miércoles, 1 de diciembre de 2010

Indisciplina en el ejército de Lavalle

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 3 

La indisciplina y el terror impuesto por el ejército de Lavalle, contada por el Gral. Tomás de Iriarte

 

Ejército Libertador
Tomás de Iriarte (1)

“Llegaron efectivamente los cien tiradores a las dos de la tarde. Hasta las tres no estuvieron colocados, porque el circuito de Santa Fe tiene bastante extensión por los arrabales, y a la señal convenida la plaza fue asaltada y tomada. Todas las columnas se precipitaron por las bocas calles y asaltaron las trincheras…

Inmediatamente salí para el campo donde estaba la caballería porque mi presencia era necesaria; pero era tal la afluencia de soldados que robaban las casas, forzando sus puertas, que las calles estaban inundadas. El número de los ebrios era inmenso. Toda esa turba pertenecía a las divisiones que estaban en el cuartel general y se había separado del campo sin licencia del general en jefe. Era tal el desorden que, acompañado de mi comitiva, teníamos que echarlos sable en mano para el campamento. Salían por un lado, entraban por el otro. Todo era confusión y algazara. Las voces no se entendían. Tuve que dejar por imposible el ordenar aquellos hombres enfurecidos por el reciente asalto y bebidas espirituosas y, por lo pronto, di orden a los jefes de división para que hiciesen recoger sus soldados y despachasen al cuartel general a todos los que tuviesen allí sus cuerpos…

Entre tanto seguía el desorden. Ni matando se podía contener a la soldadesca, bien que en una población extensa y cubierta de árboles como es Santa Fé, a pesar de sus pocos habitantes, era fácil a los bandidos eludir la persecución que en todas direcciones se hacía para contenerlos y castigarlos.

Vinieron a avisarme que algunos soldados borrachos habían entrado al convento de la Merced, donde se hallaban asiladas algunas familias, y que trataban de violar unas jóvenes. Entonces al primer oficial que encontré cerca de mí, el teniente coronel Malter, le di orden para que tomase seis infantes y fuese a la Merced a fusilar a aquellos malvados cualquiera que fuese su número y su clase. Cuando llegó Malter ya no los encontró. Tuvieron cuidado de salvarse por la puerta traviesa.

A primera vista parecerá que estos desórdenes eran fáciles de contener. Pero es preciso considerar que casi son inevitables en un gran pueblo tomado a viva fuerza y mucho menos cuando los agresores pertenecen a un ejército que había relajado los vínculos de la disciplina militar.

No es, sin embargo, el cargo  principal contra la tropa. Es el general en jefe (LavaIle) el responsable de que el ejército estuviese en aquel pié, y ya he dicho que el general en jefe toleró tal vez con intención que los soldados que tenía a sus inmediatas órdenes abandonasen el campo para ir en romería a la ciudad. Esta licencia había sido diaria durante toda la marcha, y en Santa Fe pudieron cebarse mas a sus anchas, como que era un pueblo de más recursos que cuantos encontramos en nuestro tránsito. Por lo demás es preciso hacer justicia a nuestros soldados. Ellos eran susceptibles de organizarse, de subordinarse; pero no se quiso. El general Lavalle tuvo un sistema manifiesto en ejercer una tolerancia desmedida. El responderá...”

“Memorias del General Iriarte - Textos fundamentales”, Compañía Fabril Editora; Buenos Aires, 1962.

(1) Gral. Tomás de Iriarte Miniatura pintada sobre marfil. Autor anónimo. Museo Histórico Nacional.