Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 50 - Marzo 2019 - Pag. 8
El crimen de Caseros
Por la Profesora Beatriz C. Doallo
Claudio Mamerto Cuenca |
El romanticismo, escuela literaria que nació en Alemania y se consolidó en Francia, llegó al Plata en 1832 y floreció en poemas entusiastamente escritos por la juventud intelectual de la época. Entre los autores de composiciones poéticas hizo conocer sus rimas –reputadas como las mejores que hubo en Buenos Aires durante años– quien se destacaría en una profesión diametralmente opuesta a todo vislumbre de idealismo, Claudio Mamerto Cuenca.
Nacido en Buenos Aires el 30 de octubre de 1812, el joven Claudio había elegido estudiar medicina y recibió el doctorado en 1838 a los 26 años de edad. Tres de sus hermanos, José María, Amaro y Salustiano, fueron médicos notables. Entre sus profesores se hallaba uno de los más prestigiosos, el doctor Irineo Portela, quien decidió emigrar en 1840 por razones políticas; Cuenca fue nombrado para sustituirlo en la cátedra en la Universidad de Buenos Aires y entre las muchas tesis que “apadrinó”, lo hizo en 1845 con la del doctor Guillermo Rawson.
En la biografía de Claudio M. Cuenca redactada en 1888 por el doctor Teodoro Álvarez, leemos:
“El doctor Cuenca, anatómico consumado y excelente cirujano, ha tenido por discípulos lo más distinguido de los médicos argentinos durante 14 cursos que ha presidido (…) En anatomía era consumado: siendo director su hermano, el después Doctor D. Salustiano Cuenca y Ayudantes el Doctor José Ma. Bosch y el que suscribe, hemos sido inmediatos observadores de su admirable destreza e inteligencia en la práctica del escalpelo. La difícil disección del sistema nervioso de los sentidos, del cerebro y origen de los nervios, gran simpático, era para él una cosa familiar y fácil: donde ponía el instrumento a primer golpe de vista, ahí estaba la arteria, vena o nervio que quería demostrar.”
El doctor José María Gómez de Fonseca también había sido profesor de Cuenca, quien redactó y publicó su biografía en 1844.
Juan Manuel de Rosas lo designó cirujano mayor de su ejército, que enfrentaría al de Justo José de Urquiza en territorio bonaerense. Cuenca hizo instalar un hospital de campaña para atender a los heridos en tierras de Caseros donde el 3 de febrero de 1852 tuvo lugar la batalla decisiva. Había concluido ésta con la retirada de las tropas de Rosas, cuando soldados del ejército de Urquiza ingresaron al campamento de los federales y se produjo una refriega con soldados de Rosas que no aceptaban la derrota. Tratando de calmar a unos y a otros, el doctor Cuenca, vestido con su uniforme militar y con un paquete de vendas en la mano, salió de la carpa que le servía de hospital, se dio a conocer y pidió al que comandaba la tropa urquicista, un capitán de la Banda Oriental, protección para los heridos. La respuesta del militar fue desenvainar su sable y asestarle varios golpes al médico, quien murió en brazos de sus camaradas, los doctores Claudio Mejía y Nicomedes Reynal.
La injusta muerte de Cuenca cuando aún no había cumplido los 40 años, privó al país de uno de sus mejores médicos y de un sobresaliente poeta y literato. Sus restos fueron trasladados a la Recoleta el 10 de septiembre de 1852.
En 1861 Heraclio C. Fajardo hizo editar algunos de los poemas de Cuenca, y en 1889 la editorial francesa Garnier publicó en París un tomo con la biografía de Cuenca escrita por el doctor Teodoro Álvarez y Obras poéticas escogidas del malogrado autor. He aquí uno de sus sonetos:
“Esta cara impasible, yerta, umbría, / hasta ¡ay de mi! para la que amo, helada, / sin fuego, sin pasión, sin luz, sin nada, / no creas que es ¡ah, no! la cara mía. / Porque ésta, amigo, indiferente y fría, / que traigo casi siempre, es estudiada…
Es cara artificial, enmascarada, / y aquí, para los dos la hipocresía, / Y teniendo que ser todo apariencia, / disimulo; mentira, fingimiento, / y un astuto artificio mi existencia, / por no poder obrar conforme siento, / y me lo manda Dios y mi conciencia, / tengo, pues, que mentir, amigo ¡y miento!”
León de Palleja, el asesino del doctor Cuenca, alcanzó el grado de Coronel y murió el 16 de julio de 1866 en el Paraguay, durante la Guerra de la Triple Alianza cuando las fuerzas aliadas se estrellaron en Boquerón contra la resistencia del ejército paraguayo.