martes, 1 de marzo de 2016

Traspaso de mando

P ublicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 38 - Marzo 2015 - Pags. 1 a 4 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América  el  9 de Julio de 1816 

Traspaso de mando

por Norberto Jorge Chiviló

Traspaso de mando
Juan Manuel de Rosas. Óleo sobre tela de Cayetano Descalzi


Con motivo del cambio de autoridades ocurrido en nuestro país el día 10 de diciembre ppdo., los argentinos hemos vivido durante muchos días previos a esa fecha, las alternativas acerca del acto del traspaso del mando presidencial, sobre el cual no se pusieron de acuerdo la por entonces presidenta Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner y el presidente elegido Mauricio Macri. 

Para la primera, -de acuerdo a una interpretación que se hacía del texto constitucional- la ceremonia debía realizarse en el Congreso Nacional, ante la asamblea legislativa, mientras que para el segundo, debía tener lugar como era tradición, en la sede del Poder Ejecutivo, o sea en el Salón Blanco de la Casa Rosada. En la polémica también "tomó" parte el personaje Zamba preferido por la Presidenta, del canal de televisión oficial Paka Paka, quien en un dibujo animado les explicaba a los niños en una visita que hacían a la Casa de Gobierno, que el traspaso de mando de los presidentes se realizaba en el Salón Blanco. 

La cuestión no tuvo un final feliz, ya que la presidenta se negó a la entrega de los atributos de mando en otro lugar que no fuera el Congreso, lo que no fue aceptado por el nuevo presidente.

Debido a la decisión del presidente electo, la gran mayoría de los legisladores del entonces bloque oficialista, no participaron tampoco de la asamblea legislativa, ante la cual el nuevo mandatario, prestó el juramento de rigor, de acuerdo al mandato de la Constitución.

Lamentablemente los argentinos nos vimos privados de ver el traspaso de los atributos de mando de un presidente a otro, como hubiera correspondido a un país normal y democrático, ya que la entrega del bastón y banda en definitiva se realizó en el Salón Blanco de la Casa Rosada, recibiéndolos el nuevo presidente de manos del Senador Federico Pinedo, Presidente Provisional del Senado Nacional, en ejercicio del Poder Ejecutivo.


La asunción de Rosas 

Después del motín del 1° de diciembre de 1828, liderado por el general Lavalle que derrocó al legítimo gobernador de la provincia de Buenos Aires, el coronel Manuel Dorrego y su posterior fusilamiento pocos días más tarde, dio origen a una guerra civil, en la cual triunfaron las fuerzas federales y produjo el encumbramiento de Juan Manuel de Rosas, como principal líder político y militar de todos los bonaerenses, quien había así terminado con la anarquía reinante, como lo había hecho ya, también en las jornadas de octubre de 1820.

Justo un año después de producido el motín, esto es el 1° de diciembre de 1829, y como consecuencia del triunfo federal, volvió a sesionar la Junta de Representantes de la provincia de Buenos Aires (o Legislatura provincial), que había sido disuelta en aquella oportunidad.

El día 5 de diciembre, la Legislatura designó a Rosas como nuevo gobernador, confiriéndole facultades extraordinarias, como antes también se les habían conferido al anterior gobernador Juan José Viamonte.

El nuevo gobernador, asumió su cargo tres días después de la elección. Ese día 8, en horas del mediodía, entre salvas de artillería y el repique de las campanas de los templos de la ciudad, Rosas prestó juramento como nuevo mandatario ante la Legislatura, presidida por el Dr. Felipe Arana. Después de la ceremonia de juramento, Rosas pronunció un breve discurso en el recinto, para posteriormente trasladarse al Fuerte, sede del ejecutivo, donde el gobernador saliente, Gral. Viamonte, le hizo entrega del mando. En ese lugar recibió al cuerpo diplomático acreditado, manteniendo conversaciones con varios de los representantes. Posteriormente arengó a los vecinos quienes se agolpaban en la plaza del Fuerte.

Juan Manuel de Rosas
Antiguo dibujo de una vista del Fuerte de Buenos Aires

En la pintura realizada por Descalzi, que ilustra la primer página, muestra a Rosas, con uniforme militar de gala, con banda de color punzó -siendo éste el color de los federales- y sosteniendo el bastón de mando con su mano izquierda. Si bien en la mayoría de los retratos del gobernador Rosas, aparece con la banda punzó que cruza su pecho, no encontramos otro en el que se vea el bastón de mando.

En el periódico de habla inglesa The British Packet and Argentine News N° 173 del día 12 de diciembre de 1829, se puede leer la crónica de los hechos acaecidos el día de asunción del mando:

"La instalación del gobernador y capitán general de la provincia, coronel Juan Manuel Rosas, tuvo lugar el día 8 del corriente, con las ceremonias acostumbradas. A la una, concurrió a la Sala de Representantes y dirigió a sus miembros una corta alocución,… desde allí se dirigió al fuerte, donde varios oficiales aguardaban y donde el gobernador provisional le transmitió el mando con un apropiado discurso. El gobernador electo respondió que pondría empeño en devolver su cargo con tanto honor como lo había recibido de manos de su antecesor. Fue después felicitado por los jefes de las diferentes corporaciones, quienes por separado lo saludaron y recibieron condignas respuestas. Los ministros extranjeros presentaron sus respetos…

"Fue disparada una salva desde el fuerte a la 1 y 30 y además desde el bergantín nacional General Rondeau, en la rada exterior, y de la goleta nacional de guerra Sarandí, en la rada interior; estos barcos estaban adornados con las banderas de todas las naciones; entre ellas la de Gran Bretaña, la americana, la francesa y la brasileña eran las más notables.

"Una salva de 21 cañonazos fue disparada desde el bergantín de S. M. B. Cadmus y el bergantín de guerra francés Railleuse hizo otro tanto; ambos barcos tenían la bandera de la República en la proa.

"El Resguardo estaba decorado con profusión de banderas y con ramas de laurel. El tiempo, desfavorable por la noche, impidió las proyectadas iluminaciones; no obstante, los edificios públicos y los teatros fueron iluminados y los festejos continuaron en las tardes de los días 9 y 10, incluyendo los de las casas particulares. Fueron disparados cohetes y otros fuegos de artificio.

"Al concluir estos detalles, expresamos la esperanza de que el nuevo gobernador tenga una próspera administración, para sanar las heridas de este sufrido país, y que la Providencia pueda sembrar su camino de rosas".

 

Asunción del Presidente Sarmiento

El primer magistrado constitucional que recibió la banda y el bastón presidenciales fue Domingo Faustino Sarmiento el 12 de octubre de 1868 en una ceremonia de traspaso del mando, que también fue traumática según lo relatado por Manuel Gálvez en su libro Vida de Sarmiento - El hombre de autoridad, que se transcribe a continuación.

Casa Rosada a fines del S. XIX
Fotografía de la Casa Rosada  obtenida el 26 de octubre de 1898, en que se aprecian los numerosos carruajes (llamados mateos) y tranvías tirados a caballo


"Es el 12 de octubre de 1868. Sarmiento, de frac y acompañado de amigos, llega al Congreso para jurar. En la plaza hay bastante pueblo y en la barra del Congreso no cabe un alma. Sarmiento jura. La gente lo aplaude, pero sin entusiasmo. Lee un discurso escrito, según se dice, por Avellaneda, a causa de que sus ministros, salvo VéIez, habían juzgado el suyo como 'impresentable'. En cierto momento, se habla, aunque en forma oscura, de los errores del gobierno de Mitre. Murmuraciones en la barra. Y en entonces Sarmiento, interrumpiendo su lectura y encarándose con los murmuradores, les grita: 'Cállense!'.

"Terminada la ceremonia, el Presidente se dirige a pie a la Casa de Gobierno. En el trayecto, los que lo rodean se afanan en vitorearlo, llamándole 'el general Sarmiento'. La multitud responde con vítores a Mitre. El Fuerte desborda de mitristas, muchos del bajo pueblo. Apenas Sarmiento aparece en la entrada, estalla un '¡Viva Mitre!', dado por una multitud de tres mil personas. Sarmiento, ante esta insolencia, mira hacia todos lados como dudando entre responder o no. Dueños los mitristas del edificio, Sarmiento debe soportar rabiosamente la humillación de avanzar entre vítores a su antecesor.

"Llega a la puerta del salón en donde Mitre le entregará el bastón de mando. En ese lugar de moderado tamaño, en el que no caben más de cien personas, se ha metido un millar. Las hay de todas las clases: desde los diplomáticos y los grandes señores amigos de Mitre hasta sujetos de las orillas. No faltan muchachones soeces, que se han subido a los sillones, a las mesas y a las chimeneas. Hablan y gritan. A cada rato óyese un estrépito de vidrios rotos, que algunos festejan con risotadas, aplausos o dicharachos. Ni guardias ni policías.

"Sarmiento debe llegar hasta Mitre, que espera en el extremo del salón. Compacto muro separa a los presidentes. ¿Cómo atravesarlo?. Inútiles las órdenes, los ruegos, las amenazas. Mitre se halla junto a la mesa, en pie, apretado por sus admiradores. Se defiende con los codos del peligro de caer o de ser ahogado. Ruega dar paso al Presidente Sarmiento. Por fin, después de mucho bregar, de recibir pisotones, codazos y empujones, logra Sarmiento acercarse a Mitre. Y realízase la trasmisión del mando, que debió ser acto solemne y no populachero y demagógico.

"Impresión profunda en Sarmiento. 'Jamás -escribe- se ha presentado espectáculo más innoble y vergonzoso'. Lo cree preparado 'por el espíritu de la pasada administración', 'por la obra de seis años de popuIacherío, de indolencia, de laxitud, da renuncia voluntaria a toda práctica, a toda forma'. Refiere que, en la puerta del Congreso, un sujeto permaneció un buen tiempo junto al oficial de guardia dirigiéndole improperios. Dice que en la Casa de Gobierno se llevaron por delante a ministros, generales, presidentes y gobernadores. En donde había policías, la gente se burlaba de ellos. Todo, inclusive el decoro público, ha sido 'pisoteado, atropellado, puesto en ridículo'. Y no contento con culpar a Mitre, ataca su obra de gobierno: 'Las oficinas públicas eran hasta ayer salones de tertulia en cuyas mesas los mismos solicitantes ponían las partidas del despacho. Y agrega: 'Libertad de desprestigiar toda autoridad, libertad de calumniar, Iibertad de romper puertas, atropellar guardias y policía'.

"Resuelve terminar con estas 'orgías' populacheras, con la insolencia y falta de respeto a la autoridad. 'En país alguno el decoro y la dignidad del Gobierno ha sido más ajado que en aquel acto solemne, si no es durante la Revolución Francesa', dice. Ha recibido una autoridad 'vejada y menospreciada'. Reconoce los derechos del ciudadano, pero el Gobierno tiene también los suyos. El dará la fuerza y el ascendiente de que carecen. Al revés del democrático Mitre que no tenía escolta ni coche presidencial y andaba por las calles solo, a pie, como un ciudadano cualquiera, él tendrá una escolta y un carruaje espectacular y no aparecerá ante el pueblo sino rodeado de autoritario aparato.

"Pero nada le ha indignado tanto como el desprecio que le han hecho. Nadie le ha vitoreado. Todo fue para Mitre. ¿Cómo olvidará el vanidoso, el egotista Sarmiento, que, entre vítores a Mitre, debió hacer los pasos que le separaban del magistrado saliente? ¿Y cómo olvidará que, terminados los discursos, acompañasen a Mitre unos tres mil ciudadanos mientras el Fuerte quedaba casi vacío?" 


Elecciones de 1946 y asunción del mando por el Presidente Perón

Justamente hace pocos días atrás se cumplieron 70 años de aquél 24 de febrero de 1946, fecha ésta en la cual se celebraron elecciones a fin de reencauzar a nuestro país en la vía constitucional, después de la revolución del 4 de junio de 1943.

En esas elecciones, que fueron libres, democráticas y en las que reinó un total orden, compitieron la fórmula conformada por el entonces coronel Juan Domingo Perón y el Dr. Juan Hortensio Quijano apoyados por el Partido Laborista y un pequeño grupo escindido de la UCR denominada Junta Renovadora, contra el binomio conformado por los Dres. José Pascual Tamborini y Enrique de las Mercedes Mosca de la Unión Democrática, que era un amplio frente político que agrupó a partidos contrarios a Perón que incluyó desde los sectores más conservadores del Partido Conservador hasta la izquierda internacionalista del Partido Comunista. En la elección, 1.480.000 argentinos votaron por Perón-Quijano, mientras que otros 1.210.000 lo hicieron por Tamborini-Mosca. 

El 4 de junio de ese año, en una fría y neblinosa mañana propia de esa época del año, al mediodía, Perón, con uniforme de gala de General de la Nación -había sido ascendido a General de Brigada poco tiempo antes- y Quijano de frac, llegaron al palacio del Congreso Nacional para asumir la Primera Magistratura para el período 1946-1952, ingresando por la entrada que daba sobre la calle Victoria -actual Hipólito Yrigoyen-. Las bancas y los palcos del recinto de la Asamblea Legislativa, se encontraba totalmente ocupado por los legisladores del oficialismo, miembros del poder judicial, autoridades civiles, militares, eclesiásticas, cuerpo diplomático acreditado en nuestro país y delegaciones extranjeras que habían arribaron para participar de tan importante acto. 

En esta oportunidad tampoco se encontraban presentes los legisladores de la bancada opositora, quienes boicotearon el acto, con excepción del diputado correntino, Julio Agustín Vanasco, de la UCRA  (UCR Antipersonalista), quien como decía la crónica del diario Clarín del 5 de junio: "Parecía Robinson Crusoe".

Ya en presencia de la Asamblea Legislativa el locutor oficial en un lapsus, anunció a viva voz que iba a tomarse juramento a las nuevas autoridades por el período "1946-1956", lo que provocó una carcajada general.

Una vez prestado juramento como Presidente de la Nación, el nuevo mandatario dio su primer mensaje ante el Congreso. 

Finalizado el mismo, Perón se dirigió al Salón de Honor de la Presidencia de la Cámara, donde recibió el saludo de autoridades y legisladores. Cuando los nuevos mandatarios se aprestaban a retirarse del Palacio Legislativo, al pasar por el salón de los Pasos Perdidos, cadetes de la Escuela de Policía les rindieron honores.

Toques de clarín y los compases de la Marcha de San Lorenzo -poco antes de las 3 de la tarde- anunciaron a la multitud, que expectante aguardaba en la Plaza de los Dos Congresos y en las inmediaciones, de la inminente salida de los mandatarios, quienes se retiraron del Palacio, por la entrada principal sobre la calle Entre Ríos, descendiendo por las escalinatas para abordar los automóviles abiertos, que los trasladarían a la Casa Rosada.

La caravana de vehículos que llevaban a los nuevos dignatarios y a su nutrida comitiva, escoltados por una sección del Escuadrón de Granaderos a Caballo, se desplazó por la calle Rivadavia y luego por Av. de Mayo, siendo aclamados y vitoreados por la multitud enfervorizada que aguardaba su paso y que colmaba las veredas, demostrativa del entusiasmo popular que la figura de Perón había generado en amplios sectores de la sociedad argentina, especialmente entre trabajadores y obreros y también entre la clase media baja.

Luego de hacer una breve parada en la Catedral, donde el nuevo presidente rindió homenaje y oró en el Mausoleo del General San Martín, lugar de reposo de los restos del Padre de la Patria, la comitiva arribó a la Casa de Gobierno, sede del Poder Ejecutivo Nacional.

En el Salón Blanco de la Casa Rosada, el que también se encontraba colmado por autoridades y miembros del cuerpo diplomático, el Presidente de facto saliente, Gral. Edelmiro J. Farrell, le hizo entrega a Perón de los atributos presidenciales: el bastón y la banda.

Luego, desde los balcones de la Casa de Gobierno, el presidente Perón, habló a la multitud enfervorizada congregada en la Plaza de Mayo.