Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 24 - Setiembre 2012 - Pags. 4 y 5
Giussepe Garibaldi
Por el Federal Apostólico
Giuseppe Garibaldi |
Si bien en Italia se lo considera
héroe, para nuestro país no fue más que un pirata y saqueador, no obstante lo
cual en el año 1895, al ser botado un crucero acorazado argentino, se le dio su
nombre, pero eso no es todo, la Ciudad de Buenos Aires en el año 1904, lo
homenajeó con un espléndido monumento instalado en Plaza Italia en el Barrio de
Palermo, además de otros monumentos que se levantaron en otras ciudades de
nuestro país, como así también lo recuerdan diversas calles en pueblos y
ciudades. Todo ello, como si no hubieran héroes argentinos a quienes homenajear.
Pero bueno... estas son cosas que ocurren solo en nuestro país!
Veamos, sintéticamente, quien fue
Garibaldi en sus correrías en el Plata y sus afluentes y el lector evaluará si
"Garibaldi es una gloria argentina", como afirmó el siempre
desubicado Sarmiento o fue un "pirata" como lo llamaba La Gaceta Mercantil.
Los hombres a los cuales comandó
Garibaldi, no fueron ejemplo de disciplina ni orden, sino todo lo contrario, y
el mismo italiano así los describe en sus Memorias:
"Los equipajes que yo mandaba
estaban compuestos por hombres de todas las naciones. Los extranjeros eran, en
su mayor parte, marinos, y casi todos desertores de barcos de guerra; debo
confesar que éstos eran los menos díscolos. Entre los americanos, la
generalidad habían sido expulsados de los ejércitos de tierra, por varios
delitos, muchos por homicidios. De modo que eran verdaderos canallas
desenfrenados y se necesitaba todo el rigor posible en los barcos de guerra
para mantener el orden".
En 1842, con el ardid de enarbolar el
pabellón de la Confederación Argentina, en las naves riveristas que comandaba, y
disfrazando así sus naves, pudo engañar y burlar a la guarnición argentina
destacada en la isla de Martín García, forzando el paso para adentrarse en el
Paraná. Por ese proceder desleal e indecoroso, la prensa de Buenos Aires,
comenzó a llamarlo "pirata".
El Alte. Brown con gallardía después
del combate de Costa Brava, le perdonó la vida, pero en realidad debió aplicar
la ley del mar, vigente en aquella época, que era el ahorcamiento de los piratas,
con lo cual se hubieran evitado muchos males para nuestro país, ya que
Garibaldi, se había comportado como tal, como así lo informó Brown en el parte
que con motivo de ese combate le remitió a Rosas, en estos términos: "La conducta de estos hombres, excelentísimo
señor, ha sido más bien de piratas, pues que han saqueado y destruido cuanta
casa o criatura caía en su poder, sin recordar que hay un Poder Supremo que
todo lo ve y que tarde o temprano nos premia o castiga según nuestras
acciones". Esa calificación de "pirata", fué corroborada
años después y como veremos a continuación, cuando saqueó poblaciones
argentinas y orientales haciendo estragos entre la población indefensa.
En efecto, durante la intervención
anglofrancesa a nuestro país en 1845, Garibaldi nuevamente se encuentra al
mando de una flotilla riverista, formada por los buques argentinos -los ex
navíos San Martín, Echagüe y Maipú- que habían sido apresados con motivo del hecho conocido en
la historia como "el robo de la escuadra" -hecho acaecido el 2 de
agosto de 1845-, cuyas naves tripula con 900 hombres de la Legión italiana.
El 30 de agosto de 1845 los almirantes
anglofranceses intiman la rendición de la guarnición oriental de la ciudad de
Colonia, formada por trescientos hombres con una artillería compuesta por ocho
pequeños cañones, mandada por el coronel Jaime Montoro. Ante la negativa del jefe
oriental de rendir sus armas, los anglofranceses al amanecer del siguiente día,
bombardearon la ciudad con los 200 cañones de la escuadra ante lo cual Montoro no
tiene más remedio que retirarse y Garibaldi desembarca y saquea la población. En
sus Memorias, habla así del
comportamiento de los hombres que comandaba "(ya que fue) difícil de
mantener la disciplina que impidiera cualquier atropello, y los soldados
anglofranceses, a pesar de las órdenes severas de los almirantes, no dejaron de
dedicarse con gusto al robo en las casas y en las calles. Los nuestros, al
regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aún cuando nuestros oficiales
hicieron lo posible para evitarlo. La represión del desorden resultó difícil,
considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y especialmente
en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos
saqueadores".
El 5 de setiembre Garibaldi tomó la
isla de Martín García, arriando el pabellón nacional azul y blanco y
enarbolando el oriental.
Posteriormente asalta la ciudad de
Gualeguaychú, que se encontraba desguarnecida, saqueándola durante dos días, con
su cuerpo de mercenarios, cometiendo todo tipo de tropelías.
José Luis
Bustamante, secretario del Gral. Rivera, a quien le escribió el 2 de noviembre,
alarmado por las consecuencias negativas que el proceder de Garibaldi y su
gente podría ocasionar a su causa, le dijo: "Garibaldi saqueó
El 30 de setiembre Garibaldi, intenta
un ataque en Paysandú y días más tarde en Concordia, siendo repelido en ambos
casos, pero a fin de de octubre toma Salto, donde repite sus saqueos y
asesinatos de habitantes.
En sus Memorias, así recordará sus "acciones" en estas tierras: “Como no recuerdo los detalles de todos
aquellos atropellos, me es imposible narrar minuciosamente las infamias
cometidas… Nadie era capaz de detener a esos insolentes salteadores… Todos
vivían permanentemente alcoholizados... Me dan ganas de reír cuando pienso en
el honor del soldado…”
Viene aquí al dedillo, el pensamiento
del escritor Ignacio B. Anzoátegui, cuando con cierto humor no exento de
verdad, dice, refiriéndose a Garibaldi: "Un tano bandido a quien la
Patria, en vez de levantarle una estatua, debió hacerle decir varias misas en
contra"
Fuentes:
Crónica Histórica Argentina.
Ezcurra Medrano, Alberto. Las otras Tablas de Sangre.
Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación
Argentina
Sierra, Vicente D. Historia de la Argentina, T° IX,
1840-1852.
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. Giuseppe Garibaldi.