sábado, 1 de septiembre de 2012

¿Para qué sirve la gloria?

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 24 - Setiembre 2012 - Pags. 6 y 7 

Durante su residencia en Francia, el Gral. San Martín acostumbraba recibir la visita de distintos personajes americanos que querían conocerlo, uno de ellos fue Domingo F. Sarmiento, quien se encontraba en Europa por encargo del gobierno Chileno. Una de estas entrevistas es la relatada por Pastor S. Obligado, publicada por el diario La Nacn de Buenos Aires el 9 de julio de 1894. La transcribimos como un homenaje al Libertador en un nuevo aniversario de su fallecimiento.

 

José de San Martín
Daguerrotipo del Gral. San Martín (A)

¿PARA QUÉ SIRVE LA GLORIA?

                                                                       Por Pastor S. Obligado

Tradición de 1849

I

Cierta lluviosa tarde de otoño, encontrábase el general D. José de San Martín en su modesta quinta de Brunnois, poco distante de París, rodeado de sus nietas e hija, en sabrosa plática sobre la patria ausente, que endulzaba las amargas horas de ostracismo.

En aquella triste soledad alegraban su vejez los juegos infantiles de dos amables criaturas que conversaban con sus muñecas, enredando y desenredando la madeja de lana con que la joven madre entretenía sus ocios en labores de aguja.

Cerca de la estufa, y entre su antiguo amigo D. Manuel Guerrico y el Sr. Sarmiento, que saboreaban el mate amargo de la emigración, cuando el interesante diálogo en que los últimamente llegados de la patria lejana trasmitían las nuevas de ella, fue interrumpido por gritos de una chiquilla que, llorosa y enfadada, vea en ademán quejumbroso a refugiarse entre los pliegues de la gran capa del abuelo, poniendo esta queja con acento dolorido:

Gran papá: la Merceditas me ha quitado el ovillo de lana.

A tiempo que la aludida, sentada sobre la alfombra, en un rincón, y envolviendo apresuradamente de la lana su muñeca, replicaba:

Sí, papá, porque hace mucho frío y la poupeé (muñeca) está desnuda.

Pero el ovillo es mío, y aquélla se lo agarra todo, porque dice que es mayor...

E irguiéndose el viejo general, a la vez que acariciaba a su desconsolada nietecita, se dirigió hacia el gran armario vecino, y abriendo la cerradura hecha por la propia mano de Luis XVI, como alguna otra de esa misma antigua mansión en que el infortunado rey se hospedara un día, sacó una cinta amarilla y punzó, pendiendo de ella una medalla de plata, y al entregársela a la quejosa demandante, le dijo:

Toma, hijita, abriga tu muñeca y decórala.

II

La hija de San Martín intervino en la infantil querella y, apaciguado el pequeño catarro, se oía siguiendo en crescendo el diálogo anterior, en que contestaba aproximándose a la estufa:

Pero, al fin, ese tirano Rosas, que los unitarios odian tanto, no debe de ser tan malo como lo pintan, cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años.

, general; pero veinte años de viva protesta armada, diseminada por toda el haz de la tierra la mejor parte de los argentinos. Fácil le fue asaltar el poder por nuestras divisiones, como sostenerse en el mismo por la falta de unidad. Paz y Lavalle, y Lamadrid, peleando por su cuenta hacia los extremos de la república, quejándose de que el comité revolucionario pretende mandar batallas desde Montevideo; y éste, a su vez, de que cada uno de los generales unitarios campea por sus respetos, contestó alzando la voz y exaltado el señor Sarmiento.

A tan larga distancia y por tantos años alejado de la escena, no me es fácil saber la verdad; pero por los ecos que hasta aquí llegan, si bien no he conocido al general Rosas, me inclino a creer: que Vv. exageran un poco, y que sus enemigos lo pintan más arbitrario de lo que sea. Sí, conocí en sus mocedades a los generales que V. recuerda. Paz; Lavalle, el más turbulento; Lamadrid, si no más valiente que éste, sin duda con menos cabeza, y si todos ellos, y lo mejor del país, como ustedes dicen, auxiliados por extranjeros, no logran desmoronar a tal mal gobierno, sin duda es porque la mayoría convencida está de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano firme, para que no vuelvan las bochornosas escenas del año 20, ni que el comandante de cualquier batallón se levante a fusilar por su orden al gobernador del estado.

  Sobre todo, tiene para mí el general Rosas QUE HA SABIDO DEFENDER CON ENERGÍA y en toda ocasión el pabellón nacional.

 Por esto, después del combate en Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, POR AQUEL ACTO DE ENTEREZA, en que con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo francesa que, pocos o muchos, sin contar sus elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia.

 Y a estas palabras, el Sr. Sarmiento, que escuchaba en silencio, comprimiendo su indignación, reclinado sobre el mármol de la estufa, como saliendo de entre las sombras:

Dígame, general, le interrumpcon vehemencia, ¿de qué sirve esa cacareada independencia a los argentinos, si cada uno de ellos lleva marcadas sus carnes con las vergas del tirano, y hasta las trenzas de las señoras son arrancadas por sus sayones, para pegarles el moño rojo de su librea? ¿Qué libertad ha dejado en pie el tirano? ¿La de asociación, la de la prensa, la de comercio, la de enseñanza siquiera? Dicen que nosotros los emigrados unitarios le calumniamos. Creo más bien que no llega vivo hasta aquí el eco lejano de las atrocidades de aquel monstruo, que empezando por asesinar al presidente de la cámara, ha concluido por fusilar a una joven embarazada...

José de San Martín
Medalla por la batalla de Bailén (B)

III

Y en esto, fijándose los anteojos, y tomando del suelo la hija del general, la medalla con que la nietecita condecorara su muñeca, leyó en ella: "Bailén, 8 de junio de 1808". E interrumpiendo el diálogo dijo:

¡Padre! ¿V. no se ha fijado en lo que le ha dado a la chica?

¿Qué? dijo San Martín con frialdad.

Es la medalla que le acordó el gobierno de España como vencedor en la batalla de Bailén y que V. ha sacado por equivocación, sin duda.

SÍ, hija, en Bailén aprendí a defender la independencia, y el valor que imprime la disciplina sobre todo ejército. Mientras que los soldados del ercito francés se entretean en robar capones y vinajeras, hasta las piedras se levantaron en España para arrojar al invasor extranjero. Allí, con menos, vencimos a los más. Tuve la gloria de ser recomendado en el parte, y después condecorado.

Pero, ¡mo deja V. este precioso recuerdo en manos de una chiquilla que no sabe lo que vale? agregó el señor Guerrico.

¡Ay, mi amigo! La gloria humana ngola comparada así como al disparo del cañón: un poco de ruido y humo. Ya en las vecindades de la tumba, se aprecian de muy distinto modo que en la primera juventud, todas esas vanidades.

Sí, pero estas cintas, cordones y medallas, señalan otros tantos capítulos de la historia de su gloria.

¿Me hará V. el favor de decirme, mi amigo, para qué sirve la gloria si un cintajo de éstos no consigue siquiera detener la lágrima de un niño?

Y San Martín, más grande que Bolívar, pues que a sus triunfos de iguales resultados agregó el mayor de todos, consiguiendo vencerse a sí mismo superior a aquel otro ambicioso con corona, pues que la cadena de sus victorias no sirvió para uncir al carro de la conquista los pueblos que libertaba con su espada, héroe al nivel de Washington, el argentino que más gloria alcanzó, juzgaba que toda la gloria humana apenas es satisfacción en cuanto llegar pueda a detener una lágrima!...

(A) Daguerrotipo del Gral. San Martín tomado en París en 1848. Placa de cobre de 12 por 10 cm. Es la única toma fotográfica que existe del prócer y se encuentra en el Museo Histórico Nacional. 

(B) Medalla por la batalla de Bailén librada entre las fuerzas españolas y francesas el 19 de julio de 1808. Por su destacada actuación, San Martín fue ascendido a teniente coronel.

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Pastor Servando Obligado (1841-1924)

José de San Martín

Fue hijo de Pastor Obligado, primer Gobernador de la secesionada Provincia de Buenos Aires.

Escribió historias nacionales y de sus viajes a través del mundo que se editaron en los 10 volúmenes de "Tradiciones Argentinas" de gran repercusión en su época. Fue jurisconsulto e historiador. Combatió en Pavón y en 1863, alcanzó notoriedad con un discurso pronunciado llamando a la solidaridad americana con motivo del bombardeo al puerto del Callao por la escuadra española.

Colaboró con revistas, periódicos y diarios.

Fue miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, de la Real Academia de la Historia de Madrid, de la Junta de Historia y Numismática (actual Academia Nacional de la Historia), entre otras instituciones.