sábado, 1 de junio de 2019

La correspondencia entre San Martín y Rosas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 51 - Junio 2019 - Pags. 1 a 8  

LA CORRESPONDENCIA ENTRE SAN MARTIN Y ROSAS (2da. parte)

                                                                                                  Por  Norberto Jorge Chiviló

Correspondencia entre San Martín y Rosas

San Martín y Guido. Óleo de Juan M. Blanes (1871). Tapa de la Sección Segunda del diario La Prensa del 10 de Mayo de 1940


En el número anterior de este periódico comencé a tratar el tema relacionado al interesante intercambio epistolar entre el Libertador José de San Martín y el Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas.

Puedo decir que lo allí tratado correspondió al primer período, que se inició con la carta que San Martín le envió el 5 de agosto de 1838, con motivo del bloqueo francés establecido a fines de marzo de dicho año y se cerró con la que le remitió Rosas el 24 de marzo de 1840.

Esta primera parte comprende toda esta etapa del conflicto franco argentino, que finalizará con la firma de la Convención Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840, que significó una rotunda victoria de la diplomacia de la Confederación (ver ER N° 17) y que elevó el prestigio del gobernante argentino tanto en América como en Europa. 

El desenlace de aquél conflicto, favorable a los intereses nacionales, impulsó a San Martín, cuando redactó en París, su testamento ológrafo el 23 de enero de 1844 a legarle a Rosas su glorioso sable. La cláusula que así lo dispone, dice: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al general de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla”.


El reinicio del intercambio epistolar

En el mensaje que el gobernador de la Provincia había enviado a la Legislatura el 27 de diciembre de 1844, expresaba con respecto al Libertador: “El ilustre general don José de San Martín, héroe glorioso de nuestra independencia ha merecido un nuevo recuerdo del gobierno”.

Llegado a oídos del homenajeado aquellas palabras que lo honraban, lo motivó a remitirle una carta de agradecimiento a quien las había expresado, reiniciándose así después de un lapso de cinco años el intercambio de cartas entre ambos, finalizando esta segunda etapa con la muerte del Gran Hombre, casi seis años después.

San Martín se mostró muy honrado y agradecido al ser aludido en aquel mensaje que el Gobernador había dirigido a la Legislatura y así se lo hizo saber de manera explícita.


Grand Bourg, 30 de junio de 1845, 7 leguas de París.

Exmo. Sr. Capitán general D. Juan Manuel de Rosas

Mi apreciable general y señor:

De regreso de un viaje que acabo de hacer al mediodía de la Francia, adonde fuí a restablecer mi atrasada salud, me ha sido remitido por mi antiguo amigo el señor Sarratea, el último mensaje que ha pasado usted a la Legislatura de la provincia, en fines del año pasado: en él he visto el honroso recuerdo que hace usted de los cortos servicios que la suerte me proporcionó rendir a nuestra patria: como usted debe suponer, esta manifestación del primer jefe de la República me ha sido altamente lisonjera. Reciba usted apreciable general, mis más sinceras gracias por las bondades con que usted honra mi memoria.

Que goce usted de salud cumplida, y que por fin de sus trabajos tenga la satisfacción de ver a nuestra patria próspera y feliz, son los votos muy sinceros que hace en favor de usted éste atento y afecto servidor y compatriota.

José de San Martín.

 

En las cartas que San Martín, remitió a Rosas y a otros personajes de la época, siempre se refirió al delicado estado de salud que lo acompañaba y aquejaba. En ésta, manifestó haber viajado al “mediodía de la Francia”, -zona esta que se encuentra al sur, lindera a España-, para “restablecer mi atrasada salud”, ya que en ese territorio, el clima era más benigno que el de París, donde residía.

Como buen argentino que era, Rosas en su contestación, le manifestó que aquellos conceptos vertidos en el mensaje a la Legislatura, habían sido hechos por el “alto mérito y esclarecidos servicios” prestados y que nadie ni en la Confederación Argentina ni en América podían olvidarlos y que siempre se honraría su memoria, lamentándose también que la “salud de usted esté quebrantada”, deseándole su restablecimiento.


Buenos Aires, noviembre 16 de 1845.

Mi querido general:

La muy apreciada carta de usted, fecha 30 de junio, me trae noticias de usted y me expresa un voto de gracias.

Los honrosos recuerdos que he hecho de usted, en el mensaje de 1844 a la Honorable Legislatura de la Provincia, son debidos a su alto mérito y esclarecidos servicios. La gratitud de la Confederación Argentina y de la América nunca puede olvidar a usted: lo seguirá a su retiro y siempre honrará su memoria.

Me es muy sensible que la salud de usted esté quebrantada, y tengo el más vivo deseo de que se restablezca y conserve.

Los sinceros votos que usted hace en mi favor, obligan toda mi gratitud.

Quedo de usted, general, como siempre, muy atento servidor y amigo.

Juan Manuel de Rosas 


La intervención anglofrancesa

Cartas entre San Martín y Rosas
Vasija
En aquellos momentos de 1845 se daban circunstancias muy similares a las que habían motivado a San Martín a escribir aquella primera carta en el año 1838.

Pero en esta ocasión ya no era solo Francia la que agredía a nuestro país, sino que sería junto a Inglaterra, es decir las dos potencias más poderosas de aquellos tiempos, las que provocarán lo que se conoce como la agresión anglofrancesa que originaría la llamada Guerra del Paraná.

El motivo de aquella intervención era la situación política y militar que estaba ocurriendo en los países del Plata, esto es la Confederación Argentina y el Estado del Uruguay. El ejército al mando del general oriental Manuel Oribe, conformado por tropas federales argentinas y blancas uruguayas, se estaban imponiendo a las fuerzas coloradas uruguayas comandadas por Fructuoso Rivera, el ilegítimo presidente uruguayo, aliado a su vez de los unitarios argentinos emigrados en Montevideo. La guerra estaba prácticamente por finalizar con la victoria de los primeros, pero Francia e Inglaterra no estaban dispuestas a permitirlo, porque ello les provocaría que se viera anulada la influencia que tenían en el Uruguay con el gobierno de Rivera y que también intentaban imponer en esta otra orilla del Plata.

Así estas dos potencias, que eran las más poderosas de la época, decidieron intervenir en forma directa en ese conflicto, a favor de Rivera y los unitarios de Montevideo.

San Martín, vio muy clara estas intenciones y así se lo hizo saber en carta que remitió a su amigo Tomás Guido el 20 de octubre de 1845: “…hemos recibido noticias bien desagradables de nuestra Patria: es inconcebible que las dos más grandes Naciones del Universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que pueda cometerse contra un Estado Independiente; no hay más que leer el manifiesto hecho por los Enviados Inglés y Francés para convencer al más parcial la atroz injusticia con que han procedido. ¡La humanidad! Y se atreven a invocarla los que han permitido por el espacio de cuatro años derramar la sangre, y cuando ya la guerra había cesado por falta de enemigos se interponen no ya para evitar males sino para prolongarlos por tiempo indefinido: V. sabe que yo no pertenezco a ningún partido: me equivoco, yo soy del Partido Americano; así que no puedo mirar sin el menor sentimiento los insultos que se hacen a la América: Ahora más que nunca siento que el estado de mi salud no me permita ir a tomar parte activa en defensa de los sagrados derechos de nuestra Patria, derechos que los demás estados americanos se arrepentirán de no haber defendido, o por lo menos protestando contra toda intervención de los estados europeos…”

Ante esa delicada situación creada por las dos potencias a nuestro país, con su intervención a favor de una de las partes en guerra, y considerando ello como “los insultos que se hacen a la América” se apresuró a escribir a Rosas la siguiente carta:

Exmo. Sr. Capitán general, Presidente de la República Argentina, D. Juan Manuel de Rosas. 

Nápoles, 11 de enero de 1846.

Mi apreciable general y amigo:

En principios de noviembre pasado, me dirigí a Italia con el objeto de experimentar si con su benigno clima recuperaba mi arruinada salud; bien poca es hasta el presente la mejoría que he sentido, lo que es tanto más sensible, cuanto en las circunstancias en que se halla nuestra patria me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecerle mis servicios (como lo hice a usted en el primer bloqueo por la Francia) servicios que aunque conozco serían inútiles, sin embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honra e independencia; ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo menos me complazco en manifestar a usted estos sentimientos, así como mi confianza no dudosa del triunfo de la  justicia que nos asiste.

Acepte usted, apreciable general, los votos que hago por que termine usted la presente contienda con honor y felicidad, con cuyos sentimientos se repite de usted su afectísimo servidor y compatriota.

José de San Martín


En esta misiva que remitió desde Nápoles, donde había ido a buscar un clima benigno que le ayudara a restablecer su “arruinada salud”, la dirigió a Rosas como “Presidente de la República Argentina”.

Si bien en aquél momento no existía el cargo formal de “Presidente de la República Argentina”, Rosas era el encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y con las demás facultades que la ley le atribuía era virtualmente un Presidente.

Cartas entre San Martín y Rosas
Plato de la época federal

Las facultades que tenía Rosas eran las que con posterioridad, en la Constitución de 1853, en su artículo 71, las reconocerá a quien ejerciere el cargo de “Presidente de la Confederación Argentina”.

Además, se la dirigió al “amigo”, término de no menor trascendencia. Nótese también que en la carta de contestación que le había remitido Rosas el 16 de noviembre de 1845, se había despedido con estas palabras: “Quedo de usted, general, como siempre, muy atento servidor y amigo”.

En esta nueva carta, San Martín que se declara como “viejo defensor” de la honra e independencia patria, se lamenta que por el estado de su salud no pueda ofrecer nuevamente sus servicios como lo había hecho en el pasado con motivo del primer bloqueo francés, para defender a “nuestra patria” de “la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia contra nuestro país”.

Consideraba justa la causa “que nos asiste” a la vez que tenía confianza y no dudaba del triunfo y le deseaba al gobernante argentino que “termine usted la presente contienda con honor y felicidad”, lo que así ocurrirá años más tarde. Esas palabras denotaban también la confianza que tenía hacia el gobernante argentino en la solución de esta contienda.

En la carta que Rosas le mandó en contestación, lo hizo desde su residencia en Palermo y en el “mes de América”, como se llamaba al mes de mayo en aquella época (ver ER 31 pág. 16).

 

Señor general D. José de San Martín.

La Encarnación en Palermo de San Benito,

Mayo 20 (mes de América) de 1846.

Mi querido y respetado general:

Tanto o más placer he tenido al leer la muy apreciable carta con que usted me favorece, datada en Nápoles el 11 de enero último, cuando ella trae a nuestra patria un recuerdo y un voto digno del heroico defensor de su independencia.

Me es profundamente sensible el continuado quebranto de la importante salud de usted. Deseo se restablezca y conserve; y que le sea más favorable que hasta aquí el templado clima de Italia.

Así enfermo, después de tantas fatigas, usted expresa la grande y dominante idea de toda su vida: la independencia de América es irrevocable, dijo usted después de haber libertado a su patria, Chile y al Perú. Esto es digno de usted.

Acepto con gratitud y alto aprecio sus benévolos votos por el buen éxito y honor de la actual contienda, y deseo a usted la mejor salud y felicidad.

Soy respetuosamente de usted atento compatriota y amigo.

Juan M. de Rosas


Al recibir esta misiva, seguramente San Martín debe haber sentido íntima satisfacción, al ver que la más alta autoridad del país lo reconocía en forma explícita como al heroico defensor de la independencia de nuestra patria y también coincidía con su pensamiento por cuanto la misma también remitía a sus dichos: “la independencia de América es irrevocable, dijo usted después de haber libertado a su patria, Chile y Perú. Esto es digno de usted”

Después de aceptar los “votos por el buen éxito y honor de la actual contienda”, Rosas se despide de su amigo deseándole la mejor salud y felicidad.

El 10 de mayo de 1846, y ya en conocimiento del Combate que se había librado en las costas del Paraná, en Vuelta de Obligado, San Martín, le remitió a Tomás Guido una nueva carta: “...ya sabía la acción de Obligado. ¡Qué iniquidad! De todos modos los interventores habrán visto por este “echantillón” [ muestra ] que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca: a un tal proceder no nos queda otro partido… que cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción, no sería un momento dudoso en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que en mi opinión es de tanta transcendencia como la de nuestra emancipación de la España. Convencido de esta verdad, crea usted, mi buen amigo, que jamás me ha sido más sensible no tanto mi avanzada edad, como el estado precario de mi salud me priva en estas circunstancias ofrecer a la patria mis servicios…para demostrar a nuestros compatriotas que aquella tenía aún un viejo servidor cuando se trata de resistir a la agresión más injusta y la más inicua de que haya habido ejemplo”.

De esta carta debemos destacar, en primer lugar el valor que asignó San Martín, a la defensa del suelo patrio por parte del ejército nacional en Obligado y de la valentía demostrada por los argentinos cuando afirmó que “los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca”. El combate había durado nueve horas de dura batalla contra una flota de más de cien navíos, de los cuales once eran modernas naves de guerra, muchas de ellas de navegación a vapor, con un moderno armamento. No obstante la denodada y obstinada defensa argentina y después de agotarse la munición de la artillería patria, el poderío de los interventores logró imponerse, no sin sufrir pérdidas humanas y graves daños en sus naves, que les impidieron seguir navegando, tardando cerca de cuarenta días en su reparación (1)

Correspondencia entre San martín y Rosas
Retrato de un oficial federal. Óleo sobre cartón de 20,5 x 15,5 cm., 
firmado en Montevideo en 1850 por Denuc, 
oficial de la marina de guerra francesa, pintor y dibujante

Los anglofranceses pudieron comprobar el valor y la tenacidad en la lucha de los argentinos, lo que será corroborado en todas las acciones que se desarrollarían de ahora en más entre la flota en su ida a Corrientes y su vuelta al Plata ya que las fuerzas argentinas los perseguirán por la costa, ofreciendo resistencia en cuanta oportunidad se presentó, no dándoles respiro en ningún momento.

San Martín compara esta contienda entre argentinos y anglofranceses con la que le tocó a él contra España en la campaña por la independencia un par de décadas atrás.

Una vez más y como soldado, se lamenta que por problemas de salud, no podría intervenir en la contienda en defensa de la Patria.

Desde Europa, San Martín seguirá atento y con interés todos los acontecimientos que se desarrollarán sobre este conflicto e influirá en la opinión pública con sus opiniones que serán tenidas en cuenta por los gobiernos de Inglaterra y Francia.

Como consecuencia de todos los hechos revolucionarios ocurridos en París en febrero de 1848 (2) y los desórdenes que se habían producido allí, el Libertador mudó su residencia a Boulogne-sur-Mer (3) desde donde remitirá una notable carta a Rosas, en la que destaca la energía del jefe de la Confederación Argentina.


Excmo. Sr. Capitán general D. Juan Manuel de Rosas

Boulogne-Sur-Mer, 2 de noviembre de 1848.

Mi respetado General y amigo:

A pesar de la distancia que me separa de nuestra Patria, usted hará la justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez.

Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa; esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados Americanos un modelo que seguir. No vaya usted a creer por lo que dejo expuesto, el que jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted a sus destinos; por el contrario, más bien he creído no tirase usted demasiado la cuerda de las negociaciones seguidas cuando se trataba del honor nacional. Esta opinión demostrará a usted, mi apreciable general, que al escribirle, lo hago con la franqueza de mi carácter y la que merece el que yo he formado de usted. Por tales acontecimientos reciba usted y nuestra patria mis más sinceras enhorabuenas.

Para evitar el que mi familia volviese a presenciar las trágicas escenas que desde la revolución de febrero se han sucedido en París, resolví transportarla a este punto, y esperar en él, no el término de una revolución cuyas consecuencias y duración no hay precisión humana capaz de calcular sus resultados, no sólo en Francia, sino en el resto de Europa; en su consecuencia, mi resolución es el ver si el gobierno que va a establecerse según la nueva constitución de este país ofrece algunas garantías de orden para regresar a mi retiro campestre, y en el caso contrario, es decir, el de una guerra civil (que es lo más probable), pasar a Inglaterra, y desde este punto tomar un partido definitivo.

En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester no hacerse la menor ilusión; la verdadera contienda que divide la población es puramente social; en una palabra, la del que nada tiene, trata de despojar al que posee; calcule lo que arroja de sí un tal principio, infiltrado en la gran masa del bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos; si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro de los capitales en vista de un porvenir incierto, la probabilidad de una guerra civil  por el choque de las ideas y partidos y, en conclusión, la de una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones  en este año, y otros tantos en el entrante: este es el verdadero estado de la Francia y casi del resto de la Europa, con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia, que hasta el día siguen manteniendo su orden interior.

Un millar de agradecimientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que hace usted de este viejo patriota en su mensaje último a la Legislatura de la provincia; mi filosofía no llega al grado de ser indiferente a la aprobación de mi conducta por los hombres de bien.

Esta es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo verano en que pienso hacerme la operación a los ojos. Si los resultados no corresponden a mis esperanzas, aun me resta el cuerpo de reserva, la resignación y los cuidados y esmeros de mi familia.

Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda, son los votos de este su apasionado Amigo y Compatriota.

Q.B.S.M.

José de San Martín. 


Son varios los puntos a destacar en esta misiva. 

Nuevamente la dirige al “amigo” y más aún lo que reiterará y aumentará en su despedida cuando se manifiesta “su apasionado amigo…”, también se refiere a su interlocutor como hombre “de bien”.

Le hace saber asimismo que “sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez”, destaco lo de “sus” y que el levantamiento del bloqueo por parte de los interventores, que nuevamente San Martín, califica de “injusto”, le ha producido gran satisfacción la que “es tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados Americanos un modelo que seguir” y después vienen unos conceptos que enaltecen la figura de Rosas, teniendo en cuenta de quien provienen: “que jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted a sus destinos; por el contrario, más bien he creído no tirase usted demasiado la cuerda de las negociaciones seguidas cuando se trataba del honor nacional”. Pone a Rosas como el gran defensor del honor nacional… Además pone ello como un modelo a seguir por los “nuevos estados Americanos”.

José de San Martín
Billete de Quinientos pesos moneda nacional, emitido entre los años 1964 y 1968. En el anverso llevaba el retrato de San Martín, en su ancianidad, con ropa de civil y al dorso la réplica en escala de la casa de Grand Bourg, inaugurada en 1946, que se encuentra en el barrio de Palermo Chico y es la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano. (Ver ER N° 30)


Seguidamente se refiirió a la situación caótica vivida en París, lo que le obligó a cambiar del lugar de residencia para estar en un lugar más próximo para pasar a Inglaterra en el supuesto de que en Francia se desatare una guerra civil (Calais es el punto de Francia, más cercano a las costas de Inglaterra).

Después de agradecerle que se lo haya nombrado nuevamente en el mensaje a la Legislatura, le cuenta que por un problema de cataratas esa es la última carta que escribe con sus manos, pues le cuesta ver, confiando que en el próximo verano pueda recobrar la vista después de una operación a la que pensaba someterse.

También Rosas, es de imaginar, debe haber tenido una gran satisfacción al recibir tantos elogios del Padre de la Patria, a quien tanto admiraba y al que siempre honró con su actuación de buen gobernante y acendrado patriotismo y al que tuvo siempre de ejemplo.

Así le contestó:

Exmo. Sr. D. José de San Martín

Buenos Aires, marzo de 1849

Mi querido general y amigo:

Tengo sumo placer en contestar su muy estimada carta fecha 2 de noviembre último. Aprecio intensamente las benévolas expresiones en cuanto a mi conducta administrativa sobre el país en la intervención anglo-francesa, en los asuntos de esta república. La noble franqueza con que usted me emite sus opiniones da un gran realce a la justicia que usted hace a mis sentimientos y procederes públicos.

Nada he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención, que salvar el honor y dignidad de las Repúblicas del Plata, y cuanto más fuerte eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi decisión y constancia para preservar ilesos aquellos queridos ídolos de todo americano. Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión y no he hecho más que imitarlo.

Todos mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con los poderes interventores de un modo tal, que nuestra honra y la independencia de estos países, como de la América toda, queden enteramente salvos e incólumes.

Agradezco sobremanera las apreciables felicitaciones que me dirige por el levantamiento del bloqueo de estos puertos, por la fuerza de los poderes interventores. Este hecho, que ha tenido lugar por la presencia sola de nuestra decidida constancia y por la abnegación con que todos nos hemos consagrado a la defensa del país tan injustamente agredido, será perpetuamente glorioso. Ha tenido lugar sin que por nuestra parte hayamos cedido un palmo de terreno. Acepto complacido, pues, sus felicitaciones, y al retornárselas con encarecimiento, me es satisfactorio persuadirme que usted se regocijará de un resultado tan altamente honorífico para la República.

Siento que los últimos acontecimientos de que ha sido teatro la Francia hayan perturbado su sosiego doméstico y obligándolo a dejar su residencia de París por otra más lejana, removiendo allí su apreciable familia, a esperar su desenlace. Es verdad que éste no se presenta muy claro: tal es la magnitud de ellos y tales las pasiones e intereses encontrados que compromete. Difícil se lo pueda alcanzar la previsión más reflexiva. En una revolución en que, como usted dice muy bien, la contienda que se debate es sólo del que nada tiene contra el que posee bienes de fortuna, donde los clubs, las logias y todo lo que ellas saben crear de pernicioso y malo, tienen todo predominio no es posible atinar qué resultados traigan, y si la parte sensata y juiciosa triunfará al fin de sus rapaces enemigos y cimentará el orden en medio de tanto elemento de desorden.

Quedo instruido de su determinación de pasar a Inglaterra, si se enciende una guerra civil (muy probable) en Francia, para desde ese punto tomar un partido definitivo, y deseo vivamente que ella le proporcione todo bien, seguridad y tranquilidad personal.

Soy muy sensible a los agradecimientos que usted me dirige en su carta por la memoria  que he hecho de usted en el último mensaje a la Legislatura de la Provincia; ¿cómo quiere usted que no lo hiciera, cuando aún viven entre nosotros sus hechos heroicos, y cuando usted no ha cesado de engrandecerlos con sus virtudes cívicas? Este acto de justicia ningún patriota puede negarlo (y mengua fuera hacerlo) al ínclito vencedor de Chacabuco y Maipú. Buenos Aires y su Legislatura misma me harían responsable de tan perjudicial olvido, si lo hubiera tenido. En esta honrosa memoria sólo he llenado un deber que nada tiene usted que agradecerme.

Mucha pena siento al saber que la apreciable carta que contesto, será la última que usted me escribirá, por causa de su desgraciado estado de la vista; ¡ojalá que sus esperanzas de recuperarla por medio de la operación que se propone, tenga por feliz resultado, su entero restablecimiento! Fervientemente ruego al Todopoderoso que así sea y que recompense sus virtudes con ese don especial. Al menos, mi apreciable general, es consolante para mí saber que, en caso desgraciado, no le faltará resignación. Ella y los cuidados de su digna familia harán más soportables los desagrados de una posición mucho más penosa para cualquier otro que no tenga la fortaleza de espíritu de usted.

Deseándole, pues, un pronto y seguro restablecimiento y todas las felicidades posibles, tengo el mayor gusto, suscribiéndome, como siempre su apasionado amigo y compatriota.

Juan M. de Rosas. 


Como en todas estas cartas hay varias cuestiones para destacar, el trato de amigo tanto en el encabezamiento como en la despedida, se ha hecho habitual y así proseguirá hasta el final.

Se nota que Rosas se sintió alagado por los conceptos que San Martín le prodigó en su carta. Dice haber imitado los ejemplos que le dejó San Martín y lo imitó en la defensa para salvar “el honor y dignidad de las Repúblicas del Plata”, le agradece también “las apreciables felicitaciones que me dirige” y le cuenta que todo su esfuerzo para sellar las diferencia con los poderes interventores, fue para que la honra y la independencia quedaran incólumes y ello “sin haber cedido un palmo de terreno”.

Después de hacer comentarios acerca de los hechos ocurridos en París y de la determinación de San Martín de residir en otro lugar más lejano, Rosas se refirió a la mención que hizo en su último mensaje a la Legislatura, lo consideró como un acto de justicia por el comportamiento de nuestro Héroe y a las glorias que nadie podía negar. Por último antes de despedirse, lamenta el estado de salud “por causa de su desgraciado estado de vista” y le desea y ruega al Todopoderoso para que la operación que se propone “tenga un feliz resultado”.

Poco después de remitida por San Martín, aquella carta del 2 de noviembre, se enteró que el Gobierno había designado a su hijo político Mariano Balcarce como Oficial en la Legación Argentina en Francia y en agradecimiento le remitió a Rosas la siguiente misiva, de carácter más bien personal: 


Exmo. Sr. Capitán general D. Juan Manuel de Rosas.

Boulogne Sur Mer, 2 de noviembre de 1848.

  Mi respetado general y amigo:

En principios de este mes tuve la satisfacción de escribir a usted felicitándolo por el levantamiento del injusto bloqueo con que hostilizaban a nuestra patria la Inglaterra y Francia. Ahora lo verifico con otro motivo puramente personal. En mediados del presente mes comunicaron desde París, mi amigo el señor don Manuel de Sarratea y mi hijo político don Mariano Balcarce, el nombramiento que ha tenido usted la bondad de hacer a este último como oficial de la Legación Argentina en Francia, y que estoy seguro desempeñará con honor. Esta nueva y no prevista prueba de amistad me demuestra cada día más, el empeño de usted de contribuir a hacer más soportables los males de este viejo patriota. Gracias; un millón de gracias, mi apreciable general, por todos sus favores; ahora solo me resta suplicarle que, en el estado de mi salud quebrantada y privado de la vista, si las circunstancias me obligasen a separarme de este país, visto su estado precario, como igualmente el del resto de la Europa, permita usted el que dicho mi hijo me acompañe, pues me sería imposible hacerlo sin su auxilio.

Que goce usted de salud completa, como igualmente el resto de su familia, que el acierto presida a todo cuanto emprenda, y que sea usted tan feliz como son los votos de este su reconocido amigo y compatriota.

José de San Martín.

Correspondencia entre San Martín y Rosas
Carta de San Martín del 2 de noviembre de 1848

Debido a su problema de falta de visión, San Martín le pidió que en el caso que se viera en la necesidad de abandonar Francia o Europa por las circunstancias políticas, le permitiera que su yerno lo acompañara, pues de lo contrario le sería imposible hacerlo sin esa ayuda.

Por supuesto que Rosas contestó a tal pedido, autorizando desde ya a Mariano Balcarce para acompañar al general si ello fuere necesario.

Además le aclaraba que tal nombramiento no era más que la manifestación de aprecio por los inmarcesibles servicios que él había prestado a la Patria. He aquí la contestación:


Al Exmo. Sr. General D. José de San Martín

Buenos Aires, marzo de 1849.

Mi respetable general y amigo:

He tenido el gusto de recibir su apreciable carta fecha 29 de noviembre último. Nada me es más placentero que recibir un testimonio de aprecio por mis actos públicos, como los que usted se digna dirigirme en ella, refiriéndose a su muy estimable del 2 del mismo, que por separado contesto. Agradecido a sus altas felicitaciones, solo quiero detenerme a ocuparlo aquí del asunto particular que lo motiva.

En el nombramiento que el Gobierno ha hecho en su hijo político para oficial de la Legación Argentina en París, sólo ha sido guiado del íntimo deseo de manifestarle a usted el vivo aprecio que hace de sus inmarcesibles servicios a la patria, y los honorables antecedentes de su digno hijo. Si este acto de justicia ha sido acogido por usted con tanto agradecimiento, para mí no ha sido menor mi satisfacción el haber podido demostrarle el distinguido aprecio que de usted hago, así como de su digna familia. Pero es bien entendido que en la distinción hecha a don Mariano Balcarce, asignándole un puesto en la Legación Argentina en París, no puede comprenderse la idea de separarle un apoyo con que usted cuenta en su bien sensible situación, ni quitarle el auxilio de su persona, que tanto lo requiere su interesante salud. Puede usted estar seguro que si llegase el caso de tener usted que separarse de ese país, don Mariano Balcarce lo acompañará, y desde ahora lo autorizo para que así lo haga, bastando para ello que usted muestre esta carta al señor don Manuel de Sarratea, ministro plenipotenciario en París.

Dejándose así llenados sus deseos, solo me resta expresarle mis vivos deseos por el completo restablecimiento de su importante salud y que se persuada que soy y seré siempre su afectísimo amigo y compatriota.

Juan Manuel de Rosas.  


La última carta del Libertador. El mandato a los argentinos

Cuatro días antes de la firma del tratado de paz Arana-Lepredour, San Martín le envió a Rosas la que sería la última carta de su vida, ya que no volverá a remitir otra a ninguna persona más:


Exmo. Sr. Gobernador y capitán general D. Juan Manuel de Rosas

Boulogne, 6 de mayo de 1850.

Mi respetado general y amigo:

No es mi ánimo quitar a usted con una larga carta, el precioso tiempo que emplea en beneficio de nuestra patria.

El objeto de ésta es el de tributar a Ud. mi más sinceros agradecimientos al ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria de este su viejo amigo, como lo acaba de verificar en su importante mensaje de 27 de diciembre pasado; mensaje que por segunda vez me he hecho leer, y que como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos, efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado.

Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina.

Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de usted su apasionado amigo y compatriota.

José de San Martín.

Esta carta que envió San Martín, casi preanunciando su muerte, escrita tres meses antes de su fallecimiento, puede considerarse como de despedida de su amigo, a quien vuelve a felicitar junto a la Confederación Argentina por “tantos bienes realizados”. Son las sentidas y francas palabras de agradecimiento de un orgulloso argentino hacia quien ejercía la más alta magistratura de la Nación. 

Esas emotivas expresiones habrán llegado a conmover en grado sumo a Rosas al leerlas. Ningún otro argentino recibió tales consideraciones del Padre de la Patria.

En el primer párrafo San Martín, destaca “el precioso tiempo” que el gobernante argentino “emplea en beneficio de nuestra patria”. Llamo la atención sobre la palabra “beneficio”. San Martín, reconoció el importante trabajo que Rosas realizaba en favor de nuestra Argentina.

En esos momentos, la Confederación, se encontraba en una etapa de prosperidad, muchos de los que habían emigrado años atrás, volvían al suelo patrio. La guerra con los anglofranceses había finalizado con una victoria para las armas y la diplomacia de nuestro país. El honor nacional no solo no había sufrido mella, sino que había salido fortalecido. La figura de Rosas se había agrandado, después de las dos contiendas contra las potencias más poderosas, era “El Gran Americano”, “El defensor de la Independencia Americana”, capaz de hacer frente a las prepotencias de las potencias europeas y marcaba el camino a seguir por las jóvenes repúblicas americanas. 

De la lectura de la carta, se nota a San Martín orgulloso de los logros obtenidos por su patria a cuyo frente se encontraba Rosas, a quien felicitó por los logros obtenidos, no solo en el plano internacional, sino también en el orden interno.

Por último le desea que goce de salud “y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino”. Este es un mandato histórico y moral de quien consideramos como el hacedor de nuestra independencia, a todo argentino y más aún de quienes además se sienten sanmartinianos, hacia quien lo había imitado y seguido su ejemplo, manteniendo y defendiendo la independencia; aquél que había conducido la república en “circunstancias tan difíciles, en que pocos estados se habrán hallado”.

Mario César Gras, refiriéndose a los elogiosos conceptos, vertidos en esta última carta de San Martín, dice: “Estas últimas palabras, que son las últimas que el Gran Capitán suscribe en su gloriosa vida, importan un imperativo mandato histórico que todos los argentinos debemos cumplir. Pareciera que el prócer, presintiendo su próximo y sospechando lo que ocurriría después, quiso concretar en un voto solemne, emitido en los umbrales de la muerte como para darle máximo trascendencia, su juicio definitivo sobre el General Rosas para que las futuras generaciones no dudaran de su sinceridad y convicción y lo respetaran y siguieran al pie de la letra… El pensamiento de San Martín sobre Rosas está sintetizado en esas pocas palabras de su última carta, escritas evidentemente para la posteridad”.

El 15 de agosto, Rosas le contestó con la siguiente misiva que ya el viejo soldado no recibirá pues fallecerá dos días después.


Señor general D. José de San Martín.

Buenos Aires, agosto 15 de 1850.

Mi querido amigo y respetado general:

Aunque mis ocupaciones son de un tamaño tal que están en suma desproporción con el tiempo que puedo darles, no obstante, por largas que fuesen las cartas de usted, cuanto más la del 6 de Mayo próximo pasado, me darían siempre descanso y estímulo para rehacer mis fuerzas en esta lucha de negocios siempre crecientes.

Si en el último mensaje, como en otros anteriores, he hecho el debido homenaje a la memoria de usted, ha sido, entre otras consideraciones, porque me ha cabido la suerte de consolidar la independencia que usted conquistó, y he podido apreciar sus afanes por los míos.

Puesto que una multitud de objetos colocados en un cuadro, pueden sólo ser abarcados desde la distancia, ya se habrá usted apercibido con más calma que yo, del torrente de dificultades que debo atravesar para poner la patria a salvo y colocarla en el camino limpio que debe seguir.

Mi último mensaje puede haber parecido minucioso, pero a mi ver, el edificio social se ha desplomado en Europa, porque sus hombres de Estado, elevados siempre en las altas regiones de la política, no descienden a cuidar tantos pequeños elementos que, abandonados en la obscuridad, carcomen la base del poder más sólido. Usted sabe cuanta influencia ejercen las más pequeñas causas en las grandes empresas.

No era pues, de extrañar, ni justo, que recordando los méritos que han contraído los gobernadores de las provincias y otros muchos individuos subalternos nombrados en el mensaje, el nombre ilustre de usted no figurase en primera línea, cuando su voto imponente acerca del resultado de la intervención ha sido pesado en los consejos de los injustos interventores.

Sólo me resta devolver a usted, a nombre de la Confederación Argentina y mío, las felicitaciones que nos dirige, deseando que el viejo soldado de la independencia pueda vivir largos años en salud, para que veamos nuestra querida patria independiente, tranquila, libre y feliz.

Estos son igualmente los deseos constantes de este su sincero amigo y compatriota.

Juan M. de Rosas


Evidentemente Rosas siente como un estímulo a su tarea de gobernar la Confederación, las palabras que le prodigó San Martín y así lo hace saber cuándo le dice: “por largas que fuesen las cartas de usted, cuanto más la del 6 de Mayo próximo pasado, me darían siempre descanso y estímulo para rehacer mis fuerzas en esta lucha de negocios siempre crecientes”.

En esta contestación Rosas le explica que el homenaje hecho en el último mensaje a la Legislatura, no hubiera sido justo si su nombre no figurara “en primera línea” como en los anteriores, “cuando su voto imponente acerca del resultado de la intervención ha sido pesado en los consejos de los injustos interventores”. Seguramente Rosas se había referido aquí a las opiniones que había dado San Martín, en especial al Cónsul general argentino en Londres, Jorge F. Dickson que por provenir de un militar de tanto prestigio como el de San Martín fueron tenidas en cuenta en los Consejos y autoridades de las potencias interventoras y que con otros antecedentes decidieron más tarde a esas potencias a negociar la paz con nuestro país.

Devuelve las felicitaciones que le había hecho  el Libertador y le desea al “viejo soldado de la independencia” largos años en salud para ver “nuestra querida patria independiente, tranquila, libre y feliz”.

Conclusiones

Quien quiera comprender el desarrollo de la historia argentina durante este período de la llamada Época de Rosas, no puede ignorar el contenido de estas cartas que se han transcripto en estos dos números de este periódico, sobre todo teniendo en cuenta de quienes provienen.

Esta correspondencia, durante muchísimos años fue deliberadamente ocultada al conocimiento del pueblo argentino, por la llamada “historia oficial”, escrita por quienes en su momento fueron los enemigos del gobernante argentino y quienes con posterioridad fueron los seguidores políticos e ideológicos de aquellos.

Lamentablemente aún hoy hay quienes no cumplen el mandato histórico y moral de San Martín hacia la memoria de Rosas.

Esta documentación, como tantas otras cartas que San Martín envió a distintos personajes de su época, son pruebas irrefutables del apoyo que le dio a Rosas en toda su política, tanto interna como externa. Nadie con sano criterio puede ignorarlas o desconocer su diáfano significado. 

Todas estas 114 cartas intercambiadas entre estos dos amigos, 7 escritas por San Martín y 7 por Rosas han sido transcriptas en estos artículos en su totalidad, sin modificar ni agregar términos, solamente adaptarlas a la grafía actual. Esperemos que sean de utilidad para el lector.


Notas

(1) El Almirante Samuel Inglefield, Comandante de la flota británica durante el Combate de Vuelta de Obligado, en una informe sobre dicha batalla, enviado a su gobierno, escribió: “Siento vivamente que este bizarro hecho de armas se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas, pero considerada la fuerte oposición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que aquella no haya sido mayor”

(2) Entre el 23 y el 25 de febrero de 1848, se produjo en París una rebelión popular que determinó la abdicación del rey Luis Felipe, instaurándose la Segunda República Francesa. Ese movimiento revolucionario, se extendió luego por casi toda Europa.

(3) Boulogne-sur-Mer, es una localidad ubicada al norte de Francia en el paso de Calais al borde del canal de la Mancha, muy cercana a las costas británicas, lugar que fue elegido por San Martín, justamente por esta situación geográfica.


Bibliografía

FONT EZCURRA Ricardo. San Martín y Rosas, Editorial Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1965.

GRAS Mario César. San Martín y Rosas – Una amistad histórica, Buenos Aires, 1948.

MUSEO HISTÓRICO NACIONAL. San Martín – Su correspondencia. 1823-1850, 3ra. edición, Buenos Aires, 1911. 

PASQUALI Patricia. San Martín confidencial - Correspondencia personal del Libertador con su amigo Tomás Guido (1816-1849), Planeta, Buenos Aires, 2000.

REGISTRO OFICIAL DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, Libro 18, N° 7.