viernes, 1 de septiembre de 2017

Rosas y la cuestión constitucional

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 44 - Setiembre 2017 - Pags. 1 a  9 


Rosas y la cuestión constitucional

Por Norberto Jorge Chiviló

fernando García del Molino
Óleo sobre tela pintado por Fernando garcía del Molino en 1851
Museo Histórico Nacional


En primer lugar y para los lectores que no están informados diré que la palabra constitución proviene del latín constitutio, -ōnis.  Pero… ¿qué es una constitución, a la que también se la designa como Ley Fundamental o Carta Magna?. Se la puede definir como la ley fundamental, base de un Estado o para decirlo con otras palabras sencillas, la ley madre a la cual debe adecuarse el resto de la legislación, que establece y define los derechos y libertades de los habitantes, como asimismo organiza y delimita los poderes de la organización política del Estado, en nuestro caso los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

El constitucionalismo moderno nace el 17 de setiembre de 1787 con la sanción de la Constitución de los Estados Unidos, ratificada por los trece estados que en ese momento formaban la Unión, y que es la constitución federal más antigua que todavía se encuentra en vigencia.


¿Pudo Rosas dar una constitución?

Mucho se ha hablado y escrito acerca de por qué Rosas durante el largo período de su gobierno, no dio al país un texto constitucional y ese es uno de los argumentos preferidos por los antirrosistas para criticar al gobernante porteño.

Sin perjuicio de señalar que un país puede desarrollarse institucionalmente sin una constitución escrita, como es el caso de Inglaterra que carece de un texto constitucional y que en la época a que nos estamos refiriendo era el país más importante del planeta y que nadie puede negar que no tuviera -o las tenga actualmente- instituciones debidamente organizadas.

Pero, y con respecto a la época de Rosas, ¿fue tan así?, en realidad, ¿se careció de un texto constitucional...?

Sobre esta cuestión se opina con mucha liviandad, como si con una "constitución" bastara para solucionar todos los problemas de la noche a la mañana… además también como si fuera tan fácil dar una constitución a un país.

Winston S. Churchill decía que “Todos los acontecimientos tienen que ser juzgados en una justa relación con las circunstancias del momento y solo desde ese punto de vista” (La crisis mundial 1911-1918, Barcelona, 1944).

Todos aquellos antirrosistas que así se expresan no tienen en cuenta las justas palabras del estadista inglés.  

Cuando estudiamos, leemos o nos referimos a un hecho histórico, lo primero que debemos hacer es ubicarnos en el lugar geográfico, en la época y las circunstancias en que tales hechos ocurrieron, pues de lo contrario llegaremos a conclusiones erróneas y desacertadas.

Aquí caben las siguientes preguntas: ¿Se consideró que Rosas durante su gobierno, debió afrontar diversos conflictos internacionales y una sangrienta guerra civil interna, que le impidieron poder ocuparse de la organización constitucional del país?. 

¿Se tiene en cuenta que al iniciar sus dos períodos de gobierno, encontró al país en un estado de total anarquía y convulsión?.

Todo ello lo trataremos a continuación, con las limitaciones propias de espacio del periódico.

Debemos decir que durante los dos gobiernos del Restaurador 1828-1832 y 1835-1852, nuestra nación se vio envuelta en guerras internacionales, con la Confederación Peruana Boliviana, contra Francia, contra Francia e Inglaterra después y finalmente contra el Imperio del Brasil, a la vez que la guerra civil asoló el país por las campañas de los unitarios José M. Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Juan G. Lavalle, entre otros, como así también por el caudillo oriental Fructuoso Rivera, ayudados todos ellos por los unitarios residentes principalmente en Chile y Montevideo y azuzadas muchas de ellas por potencias extranjeras que querían el derrocamiento del gobernante bonaerense quien con mano férrea estaba empeñado en defender la integridad del suelo patrio y su soberanía.

Como bien lo reconoció Domingo Faustino Sarmiento, el partido unitario no dio un minuto de respiro al gobierno de Rosas, así lo dice: "Gracias a resistencias tenaces sorprendentes que ha encontrado hasta aquí el actual gobierno argentino [ el de Rosas ] dentro del país mismo que oprime, gracias a ellas si todavía, después de diez años de acción incesante, lo vemos apenas rompiendo los límites de su territorio y cambiando en guerra extranjera la guerra civil que lo empujó al poder. Si no hubieran sido esas resistencias y el consumo extraordinario de fuerzas, de labor y de recursos que ellas le han ocasionado, el poder del general Rosas sería hoy en el sur de la América algo más formidable que lo que es…debemos algo a ese partido argentino [ el unitario ] que con una tenacidad admirable ha luchado y renacido siempre; que, débil pero resignado, ha ocupado sin cesar y de tal modo las fuerzas y los recursos del gobierno opresor [ argentino ], que hasta ahora no le ha permitido derramar sobre sus vecinos el torrente de desórdenes y de desmoralización que forma su vida y su poder".

Debemos ver también que la sanción de la constitución por parte de los Estados Unidos en 1787 se logró en los 13 estados que estaban prácticamente apiñados en la costa este que era el territorio de ese país en aquél momento, pues el gran territorio que actualmente ocupa y que hoy conocemos, se logró mucho después, con la expansión ya sea mediante la compra de territorios a Rusia, España, Francia y por guerras de conquista. Aquellos primeros estados, seguramente por su cercanía tenían intereses comunes y con una población cohesionada.

En nuestro caso, no era lo mismo, los intereses de los habitantes bonaerenses, con los cuyanos, norteños, mediterráneos o mesopotámicos eran distintos. No era tarea fácil lograr la cohesión de todos ellos.


1810 y la incipiente soberanía nacional

En 1810 y como consecuencia de la Revolución de Mayo, se inicia en nuestro país la incipiente soberanía nacional.

Si bien la primera constitución que se dictó en nuestro país fue la de 1819, con anterioridad se dictaron diversas normas entre otras el Reglamento de 1811, los Estatutos Provisionales de 1811, 1815 y Reglamento Provisorio de 1817, que organizaron y establecieron determinadas facultades de los poderes del estado y algunos derechos ciudadanos como el de libertad de imprenta y seguridad individual y que algunos autores asimilan a textos constitucionales.

Debemos decir que en 1812, el Segundo Triunvirato, había convocado a una Asamblea General Constituyente, que la historia conoce como Asamblea del Año XIII, cuyos objetivos eran declarar la independencia y dictar una constitución. Si bien la Asamblea tomó disposiciones de importancia, no cumplió con ninguna de las dos finalidades señaladas.


La Constitución de 1819

En 1819 el llamado Congreso de Tucumán, que en esos momentos ya sesionaba en Buenos Aires, sancionó una constitución de carácter aristocrática y promonárquica, rechazada principalmente por los caudillos del interior entre ellos Francisco Ramírez y en especial por Estanislao López, ya que la constitución de la provincia Santa Fe, primera constitución republicana, instituyó el voto directo para la elección de quienes lo representarían en una organización republicana y federal. Cabe destacar que las provincias de Salta, Banda Oriental, Misiones, San Juan, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, no estuvieron representadas en ese Congreso. Esa constitución de 1819 nunca tuvo vigencia.

Julio B. Lafont, dice: "La Constitución de 1819 es un trabajo institucional preparado por jurisconsultos, cuyas condiciones no estaban al alcance de los pueblos y de los caudillos que debían observarla; no tiene las disposiciones que pudieran armonizarse con el estado de las provincias en aquel momento: es un conjunto de disposiciones entresacadas de legislaciones extranjeras para formar el más perfecto Código posible, como si fuera destinado a ser acatado en un país pacífico y tranquilo. Era un traje magnífico, pero equivocado en las medidas e inepto por consiguiente para el cliente al que se destinaba".

"Aquello era una ley escrita sin posible aplicación, por cuanto las únicas instituciones prácticas en esa época eran las que imponían los caudillos a sus pueblos, al conjuro de sus lanzas: la revolución, la insubordinación, latían en las provincias y en los ejércitos, y, en medio de esa anarquía, había un sentimiento común que se conservaba intacto: el amor innato a la unidad nacional. He aquí que aquella Constitución establecía como base de gobierno el centralismo, sin tomar en cuenta las manifestaciones federales de los caudillos y de los pueblos; el procedimiento estaba equivocado: se querían amoldar los pueblos a una Constitución, en vez de amoldar las instituciones a la organización político-social existente…".

"El carácter monárquico de la Constitución, su desconocimiento absoluto de las tendencias y anhelos populares, la destinaban al fracaso…" y eso es lo que pasó.

Al ver vulneradas las autonomías provinciales, López y Ramírez decidieron ir a la guerra con Buenos Aires y que con la victoria en la batalla de Cepeda el 1° de febrero de 1820, provocaron la caída del Directorio a cargo de José Rondeau y la disolución del Congreso.


El surgimiento de las soberanías locales

A raíz de ese experimento constitucional unitario, que no tuvo en cuenta el sentir de la población, ocasionó la guerra civil y la disolución de la precaria soberanía nacional , así surgieron muchas soberanías locales, con su propia bandera, escudo, moneda… con propios gobernadores elegidos localmente, que reemplazaron a los designados desde Buenos Aires.

Hubo a partir de 1820 una acefalia de autoridad nacional y siguió la guerra civil. Las provincias quedaron libradas a su propia suerte y comenzaron a pactar entre sí tratados interprovinciales, respetándose sus propias autonomías, esa fue una característica de aquella época, que duró hasta la firma del Pacto Federal.


La Constitución de 1826

Años después, en 1824 se convocó a un nuevo Congreso Constituyente, que dos años más tarde sancionó el 24 de diciembre de 1826, una nueva constitución que establecía "para su gobierno la forma representativa, republicana, consolidada en unidad de régimen", esto es el unitarismo, dejando en manos de Buenos Aires el tomar las decisiones políticas que interesaban a todo el país, así quedaban las provincias relegadas y subordinadas a aquella, no respetándose las autonomías locales. La clase "dirigente" no había tomado nota de lo ocurrido con el anterior intento constitucional y se volvió a tropezar con la misma piedra. Como aquella, también ésta tenía tintes aristocráticos, pues dejaba al margen del sufragio a la mayoría de la población -jornaleros, peones, analfabetos, criados a sueldo-. Esta nueva constitución también fracasó, pues de la misma forma que la del '19, fue rechazada por las provincias, que se pronunciaban por la federación.

Ambos Congresos -del '19 y del '26- estaban conformados por personajes pertenecientes en su mayor parte al unitarismo y de allí el resultado obtenido, pero contrariaba la opinión mayoritaria de los habitantes de las Provincias Unidas que se manifestaban por un gobierno federal y por eso aquellos fracasos de estos intentos de dotar al país de un texto constitucional. 

La consecuencia fue que se volvió a incrementar la guerra civil.

Estos congresistas redactaron constituciones como un molde al cual debía adaptarse el país, cuando la situación es la contraria, las constituciones deben ser reflejo de lo que quiere ser un país. Es como el caso de un sastre -como bien lo graficó Lafont- que confecciona un traje al que debe adaptarse quien debe vestirlo, cuando el traje en realidad debe ser hecho a la medida de quien debe llevarlo.

Cuando los textos legales se alejan de la realidad y no reflejan la voluntad de los pueblos, fracasan y esto es lo que ocurrió con aquellas dos constituciones de tinte unitario y aristocrático.

También aquél congreso constituyente del '24, excediéndose de sus facultades había establecido por la Ley de Presidencia del 6 de febrero de 1826 la creación de un poder ejecutivo nacional, eligiendo a Bernardino Rivadavia como "presidente" de la República, no reconocido tampoco por los pueblos del interior, por lo que en realidad el pretendido "presidente", no pasó de ser más que un jefe comunal, con autoridad solo en la ciudad de Buenos Aires.

Con la caída del "presidente" Rivadavia, como consecuencia de la desastrosa política llevada a cabo en sus tratativas con el Imperio del Brasil, para llegar a la paz en la guerra que ambos países sostenían con motivo de la cuestión de la provincia argentina de la Banda Oriental y el acceso al poder como gobernador de Buenos Aires del coronel Manuel Dorrego, a quien las demás provincias le confirieron el manejo de las relaciones exteriores, éste anuló la constitución del '26.

El escritor Ricardo Rojas en "Historia de la literatura argentina", tildó de "utopistas unitarios" a quienes "habían soñado crear una civilización por medio de constituciones imaginarias". 


El derrocamiento de Dorrego - Se reinicia la guerra civil

A raíz del derrocamiento de Dorrego a principios de diciembre de 1828 -por la asonada del Gral. Juan G. Lavalle- y su fusilamiento ocurrido el día 13, se desató una feroz guerra civil entre las tropas unitarias al mando de Lavalle y José María Paz y las federales comandadas por Estanislao López y Juan Manuel de Rosas. Mientras Lavalle combatía a los federales en territorio bonaerense, Paz se dirigió al interior del país para imponer el sistema unitario y reinstaurar la Constitución del '26. 

Con la victoria de las fuerzas federales en la provincia de Buenos Aires y la designación de Rosas como gobernador a principios de diciembre de 1829, se inició su primer gobierno que se extendió hasta diciembre de 1832. Como gobernador de Buenos Aires, Rosas tenía el manejo de la relaciones exteriores de nuestro país.


La Liga Unitaria

Derrotado Lavalle en Buenos Aires, siguió Paz su campaña en el interior venciendo a los caudillos federales -Quiroga y Bustos entre otros- y derrocando gobiernos federales, reemplazándolos por otros de su color político. Así se conformó la Liga del Interior o Liga Unitaria,  que estaba integrada por todas las provincias con excepción de Buenos Aires y las tres litorales y asumiendo él con facultades extraordinarias el Supremo Poder Militar, por el tratado firmado por las mismas el 31 de agosto de 1830, convirtiéndose así en dictador militar.


El Pacto Federal

Pacto de 1831
Pacto Federal


A mediados de 1830, como consecuencia del poder asumido por el "Manco" Paz y frente a la grave situación que representaba la coalición unitaria conformada por nueve provincias -Córdoba, San Juan, San Luis, Mendoza, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Salta-, las restantes cuatro federales de Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes se sintieron amenazadas y con el fin de concretar una alianza ofensiva y defensiva sus representantes, los Sres. Domingo Cullen, José María Rojas y Patrón, Antonio Crespo y Pedro Ferré respectivamente se reunieron en la ciudad de Santa Fe e iniciaron conversaciones al respecto, que seis meses después dieron sus frutos con la firma el 4 de enero de 1831, de un tratado que se conoce como Pacto Federal, Pacto del Litoral o Pacto de 1831, que originariamente fue firmada por las tres primeras provincias mencionadas, adhiriéndose Corrientes con posterioridad.

Esos representantes también declararon la guerra a la Liga Unitaria y dispusieron la formación de un ejército para llevarla a cabo, poniéndolo al Brigadier Estanislao López al mando del mismo.

Este tratado no era solo una alianza defensiva y ofensiva, ya que en sus estipulaciones contenían las bases institucionales para la formación de un gobierno nacional y garantizaba la autonomía de cada una de las provincias signatarias.

En su obra "Facundo", el historiador Pedro De Paoli, se refiere al Pacto Federal -compuesto de 17 artículos-, de la siguiente forma:

"El Pacto reconoce y confirma los anteriores, entre ellos el federal de El Pilar, exigido por las lanzas de Pancho Ramírez y Estanislao López. Sella la amistad de las provincias signatarias «reconociendo recíprocamente su libertad, independencia y derechos…». Así queda asentado el carácter federal de la nación que empieza a organizarse, legal y prácticamente de derecho y de hecho. Cada provincia es dueña de su libertad, independencia y derechos".

"Más adelante el pacto obliga a las provincias signatarias a «resistir cualquier invasión extranjera que se haga… en cualquiera de las otras provincias que componen el Estado argentino». La unidad nacional es un hecho; está afirmado sin equívocos en esa obligación. Todas las provincias signatarias o no de este Pacto, forman el estado Argentino, y las signatarias se obligan a resistir cualquier invasión extranjera que se les haga a cualquiera de ellas".

"Y como la voluntad de los promotores de este Pacto era la unidad nacional y la Constitución legal del país, fijan en el art. 12: «Cualquier provincia de la república que quiera entrar en la Liga que forman las Litorales, será admitida… ejecutándose este acto con el expreso y unánime consentimiento de cada una de las provincias federales». El art. 15 establecía una comisión permanente en Santa Fe, compuesta de un diputado de cada provincia y denominada «Comisión representativa de los gobiernos litorales de la República Argentina»".

"El inciso 5° del Art. 16 confirmaba en forma clarísima y firme la voluntad de organizar el país legalmente: «Invitar a todas las provincias, cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en federación con las tres litorales, y a que por medio de un Congreso General Federativo, se arregle la administración general del país, bajo el sistema federal, su comercio interior y exterior, su navegación, el cobro y la distribución de las rentas generales y el pago de las deudas de la República, consultando al mejor modo posible la seguridad y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias…»".

En ese Tratado, las provincias signatarias adoptaron el sistema de gobierno republicano federal.

El Pacto obligaba a estas provincias a no celebrar entre sí tratados parciales o con otros gobiernos sin el consentimiento de las restantes y no impedir el ingreso de otras provincias.

Además de lo expresado por De Paoli, el Pacto también garantizaba ciertos derechos individuales a los habitantes de las provincias signatarias como el ejercicio del comercio, les aseguraba el libre tránsito con sus buques y cargas por todos los ríos, los puertos y el territorio de cada una de ellas, pudiendo de igual modo ejercer su industria. Así también se especificaba como debía ser el auxilio militar que debía prestarse a una provincia atacada y reglamentaba la forma de defensa común en caso de agresión.

Estas provincias no debían tolerar que persona alguna ofendiera a cualquiera de las otras o a sus gobiernos y a guardar la mejor armonía posible con los gobiernos amigos.

Se establecía la extradición interprovincial de quienes hubieran cometido delitos.


La adhesión de todas las provincias al Pacto Federal

La prisión de Paz a raíz de la boleadura a su caballo ocurrido el 10 de mayo de 1831 cuando exploraba el terreno próximo a Villa Concepción del Tío -Córdoba- por el soldado Francisco Zeballos de las fuerzas federales al mando de Estanislao López, que lo enfrentaban, sumado ello a la impericia de sus lugartenientes, en especial el Gral. Aráoz de Lamadrid, -como el mismo Paz lo reconoció cuando fue llevado prisionero ante Estanislao López: "…falto yo, todo es perdido, pues Lamadrid, que es quien queda a la cabeza, es incapaz de sacar ventaja alguna de su posición, careciendo de aptitudes para llevar a cabo mis planes"-, determinaron la derrota de los ejércitos unitarios y que cada una de las provincias del interior que habían conformado la Liga Unitaria o Liga del Interior, pasaran a manos de los federales y como lógica consecuencia se adhirieran al Pacto Federal.


El Pacto Federal ¿fue una constitución?

Este pacto, fue el más importante de los firmados desde 1810 para conseguir la organización constitucional del país y hasta que fue sancionada la Constitución de 1853. Unió a todas las provincias argentinas en un sistema confederal, fue la base de la Confederación Argentina -por lo cual algún autor lo llama también Pacto de la Confederación Argentina- y es considerado como la piedra fundamental de la unidad nacional y punto de partida de la organización institucional del país y funcionó en los hechos como una constitución. En la Constitución del '53, es reconocido como uno de los "pactos preexistentes" y base de todo su andamiaje jurídico y los constituyentes declararon que el Pacto "era lo que determi­naba el régimen de gobierno que debía adoptar la Nación".

Este Tratado tuvo el carácter de ley fundamental de la Confederación Argentina y podemos decir que fue su constitución.

Según Adolfo Saldías "Más que un tratado de unión y alianza para objetos inmediatos, este pacto era, como se ve, una verdadera constitución bosquejada a grandes rasgos. Si no llenaba las exigencias de legisladores retóricos y formulistas, como los que elaboraron antes y después del año 1831 las constituciones de Francia, las cuales se sucedían como hipérboles más o menos brillantes, tenía cuando menos en su abono el ejemplo de Inglaterra, que es la nación más libre, con ser que se limitó a conservar las declaraciones de la magna carta, y a ampliarlas en razón de sus necesidades sucesivas".

Joaquín V. González, opinó que "contiene las bases de orden federativo… que fue el mismo que, ratificado por los gobernadores de otras Provincias en 1852, sirvió de punto de partida para la definitiva organización de la Nación".

Lafont, afirmó: "Este pacto fue el arreglo más trascendental que concertaron las provincias desde 1810 para conseguir la organización definitiva conforme a los principios de más arraigo en el país: es una verdadera constitución, delineada a grandes rasgos que arranca de los antecedentes políticos creados en las provincias litorales por las aspiraciones o las necesidades locales, y les daba sanción legal en la forma y latitud más convenientes para perdurar en el tiempo. La idea de nacionalidad predomina en el pacto, pero en forma distinta a lo que hicieron los unitarios: estos vieron siempre un todo -la Nación- donde debían ellos mandar, con las leyes que dictasen, sin tomar en cuenta la opinión de las partes aisladas; los federales, en cambio, se apoyaron en las partes para llegar a armonizar el conjunto".


La misión Quiroga - Carta de la Hacienda de Figueroa

Pacto Federal
Brigadier General Juan Facundo Quiroga.
Miniatura sobre madera obra de Fernando García del Molino


El 19 de noviembre de 1834, el gobernador Alejandro Heredia de Tucumán, declaró la guerra al de Salta, Pablo Latorre. Cuando tan desgraciada noticia llegó a Buenos Aires, el Dr. Manuel Vicente Maza, camarista y presidente del Tribunal de Justicia, que en ese entonces oficiaba como gobernador provisorio de Buenos Aires, encomendó al Brigadier General Juan Facundo Quiroga, quien se encontraba en la ciudad y era un personaje influyente y de gran prestigio en el interior, "con el fin de mediar para el avenimiento y amigable transacción de las desavenencias existentes entre ambos gobiernos" -según así lo decía el decreto respectivo-. La misión encomendada a Quiroga implicaba realizar gestiones y mediación para que los dos gobernantes se reconciliaran, a fin de lograr la paz y evitar la inminente guerra, lográndose una pacificación en las provincias.

La cuestión suscitada en el norte del país se debía a intrigas tramadas por el partido unitario, quien pese a su derrota por las armas, no cesaba de crear cizaña y promover la anarquía. También se movían personajes que desparramaban ideas de secesión del territorio jujeño -que en ese momento formaba parte de la gobernación de Salta- para integrarlo a la República de Bolivia.

Antes de partir a cumplir con su misión, Quiroga quiso hablar con su amigo Rosas, quién ya regresaba de su Expedición al Desierto y para ello decidió encontrarlo en la Guardia del Monte, donde estuvo esperándolo uno o dos días y como éste no llegaba, regresó a la ciudad.

Cuando Rosas arribó a su estancia San Martín -o el Pino- (actual partido de la Matanza), con un convoy que transportaba a las cautivas rescatadas de las tolderías indias, recibió un mensaje de Quiroga para ir a verlo.

Convinieron junto a Maza que una vez que Quiroga fuere despachado para cumplir su misión, se verían en la quinta de Juan Nepomuceno Terrero ubicada en San José de Flores y efectivamente allí se encontraron a mediados de diciembre y los cuatro conferenciaron largamente sobre cuestiones no solo relativas a la misión que se le había encomendado al riojano, sino también sobre la situación política y el tema constitucional -en la que Quiroga se encontraba muy interesado-.

Antonino Reyes, participó de la reunión como secretario de Rosas, tomando nota detallada de todo lo que se decía y trataba. Por él se sabe como fue la reunión y los temas tratados; también que Rosas le aconsejó a Quiroga: "Tenga cuidado, no vaya usted a ser envuelto en esas cosas y le jueguen nuestros enemigos una mala pasada".

En su relato, Reyes comenta: "Y efectivamente de este grave asunto se ocuparon con preferencia estos dos generales deteniéndose en la conveniencia o inconveniencia  de la constitución de la República bajo el sistema federal. Primero en las provincias en particular y después en la de toda la República, demostrando que para todo esto era preciso preparar los ánimos de los hombres influyentes y depurar las provincias de enemigos que pudiesen perturbar el orden en ellas con sus consejos disolventes como había sucedido con los diputados Leiva y Marín contra los que se expresaba con violencia el general Quiroga enumerando sus trabajos anárquicos. Se trató de otros puntos relativos a la organización de la República y ligeramente sobre las instrucciones que había recibido del Sr. gobernador en que estaba muy de acuerdo con sus vistas: naturalmente que al tratar de la desavenencia entre Heredia y Latorre se tocó la necesidad de hacer desaparecer ese entredicho como indispensable para la organización y pacificación de las provincias y la de sus respectivos mandos. Sobre esto mismo llevaba instrucciones explícitas del gobernador para lo que estaba también autorizado el general Quiroga a efecto de hacer valer su práctica y conocimiento de las personas si mal no recuerdo empleáronse en ese sentido por estos señores al tratar de este punto".

"Ahora la entrevista con el general Rosas era principalmente para acordar sus opiniones sobre la Constitución en particular y en general de la República; sobre lo que observé que estaban de acuerdo de ideas, pero muy de acuerdo…y no hay ningún punto de dicha carta sobre que no lo hubiesen tratado en la entrevista de ambos…"

Quiroga partió hacia el norte en la madrugada del 17 por el Camino Real al Alto Perú, acompañado por Rosas hasta la Estancia o Hacienda de Figueroa, del "Pago de Areco", cercana en aquél entonces a San Antonio de Areco (1), donde estos dos amigos conferenciaron por última vez antes de despedirse.

Rosas se comprometió a la redacción de una carta con recomendaciones y puntos de vista sobre los temas que habían tratado y a enviársela por un Oficial de confianza de Quiroga, ni bien la terminara. Dicha carta había sido pedida por el propio destinatario para mostrarla a los gobernadores y acreditar así la uniformidad de miras que tenía con Rosas sobre estos asuntos, así lo recuerda Reyes: "…con la carta convenida con el general Rosas a Quiroga, según acuerdo y pedido que el mismo Quiroga hizo para probar a los gobernadores la conformidad de ideas entre ambos".

Así Quiroga siguió su viaje al norte y Rosas se quedó en ese lugar unos días más, redactando su carta, utilizando los servicios de su secretario.

El asesinato de Quiroga
Interpretación de Cayetano Descalzi sobre el asesinato de Quiroga


El documento, con la letra de Reyes, fechada el 20 de diciembre de 1834, y que se conoce como Carta de la Hacienda de Figueroa (2), le fue enviada al caudillo riojano, recibiéndola este encontrándose a veinticinco leguas de Santiago del Estero. Quiroga evidentemente le otorgó mucha importancia, pues cuando ya se encontraba de regreso hacia Buenos Aires, después de haber cumplido con su misión y encontrándose en viaje por el Camino Real, en Barranca Yaco, el 16 de febrero de 1835, cercana a la posta de Ojo de Agua, su galera fue asaltada por una partida armada al mando de Santos Pérez -enviada por los hermanos Reynafé, dueños del gobierno de Córdoba-, quién de un pistoletazo lo asesinó, junto a otros miembros que lo acompañaban en la comitiva; en esos trágicos momentos el caudillo llevaba la carta en su chaqueta y no en un baúl con sus pertenencias personales, por lo que el instrumento resultó manchado con "alguna sangre de la ilustre víctima". Ese documento se encuentra en el Archivo General de la Nación.

Juan Facundo Quiroga
Primera página de la Carta de la Hacienda de Figueroa,
manchada con la sangre de Quiroga. Arch Gral. de la Nación


El texto de la extensa carta donde Rosas expresa "francamente su opinión" a su amigo, se puede dividir en dos partes. 

La primera se refiere al conflicto entre los gobernadores y la forma que estima conveniente que Quiroga lleve a cabo su misión,  "los Unitarios que no duermen -le dice-, y están como el lobo acechando los momentos de descuido, o distracción… han querido sin duda aprovecharse de los elementos que les proporcionaba este suceso para restablecer su imperio... La justicia tiene ciertamente dos orejas, y es necesario para buscarla que Ud. desentrañe las cosas desde su primer origen. Y si llegase a probar de una manera evidente con hechos intergiversables, que alguno de los dos contendientes ha traicionado abiertamente la causa nacional de la Federación, yo en el caso de Vd. propendería a que dejase el puesto".

En la segunda parte, Rosas se extiende con una serie de argumentos y razones en los que expresa la idea que de acuerdo a las circunstancias que se vivían en aquél momento no era ningún remedio precipitar el dictado de una constitución y organizar un gobierno general. Previamente a ello era necesario pacificar y organizar las provincias ya que por haber salido recientemente de la guerra civil, éstas se encontraban empobrecidas y con cicatrices profundas. No existían entonces los elementos básicos para el establecimiento de un gobierno nacional. Se necesitaba tiempo.

Se preguntaba: "¿Quién para formar un todo ordenado, y compacto, no arregla, y solicita, primeramente bajo una forma regular, y permanente, las partes que deben componerlo?. ¿Quién forma un Ejército ordenado con grupos de hombres, sin jefes sin oficiales, sin disciplina, sin subordinación, y que no cesan un momento de acecharse, y combatirse contra sí, envolviendo a los demás, en sus desórdenes? ¿Quién forma un ser viviente y robusto con miembros muertos, o dilacerados, y enfermos de la más corruptora gangrena, siendo así que la vida y robustez de este nuevo ser en complejo no puede ser sino la que reciba de los propios miembros de que se haya de componer?"

Consideraba que para que existiera una República Federativa eficiente debía estar formada por "Estados bien organizados en sí mismos, porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del poder general con respecto al interior de la República, es casi ninguna…"

Rosas propiciaba que cada estado se organizara, cual partes para después juntarse para formar el todo, porque de lo contrario "a cada desorden parcial que suceda, y hacer que el incendio de cualquier Estado se derrame por todos los demás". Daba como ejemplo que los Estados Unidos no había admitido nuevos pueblos y provincias en la confederación, sino cuando estos estuvieron en condiciones de regirse por sí mismos.

Destacaba el estado de agitación en que se encontraban los pueblos "contaminados todos de unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de otras naciones, y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa, ¿qué esperanza puede haber de tranquilidad y calma al celebrar los pactos de la Federación, primer paso que debe dar el Congreso Federativo?". 

Con el estado de pobreza "en que las agitaciones políticas han puesto a todos los pueblos", se preguntaba ante la falta de dinero "¿quiénes, ni con qué fondos podrán costear la reunión y permanencia de ese Congreso, ni menos de la administración general? ¿Con qué fondos van a contar para el pago de la deuda exterior nacional invertida en atenciones de toda la República, y cuyo cobro será lo primero que tendrá encima luego que se erija dicha administración?".

Señalaba también la carencia de una dirigencia que apenas si bastaba para el gobierno de cada provincia y preguntaba "¿de dónde se sacarán los [ hombres ] que hayan de dirigir toda la República? ¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios, y a toda clase de bichos?", como ejemplo citaba el caso de Rivadavia que "no pudo organizar su Ministerio sino quitándole el cura a la Catedral [ Julián Segundo de Agüero ], y haciendo venir de San Juan al Dr. Lingotes [ Salvador María del Carril ] para el Ministerio de Hacienda, que entendía de este ramo lo mismo que un ciego de nacimiento entiende de astronomía?".

Otra de las cuestiones era considerar dónde debía sesionar el Congreso pues si bien Rosas decía no saber cuál era el lugar adecuado, consideraba que Buenos Aires debía ser descartado, pues él bien sabía sobre el recelo y desconfianza que existía en los pueblos del interior con respecto a esta ciudad, como siempre había ocurrido. 

Otros problemas para el desarrollo del Congreso era el monetario, de donde saldría el dinero para la formación de un fondo común, para solventar los gastos para muebles, sueldos del personal y de los diputados y su alojamiento además de otros cuantiosos gastos.

Consideraba que los diputados tendrían que "ser federales a prueba, hombres de respeto, moderados, circunspectos, y de mucha prudencia y saber en los ramos de la Administración pública, que conozcan bien a fondo el estado y circunstancias de nuestro país, considerándolo en su posición interior bajo todos aspectos, y en la relativa a los demás Estados vecinos, y a los de Europa con quienes está en comercio, porque hay grandes intereses y muy complicados que tratar y conciliar, y a la hora que hayan dos o tres diputados sin estas calidades, todo se volverá un desorden como ha sucedido siempre…". 

Consideraba que "el lugar de la residencia del Gobierno suele ser de mucha gravedad, y trascendencia por los celos y emulaciones que esto excita en los demás pueblos, y la complicación de funciones que sobrevienen en la corte o capital de la República con las autoridades del Estado particular a que ella corresponde". Pone como ejemplo los inconvenientes que obligaron "a los norteamericanos a fundar la ciudad de Washington, hoy Capital de aquella República que no pertenece a ninguno de los Estados confederados".

Los conceptos vertidos en la carta, son de por sí muy interesantes y realistas al momento en que fueron vertidos, por eso recomendamos la lectura del texto completo, ya que lamentablemente y por escasez de espacio no podemos reproducirla en este periódico.

En una serie de charlas que Félix Luna tuvo con el historiador José Luis Romero -que justamente no es rosista, sino todo lo contrario- sobre distintos aspectos de la historia nacional, éste justificó el pensamiento de Rosas sobre la inconveniencia del dictado de una constitución transmitido a Quiroga en la famosa carta, con esta contestación “...Si usted me pregunta, por ejemplo, mi opinión sobre la tesis que Rosas desarrolla en su correspondencia con Quiroga, sobre la posibilidad de una Constitución, en esa famosa carta de la Hacienda de Figueroa, me parece de una lucidez política extraordinaria. Siempre lo he dicho así, pero ahora que he leído otras cosas descubro que hay que repensar muchos aspectos de la historia argentina".

"Pienso que los hechos le dieron la razón a Rosas. En el año 1835 no se podía pensar en la Constitución y en el año 1852, en cambio la situación estaba absolutamente madura para que se hiciera; y se hizo. Eso es la vida histórica”.

La muerte de Quiroga
Boletín por el cual se informó a la población de Buenos Aires
del asesinato de Quiroga


La opinión de Rosas transmitida a través de Ernesto Quesada

El historiador Ernesto Quesada, siendo muy joven y acompañando a su padre -Vicente- en 1873, de paso por Gran Bretaña, visitaron a Rosas en Southampton.

Debemos decir que en su exilio Rosas recibía a quien iba a visitarlo, sin considerar su color político. Vicente Quesada en su juventud había sido contrario al dictador porteño y siguió siéndolo después, e incluso fue como ministro de gobierno quien firmó el decreto del 23 de abril de 1877 que prohibió toda demostración pública y la misa que los parientes de Rosas quisieron hacer a raíz de su fallecimiento ocurrido el 14 de marzo de ese año.

El joven Ernesto Quesada tomó apuntes y nota sobre la animada e interesante conversación mantenida entre su padre y el exiliado.

"- Señor, le dijo de repente mi padre, celebro muy especialmente esta visita y no desearía retirarme sin pedirle que satisfaga una natural curiosidad respecto de algo que nunca pude explicarme con acierto. Mi pregunta es ésta: desde que Vd. en su largo gobierno, dominó el país por completo, ¿por qué no lo constituyó Vd. cuando eso le hubiera sido tan fácil y, sea dentro o fuera del territorio, habría podido entonces contemplar satisfecho su obra, con el aplauso de amigos y adversarios…?".

"- Ah, replicó Rosas, poniéndose súbitamente grave y dejando de sonreír: lo he explicado ya en mi carta a Quiroga…Esa fue mi ambición, pero gasté mi vida y mi energía sin poderla realizar. Subí al gobierno encontrándose el país anarquizado, dividido en cacicazgos hoscos y hostiles entre sí, desmembrado ya en parte y en otra en vías de desmembrarse, sin política estable en lo internacional, sin organización interna nacional, sin tesoro ni finanzas organizadas, sin hábitos de gobierno, convertido en un verdadero caos, con la subversión más completa en ideas y propósitos, odiándose furiosamente los partidos políticos; un infierno en miniatura. Me di cuenta de que si ello no se lograba modificar de raíz, nuestros gran país se diluiría definitivamente en un serie de republiquetas sin importancia y malográbamos así para siempre, el porvenir; pues demasiado se había ya fraccionado el virreinato colonial!"

"La provincia de Buenos Aires tenía, con todo un sedimento serio de personal de gobierno y de hábitos ordenados; me propuse reorganizar la administración, consolidar la situación económica y, poco a poco, ver que las demás provincias hicieran lo mismo. Si el partido unitario me hubiera dejado respirar no dudo de que, en poco tiempo, habría llegado al país hasta su completa normalización; pero no fue ello posible, porque la conspiración era permanente y en los países limítrofes los emigrados organizaban constantemente invasiones. Fue así como todo mi gobierno se pasó en defenderse de esas conspiraciones, de esas invasiones y de las intervenciones navales extranjeras; eso insumió los recursos y me impidió reducir los caudillos del interior a un papel más normal y tranquilo. Además, los hábitos de anarquía, desarrollado en 20 años de verdadero desquicio gubernamental, no podían modificarse en un día. Era preciso primero gobernar con mano fuerte para garantizar la seguridad de la vida y del trabajo, en la ciudad y en la campaña, estableciendo un régimen de orden y tranquilidad que pudiera permitir la práctica real de la vida republicana. Todas las constituciones que se habían dictado habían obedecido al partido unitario, empeñado – en hacer la felicidad del país a palos; jamás se pudieron poner en práctica. Vivimos sin organización constitucional y el gobierno se ejercía por revoluciones y decretos, o leyes dictadas por las legislaturas; mas todo era, en el fondo, una apariencia, pero no una realidad; quizá una verdadera mentira, pues las elecciones eran nominales, los diputados electos eran designados de antemano, los gobernadores eran los que lograban mostrarse más diestros que los otros e inspiraban mayor confianza a sus partidarios. Era, en el fondo, una arbitrariedad completa. Pronto comprendí, sin embargo, que había emprendido una tarea superior a las fuerzas de un solo hombre; tomé la resolución de dedicar mi vida entera a tal propósito y me convertí en el primer servidor del país…, dedicado día y noche a atender el despacho del gobierno, teniendo que estudiar todo personalmente y que resolver todo, todo tan sólo yo, renunciando a las satisfacciones más elementales de la vida, como si fuera un verdadero galeote. He vivido así cerca de 30 años, cargando sólo con la responsabilidad de los actos de gobierno y sin descuidar el menor detalle…" 

"Pero el reproche de no haber dado al país una constitución me pareció siempre fútil, porque no basta dictar un «cuadernito», cual decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto de la situación de un país. Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en el papel y que no podían llevarse a la práctica. La base de un régimen constitucional es el ejercicio del sufragio, y esto requiere no sólo un pueblo consciente y que sepa leer y escribir, sino que tenga la seguridad de que el voto es un derecho y, a la vez, un deber, de modo que cada elector conozca a quien debe elegir: en los mismos Estados Unidos dejó todo ello mucho que desear hasta que yo abandoné el gobierno, como me lo comunicaba mi ministro el general Alvear. De lo contrario, las elecciones de las legislaturas y de los gobiernos son farsas inicuas y de las que se sirven las camarillas de entretelones, con escarnio de los demás y de sí mismos, fomentando la corrupción y la villanía, quebrando el carácter y manoseando todo. No se puede poner la carreta delante de los bueyes: es preciso antes amansar a éstos, habituarlos a la coyunda y la picana, para que puedan arrastrar la carreta después. Era preciso, pues, antes que dictar una constitución, arraigar en el pueblo hábitos de gobierno y de vida democrática, lo cual era tarea larga y penosa: cuando me retiré, con motivo de Caseros…el país se encontraba quizá ya parcialmente preparado para un ensayo constitucional. Y Vd. sabe que, a pesar de ello, todavía se pasó una buena docena de años en la lucha de aspiraciones entre porteños y provincianos, con la segregación de Buenos Aires respecto de la Confederación…"

"- Entonces, interrumpió mi padre; Vd. estaba fatigado del ejercicio de tan largo gobierno…" 

"- Ciertamente. No hay hombre que resista a tarea semejante mucho tiempo. Es un honor ser el primer servidor del país, pero es un sacrificio formidable, que no cosecha sino ingratitudes en los contemporáneos y en los que inmediatamente les suceden. Pero tengo la conciencia tranquila de que la posteridad hará justicia a mi esfuerzo, porque sin ese continuado sacrificio mío, aún duraría el estado de anarquía, como todavía se puede hoy observar en otras secciones de América. Por lo demás, siempre he creído que las formas de gobierno son un asunto relativo, pues monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas, según el estado del país respectivo; ese es exclusivamente el nudo de la cuestión: preparar a un pueblo para que pueda tener determinada forma de gobierno; y, para ello, lo que se requiere son hombres que sean verdaderos servidores de la nación, estadistas de verdad y no meros oficinistas ramplones, pues, bajo cualquier constitución si hay tales hombres, el problema está resuelto, mientras que si no los hay cualquier constitución es inútil o peligrosa. Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios: si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca…"

"…Otorgar una constitución era asunto secundario: lo principal era preparar al país para ello - ¡y esto es lo que creo haber hecho!".


Distintas opiniones sobre la cuestión

El historiador polaco-norteamericano Miron Burgin destacó que “A diferencia de los unitarios, Rosas reconoció formalmente el principio de la autonomía política y económica de las provincias, y tuvo además buen cuidado de dejar abierta la puerta para solucionar en alguna oportunidad futura el problema constitucional. Declaró asimismo que esa solución debería reposar sobre principios federalistas, lo cual ya era por sí mismo un paso adelante dado hacia el objetivo final..."

"El problema constitucional no era el único que Rosas y su partido tenían que resolver. Igualmente importante y, quizá más inmediato era el problema de consolidar el régimen federal y rehacer el sistema, económico y financiero de la provincia. La estabilización política se cumplió con relativa rapidez y eficacia...”

El senador nacional Guillermo Colesbey Rawson -Ministro del Interior durante la presidencia de Mitre, candidato a la presidencia en 1868, diputado y senador nacional- en la sesión del Senado realizada el 8 de julio de 1875 afirmó: “Basta recordar, …que Rosas era un gobierno de origen legal, y aunque no había constitución escrita, había una serie de leyes orgánicas que constituían un gobierno, tal vez más perfecto que el de muchas repúblicas sudamericanas, a pesar de que la mayor parte de ellas tenían constituciones escritas: fue un gobierno representativo… en que había una legislatura formada por muchos ciudadanos respetables. Y he conocido algunos, y por cierto que eran hombres eminentes por su talento, por su ciencia y patriotismo, como lo han demostrado…”.

El constitucionalista Juan Antonio González Calderón -n. 1883 y f. 1964, abogado, profesor en las cátedras de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires y de Derecho Público en la Universidad Nacional de La Plata, juez y camarista del fuero federal, diputado nacional, escritor de numerosísimas obras sobre su especialidad, periodista, etc.- "Las provincias en ese período histórico (1831-1852) encontráronse en un estado perfectamente definido de confederación, ejerciendo sus gobiernos particulares, todas las funciones inherentes a su autonomía política; además existió un poder central, investido con las atribuciones correspondientes a los negocios de carácter general o nacional. Fue este un poder fuerte, una dictadura en todo lo que interesaba a la Confederación, más las provincias se reservaron el derecho de gobernarse a sí mismas. Ese fue el fenómeno político cuyas consecuencias, en cuanto iban a influir en la organización constitucional definitiva…"



Notas: 

(1). La Estancia, Posta o Hacienda de Figueroa -como se las suele denominar-, se encuentra ubicada a la vera del camino (antiguo Camino Real al Alto Perú) que une la localidad de Azcuénaga con la ciudad de San Antonio de Areco. Se la conoce también como estancia "La Merced". Actualmente y después de 1865 se sitúa dentro de la jurisdicción del Partido de San Andrés de Giles.

(2) Se puede leer en su totalidad esta carta en: http://www.lagazeta.com.ar/hacienda_de_figueroa.htm#03


Fuentes:

Artículos publicados en varios números de "El Argentino" por el Coronel Antonino Reyes en contestación a "Apuntes de otro tiempo" del Doctor Don Vicente Fidel López y reproducidos por el Coronel Argentino Don Prudencio Arnold, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Colección Estrella Federal, Buenos Aires, 1994.

BURGIN Miron. Aspectos económicos del federalismo argentino, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1982.

Diario de Sesiones del Senado Nacional del año 1875.

FONT EZCURRA Ricardo. El Pacto Federal, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 1 de julio-septiembre de 1944, Buenos Aires.

GONZALEZ ARZAC Alberto. Caudillos y constituciones, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Colección Estrella Federal, Buenos Aires, 1994.

LAFONT Julio B. Historia de la Constitución Argentina, Editorial F.V.D., Buenos Aires, 1953.

LUNA Félix. Conversaciones con José Luis Romero - Sobre una Argentina con Historia, Política y Democracia, Timerman editores, Buenos Aires, 1976.

QUESADA Ernesto. La época de Rosas, Ediciones del Restaurador, Buenos Aires, 1950.

ROSA José María. Historia Argentina, Tomo IV - Unitarios y Federales (1826-1841), Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1973.

SALDIAS Adolfo. Historia de la Confederación Argentina - Rozas y su época, Librería "El Ateneo" editorial, Buenos Aires, 1951.

SIERRA Vicente D. Historia de la Argentina - Época de Rosas, primera parte (1929-1940), Tomo VIII, Editorial Científica Argentina, Buenos Aires, 1969.