sábado, 1 de diciembre de 2007

Carta recibida de Eduardo Rosa, hijo del destacado historiador José María “Pepe” Rosa

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año II N° 5 - Diciembre 2007 - Pag. 9 



Carta recibida de Eduardo Rosa, hijo del destacado historiador José María “Pepe” Rosa, al cual nos referimos en los Nº 1 y 2 de este periódico. 




22/11/2007
Señor Director:
De mi consideración:

En la ciudad de Córdoba, en ocasión de un encuentro de “Pensamiento Nacional” ha llegado a mis manos el nº 4 de su magnífica publicación “El Restaurador”.

Antes de pasar a comunicarle lo que me mueve a escribirle deseo felicitarlo a usted y a todo su equipo por este aporte a la toma de conciencia de nuestra Patria, que especialmente en este número de setiembre brilla desde la primera a la última página. Lo del “sordo” Thorne es algo que debería ser leído y distribuido en todas las escuelas del país.

Quisiera hacer una ampliación a vuestro artículo “Lucha en la casa de la Virreina”.

Quienes acosaban a Cadogan desde las azoteas y calles circundantes era un pelotón de Miñones que según las crónicas de la época (que confirman lo de la sangre corriendo por los desagües pluviales), estaba al mando de un tal “Ponce”. Este Ponce era José Pons, un marino que hacia el trasbordo de cargas desde Colonia o Montevideo, ya que en general los barcos de cierto calado no se atrevían a llegar a Buenos Aires. José Pons, casado con Josefa Martínez, natural de Colonia, era conocido por el apodo de “Pepe el Mahonés”.

En el fragor de la lucha, los Miñones se apoderaron de un cañón inglés y porque carecían de munición o por no saberlo manejar lo “clavaron” (operación que solo se revertía en una fragua) y lo guardaron en una casa. Al terminar los combates lo fueron a buscar y no lo encontraron. ¡Se lo habían llevado los Patricios!. Hubo un pleito que finalmente falló a favor de los Miñones pero al poco tiempo suceden los hechos de mayo de 1810 y ¿Quién era el jefe?: Nada menos que el odiado jefe de los Patricios.

Pepe el Mahonés – Catalán peleador – no dudó en oponerse y armó dos de sus barquitos con un cañón cada uno y a uno de ellos – a remo y vela – lo bautizó “LA PODRIDA” y se fue a Montevideo a ponerse a las órdenes de Elío.

Allí, para sobrevivir y despuntar el vicio, sacó patente de corso y hizo presa de varios navíos “de Buenos Aires”. Cuando fue el sitio de Montevideo, el único barco patriota (no podríamos aún decir Argentino) hundido fue el San Luis, echado a pique – según se relata – por “la movediza Podrida”.

Como en esos fragorosos tiempos, si no se caía en el campo de batalla o en los fusilamientos inmediatos, todo se olvidaba, Pepe el Mahonés regresó a su negocio de transportes y a residir en Buenos Aires. Un día de 1829 le llegó un españolito con una carta de amigos de Mahón y lo tomó como dependiente de su comercio. Como suele suceder, este joven, llamado Vicente Rosa se casó con la hija del patrón y a su segundo hijo le pusieron José María, en memora de su suegro y suegra. Naturalmente José María Rosa fue apodado Pepe y fue mi bisabuelo. El nombre pasó a mi abuelo, a mi padre, a mi hermano y a mi sobrino.

La sangre caliente y rebelde de Pepe el Mahonés hace que en la familia Rosa tengamos siempre una irrefrenable tendencia a “ARMAR LA PODRIDA”.

Eduardo Rosa (Hijo de José María y tataranieto de Pepe el Mahonés





Nota del Director: Agradecemos a Eduardo Rosa sus conceptos sobre este periódico y su aporte sobre “LA PODRIDA”