jueves, 1 de diciembre de 2016

Traspaso de mando

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 10 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

La crónica de lo acontecido el 12 de octubre de 1816, con la asunción de la presidencia de la Nación por Hipólito Yrigoyen y que publicamos a continuación, apareció en la revista "Caras y Caretas" N° 942 del día 21 de octubre de ese año.

Asunción de la presidencia por Yrigoyen
Hipólito Yrigoyen, después de prestar juramento como Presidente de la Nación


El nuevo gobierno nacional - Transmisión del mando

Desde las primeras horas de la tarde, la aglomeración de personas deseosas de presenciar la entrada del nuevo magistrado en el Palacio Legislativo era tal, que se hacía imposible transitar por los alrededores del Congreso. Los edificios que dan a la plaza se hallaban cuajados de gente, y en puertas, ventanas, balcones y azoteas bullía una multitud que aguardaba impaciente la llegada del doctor Irigoyen. A las 3 y 10 hacía su entrada al Congreso por la calle Victoria, y a las 3 y 15, con una regularidad cronométrica, se presentaba al recinto legislativo, donde se lo recibió con una ovación estruendosa. La asamblea se puso de pie, y senadores y diputados miraban con curiosidad al hombre que sin haberse dejado ver gozaba de popularidad en toda la República, y que entonces contemplaban, la mayoría de los legisladores, por vez primera.

Al doctor Irigoyen no le emocionó, al parecer, el acto tan significativo, y digno y sobrio, leyó la fórmula del juramento sin que sus nervios delataran una emoción. El entusiasmo del público que llenaba palcos y galerías se traducía en grandes salvas de aplausos y en una continuada ovación salió a las gradas del palacio, donde el público al verlo aparecer estalló en vivas estruendosos y delirantes.

La plaza presentaba un golpe de vista magnífico: todo aquel pueblo, en su entusiasmo desbordado, quería rendir su caluroso homenaje al hombre que acababa de ser consagrado, por la Constitución, Presidente, y le vivaba a pleno pulmón; otros más exaltados y partidistas, en un arranque de entusiasmo, desataron los caballos de su coche para llevarle en triunfo a la Casa Rosada. La escolta trató de evitarlo, pero fue imposible, y el doctor Irigoyen tuvo que aceptar ese homenaje.

Y en brazos del pueblo, se lo vio pasar por entre una compacta multitud por toda la Avenida hasta la Plaza de Mayo, de pie sobre el carruaje, ostentando una noble y arrogante figura, y un gesto de hombre que tiene conciencia de su poder, y saludando serenamente a las multitudes que lo aclamaban.

Por fin pudo llegar a la Casa Rosada, y hubo necesidad de que los granaderos contuvieran al pueblo que, a todo trance, quería entrar en ella, y que vivaba el nombre de su ídolo.

Al presentarse en el salón blanco continuaron las ovaciones, y el doctor de la Plaza, en breves palabras, hizo entrega al nuevo mandatario de las insignias presidenciales; el señor Irigoyen contestó a los augurios de su antecesor, y en seguida pasó a un salón contiguo, para volver a poco, con su pecho cruzado con la banda presidencial, banda ésta que no tiene el escudo nacional, sino el sol de nuestra bandera.

Entonces se le presentó al cuerpo diplomático, y en seguida pasó al balcón de la Casa de Gobierno para presenciar el desfile. La muchedumbre, al verlo aparecer, gritó frenética de entusiasmo, y lo vitoreaba con delirio agitando los sombreros y haciendo flamear millares de banderitas argentinas.

El público no se cansaba de vivar, y el doctor Irigoyen para sustraerse a los entusiasmos partidistas, pidió que desalojaran la calzada; pero la multitud, como un alud, rompió el cordón policial y se desparramó por los alrededores de la Casa de Gobierno.

El primer acto de mandatario del doctor Irigoyen fue extender el decreto nombrando Ministro del Interior al doctor Ramón Gómez, y poco después integraba su gabinete, pasando a celebrar el primer acuerdo.

Mientras este acto se verificaba en la Casa de Gobierno, el doctor de la Plaza era objeto, en la suya, de una manifestación de simpatía por distinguidos ciudadanos, que quisieron rendirle un cariñoso y desinteresado homenaje.

Entre tanto, en el acuerdo el nuevo ministerio, como deseoso de justificar sus ansias de trabajo y acción, dio el mismo día comienzo a su tarea, abocándose al estudio de la marcha administrativa, y por primera vez, en nuestro país, se resolvió que los nombramientos de altos funcionarios se haría en consulta general, desprendiéndose de este modo, cada ministro de esa parte de sus funciones para escuchar la opinión de sus colegas, haciéndose solo una excepción con el Jefe de Policía, que fue directamente designado por el doctor Irigoyen, en la persona del doctor Julio Moreno. Se puede decir que el acuerdo ha seguido hasta el momento en que escribimos; pues no fue interrumpido ni el domingo, que fue ocupado en visitar toda la Casa Rosada para tratar de ubicar en ella todos los ministerios, haciendo desaparecer una serie de salones y dependencias inútiles, y se evitará el erario el pago de alquileres que representan algunos millones de pesos.

La opinión entretanto, no se ha hecho aún alrededor del nuevo ministerio, pues como son todos hombres nuevos, se espera sus actos para juzgarlo.

(Nota: en diversos artículos de esta Revista, el apellido Yrigoyen, está escrito como "Irigoyen")