Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 11
Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el 9 de Julio de 1816
EL HOMBRE Y LA ÉPOCA
Yrigoyen tuvo desde que asumió el mando, una visión clarísima de su responsabilidad como gobernante, y de la trascendencia de las horas históricas en que le tocaba actuar.
Hoy, pasados los sucesos, puedo volver sobre aquellas tremendas jornadas con la mente libre de los espejismos que los acontecimientos motivaron, y me doy cuenta que, entre todos nosotros, él fue el único que jamás perdió su serenidad y su orientación.
La razón es simple. Yrigoyen llegaba al gobierno como encarnación de un movimiento de opinión nacional, cuyos primeros avances databan de un cuarto de siglo atrás. La lucha cívica en pro de la conquista de las libertades públicas, y el afianzamiento de los principios democráticos, venía a tener el término anhelado con su presidencia, al propio tiempo que le entregaba la pesada responsabilidad de guiar los destinos del país en la hora más difícil de la historia de la humanidad.
El era el hombre. Detrás de él, con la mirada fija en sus actos, y los brazos listos para la acción, permanecía el Partido Radical, que en este momento venía a ser la única garantía de estabilidad institucional, frente a los pavorosos problemas, económicos y sociales que el conflicto originaba.
La democracia había de ser, en muchos países, una consecuencia de la guerra mundial. Entre nosotros fue la obra de un partido poderoso guiado por un hombre fuerte…
Diego Luis Molinari