Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 24 - Setiembre 2012 - Pags. 6 y 7
Durante su
residencia en Francia, el Gral. San Martín acostumbraba recibir la visita de
distintos personajes americanos que querían conocerlo, uno de ellos fue Domingo
F. Sarmiento, quien se encontraba en Europa por encargo del gobierno Chileno.
Una de estas entrevistas es la relatada por Pastor S. Obligado, publicada por el
diario La Nación de Buenos Aires el 9 de julio de 1894. La transcribimos
como un homenaje al Libertador en un nuevo aniversario de su fallecimiento.
Daguerrotipo del Gral. San Martín (A) |
¿PARA QUÉ SIRVE LA GLORIA?
Por
Pastor S. Obligado
Tradición de 1849
I
Cierta lluviosa tarde de otoño, encontrábase
el general D. José de San Martín
en su modesta quinta
de Brunnois, poco
distante de París, rodeado
de sus nietas
e hija, en
sabrosa plática sobre la patria ausente, que endulzaba las
amargas horas de ostracismo.
En aquella triste soledad alegraban su vejez
los juegos infantiles de dos amables criaturas que conversaban con sus muñecas, enredando
y desenredando la madeja de lana con que la joven madre entretenía sus ocios en
labores de aguja.
Cerca de la estufa, y entre su antiguo
amigo D. Manuel Guerrico y
el Sr. Sarmiento, que saboreaban el mate
amargo de la emigración, cuando
el interesante diálogo en que los últimamente llegados de la
patria lejana trasmitían las nuevas de ella, fue interrumpido
por gritos de una chiquilla que, llorosa y enfadada, venía en
ademán quejumbroso a refugiarse
entre los pliegues de la
gran capa
del abuelo, poniendo esta
queja con
acento dolorido:
–Gran papá: la
Merceditas me ha quitado el ovillo de lana.
A tiempo que la aludida, sentada sobre la alfombra, en
un rincón, y envolviendo apresuradamente
de la lana su muñeca, replicaba:
–Sí, papá, porque hace mucho frío y la poupeé (muñeca) está desnuda.
–Pero el
ovillo es mío, y aquélla se lo
agarra todo, porque dice que es mayor...
E irguiéndose el viejo general,
a la vez que acariciaba a su
desconsolada nietecita, se dirigió hacia el
gran armario vecino, y abriendo la cerradura hecha
por la propia mano de Luis XVI, como alguna otra de esa
misma antigua mansión
en que el infortunado rey
se hospedara un día, sacó
una cinta amarilla y punzó, pendiendo de ella una medalla de
plata, y al entregársela a la
quejosa demandante, le dijo:
–Toma, hijita, abriga tu muñeca y decórala.
II
La hija de San Martín intervino en la infantil
querella y, apaciguado
el pequeño catarro,
se oía siguiendo en crescendo el
diálogo anterior, en que contestaba aproximándose
a la estufa:
–Pero, al fin, ese tirano Rosas, que los unitarios odian tanto, no debe de ser tan malo como lo pintan, cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años.
–Sí, general; pero veinte años de viva protesta
armada, diseminada por toda el haz de la tierra la mejor
parte de los argentinos. Fácil le fue asaltar el poder por
nuestras divisiones, como sostenerse en el mismo
por la falta de unidad. Paz y Lavalle, y Lamadrid, peleando por su cuenta
hacia los extremos de la república, quejándose de que
el comité revolucionario
pretende mandar batallas desde Montevideo; y éste, a su vez, de que cada uno de
los generales unitarios campea por sus respetos, –contestó alzando la voz y exaltado
el señor Sarmiento.
–A tan larga
distancia y por tantos años alejado de
la escena, no me es fácil saber la verdad; pero por los ecos
que hasta aquí llegan, si bien no he conocido
al general Rosas, me inclino a creer: que Vv. exageran
un poco, y que sus enemigos lo pintan más arbitrario de lo que sea. Sí, conocí
en sus mocedades a los generales que V. recuerda. Paz; Lavalle, el más
turbulento; Lamadrid, si no más valiente que éste, sin duda con menos cabeza, y
si todos ellos, y lo mejor del país, como
ustedes dicen, auxiliados por extranjeros, no logran
desmoronar a tal mal gobierno, sin duda es porque la mayoría convencida está
de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano firme,
para que no vuelvan las bochornosas escenas del año 20, ni que el comandante de cualquier batallón se levante a fusilar por su orden al
gobernador del estado.
Sobre todo, tiene para mí el general Rosas QUE
HA SABIDO DEFENDER CON ENERGÍA y en toda ocasión el
pabellón nacional.
Por esto, después del combate en Obligado, tentado estuve de
mandarle la espada con que contribuí a fundar la
independencia americana, POR AQUEL ACTO DE ENTEREZA, en
que con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo
francesa que, pocos o muchos, sin contar sus
elementos, los argentinos saben siempre defender su
independencia.
Y a estas palabras, el
Sr. Sarmiento,
que escuchaba en silencio, comprimiendo
su indignación, reclinado
sobre el mármol de la estufa, como saliendo
de entre las
sombras:
–Dígame, general, –le
interrumpió con
vehemencia, –¿de qué sirve esa cacareada independencia a los argentinos, si cada
uno de ellos lleva marcadas sus carnes con las vergas del tirano, y hasta
las trenzas de las señoras son arrancadas por sus sayones, para pegarles el
moño rojo de su librea? ¿Qué libertad ha dejado en pie el tirano?
¿La de asociación, la de la prensa, la de comercio, la de enseñanza siquiera? Dicen que nosotros los emigrados unitarios le calumniamos. Creo más bien que no llega vivo hasta aquí el eco lejano de
las atrocidades de aquel monstruo, que empezando por
asesinar al presidente de la cámara, ha concluido por
fusilar a una joven embarazada...
Medalla por la batalla de Bailén (B) |
III
Y
en esto, fijándose
los anteojos, y tomando
del suelo la hija del general,
la medalla con que la nietecita
condecorara su
muñeca,
leyó en ella: "Bailén, 8 de
junio de 1808". E interrumpiendo el diálogo
dijo:
–¡Padre! ¿V. no se ha fijado en lo que le ha dado a la chica?
–¿Qué? – dijo San Martín con frialdad.
–Es la medalla que le acordó el gobierno de España como vencedor en la batalla de Bailén y que V. ha sacado por equivocación, sin duda.
–SÍ, hija, en Bailén aprendí a defender la independencia, y el valor que imprime la disciplina sobre todo ejército. Mientras que los soldados del ejército francés se entretenían en robar capones y vinajeras, hasta las piedras se levantaron en España para arrojar al invasor extranjero. Allí, con
menos, vencimos a los más. Tuve la gloria de ser recomendado en el parte, y después condecorado.
–Pero, ¡cómo deja V. este precioso recuerdo en manos de una chiquilla que no sabe lo que vale? –agregó el
señor Guerrico.
–¡Ay, mi amigo! La gloria humana téngola comparada así como al disparo del cañón: un poco de ruido y humo. Ya en las vecindades de la tumba, se aprecian de muy distinto modo que en la primera juventud, todas esas vanidades.
–Sí, pero estas cintas, cordones y medallas, señalan otros tantos capítulos de la historia de su gloria.
–¿Me hará V. el favor de decirme, mi amigo, para qué sirve la gloria si un cintajo de éstos no consigue siquiera detener la lágrima de un niño?
Y
San Martín, más grande que Bolívar, pues
que a sus triunfos de iguales resultados agregó el
mayor de todos, consiguiendo vencerse a
sí mismo –superior a aquel otro ambicioso con corona, pues
que la cadena de sus victorias no sirvió para uncir al carro de la conquista
los pueblos que libertaba con su espada–, héroe al
nivel de
Washington, el
argentino que más
gloria alcanzó, juzgaba que toda
la gloria humana apenas es
satisfacción en cuanto
llegar pueda a detener
una lágrima!...
(A) Daguerrotipo del Gral. San Martín tomado en París en 1848. Placa de cobre de 12 por 10 cm. Es la única toma fotográfica que existe del prócer y se encuentra en el Museo Histórico Nacional.
(B) Medalla por la batalla de Bailén librada entre las fuerzas españolas y francesas el 19 de julio de 1808. Por su destacada actuación, San Martín fue ascendido a teniente coronel.
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Pastor Servando Obligado (1841-1924)
Fue hijo
de Pastor Obligado, primer Gobernador de la secesionada Provincia de Buenos
Aires.
Escribió
historias nacionales y de sus viajes a través del mundo que se editaron en los 10
volúmenes de "Tradiciones Argentinas" de gran repercusión en su
época. Fue jurisconsulto e historiador. Combatió en Pavón y en 1863, alcanzó
notoriedad con un discurso pronunciado llamando a la solidaridad americana con
motivo del bombardeo al puerto del Callao por la escuadra española.
Colaboró
con revistas, periódicos y diarios.
Fue miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, de la Real Academia de la Historia de Madrid, de la Junta de Historia y Numismática (actual Academia Nacional de la Historia), entre otras instituciones.