Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 51 - Junio 2019 - Pags. 9 a 11
La última batalla del viejo soldado de la Independencia.
En el número anterior de este periódico, en el artículo de tapa, se pudo leer que en la primera carta que el Libertador envió a Rosas con motivo del bloqueo francés, le había ofrecido ponerse en “marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine”. Debido a los problemas de salud que en la misma carta le hacía saber a Rosas, éste después de valorar el ofrecimiento, consideraba “que permaneciendo V. en Europa, podrá prestar en lo sucesivo a esta República sus buenos servicios en Inglaterra o Francia”.
Si bien en aquella oportunidad no fue necesaria la intervención de San Martín, ya en 1845 con motivo de la nueva agresión de estas dos potencias en el Río de la Plata, ahora sí será efectiva –como veremos– esa actuación del Libertador para facilitar solucionar el conflicto y esa valiosa intervención del Libertador será la última batalla victoriosa librada por el viejo soldado de la Independencia, ya no con su sable, sino con su pluma.
George Frederik Dickson |
El cónsul de la Confederación Argentina en Londres, Mr. George Frederick Dickson, por un intermediario, requirió la opinión de San Martín sobre la intervención anglofrancesa, sus consecuencias y posibles derivaciones.
En esos momentos San Martín, estaba en Nápoles, tratando de reponer su salud y desde allí le hizo saber sus opiniones al respecto:
Sr. D. Federico Dickson, cónsul general de la Confederación Argentina en Londres.
Nápoles, 28 de diciembre de 1845
Señor de todo mi aprecio:
Por conducto del caballero Yackson, se me ha hecho saber los deseos de usted relativos a conocer mi opinión sobre la actual intervención de la Inglaterra y Francia en la República Argentina; no solo me presto gustoso a satisfacerlo, sino que lo haré con la franqueza de mi carácter y la más completa imparcialidad; sintiendo solo que el mal estado de mi salud no me permita hacerlo con la extensión que requiere este interesante asunto.
No creo oportuno entrar a investigar la justicia o injusticia de la citada intervención, como tampoco los perjuicios que de ella resultarán a los súbditos de ambas naciones con la absoluta paralización de las relaciones comerciales, igualmente que de la alarma y desconfianza que naturalmente habrá producido en los Estados sudamericanos la injerencia de dos naciones europeas, en sus contiendas interiores; y solo me ceñiré a demostrar si las dos naciones intervinientes conseguirán por los medios coactivos que hasta el presente han empleado, el objeto que se han propuesto; es decir, la pacificación de las dos riberas del Río de la Plata. Según mi íntima convicción, desde ahora diré a usted no lo conseguirán; por el contrario la marcha seguida hasta el día no hará otra cosa que prolongar por un tiempo indefinido los males que se tratan de evitar y sin que haya previsión humana capaz de fijar un término a su pacificación, me explicaré.
Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina: nadie ignora el ascendiente muy marcado que posee sobre todo en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las demás provincias; y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán y tomarán una parte activa en la actual contienda: por otra parte, es menester conocer (como la experiencia lo tiene ya demostrado) que el bloqueo que se ha declarado, no tiene en las nuevas repúblicas de América (sobre todo en la Argentina) la misma influencia que lo sería en Europa: él sólo afectará un corto número de propietarios, pero la masa del pueblo que no conoce las necesidades en estos países, le será bien indiferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante las hostilidades, es decir, declarar la guerra - yo no dudo un momento podrán apoderarse de Buenos Aires con más o menos pérdida de hombres y gastos, pero estoy convencido que no podrán sostenerse por mucho tiempo en posesión de ella: los ganados, primer alimento, o por mejor decir, el único del pueblo, pueden ser retirados en muy pocos días a distancias de muchas leguas; lo mismo que las caballadas y demás medios de transporte; los pozos de las estancias inutilizados, en fin, formando un verdadero desierto de 200 leguas de llanuras sin agua ni leña, imposible de atravesarse por una fuerza europea, la que correrá tantos más peligros á proporción que ésta sea más numerosa, si trata de internarse. Sostener una guerra en América con tropas europeas, no sólo es muy costoso, sino más que dudoso su buen éxito tratar de hacerla con los hijos del país; mucho dificulto y aun creo imposible encuentren quien quiera enrolarse con el extranjero. En conclusión: con 8.000 hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería, fuerzas que con mucha facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres salga a 30 leguas de la capital, sin exponerse a una completa ruina por falta de todo recurso; tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará, a menos (como es de esperar) que el nuevo ministerio inglés no cambie la política seguida por el precedente.
Quedo celebrando esta ocasión que me proporciona asegurar a usted es su más atento servidor. Q.B.S.M.
José de San Martín.
Como apreciaremos, San Martín hacía un breve e imparcial análisis político y militar sobre las escasas por no decir nulas posibilidades que tenían las potencias interventores de imponerse en la contienda con la Confederación Argentina mediante medios coactivos. Mencionaba la nula influencia que tenía el bloqueo entre los habitantes del país, como así también que el incremento de las hostilidades y una posible ocupación de la ciudad de Buenos Aires, no darían el resultado esperado por estas potencias, no solo por las cualidades –firmeza de carácter– del gobernante argentino y el apoyo que tenía del total de la población, sino también por la extensión del país y las medidas que podrían tomar el gobierno y los habitantes en cuanto al retiro de recursos con una virtual tierra arrasada que harían imposible que las tropas invasoras pudieran obtener el control efectivo del territorio y los recursos necesarios para su subsistencia, además de la oposición que podría hacerle en forma efectiva el ejército nacional, aún con menores recursos que las tropas invasoras.
La población tomó conocimiento de esta carta con su publicación en el periódico londinense The Mourning Chronicle el día 12 de febrero de 1846, teniendo importante resonancia, no solo en el común de la gente, sino también entre las autoridades inglesas, por provenir tales apreciaciones de un militar que era respetado en toda Europa y también porque no había tomado parte en las cuestiones internas de los países americanos. Esta carta fue un contrapeso importantísimo ante la prédica que en el Reino Unido, como en toda Europa, hacían miembros del partido unitario, en especial en esos momentos por Florencio Varela, contra la Confederación Argentina y a favor de la intervención angloinglesa en la cuenca del Plata.
Dickson también se había tomado el trabajo de distribuir copias de la carta al Secretario de Relaciones Exteriores Lord Aberdeen, como así también a otros políticos y miembros del Parlamento, que eran proclives a la causa argentina y contrarios a la intervención en el Río de la Plata; así se lo hizo saber a San Martín, en una carta que le remitió y que dice:
Londres, 13 de febrero de 1846.
Excelentísimo señor general don José de San Martín
Mi estimado señor:
Tengo que tributar a usted mis nuevos agradecimientos por la comunicación interesante con que usted me ha favorecido sobre la intervención inicua de los anglofrancos en las desavenencias entre las repúblicas del Río de la Plata. A su recibo trasmití al lord Aberdeen una copia de la carta en la esperanza que su contenido lograse a iluminarle en algunos puntos de que había manifestado mucha preocupación e ignorancia en una entrevista que habíamos tenido (una diputación de cuatro individuos) con S.S. Por supuesto no me será posible cerciorarme de los efectos que pueda haber producido en sus disposiciones, pero me consta que en las altas oficinas ha merecido atención. A nuestro amigo antiguo el almirante Bowles también entregué copia -que me dijo había transmitido en primera ocasión al almirante Inglefield en el Río de la Plata- pues le parecía de tanto interés e importancia el tenor de dicho documento. Conociendo el interés que existirá repartí media docena de copias entre otros tantos amigos míos y de la causa de Buenos Aires, que produjeron tantas aplicaciones para su lectura que, con sanción de su apreciable yerno el señor Balcarce me determiné a darle la circulación más extensa que podría adelantar los intereses argentinos. Yo me lisonjeo que este paso no sea desaprobado por usted cuyo previo consentimiento la dilación de la correspondencia con Nápoles únicamente me impidió pedir. Es preciso ofrecer a usted el motivo para...apología y la satisfacción para usted de haber contribuido eficazmente a corregir en alguna parte las opiniones infundadas que se entretienen en este país sobre todo lo relativo a los estados de Sudamérica.
Con las expresiones más vivas de mi constante amistad y respeto soy servidor de V.E. su más atento y seguro servidor Q.B.S.M.
E.F. Dickson
Pocos días después, le escribió otra:
Londres, 17 de febrero de 1846.
Señor general San Martín.
Mi muy apreciado señor:
Apenas había despachado mis respetos del 13 cuando tuve el placer de recibir su estimada del 28 de enero, la que me apresuro a contestar para asegurarle que su adjunta para el señor presidente de la República Argentina será transmitida a S.E. en primera ocasión con todo cuidado y seguridad por el mismo medio que aprovechamos para la remisión en estas circunstancias de la correspondencia oficial para aquel gobierno. En la última carta que tuve la honra de dirigir a V.E. hice alguna observación sobre los efectos favorables que habían resultado a la causa de Buenos Aires de la circulación dada a la carta interesante que tuvo usted la bondad de escribir y en nada se disminuye el interés que ha excitado. Se me ha asegurado por un individuo influyente, que ha despertado un deseo de examinar e informarse sobre los negocios del Río de la Plata y su gobierno actual, en que antes se tomaba poco o ningún interés y se tenía casi ningún conocimiento limitado a los pocos individuos relacionados con aquellos países.
Tenemos algunos datos para formar opinión que este gobierno ya trata de variar su política hacia la República Argentina. Acaba de embarcarse al mando de una fragata de guerra que se dice deberá relevar al almirante Inglefield -el comandante más antiguo sir Thomas Herbert- antes estacionado en la Plata y que entonces fue distinguido por su parcialidad al general Rosas. Otro amigo nuestro, de quien se recordará V.E. el capitán Sherpe me dijo que se tiene la...por uno de los...del actual...y en una entrevista que tuvimos en diputación con el lord John Russell propuso de abstenerse de cuestiones a los ministros sobre los procedimientos en el Río de la Plata por algunos días, pues “era más probable” que ya se hallaban en camino instrucciones a Mr. Ouseley que darían otro curso a su conducta.
Nuestros avisos de la Plata son muy atrasados -avanzando a 5 de diciembre de Montevideo y 26 de noviembre de Buenos Aires. En este mismo día se esparcían rumores del combate en el puerto de Obligado, pero no había habido triunfo para indicar los efectos entonces fue distinguido por su parcialidad al general Rosas ni en el pueblo igualmente y aguardamos con mucha ansia la primeras noticias, confiando siempre en el influjo y la moderación del general Rosas para la protección de nuestros paisanos y sus intereses.
Tengo el honor de saludar a V.S. con todo afecto y respeto su seguro servidor.
E.F. Dickson
Esas importantes e interesantes opiniones de San Martín, sobre los efectos de la intervención anglofrancesa, dieron su resultado, pues unido ello a la fuerte y decidida oposición que recibió la flota invasora en Vuelta de Obligado y en los sucesivos combates que se dieron después hasta llegar a Corrientes y de regreso al Río de la Plata, le demostraron a los interventores que no se podrían navegar impunemente las aguas de los ríos argentinos, sin sufrir graves consecuencias, tanto en lo que concierne a vidas humanas como en los bienes materiales.
Así el gobierno inglés, viendo que con las medidas de fuerza que había tomado, no había obtenido ningún resultado de “pacificar” a las repúblicas de ambas orillas del Plata, sino que por el contrario, se había visto afectado su comercio, se decidió a iniciar unilateralmente, dejando a sus aliados de lado, tratativas para lograr la paz con la Confederación Argentina, levantando con posterioridad por su parte el bloqueo y firmando con nuestro país la paz a través de la Convención Arana-Southern, en noviembre de 1849, cumpliéndose este año el 170° aniversario de tan importante tratado, gloria de nuestra Nación.
La “Entente cordiale” entre Inglaterra y Francia se había quebrado, ahora quedaba sola Francia enfrentada a la Confederación. Francia también se encontraba dividida, entre quienes querían seguir apoyando a los emigrados de Montevideo con dinero y recursos, además de mandar una poderosa expedición militar para ganar la guerra “a cañonazos” y otros que quería que se llegara a la paz y restablecer de esa forma las buenas relaciones con nuestro país.
Muchísimos de los franceses residentes en Montevideo que años anteriores habían dejado Buenos Aires para radicarse allí, que habían luchado hasta ese momento contra orientales y argentinos, regresaron a Buenos Aires, todavía con sus manos manchadas de sangre argentina, sin que nadie aquí los molestara. Venían atraídos por la prosperidad que gozaba en esos momentos la Confederación. No había ningún motivo –como no lo hubo nunca- para que Francia siguiera su confrontación con la Argentina.
La carta que San Martín había escrito a Dickson, también hizo ruido del otro lado del Canal de la Mancha, así San Martín seguiría dando batalla con la pluma, ya que hubo una segunda intervención, esta vez con los franceses.
El 21 de diciembre de 1849 en la Asamblea Nacional francesa se dio un debate sobre la cuestión del Plata, en la que los diputados alegaron sobre la conveniencia o no de seguir el conflicto con la Argentina y Rosas y allí se leyó la carta que San Martín había dirigido cuatro años antes al cónsul Dickson, logrando un alto impacto entre los diputados.
Al día siguiente el diario parisino La Presse, en primera página, hizo referencia a esas discusiones del día anterior en la Asamblea y publicó aquella carta.
Hacía tiempo que San Martín había tenido conversaciones con políticos influyentes sobre estos temas en la casa de la esposa del Marqués de Aguado, cuyo esposo había sido el banquero que había ayudado económicamente a San Martín.
La muerte del representante diplomático de la Confederación, ante el gobierno francés, Manuel de Sarratea ocurrido el 24 de setiembre de 1849 había dejado acéfala la representación diplomática argentina, entonces San Martín, se propuso defender la causa argentina.
El día 23 de diciembre a pedido del Ministro Jean Pier Bineau, San Martín encontrándose en su lecho de enfermo, le dirigió la siguiente carta, que por su falta de visión, fue dictada a su hija Mercedes:
Señor Bineau, ministro de obras públicas
Boulogne-sur-mer, diciembre 23 de 1849
Mi querido señor:
Cuando tuve el honor de hacer vuestro conocimiento en la casa de Mme. Aguado, estaba muy distante de creer que debía algún día escribiros sobre asuntos políticos; pero la posición que hoy ocupáis, y una carta que el diario Le Presse acaba de reproducir el 22 de este mes, carta que había escrito en 1845 al Sr. Dickson sobre la intervención unida de la Francia y la Inglaterra en los negocios del Plata, y que se publicó sin mi consentimiento en esa época en los diarios ingleses, me obligan a confirmaros su autenticidad, y a aseguraros nuevamente que la opinión que entonces tenía no solamente es la misma aún, sino que las actuales circunstancias en que la Francia se encuentra sola, empeñada en la contienda, viene a darle una nueva consagración.
Estoy persuadido que esta cuestión es más grave que lo que se supone generalmente; y a los 11 años de guerra por la independencia americana, durante los que he comandado en jefe los ejércitos de Chile, del Perú y las provincias de la Confederación Argentina me han colocado en situación de poder apreciar las dificultades enormes que ella presenta, y que son debidas a la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a su inmensa distancia de la Francia. Nada es imposible al poder francés y a la intrepidez de sus soldados; más antes de emprender los hombres políticos pesan las ventajas que deben compensar los sacrificios que hacen.
No lo dudéis, os lo repito: las dificultades y los gastos serán inmensos, y una vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá a honor el no retrogradar, y no hay poder humano capaz de calcular su duración.
Os he manifestado francamente una opinión en cuya imparcialidad debéis tanto más creer cuanto que establecido y propietario en Francia 20 años ha, y contando acabar ahí mis días, las simpatías de mi corazón se hallan divididas entre mi país natal y la Francia, mi segunda patria.
Os escribo desde mi cama en que me hallo rendido por crueles padecimientos que me impiden tratar con toda la atención que habría querido un asunto tan serio y tan grave.
Tengo el honor, señor, con la más profunda consideración.
Vuestro muy obsecuente servidor.
José de San Martín
El 3 de enero de 1850, Mariano Balcarce, oficial de la Legación Argentina en París, le informaba al Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, Camarista Felipe Arana, sobre las gestiones que había realizado su suegro, el general San Martín, con la carta que le remitió al Ministro Bineau, remitiéndole copia legalizada de la misma, explicándole que “Aunque el infrascripto no ha recibido autorización de su señor padre político el general San Martín, para remitir a V.E. copia de la carta que con fecha 23 del ppdo. diciembre dirigió al señor Bineau, ministro de obras públicas, está persuadido que no desaprobará este paso…”
Aquella carta que fue leída en el Consejo de Ministros, contribuyó a morigerar el ímpetu belicoso de muchos políticos franceses y así meses después se firmaría la convención Arana-Lepredour, que en los hechos representó la paz entre Francia y la Confederación Argentina y la República del Uruguay, si bien el tratado no fue ratificado por la Asamblea Nacional de Francia y más aún después del pronunciamiento de Urquiza en mayo de 1851.
Estas fueron en breve síntesis las gestiones realizadas por San Martín en Inglaterra y Francia.