Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 44 - Setiembre 2017 - Pags. 15 y 16
Opiniones
ANTONIO DELLEPIANE
Antonio Dellepiane |
Nació en Buenos Aires en 1864 y falleció en la misma ciudad en 1939. Fue escritor, jurista e historiador.
Estudió en el Colegio Nacional y se doctoró en derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde posteriormente fue también profesor. Fue el primer profesor de Sociología en la Facultad de Derecho.
A partir de 1908 fue miembro de la Academia Nacional de la Historia la que presidió durante los años 1917-1919 y desde 1916 a 1932 se desempeñó como director del Museo Histórico Nacional.
Escribió varias e importantes obras jurídicas y muchas otras de carácter históricas entre las cuales podemos nombrar: La Tarja de Potosí, Dorrego y el federalismo argentino, El Himno Nacional. Estudio histórico-crítico, Rosas en el destierro (El testamento de Rosas. Rosas y sus visitantes. Rosas y Palmerston), Rosas.
Dellepiane fue un escritor de tendencia antirrosista propio de su época y sobre todo teniendo en cuenta que su esposa -hija del Presidente Nicolás Avellaneda- era nieta de Marco Avellaneda, llamado "el mártir de Metán", muerto por fuerzas federales al mando de Manuel Oribe el 3 de octubre de 1841.
Para él, no hay nada positivo en Rosas -al que siempre nombra como "tirano"-, siempre hay un "pero". Si Rosas, por ejemplo, para educarse leía el diccionario, él acota, "...Sin desconocer la utilidad y aún necesidad de la mencionada consulta, cabe afirmar su deficiencia como única fuente del saber, máxime cuando éste no se abreva en una verdadera enciclopedia, y si sólo en un simple vocabulario del idioma común".
También en varias partes de su obra habla de la antipatía de Rosas hacia los extranjeros. Ello no fue así y existen muchísimas pruebas; si hubo antipatía fue hacia gobiernos extranjeros, cuando estos pretendieron entrometerse en cuestiones internas o directamente atacaron al país. Rosas no se lo permitió y por eso los enfrentó.
Pero no obstante esto emite interesantes opiniones sobre el dictador.
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De su obra Rosas (Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1950), extraemos estos interesantes párrafos.
"[Rosas] cuya vida nos proponemos seguir paso a paso dentro de la esfera privada a la vez que en su actuación pública, gozó de renombre, casi diríamos universal, de tirano; que pesó como gobernante en la historia de su país durante un cuarto de siglo; que influyó considerablemente en la de los países limítrofes al suyo y, en medida también no despreciable, en la de algunos grandes Estados del viejo continente, principalmente Francia y Gran Bretaña, ocupando la atención si no perturbando los sucesos de la Europa occidental. Rosas es, así, no sólo un personaje conspicuo en la historia argentina, sino también en la universal..."
"Rosas ha sido agrandado y deformado por la leyenda en uno y en otro sentido, para magnificarlo y aplaudirlo o bien para lapidarlo. Tanto la leyenda unitaria como la federal son falsas. Ni fue el gran Rosas de los primeros, ni el monstruo infernal de los segundos. Fue un hombre de carne y hueso con ciertas cualidades notables, de excepción extraordinaria, acompañadas de faltas y defectos, de inteligencia y de carácter. Lo mismo su acción, benéfica en cierta parte, perjudicial en otra. La historia debe reducirlo a sus justas proporciones, moderando las exageraciones, corrigiendo los errores de hecho o de interpretación".
"Explicar a Rosas es explicarnos a nosotros mismos. Como todo caudillo de verdad, resume en sí alguno de los rasgos del carácter argentino".
"Cada uno dentro de su esfera, tanto Rosas como Mitre y como Sarmiento fueron verdaderos autodidactos".
"Se ha dicho que Rosas, desde joven tuvo como libro de cabecera el diccionario de la lengua, que lo consultaba, con frecuencia, tanto como a un preceptor".
"En el desempeño de las funciones rurales aprendió el arte de manejar y de dominar hombres, a conocer la naturaleza humana, a leer en ella de corrido y a manejar con seguridad y destreza los resortes que la mueven, observando el alma simple y desnuda de los gauchos y de los indios, de los pobladores sencillos y rústicos de la pampa. Como ellos fue sobrio, estoico, continente, retobado, astuto, cauteloso, desconfiado. Llegó así a ser su dueño, y tanto como los comprendía, era, por lo mismo, incapaz de comprender a los que diferían de ellos notablemente".
"No hizo en el 'Rincón de López' vida muelle ni ociosa; la tarea era ruda, penosa, arriesgada; la naturaleza escenario agreste, desolado; el 'entourage' [entorno], primitivo, rústico, violento, bárbaro. Allí se hizo Rosas, brutal, sádico; allí bebió, hasta saturarse, su antipatía al extranjero; allí se hizo diestro en la intriga, en el engaño, en la hipocresía, en la astucia, combinadas hábilmente con la franqueza, la audacia, la valentía, la violencia, la crueldad, la disposición de emplear, según el caso o las circunstancias, el beneficio o el castigo, la verdad o la falsía".
"Juan Manuel no tuvo una juventud disipada. Se casó joven, cuando casi cumplía los 20 años y, tanto antes como después, vivía consagrado al trabajo rudo y penoso que lo obligaba a una existencia errabunda e incómoda, alejado de su hogar. Se forjó así un carácter poco sociable, serio, retirado, nada amigo de fiestas, estoico, habituado a bastarse a sí mismo, parco en sus gustos, sobrio en sus placeres, simple enemigo de todo refinamiento, de toda regalonería, retraído, huraño, refractario a los halagos cortesanos".
"Respeta a su mujer mientras ella vive y la glorifica después de muerta: ve en ella a la esposa abnegada que fue, sin duda, doña Encarnación. Por eso predica, elogia y practica la honestidad conyugal, la moralidad de la unión".
"Es imposible negarle a Rosas ciertas condiciones de caudillo político, sin las cuales no habría salido de la penumbra de la historia para actuar en primera fila en el escenario público, para elevarse de empleado a patrón, de patrón a jefe de Estado".
"Empezó a adquirir prestigio ante la opinión como administrador ejemplar, como la encarnación misma del espíritu de orden y método de trabajo".
"Uno de los hechos que surgen incontestables, al parecer es la simpatía y admiración que gozó Rosas entre los indios, así como la adhesión entusiasta que le manifestaron en todo tiempo, alguno de sus jefes más importantes. La obra de Rosas en el sentido de conservar, extender y consolidar la autoridad argentina en la pampa, ¿es realmente importante? ¿Quién se la daba? Sus métodos, el trato pacífico, oneroso y corrupto que empleó en las luchas civiles, ¿son aceptables?. ¿Qué conocimiento tenía Rosas de la lengua de los pampas?. Llegó tal vez, en su contacto desde niño con los indios, a comprender su habla rudimentaria y hasta expresarse en ella y ponerse en comunicación por su medio con los salvajes. Ello le permitiría escribir o hacerse escribir alguna proclama y leerla o declamarla con la mímica adecuada ante un auditorio de guerreros pampas. Actitud que, sin duda, no dejará de granjearle simpatía y consideración entre los habitantes del desierto. Ese prestigio se acrecentó con el de los favores que les otorgó generosamente, por cuenta del Estado, cuando lo sirvieron, y el castigo que les infligió cuando se opusieron a sus designios".
"Rosas no amaba el lujo y desdeñaba hasta el 'confort', indicio de extranjerismo". "No hacía vida social. No concurría a las recepciones de Manuela. Aparecía en ellas rara vez, haciendo acto de presencia para retirarse enseguida...Rosas se eclipsaba, rehuía las ceremonias oficiales. Solo tomaba parte de ellas por excepción".
"Maniático de la disciplina, empezó por imponérsela a sí mismo. Y ese espíritu de orden lo observará en todo: en sus actos, en sus hábitos, en su estilo y hasta en su grafía. El sentimiento del respeto a la autoridad está en él mismo vivamente arraigado".
"Llevaba cuenta y razón de todo, oficinescamente, como un dependiente, como un contador muy personal. Todo lo fiscalizaba, todo tenía que pasar por su mano y bajo su ojo escrutador y penetrante. Nada pequeño se le escapaba. Todo lo preveía, tenía vista doble, oído sutil, olfato de perdiguero".