiendan las instrucciones necesarias, y se den las órdenes relativas, al abono de los sueldos designados a los ministros plenipotenciarios.

Dios guarde a V.S. muchos años.

Felipe Arana


El adjunto diploma que acompañaba esta carta, decía:

El ministro de relaciones exteriores de Buenos Aires encargado de las que corresponden a la Confederación Argentina.

Por cuanto, deseando dar al excelentísimo gobierno del Perú, libre hoy de la tiranía, y ominosa influencia del tirano usurpador Santa Cruz, una prueba inequívoca de los ardientes votos que animan a la Confederación Argentina de estrechar relaciones de confraternidad y amistad sincera en el sentido de los intereses generales del nuevo mundo, y bajo bases de honrosa y justa reciprocidad.

Por tanto, y teniendo plena confianza en la prudencia, lealtad y sabiduría del brigadier general Don José de San Martín, veterano de la independencia, cuyos títulos sabrán valorar los pueblos peruanos y su ilustrada administración, ha venido en autorizarlo, nombrarlo y constituirlo, como por el presente lo nombra, lo autoriza y constituye por su ministro plenipotenciario cerca del excelentísimo gobierno de la república del Perú con las calidades que prescribe el superior decreto del 17 del corriente; y a cuyo efecto se le expide el presente diploma firmado y sellado según corresponde.

Dado en Buenos Aires, a los 19 de julio del año del Señor de 1839; año 30 de la libertad, 24 de la independencia y 10 de la Confederación Argentina. 

Juan Manuel de Rosas

Felipe Arana


El decreto de nombramiento y la credencial o diploma correspondiente se le remitieron a San Martín, por intermedio del Ministro Plenipotenciario de nuestro país en Inglaterra, Manuel Moreno, quien a su vez lo anotició, con la siguiente misiva


Londres, 15 de Octubre de 1839.

Señor general Don José de San Martín.

Señor general:

Tengo el honor de transmitir a V.E. por conducto de la embajada de S. M. B. en París y de mi amigo el señor Staines, un pliego del gobierno de la república recibido con mi correspondencia por el paquete que llegó ayer, que se me encarga pasar con seguridad a sus manos, y contiene el nombramiento de V.E. como ministro plenipotenciario cerca del gobierno del Perú; igualmente una carta del señor general Rosas y otra del señor Sarratea desde Janeiro.

Sírvase V.E. acusarme el recibo del expresado pliego y si V.E. gusta valerse del conducto de esta legación para su respuesta, él está muy a su disposición.

Tengo el honor de ser de V.E. muy obediente servidor que B.S.M.

Manuel Moreno 


Pocos días después de recibida por San Martín toda aquella documentación, éste le remitió al Ministro Arana su contestación manifestándole que no obstante la “honra”, que le había producido tal nombramiento, no podía aceptarlo, dándole cuenta de “las razones que me impiden aceptar tan honrosa misión”.


Grand Bourg, cerca de París, 30 de octubre de 1839.

Señor Ministro:

Por la honorable nota del 18 de julio del presente año se sirve V.S. comunicarme el decreto del excelentísimo señor capital general de la provincia de Buenos Aires encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, de mi nombramiento como ministro plenipotenciario cerca del gobierno de la república del Perú; esta prueba de alta confianza con que me honra V.E. ha excitado mi más vivo reconocimiento y no correspondería a ella sino manifestase a V.S. las razones que me impiden aceptar tan honrosa misión.

Si solo mirase mi interés personal nada podría lisonjearme tanto como el honroso cargo a que se me destina: un clima que no dudo es el que más puede convenir al estado de mi salud; la satisfacción de volver a un país de cuyos habitantes he recibido pruebas inequívocas de desinteresado afecto, mi presencia en él pudiendo facilitar en mucha parte el cobro de los crecidos atrasos que se me adeudan por la pensión que me señaló el primer congreso del Perú y que sólo las conmociones políticas y cuasi no interrumpidas de aquél país no ha permitido realizar; he aquí, señor ministro, las ventajas efectivas que me resultarían aceptando la misión con que se me honra; pero faltaría a mi deber si no manifestase igualmente que enrolado en la carrera militar desde la edad de 12 años, ni mi educación ni instrucción las creo propias para desempeñar con acierto un encargo de cuyo buen éxito puede depender la paz de nuestro suelo. Si una buena voluntad, un vivo deseo del acierto y una lealtad la más pura fuesen sólo necesarias para el desempeño de tan honrosa misión, he aquí todo lo que yo podría ofrecer para servir a la república, pero S.E. el señor gobernador como yo, que estos buenos deseos no son suficientes. Hay más, y este es el punto principal en que con sentimiento fundo mi renuncia. S.E. al confiarme tan alta misión tal vez ignoraba o no tuvo presente que después de mi regreso de Lima el primer congreso del Perú me nombró generalísimo de sus ejércitos señalándome al mismo tiempo una pensión vitalicia de 9.000 pesos anuales. Esta circunstancia no puede menos que resentir mi delicadeza al pensar que tenía que representar los intereses de nuestra república ante un Estado a que soy deudor de favores tan generosos, y que no todos me supondrían con la moralidad necesaria a desempeñarla con lealtad y honor. Hay que añadir que no hubo un solo empleo en todo el territorio del Perú que ocupó el ejército libertador en el tiempo de mi mando, que no fuese quitado a los pocos afectos y reemplazados por hijos del país; esta circunstancia debe haberme hecho una masa de hombres reconocidos, lo que comprueba que a pesar de mi conocida oposición a todo mando no ha habido crisis en aquel Estado sin que muchos hombres influyentes de todos los partidos me hayan escrito exigiendo mi consentimiento para ponerse a la cabeza de aquélla república. Con estos antecedentes ¿cuál y que crítica no debería ser mi posición el Lima? ¿cuántos no tardarían de hacerme un instrumento ajeno a mi misión y en oposición a mis principios? En vano yo opondría a este proceder una conducta firme e irreprochable; me sucedería lo que a mi llegada a Mendoza en el año 23, que los enemigos de la administración de Buenos Aires en aquélla época me representaban como el principal agente de la oposición a pesar de la distancia que me separaba de la capital, y de la conducta la más imparcial. He aquí, señor ministro, las fundadas razones en que por primera vez y con sentimiento mío me veo obligado a no prestar mis servicios a la república y que espero se servirá V.S. elevarlas al conocimiento de S.E. el señor gobernador protestándole al mismo tiempo mi más vivo y sincero reconocimiento a la alta confianza que ha dispensado.

Dios guarde a V.S. muchos años.

José de San Martín.


Juan Manuel de Rosas
Soldados de Rosas. Autor anónimo
Debemos notar también que casi al final de esta carta, San Martín vuelve una vez más a relatarle a Arana, lo que le había ocurrido a su llegada a Mendoza en el año 23 con el gobierno de Buenos Aires. 

El ministro le contestó en nombre del Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y al tiempo que respetaba su decisión, también lamentaba su renuncia, la que le fué aceptada por Rosas a mérito de las razones que la informan:


¡Viva la Federación!

El ministro de R.E. del gobierno de Buenos Aires y encargado de las que corresponden a la Confederación Argentina.

Buenos Aires, enero 16 de 1840 año 31 de la Libertad, 25 de la Independencia y 11 de la Confederación Argentina.

Al Brigadier General de la Confederación Argentina don José de San Martín

El infrascripto ha elevado al Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provincia, la apreciable nota de V.E. de fecha 30 de octubre último, en que manifestando el vivo reconocimiento que ha excitado en V.S. la prueba de alta confianza con que lo ha honrado S.E. nombrándolo ministro plenipotenciario de la República cerca del Gobierno del Perú, y las consideraciones de ventajas personales que le resultarían de entrar al desempeño de aquella misión, encuentra otras que le impiden aceptarla, significando, que si una buena voluntad, un vivo deseo de acierto y una lealtad, la más pura, fuesen necesarias para aquel desempeño, sería cuanto podía ofrecer V.S. en servicio de esta República.

S.E. el señor Gobernador, por cuya orden contesta el infrascripto, ha valorado debidamente los fundamentos de la renuncia de V.S. causados por circunstancias especiales que tan honorablemente formaron en el Perú los distinguidos y relevantes servicios que V.E. prestó a la libertad e independencia de aquella República, y con gran pesar se ve en el deber de admitir la renuncia que V.S. hace del alto cargo que S.E. encomendó a su elevado saber y acreditado patriotismo teniendo en vista los importantísimos bienes que de tan acertada elección resultaban a ambas repúblicas y a las demás del continente americano.

Últimamente ha ordenado S.E. al infrascripto, manifieste a V.S. que al paso que siente intensamente que no se hayan conseguido los vitales objetivos que se propuso en el nombramiento de V.S. para su ministro plenipotenciario de la  República del Perú, se ha complacido en observar y aceptar con la más grata complacencia la buena voluntad, el vivo deseo de acierto y la lealtad más pura con que V.S. se ofrece en servicio de la Confederación Argentina, que con orgullo lo cuenta entre sus hijos predilectos.

Dios guarde a V.S.

Felipe Arana


Como podemos apreciar en esta contestación, Arana se dirigió a San Martín como “Al Brigadier General de la Confederación Argentina”, que era el grado militar más alto del Ejército de la Confederación, equivalente al actual “Teniente General”, considerándolo así como integrante del Ejército nacional. 

Debemos decir que cuando San Martín escribió su testamento del 23 de enero de 1844, declaró ser “Brigadier General de la Confederación Argentina”, sintiéndose así como un soldado de la Confederación, con la cual siempre estuvo plenamente identificado.

A los pocos días, Rosas volvió a escribirle a San Martín:


Buenos Aires, febrero 24 de 1840

Mi apreciado general.

Sin embargo de la fuerza de las observaciones de usted, oficialmente para no admitir la misión acerca del gobierno del Perú, fuerza que no he podido menos que reconocer, hubiera deseado que no existiera inconveniente alguno, porque estoy seguro de que usted habría llenado su destino con harto provecho para su patria y para su nombre.

A la verdad, sorprende como dice en su estimada de fecha 10 de junio del año próximo anterior, el que no se haya levantado una sola voz en las Cámaras de Francia, para pedir razón a su gobierno del escandaloso abuso de poder contra la República naciente. Nuestro buen derecho ha tenido defensores ardientes tanto en América como en Europa, pero no es creíble que, si las Cámaras hubieran conocido por la correspondencia oficial que antecedió al bloqueo, las verdaderas causas que han producido el rompimiento, hubieran dejado de confesar que la inmaturidad del agente francés en Buenos Aires y la influencia maligna ejercida sobre él por los enemigos de mi administración han llevado las cosas al estado en que se hallan. Por lo demás yo he creído mi primer deber de evitar la humillación de mi país y he tenido la fortuna de dejar un antecedente que no será estéril para la conservación de la independencia y dignidad de la República.

Acepto con placer la buena y noble voluntad de usted en favor de nuestra patria y no desconfío de que todavía pueda recibir de usted servicios importantes. Mientras tanto se le ofrece sinceramente.

Su afectuoso compatriota.

Juan Manuel de Rosas.


Este intercambio epistolar se interrumpió temporalmente y se reiniciará a mediados del año 1845, en circunstancias muy parecidas a las vividas en 1838.


Bibliografía: Se dará a conocer con la última publicación.